Viajeroandaluz

11 octubre 2006

ELEGIA A LA MUERTE DE MI MADRE

ELEGÍA A LA MUERTE DE MI MADRE


Idus de febrero.
Salías por la iglesia
cubierta en un manto negro.

Hombros,
como soportes de una vieja casa
te llavaban al cementerio.

Y miraste por último
desde un agujero de estaño blanco,
a la fría claridad del día
y al mundo.

Sobre el campanario
de la iglesia ausente,
revoloteo de murciélagos,
anunciaban tu muerte

Renglones de misales
y pañuelos húmedos,
lloraban a través
de tu abanico rojo
y tus ojos profundos.

Te fuiste convertida
en don, en palabra, en imagen.
En un recuerdo
que estalla vibrante
por todos los rincones del pueblo.

Y saltaste
desde los días de sangre y de tos
y de manchas de ceniza en tu pulmón,
a la fértil noche
de tu oración.

¡Ay madre,
el pueblo entero te lloraba,
tú lo sabías!.
¡Ay madre,
el pueblo entero te clamaba
con sus profecías!.

Yo dije,
como tú me dijiste
y muy en alto: ¡no lloreis!
¡aún no ha muerto!.
El pueblo entero se volvió
siniestro.


¡Ay madre!
¿porqué no me enseñaste
tambien a mí a morir un poco?
y me dejaste
así,
tan sin saber que hacer
cuando te veo y no te toco.

Viernes 22 de marzo de 1996