Viajeroandaluz

10 octubre 2006

POR EL VALLE DEL ALMANZORA. 1997

POR EL VALLE DEL ALMANZORA ( AÑO 1997 )



PRIMER DÍA: 15 DE JULIO

La despedida es un nudo en la garganta que poco a poco se va deshaciendo. Esta vez por la carretera de Baza en coche desde Granada. Dejo a un lado las cuevas de Guadix, el día está nublado. Algo de sol en Guadix, ha hecho recuperarme del vacío de la despedida en la estación de autobuses. Una vez en Baza, he dejado el coche en una placita casi a la salida del pueblo, junto a una casa cuya propietaria se apellida Mancebo y con la que estuve hablando un poco, momentos antes de tomar andando, la carretera de Caniles. Me he parado, nada más salir, a preguntar a un hortelano y he comenzado a caminar por un sendero que sigue el curso de la vía del tren inutilizada desde 1984. Crecen los matorrales y las flores muestran su colorido. He encontrado a un niño de ocho años que se llama Jesús Ybarra Lozano, con su bici. El chiquillo vive en un cortijo a la salida de Baza. Nos hemos despedido saludándonos con la mano. El paisaje es de olivos, árboles frutales y cortijos salteados. La mañana está fresquita y opaca por las nubes que le dá un aire de romanticismo inusual. Silencio de la vía muerta con el peso del paso del tiempo. Bifurcación: a la derecha, la antigua azucarera inactiva, en linea recta, los campos secos sin árboles apenas. A veces tomo el camino de la derecha y otras veces el de la izquierda, según convenga. He cruzado por encima de varios puentes, hierro y piedras. Estaciones abandonadas, campos de secano y eriales. Aridez y sequía. De vez en cuando, algún sembrado con agua canalizada. Desde el punto kilométrico de la vía 136 al punto kilométrico 113’7, donde se encuentra la Estación del Hijate, con escasas viviendas. He pedido agua y después me metí en el pueblecito, situado a 3 kilómetros, para comer algo, al lado de la iglesia, en la plaza de San Antonio. Hay una pequeña fuente sin agua y una placa de mármol con una fecha 30.05.1993. He comido de lo que llevaba en el macuto: pan con queso. Siesta sobre un banco. Han dado las cuatro cuando llegué. La musiquita que anuncia la hora es igual que la que hay en Villaralto. Las cuatro y media, tumbado con el saco de almohada y a las cinco arriba. Hay una pequeña fuentecilla para beber agua, en un bar, un café. He hecho confianza con gentes del lugar y su forma de ser. Me han invitado a un helado y me dieron chicles para llevar. He cogido el camino hacia Serón por una rambla que comienza poco después del camino que surge al pasar la gasolinera, que pasa bajo el puente de la vía y que va a parar a la ermita de Fuencaliente pasando por Ramil Alto y Ramil Bajo. Descenso entre chopos y con el río acompañándome. Proliferan las huertas aprovechando el caudal fluvial. He ido bajando hasta alcanzar la carretera que une Alcontar con Serón. He pasado algunas cortijadas con huertas y frescor a la caída de la tarde. Almendros, maizales, tomates, alfalfa puesta a secar. Cortijadas con nombre propios: Los Marteses, Los Angostos, Los Rastrojos. Bebí agua de manantial que veía la luz por primera vez en un chorro por la cuneta, al lado de un cortijo; comí moras que me pusieron rojas y ensangrentadas las manos y la boca. Por la tarde se camina con más animación, con más soltura y decisión. He llagado al cruce con la carretera general que sigue hasta Huércal Overa a la izquierda y a la derecha nos conduce a Serón, por donde me he metido, pasando delante del Hostal Los Cuadrados. He subido en cuesta arriba hasta la iglesia que domina a modo de mirador, el Alto Almanzora. Este edificio es de estilo mudéjar. Me he metido en una tienda de ultramarinos para comprar jabón. Al principio se mostraron desconfiantes los dueños, pero más tarde este sentimiento se tornó por lástima y compasión y me ayudaron gastronómicamente, invitándome a cerveza y salchichón y después con el alojamiento en el Cortijo del Loro o de Los Zoilos. Hay dos chiquillas en la tienda, la madre me mira con recelo, como dudando. Un poco más tarde ha llegado en una furgoneta José Antonio, que aparte de ser dueño de la tienda, tiene otros trabajos y me ha llevado hasta la casucha entre huertas donde vive su madre, una anciana que se llama Soledad de setenta y ocho años y que conserva una vitalidad envidiable, a pesar de la muerte de su marido a causa del cáncer y el tabaco hace dos años y medio, para más exactitud el día 10 de febrero de 1995. El nombre de Cortijo del Loro viene porque tienen un loro que trajo José Antonio de américa y que en un principio tenía pareja pero se escapó y no se supo más. Hay suciedad por todas partes dentro de la vivienda y para ducharme he tenido que ponerme en cuclillas sobre los bordes de la bañera, tomando una postura un tanto cómica e incómoda, pues a su interior habían llegado varios caracoles transeúntes buscando paz. Por lo demás, sin problemas: colchón de lana sobre el que tuve que colocar mi saco, vino de estrujón y algo para cenar. Se oyen los perros entre las huertas. Las luces amarillas alumbran la noche de Serón. Hemos hablado de las peripecias y otras anécdotas de la vida errante. José Antonio Plasencia Portero, de cincuenta años, es camionero, se encuentra solo, no hay más que verlo.
Cerca de Serón está el poblado de Las Menas, no fuí pero me explicaron. Es un poblado minero del hierro y que entró en crisis a partir de 1940 por las dificultades de explotación. Actualmente se lleva a cabo una labor de reconstrucción para fines recreativos. Sobre la historia de Serón he sacado estos apuntes directamente de mi cuaderno de viaje: “ En la historia de Serón se narran invasiones cristianas ( 1489 - López Pacheco - Marqués de Villena - ; 1570 - Juan de Austria ). Iglesia de la Anunciación, por el Marqués de Villena, portada principal : escudo del obispo de Portocarrero, descendiente de aquel. “

SEGUNDO DÍA: 16 DE JULIO

Hoy es día de la Virgen del Carmen. Me ha despertado José Antonio sobre las ocho de la mañana y he oído el canto del gallo y el del loro llamando a la abuela : “ Soledad, Soledad “. Al lado del cortijo tienen tierras donde crece el maiz, girasoles para la alimentación del lorito, habichuelas, patatas, árboles frutales como el manzano, el peral, etc. He desayunado con Soledad y nos hemos hablado de algunas cosillas, luego me ha acompañado hasta el río, atrochando entre huertas con una agilidad asombrosa, para despedirme en el camino a Serón. He ido al ayuntamiento para que me pusieran el sello en la libreta de recuerdo. He hablado con dos funcionarias que se pararon a escucharme, a una le dá miedo andar sola, si es así mejor que no lo haga, y según dice si no fuera por esto se pasaría el tiempo andando de un sitio para otro. He tomado carretera hacia Tíjola caminando por el arcén. He fotografiado, por pintoresco, a un hombre mayor, a su burro blanco, al árbol que les dá sombra y al cortijillo de fondo. El burro tiene doce años y es animal estático e indiferente. Pasan deprisa los coches, camiones y autobuses. Un camión que transportaba automóviles, al pasar, me voló la gorra y tuve que bajar a la cuneta a recogerla. He llegado a Tíjola y después de sellar en el ayuntamiento, he comprado fruta. En un letrero de carretera pone: Tíjola, Estación de Tíjola, Purchena y Bayarque. Me he sentado en la plaza del ayuntamiento, en un banco con listones de madera. En la casa del médico hay una placa que pone: “M. Provincial. E. Neoclásico ( S.XIIX ). Tambien hay residencia para la tercera edad, una librería, una tienda y unas barras de bar con publicidad de cerveza San Miguel, de esas de chapa. Iglesia de Santa María, con su torre y glorieta de D. Diego. Me he parado a comer la fruta junto a una fuentecilla al lado de un quiosco y del bar Profe. Carretera de Huércal Overa hasta unos dos kilómetros, la Armuña de Almanzora. He descubierto una piscina antes de llegar al pueblo; enfrente se oye el rumor del agua en unos riegos canalizados. He subido una rampa, el terreno está organizado por terrazas para el cultivo y el agua cae fresca en medio del caluroso día de julio. He aprovechado para lavarme la cara, brazos y pies y de paso comerme un melón amarillo y redondo como una pelota chamuscada y que estaba dulce como él solo. He preguntado el precio del baño en la piscina y por doscientas pesetas me he refrescado y descansado bajo la sombra de un sauce. Hay tres chicas cerca de mí, que se exponen al sol a bocajarro, arriesgándose a coger una insolación. Cantan las cigarras entre los melocotoneros y hay moscas pululando por todos lados. El recinto de la piscina es reducido. La Armuña de Almanzora tiene ayuntamiento y unos trescientos cincuenta habitantes. He ido al ayuntamiento antes de que cerraran para colocarme el sello. En el edificio consiltorial se ubica además el consultorio y justo al lado, se encuentra la iglesia toda blanca, con su torre, tejadito de teja árabe y reloj. Al lado del Centro de Educación de Adultos, hay una plazuela con grandes pinos piñoneros y bancos de mármol pintados con excrementos de aves. Se oye la moscarda y los pajarillos en lo alto, comienza la hora del almuerzo y la siesta, nadie por las calles. Llega un aire perfumado de pino y en una cabina de teléfono han puesto un cartelito, firmado con fecha 7 de julio por D. José Berruezo Padilla, Alcalde - Presidente, con un bando del ayuntamiento para prevenir a los vecinos de posibles incendios, al agravarse la situación por el calor. Bajo un balcón hay un nido de golondrinas, la madre no da a basto antes las bocas enormes y hambrientas de los golondrinos pequeños, que además parece que tienen sed. He dado una vuelta: la calle Virgen del Rosario está llena de flores. En la puerta del ayuntamiento hay una placa de mármol : Ayuntamiento Constitucional.
He vuelto a la piscina, tomado un vaso de leche caliente y echado la siesta bajo el sauce hasta que la gente a comenzado a llegar en masa y con ella el jolgorio y las risas de los niños en el agua. Sobre las cinco me he levantado, duchado y recuperado el camino por carretera en dirección Huércal - Overa. Por la orilla izquierda, madura el melocotonero; he cogido tres melocotones, uno para comerlo sobre la marcha y los otros dos para la mochila. He llegado al cruce de Purchena, Suflí y Sierro y he tomado hacia la derecha en dirección al primer pueblo que me ha costado dos kilómetros más. Desde el camino se puede apreciar la repoblación de pinares que contraponen la frescura densa de su olor al del combustible de los vehículos. A la izquierda quedan Lúcar, Somontín y Urracal, en la falda de la montaña. Ya en Purchena, he entrado por la calle principal y enseguida me he parado en un bar que mantiene con simpatía Antonio, de carácter abierto y hombre amable. Fuera, en la terraza hay gente sentada en los veladores, entre ellos se encuentra uno que nació en Villaharta y varias mujeres. He tomado café con dulces mientras mantenía con ellos una conversación no exenta de ironías. Aquí se sienten muy andaluces, según me dicen. Son las fiestas del Carmen y hay verbena en la plaza. De los edificios cuelgan lazos negros con motivo del asesinato en manos de ETA del concejal de Ermua, Miguel Angel Blanco Garrido, de veintinueve años. Ha revolucionado socialmente por la trascendencia de la crónica de una muerte anunciada. En la plaza central hay un monumento que representa en mármol a un hombre trabajando y que está firmado por un tal Sabiote. He ido a buscar pensión y me he alojado en el Hostal Cano por mil doscientas pesetas. Las habitaciones tienen tres camas y cuarto de baño, aunque si se prefiere agua caliente, hay que ir al que está al final del pasillo. El hostal tiene terraza y ofrece sillas de madera plegables, tendero de ropa y pila con grifo para lavar a mano y me ha venido como miel para ojuelas, así es que después de la duchita he lavado ropa y me he sentado fuera a comerme los melocotones y a escribir notas en mi cuaderno. Sobre mí, estallan los cohetes festivos y detrás ladran los perros como locos ante el ruido. Desde la terraza se puede ver el edificio de los juzgados con bandera andaluza raída y desgastada por el tiempo y otra de color azul en idéntico estado. Hay luces en las calles, se prepara la fiesta, luce la buganvilla, el sol comienza a ocultarse y he decidido salir para dar un vistazo. Hoy he caminado mucho menos que ayer, solo dieciseis kilómetros, pero no importa, nadie me obliga. Me colocaron el sello del hostal con dirección y número de NIF incluídos y me tomé una cerveza con tapa de careta de cerdo.
Purchena tiene unos mil setecientos y pico de habitantes, he cenado variado y bebido cerveza y después he caminado errante por el pueblo. Plaza de Gustavo Villapalos, Iglesia de San Ginés con virgen bajo una bóveda iluminada, arriba El santo y el castillo. En el ayuntamiento, al lado, hay varias estatuas: una de ellas representa a una mujer en piedra que echa agua por los senos. He llamado a Mari Carmen y hecho amistad con uno que se llama Ramón y tiene dos chiquillos y al que invité a cerveza. Me he sentado fuera para cenar y ver a la gente pasar. Me he echado en la cama con la luz encendida, quizá para hacer tiempo para que se anime la fiesta. Cuando me he despertado he ido a bailar. En la plaza, bajo la orquesta, he bailado pasodobles y otras danzas con una chica delgada, de veintidós años que se llama Rosario y le llaman Sario, trabaja en la escuela taller con los albañiles, vive en la zona alta del pueblo, donde los gitanos. Una pareja de ancianos se han quedado sentados toda la noche en la puerta de la Caja Rural, los niños saltan, bailan las parejas y los amigos en corro. En el centro de la plaza, la escultura arroja agua a modo de fuente y los niños juegan con ella salpicando y haciendo travesuras; la luna crece sobre la montaña. Me he animado mucho bailando y al final nos hemos ido Sario y yo a dar una vuelta para las afueras. En la soledad, la chica se muestra tímida pero le he agarrado su cabeza con mis manos y le he dado un beso prolongado con los labios cerrados, antes de que se marchara, mirando hacia atrás hasta que ha pasado la esquina de la plaza Gustavo Villapalos, para perderse por una calle cuesta arriba, he levantado mi brazo para despedirla, sabiendo que seguía mirándome.

TERCER DÍA : 17 DE JULIO

Cuando he bajado a desayunar eran casi las diez de la mañana y estoy algo resacoso. La orquesta estuvo activa hasta muy tarde y apenas pude dormir. En la calle hay mercadillo, el día se presenta caluroso pero corre algo de fresco. He encontrado en la plaza a Rosario y a una amiga suya embarazada, la he mirado con otros ojos, todo cambia de la noche al día. Hos hemos hecho una foto para recordar. Despedida definitiva y de nuevo al camino por la carretera hacia Olula del Río. A la derecha, Sierra de Los Filabres, de cabeza pelada. Han comenzado a dolerme los dedos del pie derecho y cuando me he quitado el calcetín, estaba sangrando por culpa de una uña que se clavó en el dedo de al lado. He tenido que cortarla con el cuchillo, que es lo único que disponía. Me he puesto una tirita.
Esta zona está repleta de explotaciones de mármol blanco, que configuran el paisaje. El llamado “oro blanco”, sostiene la vida de la comarca. Cruce de Olula y llegada al pueblo y al ayuntamiento, donde me pusieron el sello. He parado en la plaza a charlar con unos viejos, en medio hay una fuente preciosa, con labores de mármol, pero sin agua. Uno de los viejitos estuvo en la guerra civil en el frente republicano y perteneció a la quinta de treinta y cinco, además, luchó en Valsequillo, Hinojosa y Los Blázquez. Su conocimiento de aquellos lugares es bien diferente al mío, como es natural. Hay mercadillo tambien en Olula, que es pueblo próspero y comercial a costa de la piel y los pulmones de los hombres que trabajan la piedra. Carretera hacia Fines, he tomado la vía del tren un poco después de dejar un supermercado donde compré muesli y me entretuve hablando con el camarero del bar que es de la pedanía de Almanzora, me ha indicado un sitio para comer en Fines e incluso me ha esperado en el pueblo, pero no he querido pasarme. Me he metido por la calle principal hasta la Plaza del Ayuntamiento. Sello. El tejado de la iglesia de Nuestra Señora del Rosario está en obras, pero han respetado el soporte antiguo de madera y con materiales nuevos de construcción, como el cemento y la grava, pretenden arreglarlo. Me gusta este procedimiento, es sensato y equilibrado, mejora y no rompe la esencia del edificio, tampoco la idea que de él tienen quienes toda su vida así lo concibieron.
Me he metido en la cafetería Madrid; una chica friega la puerta que tiene el suelo de mármol, con naturalidad, después de barrerla. Raquel estuvo hasta hace poco en Madrid. Nació allí pero ahora ha venido al pueblo a vivir, prefiere esto. Tiene la cara un poco quemada y se la vé amable y cordial. La comida me ha parecido un poco cara, además tengo que consumir lo que llevo en el macuto para aligerar el peso. He buscado una sombra. A la salida del pueblo he visto un emparrado y solicitado a los dueños de la vivienda si podía hacer uso de su sombra para comer, no me han puesto problemas e incluso me han limpiado una barra que he utilizado como mesa para untar el queso en el pan. Luego ha salido un chico de 16 años, Francisco y hemos mantenido una conversación. Francisco no quiere estudiar y prefiere la cafetería de sus padres para trabajar allí. Le he recordado otras ideas, otras opciones. Ha trabajado el mármol pero no es lo suyo, dice. He terminado de comer mirando de vez en cuando para la sierra. En una morera, canta a ratos la cigarra y el cielo es igual que de caldera añil. Las fiestas de Fines son este año desde el 31 de julio al 3 de agosto. Junto a la cafetería hay una explanada donde colocan veladores y se está, por lo visto, divino. No lo niego. Respeto y valoro el apego a la tierra de las gentes de los pueblos, pero odio la dependencia y el suicidio en vida. Lo cierto es que cuando uno crece y se van ampliando sus expectativas fuera, es difícil comprender como pueden vivir el día a día la gente en los pueblos, encerrándose ( creo que esta es la palabra ), en su rutina y cotidianeidad. Puede ser que ellos no lo vean así, quizá tambien eso es mejor. No lo sé. Pero amo tanto la libertad que no dejaría a nadie caer en medio de una plaza cercada, como crónica de un encierro anunciado. Francisco me ha regalado, de recuerdo, una camiseta del local con dibujo detrás: Zafiro. y a cambio le he dado una pegatina que tenía guardada hace mucho tiempo en la cartera: “Tengo un nuevo amigo”. La ha pegado en el centro de una caja de interruptores. Ha sido un gesto que por sí mismo vale un imperio y cuando me he despedido de segundas de él, lo he hecho como los colegas, con las manos empuñadas. Ha sido conmovedor y emocionante, nobleza sin límites. He ido a tomarme el café al bar de Raquel como le había dicho. Aunque ahora ella no está. Aún así me lo he tomado escuchando música gitana y escribiendo todo esto, a ver si pasa el calor amenaznte de la siesta y sigo de nuevo mi camino por este valle que tanta buena gente esconde. En el ayuntamiento de Fines hay un reloj que tiene las cuatro menos veinte. Debajo hay, apoyándose sobre un balcón, un lazo negro en señal de duelo por la muerte reciente del concejal de Ermua. Ha sido el movimiento, la manifestación popular más importante de la democracia. En el centro de la placita hay una farola de hierro fundido. Ondean las banderas andaluza, española y europea, en este orden de izquierda a derecha. El río Almanzora, que recorre todos estos pueblos, a modo de columna vertebral, nace allá por El Hijate, en el límite de la provincia de Granada y va a desembocar en el Mediterráneo cerca de Villaricos, pasando por Cuevas del Almanzora y dejando parte de sus aguas en el embalse Almanzora. He salido del bar para subir a la parte más alta del pueblo, al otro lado de la carretera, para echarme un ratito a la sombra de un emparrado, pero las moscas y las hormigas acabaron con mi paciencia y mi siesta y al final tuve que reincorporarme y salir andando carretera adelante hacia La Hoya. A esta cortijada se accede por un camino que cruza el río, una vez pasado Mármoles Gutiérrez Mena. Árboles frutales. En La Hoya, un matrimonio que vive en Barcelona, asan pimientos para meterlos después en botes al baño maría, con carbón vegetal. Tambien hay unos recipientes con tomate frito para idéntico fin. Les he preguntado por la ruta y como el hombre se ha parado a hablar conmigo, los pimientos se han tostado más de lo adecuado; cosas que pasan. Desde La Hoya subiendo un terraplén, se accede a la carretera asfaltada. Hay que tomar la izquierda, dirección Cantoria. He cogido peras. Hay muchos almendros que tambien me han dado algún fruto, aunque aún no es la época. Un perro marrón, con la lengua fuera, me ha acompañado hasta Cantoria. Se conoce que necesitaba dueño o alguien a quien acompañar hasta el pueblo y como no le he tirado piedras ni lo he rechazado con seriedad, pues ha caminado detrás de mi. Si me paraba, él tambien. Estos perros lo que pasa es que al final, de pesados que se ponen, les coges cariño y luego te cuesta más trabajo abandonarlos y darles una patada en el hocico. En Cantoria se queda atrás, con otro de su clase. Paso la calle Orán, a la derecha calle Oriente. Pido agua y dejo el pueblo, caminando por la carretera y pasando por un puente de hierro sobre el río Almanzora. A la derecha se puede ir a Albanchez y Líjar. Hasta Almanzora por un terreno cuajado de limoneros y al llegar a esta pedanía, he hecho unas fotos que reflejan el rosa intenso de una buganvilla en un chalé. La vía, a la izquierda. Al llegar, me he sentado en la puerta de un bar a tomar limón, agua y azúcar, luego he conocido a un grupo de chavales que estaban tambien por allí. La curiosidad se ha desatado y enseguida hemos hecho amistad. Me han llevado hasta un lugar habilitado por ellos mismos. El al pie de un corte en la montaña, al lado de unas antiguas minas de hierro. Hay un camino entre árboles y un recinto vallado de manera tosca pero eficiente con palos de la luz, una choza tipo indio construida con el mismo material y cañas, donde ellos se reunen para beber y celebrar. Han pensado que podría quedarme allí para dormir, pero aquello más bien apetece para tomarse algo a esta hora de la caída del sol. Hemos vuelto y he tomado cerveza con montadito de lomo con tomate. He llamado a Juanjo Torrico a su casa por teléfono. Después han venido todos y hemos subido al Puntal, un lugar con unas vistas maravillosas, con las sierras redondeadas bajo la luna casi llena. Cerveza, cigarros aliñados, conversación que poco a poco se va haciendo más impulsiva y pletórica. La belleza del lugar habla por sí sola. He sentido ahora el duende presente, palpable, manifiesto, del viaje en solitario. Lo he intentado comunicar y a veces nos conectamos de verdad. Hay gente muy apañada y forman una asociación juvenil y entre ellos se la componen para hacer cosas y organizar su tiempo libre. Después de ahí, hemos tomado otra cerveza en la terraza del bar. he partido las almendras con un cenicero y las he ofrecido. Ha llegado más gente y cuando me ha entrado sueño me he ido a dormir bajo el techo de la parada del autobús, con el saco sobre los asientos de plástico color naranja. Me he quedado dormido sin muchos problemas. En la plaza hay setos con arbolitos y un palacio en ruinas al lado de la iglesia. Un lugar donde se reunen los chicos y chicas del pueblo. Las luces amarillas de Almanzora iluminan las callejuelas y desde lo alto se puede ver un panorama conmovedor que despierta la sensibilidad.

CUARTO DÍA: 18 DE JULIO

Por la mañana sobre las ocho y media, he abierto los ojos y me he incorporado. Esoy algo flojo y resacoso. He ido a una tienda que hay enfrente, para comprar leche que he mezclado en el vaso de aluminio con muesli. Luego he ido a lavarme brazos y cara con el agua de una manguera que un hombre con gran voluntad utiliza para regar los setos. He continuado la marcha con la mochila preparada, saliendo del pueblo hacia el este, siguiendo la dirección que traía hasta alcanzar el río y seguir por un camino que me ha conducido hasta La Cinta, donde he hecho una foto del pueblo en vista general. He pasado el puentecito y me he metido por las callejuelas, ascendiendo hasta la zona más alta, donde se encuentra la ermita de Nuestra Señora del Pilar. Luego he bajado por el mismo sitio y he continuado caminando por un campo repleto de huertos con limoneros de distintos tamaños y nivel de maduración, hasta llegar a un puente, cruzarlo y meterme en Arboleas, pequeño pueblo donde al parecer es muy común el apellido Gilabert. Hay dos chicas francesas en una calle y he intentando explicarme en su idioma. Por las calles empinadas voy caminando. Hay un camión de Antas que vende fruta, melones y sandías, meloncillos como pelotas. He piropeado a dos chicas que bajaban y que trabajan en la Escuela Taller; han vuelto la cabeza y se han reído, mirándose la una a la otra. Iglesia de Santiago, blanqueada y reformada, principios de siglo y torre vigía con reloj. He llegado al Ayuntamiento, pasando por delante del consultorio. Un grupo de chicas de la Escuela Taller se hacen una foto en la que me he incluído y de paso hecho amistad. Les he dejado mi dirección para que me la manden y por cortesía me invitaron a las fiestas que son a mediados de agosto. En el Ayuntamiento me pusieron el sello en el cuaderno de notas y tras sacar algo de dinero en el banco, he salido del pueblo por una carretera que conduce hasta Zurgena. Voy cansado y aprieta el calor. Antes de recorrer los cuatro o cinco kilómetros que separan este pueblo de Arboleas, he parado en una cortijada para hacer una foto a unos niños. Una mujer chilló a una niña para que no posase con el resto de los crios, alegando que iba mal vestida, no se fía, sus razones tendrá. Al parecer, hace poco tiempo, un hombre que vendría huyendo de algo, anduvo por la zona provocando desconfianzas. He llegado al fin a Zurgena donde hay mercado ambulante. He entrado en un restaurante para preguntar , me han dicho que no hay pensión . Un poco desmoralizado, mi “bajón” ha aumentado cuando en el Ayuntamiento me comunicaron que ni en La Alfoquía, pedanía de Zurgena había tampoco camas. De todos modos he continuado hasta este lugar a un kilómetro y ochocientos metros de aquí y al llegar he parado en el restaurante El Mellizo, que está situado en el cruce. Por lo visto, antes había habitaciones para viajeros, cuando el tránsito de la carretera general que pasaba por aquí, lo permitía. He almorzado de menú por novecientas pesetas. Los dueños son de Barcelona, Daniel, el chico, pretende acercarse a mi inquietud y solidarizarse intentando ayudarme, sugiriéndome hospedarme en un hostal que hay en Overa, pueblecito anterior al empalme con la autovía. Lo he pensado, barajando de pronto cualquier opción, incluso la de marcharme a Baza y después de comer : verdura, huevo, patatas, helado y café, he ido a la gasolinera a informarme del horario de los autobuses, pero ya almorzado y con mis necesidades primarias cubiertas, parece que la cosa ha cambiado, la mente se ha enfriado un poco y he decidido quedarme y adaptarme al terreno. He dado una vuelta, descubriendo una manguera para regar y la llave de paso del agua; después he preparado los útiles y con el bañador puesto, me he dado una mojada con jabón inclusive para asearme. Un chaval de trece años me ha ayudado, sosteniendo el cepillo y la maquinilla de afeitar. Después me he cambiado en una caseta antigua de ferrocarril, ya fuera de uso. Otros edificios de este servicio actualmente están reformados y quedan muy bien. Siestecilla con una mosca molesta y vuelta al bar para dejar pasar la tarde. Me he quedado ayudando a una chica que se llama Mari Carmen a solucionar un problema de cinemática, relacionado con el lanzamiento a una canasta y la velocidad inicial necesaria. Hemos estado un buen rato empleados en ello y al fin hemos encontrado una posible solución. Son las fiestas de La Alfoquía y he quedado con los chicos de anoche. Es mi último día por la zona, mañana vuelvo a Baza. En el programa de festejos de La Alfoquía, estos son los actos referentes al día de hoy:
11:00 horas: Juegos infantiles en la glorieta “Virgen del Carmen”
17:00 horas: Juegos deportivos
20:00 horas: Espectáculo de animación infantil a cargo del grupo de teatro “Jacaranda”, en La Glorieta
20:30 horas: Exposición de pintura a cargo de Pedro Segura Cano
Lugar: comedor del colegio “ La Alfoquía”, durante los
días viernes y sábado.
23:00 horas: Verbena popular amenizada por la orquesta “Fusansc”
01:00 horas: Elección de la Reina de las Fiestas y su corte de honor
“Alfoquía 97”

He salido del bar y he ido caminando hacia los lugares del centro, metiéndome errante, en el bazar Loly buscando algún recuerdo que comprar. Al fin un platito de cerámica que pone “Estuve en Zurgena y me acordé de tí”. Luego me he puesto a hablar con el chico de la tienda, hijo de la dueña y que se llama Andrés y tiene 23 años. Le gusta viajar, pero tiene familia y según él es un inconveniente muy poderoso, determinante, para no hacerlo. Al fin hemos hecho una pequeña amistad, apenas un rescoldo, pero suficiente para que me regalara una camiseta de manga corta, que antes me detuve a mirar y en la que se escribe en letras grandes :” ZURGENA, guapa” . La “A” final de Zurgena, hay que suponerla pues en su lugar aparece una torre. Se lo he agradecido y me he marchado hacia una exposición de pinturas que da cabida tanto a chicos y chicas que empiezan ahora como gente ya experimentada y reconocida en este arte. Allí he conocido a Antonia Ortiz, mujer ya de edad avanzada, muy simpática y con mucha sabiduría. He ido a cenar platitos variados y luego a pasear la comida hacia las barriadas periféricas: Barriada del Huerto, Barriada o Barrio de los Limoneros. “Los caminos se pierden entre las huertas, hasta el río Almanzora, ¡ Dios mío, que no me llegue mi hora! “. He estado hablando con unas personas que tomaban el fresco y después a mirar la luna, casi, casi llena, desde un bar con terraza. Los camareros se dan prisa por atender y corren en busca de lo que le piden los clientes. En el centro, en la placita, han colocado una orquesta y una barra al aire libre. He tomado alguna cerveza. Llamé a casa y a Mari Carmen. He hecho tiempo y de vez en cuando he pasado por el pub Marylin para ver si veía a los chicos de ayer. Al fín los he localizado, pero están en su mundo y emparejados, se entregan a sus vicios y drogas. Cada uno a lo suyo. He ido al baile para participar en él. Dos mujeres bailan agarradas, dejando a sus mariditos y a los niños en la barra del bar. He bailado un pasodoble muy movido con una de ellas, alegre y retozona. Al pasar frente a mi ha exclamado: - ¡ Vaya tío bueno!. Le he hecho proposiciones indecentes con palabras que salen de mí como un aliento en celo de animal, pero no ha aceptado. Están vigiladas y se ríen ante la propuesta que las inquieta y las pone nerviosas. No me ha quedado más remedio que conformarme, junto a la tapia del callejón oscuro. He estado toda la noche sin dormir y sobre las cuatro fuí a echarme una cabezadita dejándome llevar por el sueño, sobre el banco de una parada de autobús, pero cuando se me ha ido pasando el efecto de la cerveza y el frío de la madrugada se me ha metido en los huesos, me he despertado dando vueltas como un perro sin dueño y sin amparo. Amanece y han abierto el bar; me he metido dentro para tomar un café.

QUINTO DÍA: 19 DE JULIO

Por la mañana, he esperado al autobús para volver a Baza. En la parada, he charlado con dos personas mayores, unos viejos que van a Granada a ver a un nieto que acaba de nacer y que se llama Antonio. Cuando llegó el autobús, de la empresa Autedia, eran sobre las ocho y cuarto. En el viaje me he quedado dormido de mala manera, mientras voy pasando al lado de los pueblos que caminé. Cuando he llegado al lugar donde tenía el coche, he dejado una nota para la mujer de la casa; una carta que termina “ tu amigo Antonio “. Pensaba haberle dejado el platito que compré en Zurgena, pero lo pensé mejor y no lo hice.
FIN DEL VIAJE