CARTA A CARLOS. SEVILLA 8 NOVIEMBRE 2006
Recuerdo la otra noche, hace dos noches.
Quise hablar contigo y ya era un poco tarde.
Te llamé por teléfono, pero ya dormías.
Entonces, antes de imaginarte en el sueño,
le pedí a mamá que acercara el aparato a tu oido.
Te dije que te quería,
que estaba lejos,
pero que te quería,
que seguiría queriéndote
aún la carretera, los kilómetros,
la lluvia o el tiempo.
Que te querría siempre.
Esto quizá no lo entendiste muy bien
y quizá no lo oiste,
pero debió llegarte muy hondo,
al menos lo imaginé así,
hijo mío.
Lo imaginé como una brisa
que nos llega mientras dormimos
y siempre sentimos su frescor en la piel.
Yo ya se que ahora solo soy eso,
una brisa que llega un fin de semana cada
dos semanas,
a tu cuerpo
y que te abraza
y a veces te enfada.
Pero yo quisiera cogerte,
más allá de la brisa,
como un vendaval.
Aunque eres pequeño
y esto es un poco raro,
quiero que te acuerdes
de esa brisa que te dejé
la otra noche,
mientras cerrabas los ojos
para soñar.
Quise hablar contigo y ya era un poco tarde.
Te llamé por teléfono, pero ya dormías.
Entonces, antes de imaginarte en el sueño,
le pedí a mamá que acercara el aparato a tu oido.
Te dije que te quería,
que estaba lejos,
pero que te quería,
que seguiría queriéndote
aún la carretera, los kilómetros,
la lluvia o el tiempo.
Que te querría siempre.
Esto quizá no lo entendiste muy bien
y quizá no lo oiste,
pero debió llegarte muy hondo,
al menos lo imaginé así,
hijo mío.
Lo imaginé como una brisa
que nos llega mientras dormimos
y siempre sentimos su frescor en la piel.
Yo ya se que ahora solo soy eso,
una brisa que llega un fin de semana cada
dos semanas,
a tu cuerpo
y que te abraza
y a veces te enfada.
Pero yo quisiera cogerte,
más allá de la brisa,
como un vendaval.
Aunque eres pequeño
y esto es un poco raro,
quiero que te acuerdes
de esa brisa que te dejé
la otra noche,
mientras cerrabas los ojos
para soñar.
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