Viajeroandaluz

11 octubre 2006

AL LADO DEL RÍO

AL LADO DEL RÍO

Al otro lado del río,
veía calor.
De alguna manera
yo huía de las arañas negras
que habitaban en los rincones
y buscaba tu cuerpo,
tus sábanas húmedas
y calientes,
tus manos incandescentes.
Las noches solitarias
cuando caminaban en celo
los lobos
por los lados del río,
bajo la niebla,
te buscaba entre las mantas,
haciendo ruido por las escaleras,
jadeante en la ascensión,
con la conciencia a plena lucha,
pero sofocada a empujones,
a envites de corazón en punta.
Y luego los besos,
los bocados que sonaban en el aire cargado
como guadañas en un tronco,
mientras tú dormías.
Romper en luz de candil
la noche por la mitad,
búsqueda brutal,
del animal primero
que nos habita.
Por la ventana entraba
cierta luz de colores
de pinzas bajo las persianas.
Estar en tu cama
es como cavar un pozo
sin fondo hasta la mañana,
es despertar
cubierto de escamas.
Toda la noche girando
en las aguas,
buscando el deslizante
tobogán de tus muslos.
Tu casa era una cueva,
un reducto del mundo
colgado en las alturas,
pero a su vez,
profundo.
Paisajes nocturnos
donde navegan naves
silenciosas,
vespertinas
entre la conciencia,
surcando los ríos
orgánicos del deseo,
hecho trizas a veces
por tu reverso,
por tu negación
al beso secuestrado,
de tu habitación,
callado con poemas.
De la resignación
se llenó tu cara
de lágrimas fosilizadas
y columpios de piel.
Tus labios resecos
por el miedo a caer,
por el vacío imponente,
predominante,
constante
que deja el querer
cuando enfrente,
no hay nadie.
Solo una sombra,
una señal amorfa,
que te encuentras
cuando tus sueños
se rompen en mil pedazos
al amanecer.
Sevilla 27 de abril de 1999