UN AÑO CON BEATRIZ
MOMENTOS CON BETI
Primer encuentro en la atmósfera mágica del Camino de Santiago.
Era el día 6 de julio de 2001, viernes. Llevábamos varios días caminando sin recreo y concurrimos en las fiestas de San Benito de Samos ( Lugo ). Un montón de peregrinos vivían la verbena sin restricciones, bailando dando saltos después de una buena comida de asados de carne y vino. Dos orquestas amenizaban la velada. En los vasos de barro, recuerdo de Samos, sobraba el vino. No había persona ni boca desconocida. En medio de aquel ambiente nos encontramos, agarrándonos para bailar juntos durante algunos minutos.
Ella apareció con zapatillas de deporte, un pantalón corto azul, una camiseta con pintura de Santiago de Compostela y dos coletitas pequeñas en su pelo rubio que le daban un aspecto juvenil y juguetón a pesar de sus treinta y tres años. Se vió atraída por mi forma resuelta de bailar y enseguida me trajo un trozo de servilleta donde había escrito sus teléfonos y su dirección de correo electrónico. Un trozo de servilleta que guardo con cariño.
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A los cuatro o cinco días nos volvimos a ver por casualidad en la puerta de un bar a un día y poco de camino de Santiago y caminamos juntos durante algún tiempo. En la catedral de Santiago , en la misa del peregrino del jueves dia 12 , me senté al lado de ella y al salir, fuimos con el grupo de amistades a comer juntos y luego, en un banco de madera, en una avenida de la ciudad, nos dimos el primer beso. Fué delicioso. Ella estaba sentada al lado mía y al lado de otro amigo suyo que se llama César y que la había acompañado desde Sarria. Esperábamos al resto de la gente y me quedé dormido de cansancio, apoyado en su hombro. Cuando me desperté, su amigo se había ido y me quedé solo con ella. Le pedí un beso, directamente, espontáneamente y ella no se negó ; fué solo el comienzo.
Después nos fueron dejando solos o nos fuimos quedando a solas y paseamos por el parque, por la larga avenida ensombrecida de la tarde de Santiago, hasta tumbarnos en la hierba para comer los helados. Antes habíamos estado en un bar para tomar café con orujo. En mi credencial de peregrino escribió su nombre y su ciudad en Rumanía: “Beatrice. Oradea” . Tumbados en la hierba nos hicieron unas fotos, abrazados, comenzando nuestra historia. Después fuimos por las calles de la ciudad, con el resto de la gente, entre bares, copas de ribeiro y celebraciones en las terrazas, donde nos despedimos con un beso en los labios y la promesa de volver a vernos.
Su primera carta por internet
“ De: Betty [BEAPOP@teleline.es]
Enviado: miércoles, 18 de julio de 2001 2:07
Para: ANTONIO FERNANDEZ PLAZA
Asunto: camino
Hola Antonio!
¿Como va tu Camino? un camino diferente, pero ¡camino al fin y al cabo!
He tenido problemas con el correo asi que hasta hoy no he podido recibir ni escribir, menos mal que esta ya todo solucionado. Me he quedado con ganas de leer mas. Me gusta porque escribes tal y como eres, directo y divertido.
Yo estoy un poco rara desde la vuelta. Estoy en pleno proceso de interiorizacion de todo lo vivido en ese fantastico tunel de cristal. Para mi fue como un despertar a la vida, y te juro que, como una esponja me habia empapado de todo, esa sensacion de formar parte de la naturaleza, tantos olores, sabores y sensaciones, algunas nuevas otras dormidas que vuelven a resurgir, y sobre todo la manera de relacionarse de la gente, ese cariño, esa comprension y tanto compañerismo que surge porque sí, que tanto echo de menos en el dia a dia, en fin no consigo encontrar ni las palabras ni la forma de expresar todo lo que siento... Luego tú, con tu alegria de vivir que me ha contagiado de manera sorprendente, asi que aqui me tienes, bastante contentilla y feliz. ¿Te acuerdas que te iba a dejar un libro? Pues como a mi no se me da bien escribir, he pensado mandarte algun pasaje que me gusta a mi, esperando saber mas de ti, tus relatos, vernos quizas, saborearnos otra vez, entremezclados con la hierba mojada y tantas risas! Besitos y ah! me voy a tomar una coca-cola! “
Y esta otra, algunos días después:
De: Betty [BEAPOP@teleline.es]
Enviado: lunes, 23 de julio de 2001 7:15
Para: ANTONIO FERNANDEZ PLAZA
Hola guerero!
No he recibido tu correo, no se si es que pasa algo con mi conexion a internet porque tengo dificultades para conectarme y para recibir correo, pero bueno, a lo que voy es que estoy tan sumamente ilusionada con la escapada que parezco una niña con zapatos nuevos! Tengo que confesar que tengo un poco de miedo, pues no tengo entrenamiento mas que el Camino, y tanta altura impone, a mi al menos, bien es verdad que me llevo todo un guerrero conmigo... Lagunas, verde, montaña, hierba, mmmm, no se yo si aguantaré hasta el viernes. Tu por si acaso ves preparando un saco de paciencia para conmigo. En fin, me enterare de un sitio para bailar en Granada, ya que pasaremos la noche allí. Pense anoche en tí, pues habia salido con unos amigos a tomar una copa y tenia unas ganas locas de bailar, no hacia mas que acordarme de las fiestas de Samos. Voy a tener que cobrar comision con la propaganda que le estoy haciendo al pueblo, en serio! ¿Bailaremos, verdad? Bueno, te llamo el miercoles, intentare organizar bien mi mochila, el espiritu lo tengo abierto y el corazón lleno de alegria, alegria por vivir, y no me refiero a estar viva por fuera sino por dentro, sentir e ilusionarme con todo como lo hago ultimamente es algo fantastico!
"Un guerrero sabe que los fines no justifican los medios.
Porque no existen fines; existen solamente medios. Las vida lo lleva desde lo desconocido hacia lo desconocido. Cada minuto está revestido de este apasionante misterio: el guerrero no sabe de dónde vino ni hacia dónde va.
Pero no está aquí por casualidad. Y se alegra con la sorpresa, se encanta con los paisajes nuevos. Muchas veces siente miedo, pero esto es normal en un guerrero.
Si sólo piensa en la meta, no conseguirá prestar atención a las señales del camino; si se concentra solamente en una pregunta, perderá varias respuestas que están a su lado.
Por eso el guerrero se entrega."
Espero verte pronto y poder darte un besito!
Y en otra de ellas de la misma época, he podido rescatar este trozo de texto:
“ El guerrero de la luz necesita dedicar tiempo para sí mismo. Y usa este tiempo para el descanso, la contemplación, el contacto con el Alma del Mundo. Aun en el medio de un combate, él consigue meditar.
En algunas ocasiones, el guerrero se sienta, se relaja, y deja que todo lo que sucede a su alrededor siga sucediendo. Mira al mundo como si fuera un espectador, no intenta crecer ni disminuir, solo entregarse sin resistencia al movimiento de la vida.
Lentamente, todo lo que parecía complicado empieza a volverse sencillo. Y el guerrero se alegra.
Así es como me he sentido yo en el Camino, y así es como te he visto a ti:
Todos los caminos del mundo llevan hasta el corazón del guerrero; el se zambulle sin vacilar en el río de las pasiones que siempre corre por su vida.
El guerrero sabe que es libre para elegir lo que desee; sus decisiones son tomadas con valor, desprendimiento y -a veces- con una cierta dosis de locura.
Acepta sus pasiones y las disfruta intensamente. Sabe que no es necesario renunciar al entusiasmo de las conquistas; ellas forman parte de la vida y alegran a todos que en ella participan.
Pero jamás pierde de vista las cosas duraderas, y los lazos creados con solidez a través del tiempo.
Un guerrero sabe distinguir lo que es pasajero de lo que es definitivo.
Lo dicho, guerrero! “
Solos en la montaña. Ascensión a la cima del amor
La primera vez que nos encontramos, después del Camino de Santiago, fué frente a la soledad desafiante de Sierra Nevada. Era todo subir en silencio y superar los metros hasta la cima. Ella iba a mi lado, bien atenta. Yo le iba recitando poesía de Rubén Darío, de Miguel Hernández. El día estaba caluroso y en las pozas de agua fría nos bañamos desnudos aunque por poco tiempo. Se veían manchas de nieve perpetua. Los veneros bajaban cargados de agua del deshielo. Yo acercaba mi vaso de aluminio a la corriente y cogía agua purísima pero muy fría, para ofrecérsela y beber. Fué simbólico este gesto, que se repitió durante todo el día. El cansancio era mayúsculo y la sed intensa.
Poco a poco nos fuimos conociendo, en la soledad de la montaña, en la escalada de las moles rocosas y las dificultades de los desprendimientos de las lastras. Hubo peligro en algunos tramos, pero ella no se echó atrás ni demostró desconfianza en ningún momento. . En la subida a lo más alto, tras un valle de nieve, como yo iba delante, de cuando en cuando miraba hacia atrás y ella seguía mis pasos o buscaba rápido, una via alternativa. Me sentí muy feliz cuando llegué arriba y creo que ella tambien. El aire soplaba fuerte, con mucho coraje. Me ayudó, caminando sobre sus pasos, a cruzar un camino cortado por la nieve. Cuando yo iba andando, tomaba precauciones clavando mis botas en la nieve para no caerme, pero entre el frío que congelaba mis manos y el peligro que se asomaba por la pendiente pronunciada, se me secó el aliento, noté angustia y sequedad tambien en la garganta y le pedí agua. Después, ella tendió su mano, me agarró para que pasara sin miedo y envolvió en su pañuelo de colores como la piel de una vaca suiza, mis manos para que se calentaran. Noté en ella una mezcla de valentía y confianza que me entusiamó. Creo que desde entonces comencé a quererla, fruto de esa admiración.
En la estación de Pradollano, nos metimos en el bar del albergue universitario y tomamos un café. Estábamos exhaustos por el esfuerzo y esperamos a que llegara el autobús para dejarnos en el Centro de Interpretación del Parque y desde allí, por un camino, descender la vertiente, hacia el fondo del barranco. Cuando pasábamos al lado de una fuente, me paraba a beber agua; ella hacía lo propio animada por mí.
Al llegar de nuevo al Barranco de San Juan, donde dejamos el coche, paramos en un bar para celebrar nuestra aventura, con dos vinos tintos y nos hicimos unas fotos.
De vuelta de la Sierra, fuímos a dormir al cámping situado al lado del embalse de Los Bermejales, en el camino de Alhama. Yo quería disfrutar juntos del agua caliente en la fuente al lado del río. Cuando pasamos por La Malahá, pregunté a unos chicos desde el coche y estuvo a punto de pasarme algo muy grave, pues uno de ellos, con la mirada descompuesta, después de gritarme: “ Vete de aquí, vete de aquí “, sucesivas veces, intentó utilizar una navaja que llevaba contra mí y menos mal que pude pisar al acelerador y salir echando chispas. El mal trago nos hizo pensar y lo pasamos mal. Junto al embalse de Los Bermejales, hay un cámping y nos hemos quedado allí a dormir, dentro de la tienda. Por la noche fuímos andando hasta la presa y hablamos, hablamos de todo, de nuestra historia personal, de nuestro pasado. Hay música de discoteca de verano junto al agua, música ruidosa, inapropiada.
Quiere a los suyos y para su sobrino, que pasó parte del verano en su casa, nada era bastante: cuidados, consejos, regalos de todo tipo.
Sobre las emociones e impresiones que a ella le produjo este primer viaje juntos, tengo una carta que me mandó el lunes siguiente:
De: Betty [BEAPOP@teleline.es]
Enviado: lunes, 30 de julio de 2001 23:32
Para: ANTONIO FERNANDEZ PLAZA
Asunto: melocoton
Esta mañana desayune (entre otras cosas) melocoton. Abri la nevera, lo cogi con las manos y me quede mirando esa fruta; de pronto vi el sol de Sierra Nevada ponerse, tiñendo de rojo anaranjado las cumbres rocosas que tanto costo escalar, en mis oidos la voz de un guerrero recitando a Ruben Dario, la piel aterciopelada de tan sabroso manjar por un momento hizo estremecer mi alma, tan real fue la sensancion de tener cerca al que trajo la poesia en mi vida, y empece a flotar sobre oceanos de luz, alto, para que ni los aguilas me puedan alcanzar, lejos, para que no pueda destrozar con los parpados abriendose al despertar, mis sueños de de tenerte cerca. Pero la realidad golpea a la puerta de los sentidos, disfrazada del tic tac del reloj, marcando el tiempo que pasa, y pensé, ¡que diablos! no solo es tiempo que paso sin ti sino que tanto menos me queda hasta poder estujarte de nuevo y saborearte como si de un sabroso melocoton se tratara, asi que comenze un dia alegre, llevandote en mi corazon como si de un tesoro se tratara, confiando que Dios no esta para bromas pesadas y dejando la puerta abierta para que sigas haciendo poesia. Un besito, guerrero.
Y varios días después, su emoción se disparó. Nos echamos de menos un montón.
De: Betty [BEAPOP@teleline.es]
Enviado: viernes, 03 de agosto de 2001 4:05
Para: ANTONIO FERNANDEZ PLAZA
Hola guerero!
Ya tengo los billetes de AVE, asi que el sabado a las 10 te dare el besazo mas grande que te han dado nunca. Te echo mucho de menos , tanto que a veces me asusta, me quedo embobada viendo las fotos y los recuerdos parecen realidad, a veces hasta te huelo. Hasta me he comprado Poema del cante jondo, voy leyendo despacito para saborear, parece que te estoy saboreando a ti, pero por dentro.
"Un guerrero de la luz necesita simultaneamente paciencia y rapidez.
Los dos mayores errores de una estrategia son: el actuar antes de hora y el dejar que la oportunidad pase de largo. Para evitar esto, el guerrero trata cada situacion como si fuera unica y no aplica formulas ni recetas ni opiniones ajenas.
El califa Moauiyat pregunto a Omar Ben al-Aas cual era el secreto de su gran habilidad politica:
<>, fue la respuesta."
Ay, melocoton, no saben lo dificil que es esto, los que dicen que en esto hay que tener paciencia
Primera vez que vino a Sevilla, a mi casa
En el Castillo de las Guardas, en la reserva de animales salvajes, que recorrimos en en todo terreno de otros compañeros, después de la visita, me regaló una tortuga pequeñita de plástico que adornaba una pulsera pequeñita. En el viaje a Murcia, la coloqué en mi sombrero amarrándola con varios nudos. Daba color y me acordé mucho de ella. De hecho, este viaje, más duro de lo que pensaba, me sirvió para acrecentar mi amor hacia ella y noté mucho su ausencia, cuando el fin de semana anterior nos lo pasamos llenándonos de besos en todas partes, ajenos a la mayoría que intentaba revivir los momentos alegres del Camino
De cómo se siente ella a partir de este momento, transmito el fiel reflejo de varias de sus cartas a través del ordenador:
De: Betty [BEAPOP@teleline.es]
Enviado: martes, 07 de agosto de 2001 6:21
Para: ANTONIO FERNANDEZ PLAZA
Hola cosa rica y sabrosa, tan sabrosa que me falta el sabor de tus labios para estar bien. Hace un mes, quizas a estas horas estaba bailabdo contigo en Samos, cuantas cosas desde entonces... Estas en mi vida y no se como agradecerlo, bien es verdad que tengo mucho miedo, no se como explicarte lo que siento. Como me siento, es mas facil, me siento rebosante de alegria y felicidad, inmensa, tengo la sensacion que puedo abarcarlo todo con mi corazon, de repente da mucho de si, parece que el sol sale para alegrar mi dia y me utiliza a mi para alegrar a los demas, la luna ilumina mis sueños las estrellas los dora, todo es posible. Es verdad lo de que todo el Universo conspira cuando se quiere algo de corazon, a la vez me siento como parte activa de mi vida y espectador de esa maravillosa magia que hace que todo salga rodado. Estas en el aire que respiro, en la brisa que acaricia mi cara, en el dulce sabor de un melocoton maduro, en el verde de la vid en toda su esplendor, en el lamento de una guitarra en el parque y en cada pensamiento que cruza mi cabeza. Te echo de menos.
De: Betty [BEAPOP@teleline.es]
Enviado: miércoles, 08 de agosto de 2001 1:02
Para: ANTONIO FERNANDEZ PLAZA
Asunto: pensamientos
“Tiempo, concepto abstracto y relativo que marca nuestras existencias, ya sea por su paso implacable, como por su capacidad de cambiar el valor de las cosas. ¿Cuanto vale una milésima de segundo? Que se lo pregunten al medalla de plata de los mundiales de atletismo... El aquí y ahora; me paso el día filosofando con mis enfermos sobre la necesidad de vivir el presente ya que el futuro no es de nadie, lo único que tenemos es el aquí y ahora y casi siempre lo dejamos pasar esperando y preparándonos para algo mejor; disfrutarlo es ganarle la partida al tiempo como bien dices. Funciona, pues cada vez es mas intensa la manera de vivirte, esa manera de disfrutarte, verte desplegar todo tu arsenal, tus formas sinuosas abarcándome por completo, tu piel morena rodeándome, empapándome con tu sudor, tu voz envolviéndome en poesía; realmente me siento dichosa por poder compartir contigo minutos y horas, oírte hablar, devorando tus palabras como alimento para mi espíritu hambriento y atormentado. Tengo ganas de subirme a lo alto del ayuntamiento y gritar a los cuatro vientos: ¡Dios me adora, señores! por haberte puesto en mi camino. Mi alma es como una tumba en llamas, lanzando fuegos artificiales a través del espíritu, me quema el deseo de tenerte entre mis brazos. Contigo me siento bien, nada existe ni nada tiene importancia mas que el momento y todo lo que ofrece. Esto ya te dije que es nuevo para mi, yo no era así. Supongo que todo lo hasta ahora vivido me ha servido para madurar, soy bastante reflexiva y procuro no dejar pasar las cosas por mi vida así como así, así que en cierta manera inconsciente me estaba preparando para tu llegada, digamos que corrían tiempos de adviento, y El que llego fuiste Tu, peregrino por el Camino, y pusiste a mis pies el mundo en forma de mar de luz, te convertiste en mi guerrero, en mi luz. Yo no tengo ese don de palabra que tu tienes, solo se que el tiempo ha cambiado de significado para mi desde que te conozco, los días no pasan igual entre semana que en fin de semana ni me cunden igual los momentos. Un instante perdida en el océano de tu mirada le da años de vida a mi alma; oírte hablar es como regar un jardín de rosales que van creciendo haciendo una escalera entre la tierra y el cielo, para yo subir y como desde un trampolín zambullirme en el río de la vida, llenando mis pulmones con tu fragancia, haces que mis alas se desplieguen fácilmente para poder planear y contemplar desde lo alto la belleza del Universo, y es que me siento fuerte, llena de vitalidad y capaz de comerme el mundo contigo a mi lado. Seguiré disfrutando del presente y no haré planes, pues me asusta pensar que todo esto tal vez sea un sueño y despertar y tu no estar seria doloroso por no decir insoportable. Mi imaginación mientras tanto va jugando con mi idea sobre ti, leer tus líneas me llena de emoción el corazón y me hace sentir feliz, esperando el momento para abrazarte y colmarte con mis besos y caricias.”
Con el resto de gente del Camino en Fuenteheridos, Huelva , pero con nostros mismos.
En la misma habitación en Fuenteheridos, dormíamos Beti, su sobrino Vlad y yo. El chico reposaba en un colchón en el suelo, con su saco de dormir. Nosotros ocupábamos la cama, privilegiados. No sentíamos remordimiento alguno y en un cuartito anexo, donde estaba la lavadora, hicimos el amor todas las noches. Buscábamos el lugar oculto, la llamada de la noche y la soledad furtiva para besarnos, comernos, acariciarnos y hacer el amor como locos salvajes en cualquier parte y nos excitábamos mutuamente.
Le mandé un mensaje a su móvil:
“ Espiga de Sol, verde es la luz de tus ojos. Te quiero como el sueño al camino, en lo más hondo de mí “ ( 14 de agosto de 2001 )
Mi viaje por Murcia: la ausencia y su significado
( segunda quincena de agosto )
- Todo el camino en tierras de Murcia, fué para ella. Todos los días hablábamos por teléfono y ella me llamaba a cualquier hora. La eché mucho de menos, muchísimo y soñaba con volverla a ver. Yo sé que ella hubiera estado conmigo en cada momento, pero se mostraba muy respetuosa con mi viaje. Cuando finalizaba la jornada de camino, buscaba cualquier sitio rodeado de paz para que pudiéramos hablar por teléfono. Era mi momento feliz, cuando ella me llamaba y yo me recuperaba del cansancio del día. Desde Aledo, al pie de Sierra Espuña he escrito esto en mi cuaderno de notas : “He hablado con Beti. Es sus suspiros silenciosos, en sus sonidos, en sus anhelos, compruebo la dimensión de su amor, que toca las cimas montañosas que se elevan a miles de metros por encima de las nubes que ahora pueblan la sierra.”
En su casa de Ciudad Real, un oasis, vergel de mis sentimientos.
Desde Pitres, buscando el agua de la Alpujarra, viajé a Ciudad Real. Era la primera vez que yo estaba allí y en su casa ví una entrada al paraiso. Ella me recibió serena, con su vestido largo. Todo era hospitalidad, todo. El ambiente que me rodeó en su casa, música clásica, apacible, clima, atmósfera, su cuerpo radiante, cálido, entregado...... Yo venía de la aspereza del sol cayendo a trozos, de la sequedad, de la vida espartana entregado a los avatares del caminante, de las renunciaciones múltiples, de las estrellas que me hicieron soñar, de los caminos soñados que no encontré, de la carretera agria. Ella fué para mí, llegar al oasis, descansar, reposar alegremente mi espíritu, mi felicidad.
Primer contacto con ella en mi familia.
- En el pueblo, en Pozoblanco, con mi familia, se mostraba igual de dispuesta y amable y enseguida cayó muy bien y se tomó con humor la ironía de la gente, que al verla pasar de mi mano le recordó con indirectas que no había sido la única. Es cierto, pero la quiero, no sé que puede pasar, pero la quiero y no es una más. Dábamos paseos por las afueras. Ella, una vez más, iba confiada, contenta, satisfecha. Le regalé una botella de aceite de Los Pedroches, que compré en una almazara en Pozoblanco. Fué simbólico. Ella trajo un queso y una botella de vino de La Mancha. La dejé en la estación de FFCC de Córdoba y volvió en AVE a su casa en Ciudad Real. Debió sentirse muy sola y triste. Se le saltaron las lágrimas porque me buscó en el andén y yo ya no estaba. Por el teléfono, de fondo, se oía la música de ritmos cubanos que yo le regalé; quería reproducirme en todo lo que le rodeaba, recordarme ya que no me tenía a su lado. Esta mujer se mueve con el corazón, viaja con él y le siente palpitar fuerte, muy fuerte.
De nuevo en Ciudad Real y alrededores. Me siento bien aquí
Un fin de semana largo, desde el jueves por la tarde, viajé a Ciudad Real. Era la segunda vez que estaba allí. Desde su balcón se veía todo el movimiento de la plaza. Me trató como a un invitado de honor. Había comprado una botella de whisy del bueno y me tomé una copa con hielo. Se estaba fenomenal. Salimos por la noche, al campo, al airecillo fresco, dentro del coche, al lado de los olivos y la multidud de viñas a punto de la recolección. En el camino, en el interior de su coche, hicimos el amor, los cuerpos desnudos, las estrellas salpicando toda la bóveda celestial. Al fondo, Valdepeñas en fiestas y una noria multicolor de fuegos artificiales.
La primera noche, al lado de un campo quemado de rastrojos, su cuerpo se estremecía sobre el mío y el mío sobre el suyo. Por el sendero caminamos desnudos y para superar los temores nos abrazamos, nos abrazamos completamente, entregados, eternamente, el uno al otro. Ella me miraba a mí, encontrándose, yo a las estrellas, donde la veía a ella inmortal, dentro de mi vida.
El resplandor de las luces, de los estampidos de los cohetes, nos indicaba el camino de vuelta, invadidos por el sueño tras el goce de la carne. Ella, espiga dorada bajo el silencio de la noche. Yo me sentía pleno, distinto, traspasado por el amor. No nos importaba lo demás, vivimos en una burbuja, ya lo habíamos comentado antes.
En una iglesia, donde aparecía la cruz de Santiago, una niña me cogió mi dedo índice, cuando se lo ofrecí. La pobre, se metía los dedos de la otra mano en la boca y se llenaba de saliva la mano. Beti la cogió en brazos, sentándola sobre sus piernas. Yo la veía a ella y a la niña. Me sentí feliz tambien dentro del templo durante la celebración de la misa. Una iglesia pequeña, acogedora. Sin saber muy bien cómo, quise estar allí, por mucho tiempo, no me importaba. Beti, inclina su cabeza sobre la mía, es un gesto inequívoco de confianza, de entrega.
Nos sentamos en un velador en la plaza de Almagro, frente a los soportales y a la grandeza rústica del lugar. Por las calles de Almagro fuimos dando un paseo hasta el Parador Nacional. Estaban celebrando una boda. No nos gustan las parafernalias porque ella entiende el sentido religioso del matrimonio. En las Tablas de Daimiel, en el camino, yo iba hablando de nuestro amor, se me llenaban los ojos de lágrimas empañándome las pupilas.
En Madrid, la ciudad es alegre con ella.
El mismo día de los atentados sobre las Torres Gemelas de Nueva York, el 11 de septiembre, viajé a Madrid en AVE para acreditar el nivel de idioma francés en la Escuela de Idiomas del Ejército del Aire, en el Cuartel General. La primera noche fuí a dormir a casa de Jesús, un compañero del Camino. Al día siguiente, a las tres de la tarde vino Beti con su coche desde Ciudad Real y quedamos en una plaza ( la Plaza de Legazpi), junto a la estación de metro.
Fuimos a alojarnos al piso que nos prestó una amiga suya, en Calle Trafalgar nº 1, cerca de la Glorieta de Bilbao. Hemos deambulado por las calles de Madrid, nos hemos acostado juntos en ese piso a punto de venderse y todo lleno de instrumentos para obras de remodelación, con los techos muy altos y sin habitar. Hemos salido por Madrid, por el atasco de sus calles, hemos ido a ver a una amiga, Merchi, que está hospitalizada cerca del estadio Santiago Bernabeu y después por las calles cercanas a la Plaza del Sol, en el Corte Inglés, donde compramos las entradas para la exposición sobre El Esplendor de los Omeyas, en Córdoba y de paso le compré un libro de García Márquez : “El amor en los tiempos del cólera”, que viene a propósito de lo ocurrido en N. York y Washington.
Hemos ido a cenar y gastarme las dietas del viaje con otra gente del camino que conoce Beti y con Luchi, Jesús y luego en el Café de Oriente con Antonio, el psicólogo, que tambien vino. Nos fuimos a dormir. Ella madrugó para llegar a buena hora al trabajo.
En Córdoba, lugar intermedio.
En Córdoba nos volvimos a ver cuando ella salió de su guardia en el Hospital el sábado por la mañana. Estaba costipada y los ojos rojizos por la enfermedad, pero se mostraba igualmente amable. Fuimos a dar una vuelta por la judería, en los alrededores de la mezquita y sin destino fijo, deambulando por las callejuelas, por cualquier sitio. Todo era soporte de nuestra unión.
Al lado de la estatua para el oftalmólogo árabe Al - gafiq, estuvimos un ratito entregados a los besos, hasta que un grupo de turistas extranjeros nos llamó a la atención, bajándonos de la nube. Nos fuimos sonriendo, con la sabiduría sonriente del que ama.
Fuimos a comer a la sociedad de plateros, platos típicos y vino fino. Por la noche, la cena en la sierra, en un lugar con terraza donde olía a plantas y rodeado de pinos. Recordamos escenas comunes en el Camino. Ella, en un gesto que la dota de una ternura incomparable, se señaló con el dedo índice de su mano izquierda al hombro de la derecha, lugar que según ella se sitúa el demonio. Era el demonio que le decía que en el momento de conocerme no se fiara de mí, que era peligroso. En su hombro izquierdo estaba el ángel. Todo eso me provocó una risa a carcajadas ante la ingenuidad de sus razonamientos de una dulzura increíble, como si estuviera contandole un cuento a un niño.
Fuimos a ver la exposición el esplendor de los Omeyas en Medina Azahara. Hizo un calor tremendo. Antes estuvimos visitando las ermitas, en la antigua vida eremítica de los frailes. Lugar santuario de la tranquilidad, desde donde volvimos a nuestro juego de besos, sentados al lado del pequeño cementerio.
Nos llamamos todos los días por teléfono. Cuando ella nota por mis mensajes que estoy un poco agobiado, enseguida me llama y nos tiramos un buen rato hablando. Su corazón tira hacia mí, incondicionalmente, pero vamos a fuego lento para no cometer errores. Luego, después de hablar, me manda mensajes al móvil y por internet. En Ciudad Real tiene cosas que hacer, pero no le apetece. Ha comprado unas sillas y una mesa para la terraza. Hemos encontrado en la silla, lugar idóneo para hacer el amor, sobre todo, porque estamos al mismo nivel y el contacto cuerpo con cuerpo es mayor. Cuando me levanté esta mañana encontré un mensaje en el móvil en el que me decía que el beso de ayer me lo mandaba por internet. Y ahora, reproduzco esta carta:
De: Betty [BEAPOP@teleline.es]
Enviado: jueves, 20 de septiembre de 2001 5:37
Para: ANTONIO FERNANDEZ PLAZA
Asunto: besos nocturnos
Hola cari!
Solo era para darte un besito, como el mundo de grande, recordando el fin de semana que pasamos en Córdoba. Tú, yo, la noche estrellada, la ciudad iluminada a nuestros pies, fisgando con unos prismáticos el mundo exterior. Ahora, en la soledad utilizo los prismáticos para fisgar en mi mundo interior. Estas, sencillamente lo eres todo, no se como expresar todo lo que siento, y eso que tenemos una relación muy fluida en la que los dos expresamos con bastante claridad, aun así tengo a veces la sensación de quedarme corta, tal es la intensidad de lo que siento, tan grande la dicha que tengo que pienso que es imposible llegar siquiera a rozar la realidad. Te echo de menos, me queda un día y medio para verte, abrazarte y besarte de esa manera tan nuestra que nos pone peligrosamente calientitos en la calle, mientras tanto te mando tantos besitos cuantas luces seas capaz de contar en la foto. Buenas noches!
De nuevo en Ciudad Real: llega la lluvia a su balcón.
Viajé a Ciudad Real la primera vez que llovió. Desde su ventana mirador de la Plaza Mayor, ví caer la lluvia que bailaba taconeando sobre el asfalto, en este teatro donde la vida transcurre con sus diferentes colores. La música de fondo es sobrecogedora. El adagio de Albinoni y otros temas clásicos. Sentí toda la paz en mi alma y absorví todo el olor a humedad y otoño de que fuí capaz. El sábado de madrugada me despertó, cuando lloraba su gata en el salón al haberle cerrado la puerta del dormitorio, porque llovía fuera y quiso que no me perdiera el espectáculo. Había comenzado de nuevo a caer agua fina, otoñal y la lluvia en la calle daba un ambiente cálido y recogedor. Me desperté entre sueños, ella abrió la puerta que da al balcón desde la habitación y noté la lluvia a intervalos, mezclándose con los primeros bostezos del día. Mi cari, mi espiguita, se ha convertido este año en el ángel del otoño, la anunciadora de la estación. La naturaleza comienza de nuevo su ciclo y a mí, que soy amante particularmente del otoño, me hace mucho bien salir al campo con ella e irnos a cualquier sitio.
Así es que fuimos al Castillo de Calatrava, lugar para visitar en medio de esta lluvia envolvente y donde hemos encontrado rincones llenos de encanto, miradores para la extensa campiña, escaleras que conducen a torreones y murallas, a veces sin salida. Por la noche del sábado, salimos a dar una vuelta y tomar una copa con sus amistades, pero enseguida nos liamos con las cintas de los besos y volvimos a nuestra soledad.
- Cuando la llamo por teléfono en el domingo nublado, amenazante de lluvia en Sevilla, apenas puede resistirse a llorar por la ausencia. Comprende la situación, la entiende, pero desde el corazón hay incertidumbre, colapso ante lo que quiere y no puede, ante lo inevitable.
He recibido estas carta por internet:
From: Betty
To: ANTONIO FERNANDEZ PLAZA
Sent: Tuesday, September 25, 2001 10:27 PM
Ojala y fuese como el otoño! Parece una tontería, pero me encantaria. Tienes razón, todo acaba y comienza en otoño. El campo, la montaña, los árboles, acaban su ciclo, tranquilamente infundiendo paz al mundo, dejan que sus colores se conviertan en una explosión de belleza, ¿quien no se queda anonadado contemplando un paisaje otoñal? agradecen un tiempo pasado de esplendor, han sobrevivido al verano con su calor, han albergado diferentes formas de vida y ahora se vuelcan con su interior, preparando el siguiente ciclo; dejan que el viento les arranque una hoja mas, pero no pasa nada, han puesto un anillo mas en la corteza, para ganar en sabiduría, solidez y fuerza interior para encarar el invierno.Pero no pierden las hojas, simplemente las cambian de sitio, así en el suelo les dan calor a sus raíces y relajan a los caminantes con el ruido que hacen al pisarlas e incluso les invitan a tumbarse para ver el cielo entre sus ramas y soñar con el infinito, cerrar los ojos un instante y dar rienda suelta a la imaginacion. El frío invita a acurrucarse a los que se aman, darse cobijo, caricias y besos, uy los besos, esa mezcla de fluidos y calor, esa entrega tan intima y especial que pone los pelos de punta... Y los frutos, también se recogen en otoño, tan maduros y sabrosos que se comen con los ojos, parece la ofrenda que se le da al tierra y naturaleza por haber sido gentil a lo largo de todo un año. Sentimientos, madurando como frutos... en fin, me gustaría ser como el otoño;”
De: Betty [BEAPOP@teleline.es]
Enviado: miércoles, 26 de septiembre de 2001 13:46
Para: ANTONIO FERNANDEZ PLAZA
Asunto: besos y besitos
“ Hola Cari! Mua! Acabo de hablar contigo por teléfono, sigo viéndote en la foto de la nata, como digo yo y mi pensamiento, como siempre esta donde tu estés, me iré a dormir pensando en ti, oliendo las sabanas que guardan tu olor y leyendo el libro que me regalaste; ¿que mejor manera de pasar una noche juntitos? Te quiero mi vida!”
Beti en Sevilla. Ella sola y yo
El fin de semana último de septiembre, vino a Sevilla en el tren y aunque luego tuvo guardia el domingo, se quedó en casa el viernes y el sábado. Pasamos dos noches juntos, acurrucándonos bajo la primera manta. Ella se coloca de lado, desnuda en posición fetal y yo la rodeo con mis brazos por detrás. Así le gusta y se siente protegida.
El viernes estuvo lloviendo y sólo salimos a la calle a comprar algunas cosas para ir a caminar con el grupo el día siguiente.
El coche se averió antes de salir de Sevilla y aunque madrugamos y teníamos ilusión de pasar el día fuera, nos quedamos de nuevo solos en mi casa. El resto se fueron en sus coches. Al principio me desesperancé un poco, pero ella fué sacando lo mejor de la situación y cuando volvimos andando a casa después de dejar el coche en el taller, nos tendímos en el sofá e hicimos el amor con música de fondo y la lluvia fuera y todo fué muy íntimo y otoñal. Nuestros cuerpos se fusionaban y su boca sigue siendo ese pozo de dulzor en el que caigo y caigo una y otra vez.
Es total. Luego subimos unas plantas a la azotea para que se mojaran y aprovecharan el agua. Por la tarde salimos a pasear por Sevilla en autobús hasta el centro y luego caminando hacia la calle San Eloy para tomar unas tapas y vino y desde ahí hasta la feria de San Miguel, instalada por primera vez en las explanadas de albero encharcado de la feria. Lo más emocionante fué cuando subimos a la noria, que giraba muy deprisa y Beti sintió un poco de pánico ante la caída de tal modo que se vino a mi asiento para que la sujetara y se arrodilló en la calesita del miedo, mientras gritaba sin poderlo remediar. Yo le sugería que observara las luces de la ciudad desde allí arriba, pero no pudo a su pesar y solo se le quedó el nombre de un rótulo luminoso. Cuando bajamos se disculpó y me propuso que me montara si quería en otra atracción, pero a mí no me apetecía. Volvimos a casa caminando y rendidos de la paliza. Las penas se disuelven en esta agua tan pura, en esta naturaleza tan exquisita, en esta mujer tan genial. El domingo se fué en el autobús urbano para coger el tren que salía a las nueve. El conductor tuvo que abrir varias veces la puerta porque se nos olvidaban las cosas, con la despedida.
Comunicaciones en la distancia. Acerca de lo nuestro.
Ayer, dia dos de octubre, nos conectamos a internet a la vez y estuvimos escribiéndonos cosas en el chat. Así durante más de una hora y media. Fué alucinante, nos llegaban las palabras y las frases de amor mezcladas con la broma y los chistes. Su interior palpitaba, como palpitaba y se estremecía su cuerpo y sus sentidos cuando le recordaba momentos mágicos. Todos los días hablamos por teléfono dos veces o más y estamos planeando vida en común. Ella hace todo lo que está en sus manos para hacer crecer este amor que nos une y yo así lo recibo.
Me escribe a través del móvil, trozos de poesía de Pedro Salinas, palabras cargadas de sugestión y deseo, de esperanza de encuentro y de amor, profundo amor.
Me deja la ropa doblada y bien puestecita sobre la mesita de noche, después de recogerla del tendedero. Y esto lo hace con un cuidado exquisito como si fuera yo mismo mi ropa. La he visto plancharme el uniforme de trabajo, un pijama color verde que ella misma me trajo de Ciudad Real. Le gusta planchar, dice que así se garantiza que haciéndolo bien, sale bien hecho. En las tareas de la casa actúa con diligencia y sin pereza y combinamos los trabajos durante la mañana en ese Sábado que nos quedamos sin coche, estuvo lloviendo e hizo mal tiempo.
Anoche llamé a Sonia y le subrayé lo bueno de esta relación. Veo en ella la mujer que busqué.
De nuevo, Beti en Sevilla.
Vino el viernes en coche y llegó casi hasta la puerta de casa sola, con la bici detrás. Luego fuimos a dar una vuelta y aunque ella no está acostumbrada a pedalear, inché las ruedas y ajusté el manillar y fuimos por San Jerónimo hasta la Algaba y luego allí tomamos algo y enseguida tuvimos que volver pues se nos hacía de noche. Para salir de Sevilla, con tanto tráfico, ella se desesperaba y a veces se metía por las aceras anchas y pasó un poco de miedo. Antes de llegar a casa nos metimos en el oasis del Parque de Maria Luisa y me dijo que le dolía mucho la rodilla y que posiblemente tenía un poco de tendinitis, entonces a mí me comenzó a remover la conciencia, pero ella, que reduce todo el mal al mínimo y que tiene esa idea tan relativa del dolor, no dejó que la cosa fuera a más.
Por la mañana nos levantamos temprano para ir al senderismo y nada más salir de la cama tiene hambre y necesita comer algo urgentemente, así es que se desespera un poco, se va a la cocina, se come una fruta y luego se sienta en el sofá y ya está más tranquila.
Fuimos en su coche, que habitualmente conduzco yo, hasta el lugar de reunión y luego desde allí a desayunar a Cantillana. La mañana está lluviosa y no hemos traído nada más que una sudadera para cubrirnos. Han venido varios en el coche con nosotros y después de desayunar hemos continuado carretera hasta el poblado del Cerro del Hierro, donde esperamos al resto y la lluvia no dejaba de caer. Cuando llegaron los demás comenzamos a andar un poco y dificultosamente entre el espectáculo montañoso y vegetal de las minas. Ïbamos cruzando en medio de la vegetación espesa y comiendo madroños del suelo. Nos dejaron dos bolsas de basura y sacamos la cabeza y los brazos, como muñecos. Nos vamos quedando atrás para los besos y ella me sigue al lado, sin dejarme. Cuando vimos la cosa difícil, dimos la vuelta y nos fuimos por otro lado los dos solitos, entre las galerías por donde pasaban las antiguas vagonetas, para abrazarnos en un rincón oculto bajo la lluvia leve con su musiquilla de rio lejano en las hojas silvestres y excitarnos con caricias y besos. Luego volvimos al coche para secarnos con la calefacción y quitarnos la ropa, colgándola en cualquier sitio para que se aireara, mientras hacíamos el amor en el asiento de atrás con los cristales empañados, fuera lloviendo, en esta atmósfera aislada que huele a mezcla de alientos y besos, a sexo y piel extendida, al lado de las casas de los jefes mineros donde crece el eucalipto y las ovejas siegan con su dientes la hierbecilla recien estrenada del otoño.
Cuando llegaron los demás, vacíos y empapados, insatisfechos, fuimos hasta Constantina para comer algo junto a la chimenea donde se secaba la ropa sobre el respaldo de una silla.
Por la noche fuimos a bailar, después de preparar algunas cosas en casa y de que Beti se reconciliara con su pelo tras la batalla del secador. En un lugar al lado del Guadalquivir bailamos alguna sevillana tras la copa de ron de petaca que escondimos en el bolso, con refresco y todo lleno de humo y sudor porque se estropeó el aire acondicionado y había que salir a menudo a la puerta para tomar aire. Beti sigue el ritmo aunque le queda por aprender bien los dos últimos tiempos de la sevillana y me hace gracia como inclina la cabeza hacia la derecha en un gesto de gracia antigua, como encontrado en el seno del folclore que mantiene los pueblos.
El domingo tuve que quedarme de guardia en la Policlínica, la primera que tengo en este nuevo destino. Beti se levantó conmigo, cargamos el coche con las cosas para el camping con el proyecto para el puente del Pilar a las sierras de Cáceres y luego ella se vino conmigo para estar hasta las cinco juntos. Fuimos a por churros con chocolate para nosotros y Felipe y estuvimos desayunando mientras hacíamos un recorrido por el mapa y los campings que más nos interesaban. Luego Felipe fué a comer a Tablada y trajo comida para los dos. Mientras, en la habitación hicimos el amor sobre una silla y después de almorzar dormimos un poco la siesta juntitos y vestidos en la cama de arriba en la litera. Ella se fué y sentí tanta pena que nada más salir la llamé por teléfono. Me llamó durante el camino y por fortuna llegó bien a casa.
Reflexiones sobre lo que pasa y sobre ella.
Cuando hablamos por teléfono, nota que estoy un poco bajo de energía o algo apático y no se queda satisfecha y me vuelve a llamar.
En los proyectos de ocio actúa con la precisión de un trabajo que le fuera encomendado, con igual diligencia y dedicación y está alerta de todos los detalles. Le gusta planificarlo todo bien para que salga lo mejor posible y cuando me llama me dá noticias de nuevas opciones, tanto del itinerario a seguir como de otros aspectos. Confío en ella en todo, me lo demuestra una y otra vez.
La poesía ocupa parte importante de su tiempo y la tiene en cuenta desde que la conocí. Estuve leyéndole algunas estrofas de Antonio Gala, después de recibir una carta por correo electrónico donde me escribió una canción de Antonio Vega poniéndo música a los versos de este genial escritor. Aprecia la belleza y la aplica en su vida.
De: Betty [BEAPOP@teleline.es]
Enviado: martes, 02 de octubre de 2001 3:12
Para: ANTONIO FERNANDEZ PLAZA
Asunto: una cancion de amor para mi corazón
Hola cari!
N tengo mas que decir a parte de esta hermosa canción de amor de Antonio Vega. Mil besos sí te añado y todos mis sueños.
A trabajos forzados me condena,
mi corazón del que te di la llave,
no quiero yo tormento que se acabe,
y de acero reclamo mi cadena!
No concibe mi alma mayor pena
que libertad sin beso que la trabe,
ni castigo concibe menos grave
que una celda de amor, contigo llena!
No creo en mas infierno que tu ausencia,
paraíso sin ti, yo lo rechazo,
que ningún juez declare mi inocencia
porque en este proceso, a largo plazo,
buscare solamente la sentencia
a cadena perpetua, de tu abrazo
a cadena perpetua, de tu abrazo!”
Ahora lo más importante es seguir queriéndonos y dedicándonos tiempo y las modificaciones que deban hacerse en el terrero laboral, serán asumidas sin riesgos y confiamos en que todo vaya bien, como una vagoneta sobre raíles.
El fin de semana del Pilar, lluvia por la Vera de Cáceres y alrededores.
El fin de semana pasado se alargó con el viernes festivo del día del Pilar y nos fuimos en su coche, desde Ciudad Real hasta la Vera en Cáceres. El viaje lo hicimos con la idea de quedarnos en un cámping y llenamos el coche con todos los enseres, pero el tiempo empeoró y estuvo lluvioso. Cuando llegamos a Candeleda, estuvimos mirando varios lugares para alojarnos bajo techo, pero o estaban ya ocupados o era muy caro. En el cámping Godoy, entre Villanueva de la Vera y Losar de la Vera, pudimos colocar la tienda con los impermeables puestos y así pasamos la primera noche.
Beti, enseguida se pone manos a la obra y actúa rápido y con la mejor y más directa forma. Miro su carita blanca entre el gorro de su chubasquero azul. Hemos hinchado el colchón de aire con un fuelle que nos dejaron y enseguida tenía la cama hecha con un edredón nórdico encima. Dormimos bien.
El viernes la lluvia nos obligó a resguardarnos dentro de un invernadero donde madura la frambuesa en matas guiadas con alambre, después de caminar desde Garganta la Olla, rastreando en el camino los huertos donde se cultiva el tomate, los perales y otros frutos. Ella se mete, arranca el fruto y lo pone en mi boca. A veces la incito para que coja los frutos del suelo y le gustan las peras no muy maduras, duritas, verdes. Dentro del invernadero, nos abrazamos sentados en una caja de plástico de las bebidas, temerosos de la imponente lluvia, la tormenta eléctrica y los relámpagos. El agua por el camino hacía río y mirábamos con resignación desde el interior del invernadero, cómo después de una descarga venía otra. Por momentos fuimos cogiendo las frambuesas más maduras y echándonoslas a la boca. Comimos de lo que llevábamos hasta que al cabo de un buen rato pudimos salir de allí.
En el pueblo de Jerte, que da nombre al Valle, vimos cómo caía agua de las canales en los tejados antiguos, y la chapa del coche, al pasar , hacía un ruido de tiroteo acuático. Aparcamos, dimos un paseo y nos tomamos un café.
Buscábamos una chimenea, un fuego para unirnos, secarnos y dejarnos hipnotizar por el influjo irresistible de las llamas, pero aún no hacía frío y no había hogueras encendidas.
La chimenea es vida, calor y olor del humo que envuelve toda una imagen de ese mundo interior tan unido a la vida rural, orígenes de pueblo, recogimiento, bienestar.
En una cafetería de la Plaza Mayor de Plasencia, leímos un poco a Gala en sus Poemas de Amor, aún con los impermeables puestos. Antes, habíamos entrado en el Parador Nacional recientemente inaugurado y callejeado por el centro de la ciudad. La última vez y la primera que estuve aquí fué en marzo de 1996 y conocía este lugar con un sol espléndido en medio de una mañana fresquita a comienzos de primavera.
Volvimos al cámping, la tienda por dentro mojada y sábanas y edredón inclusive, así es que tuvimos que improvisar enlazando los sacos de dormir, que por fortuna llevábamos en el coche y una pequeña manta para los pies. Hicimos algo de cenar, nos preparábamos nosotros mismos la comida, comprando en un supermercado de Losar y disfrutábamos del trabajo de preparación que conlleva. Por la mañanita desayuno con café y tostada y luego a caminar.
El sábado tambien llovió pero menos. Fuimos caminando por un lugar próximo al camping: La Garganta de Cuartos y hacia arriba por un pequeño sendero junto al rio, entre la vegetación frondosa y el ruido del agua con fuerza, vigorosa, fuerte. Una gran piedra, con su manta de musgo verde, fué soporte para nuestra desnudez y para el sexo en medio de la naturaleza desbordante, bajo los tenues rayos de sol y donde luego comimos el embutido, el queso y la tortilla que Beti hizo. Descansamos un rato allí subidos, mirando con los prismáticos, tumbados boja abajo para asegurar el equilibrio, las aguas entre la roca con un flujo continuo que daba vértigo. A la vuelta fuimos pasando por los mismos lugares. Intentamos dormir un poquito la siesta sobre la hierba y el impermeable extendido a modo de manta, al lado de una especie de calzada romana hecha con piedras allanadas y dispuestas como un rompecabezas, pero la lluvia de nuevo nos levantó, cuando ya dormitábamos. Bueno, al principio fueron las hormigas, luego la lluvia.
Por la tarde, justo al lado del puente de factura romana, al lado de un antiguo molino de enormes piedras que aprovechaba la energía de la corriente, nos refugiamos en una venta con estufa de leña, café y copita de pacharán, demasiado calor, un trozo de poema escrito en un papel, un trozo de poema que habla de besos, como las olas.
Por la noche fuimos a Losar, a una farmacia para un medicamento para Beti, que tenía dolores por cistitis y por las calles estrechas del pueblo, corría en agua de lluvia en un canal, como un río dentro de la vida cotidiana, un rio por las calles, que dá una sensación de arrastre, de continuidad, de depuración. Fuimos a un discobar para tomarnos algo. Nos besábamos, adivinábamos las canciones, juntos de la mano, sonriéndonos.
La noche la pasamos bien, incluso cómodos, cuando la tienda estaba ya seca por dentro y aunque la lluvia de nuevo nos precipitó la cena a base de carne de cabra, de ternera y huevos.
Esta mujer tiene la capacidad de crear hogar, de personalizar con su toque de ternura y delicadeza lo que le rodea. Su extraordinaria capacidad organizativa es llevada a cabo en cada momento. Nadie como ella sabe escoger el mejor camino.
Hay días en los que hablando por teléfono caemos en lágrimas después de que un mal trago apenas nos deje tragar saliva. Ayer martes fué uno de esos días en que ambos nos echábamos mucho de menos. Fuera, en la ciudad, ya había dejado de llover.
Cuando tiene algún problema o algo le agobia, como por ejemplo, tener guardia el día que no esperaba, el sábado próximo, que voy a Ciudad Real y ella trabaja, se refugia en los versos y en las cosas que le escribo. Versos de Rubén Darío: “ ...pues aunque hay pena y nos agravia el sino adverso, por nosotros corre la savia del universo “. y luego otros versos que yo le escribí en el libro de García Márquez que le regalé en Madrid tras los atentados en N.Y. y Washington el dia 11 de septiembre : “El amor en los tiempos del cólera”. Unos versos que hablan de amor frente a la ruina y al desastre. Y entonces ella me manda un mensaje al móvil y me dice que está triste y que ha leído los versos que le consuelan un poco. Ella sabe que estoy a su lado y que lo pasaremos lo mejor posible.
No quiere seguir tomando esas píldoras anticonceptivas que le ponen de mal humor y le bajan la líbido y me contó que va a visitar al ginecólogo por si pudiera utilizar otro medio. Ayer miércoles tuvo guardia, el lunes tambien y lleva una semana muy cargada.
Vuelvo a Ciudad Real, vida en la ciudad.
El viernes diecinueve de octubre viajé de nuevo a Ciudad Real en ese AVE que ya empieza a hacerse cotidiano. Así es que ella estaba esperándome en la estación pero un poco deprimida y sombría. Se le saltaron las lágrimas e intenté calmarla. El caso es que me ha notado esta semana un poco distante y esto me inquieta un poco. No me gusta verla así y es necesario, según intuyo, intimidad y conversación. Por la noche fuimos al teatro Quijano, “ La tía de Carlos “, pero antes estuvimos juntos en el sofá, cuando el cielo amenazaba de nuevo lluvia fuera y la plaza estaba mojada.
En el sofá, ella arriba, a horcajadas sobre mi, mientras yo hablaba, reflexiones sobre lo nuestro que la tranquilizaban. Ella asentía con las pupilas húmedas por las lágrimas, esta vez de emoción y al mismo tiempo se le iban alejando algunos fantasmas y otros temores que la envolvían. Después del teatro fuimos a tomar vino y tapas y a la vuelta a casa, como novios recién estrenados, nos íbamos tocando por todos los rincones y comenzamos en el portal de su bloque a hacer el amor que terminamos en su cama.
El sábado ella tuvo guardia hasta la diez de la noche, en que una amiga la relevó, haciéndonos el favor de dejarnos la noche para nosotros. Por la mañana fuí al mercado, después de poner ambos brazos para un análisis de sandre, a darme una vuelta por los tenderetes de fruta y telas, de aceitunas listas para comer y berenjenas en grandes horzas de barro, de gitanos ambulantes que prodigan la categoría de sus “mondarinas” gordas y de las abuelas gitanas con delantal echando con sus manos venosas, los ajos a granel en los cestos de las señoras. Compré mandarinas, dos kilos y pico y frutos secos que fuí comiendo por el camino. Cuando volví a la clínica comí en una sala a parte con Beti, que tuvo que interrumpir el almuerzo por las sucesivas llamadas de urgencias. Después, nos echamos juntos en su cama pequeña de la habitación de guardia e incluso hicimos el amor allí tendidos, retrasando un poquito la atención a los pacientes, ya que en este caso la urgencia iba por otro lado. Luego me quedé dormido, ella iba y venía, de su despacho a la habitación y yo la notaba acostarse y levantarse una y otra vez.
Por la noche, después de hacer algunas compras y preparar los bocadillos, fuí a recogerla a la puerta de la clínica y ella estaba radiante, optimista y con ganas de hacer cosas. Fuímos a casa y luego a dar una vuelta por las calles llenas de ruido de la gente más joven que rodean a las botellas de bebida bajo los soportales de los edificios para evitar la lluvia. Pero no quisimos quedarnos demasiado tiempo fuera y de nuevo en su salón, cobijados, mirando desde dentro la noche lluviosa, otoñal en su máxima expresión y en una atmósfera envolvente con tintes de música cubana como el humo bajo y la luz de lámparas, con una copa de buen whisky, descalzos y bailando entrelazados, mezclando la música y la sensualidad de los cuerpos deslizándose atándose y volviéndose a desatar, pasamos las últimas horas de la noche y luego desnudos bajo el edredón grueso, latidos de corazón y lluvia susurrante en la calle.
En Cabañeros, lugar de inevitable naturaleza
Aún era de noche cuando me levanté después de que mi cari llevara ya más de media hora arriba preparando algo para desayunar y ultimando los preparativos para el viaje hasta Navas de Estena, en pleno Parque Nacional de Cabañeros, en la zona noroeste de la provincia y limítrofe con Toledo. Llueve y el viaje por las carreteras solitarias estaba rodeado de nubes gruesas, plomizas a los primeros rayos de la mañana. Hemos llegado al pueblo y nos hemos concentrado con otras personas que viene a la visita guiada y con el guía, Antonio García García, un hombre de 61 años que se conoce el parque de maravilla. El camino ha sido afortunado y sin lluvia apenas. Hemos recorrido el itinerario descrito sobre el pavimento pedregoso de una carretera que nunca funcionó como tal y que nos deja un firme apto para el senderismo. Este hombre nos ha explicado de todo. Hubo que pasar por unas piedras colocadas intencionadamente, el rio Estena. Pasó el guía y luego nosotros, Beti detrás de mí, con su capa impermeable azul, sin miedo, confiada. Hubo gente que quedó esperando y la mitad del grupo seguimos el camino. Hay tejos milenarios, fresnos, alcornoques, robles, quejigos, etc. Un hermoso prado con verde terciopelo, sobre la antigua carretera, fosilizadas las ondas marinas sobre la roca, ya que esta zona estuvo sumergida bajo el mar, hace millones de años , unos cuatrocientos millones. Hemos hecho fotos - diapositivas y nos hicieron a nosotros una, con un fondo muy bucólico.
Al llegar a una alambrada, hemos dado la vuelta. Hemos pasado delante de un corral donde viven en comunidad el siguiente repaso de animales: gallinas de Guinea, gallinas normales, gansos, gallos, pavos reales, pavas, etc. Ello me ha gustado y pienso algún día tener animales de granja con Beti en nuestra casa. No quiero seguir soñando, pero me gusta la idea.
Hemos dejado al grupo y al guia, después de tomarnos unos vinos tintos en un bar y hablar con unos y otros alegremente. En coche por todo el parque hasta Horcajo. Es maravilloso el otoño entre el follaje espléndido de este bosque. Hay rios que lo surcan, rios vivos. Hemos parado en una explanada llena de hierbecilla para abrir la mesa, las dos sillas que traíamos en el coche y almorzar. Como hacía un poco de frío, Beti ha traido una manta de viaje y la ha colocado encima de nuestros muslos, sentados, para abrigarnos un poco. Hemos comido bocadillos y otras cosas y luego, tumbados al lado del coche, sobre su impermeable, abrigados con la manta, juntitos, con los reposacabezas del coche sirviendo de almohada, su peluche, un conejo que tiene en la bandeja de atrás del coche, acompañándonos, situado en medio, hemos dormido la siestecilla otoñal. Beti ha reconocido que se le ha salido la babita, manchando mi manga, por fortuna con el impermeable y yo he dormido abrazado a ella, sin enterarme.
Beti en Sevilla, Sierra de Aracena y playa de Cuesta Maneli
En el puente de los Santos Difuntos, Beti vino en el AVE el miércoles 31 de octubre y fuí a recogerla a la estación. Por la noche estuvimos en el cumple de Carmen, en la C/ Aguamarina y compartimos con ella, su madre, su tía y su hermana y el marido, un rato bueno hasta la una de la noche. El jueves fuímos a la Sierra de Huelva, Sierra Morena en su parte más occidental, llena de verdor y frescura, de placidez bajo los castaños y los alcornoques en este día diáfano y azul que es una maravilla para los sentidos. Fuimos caminando desde Los Marines hasta Cortelazor por camino y carretera, parándonos y admirando cuantas dulzuras y encantos encontrábamos a nuestro paso. Castañas para el bolsillo de Beti, que le gustan asadas. En Cortelazor, en la puerta de una casa, dormita un perro callejero y noble que se llama Leoncio y que enseguida, la criatura, se ha sentido querido por mi cari, que no duda en cogerlo y atenderlo con un gesto de amor hacia los animales que me emociona.
Es un contagio que ella está dispuesta a llevar a cabo y que reconozco que hace en mí el efecto deseado. Se entusiasma con gatos, perros y cualquier otro animal doméstico. Al salir del pueblo, dos hombres y una burra con aguaderas venían del campo. Una foto sobre el animal rodeada de risas y esfuerzos para subirla sobre los lomos de la bestia que aguantaba como podía los envites. Luego me he subido tambien con ella, los dos arriba, como antiguamente. Beti se ha asustado al principio y se negaba a subir, pero nuestro empeño ha sido mayor. Tiene ganas de revelar las fotos, aunque esta vez son diapositivas. El camino ha desaparecido y pegados a la tapia de piedra hemos decidido continuar por un sendero plagado de zarzas que nos han arañado las piernas. Caminando, caminando hasta un río. Crecen y maduran los madroños y las madroñas, anaranjadas, rojas, amarillentas. El río trae agua y libertad bajo la sombras de los chopos otoñales. A partir de aquí, la maleza tapaba los senderos y hemos tenido que caminar, quitándonos las ramas de enmedio. Yo iba delante, ella me seguía detrás. A veces la esperaba porque cogía carrerilla y ella se quedaba detrás. Así es que en medio del sudor pudimos avistar una casa y colocarnos en la pista de tierra, al lado de los castaños centenarios, ya recolectados, sobre el terreno arado. Una perra cariñosa ha venido a saludarnos y acompañarnos un ratito. Hemos continuado el camino hasta llegar a un sitio verdaderamente paradisíaco, casi un edén donde bajo las ramas de un manzano, hemos colocado una toalla de playa y nos hemos tumbado sobre la hierba, verde y olor de vida y vegetal. Alrededor nuestra crecen y maduran los manzanos, fruta verde amarilla y roja, de distinta variedad. Pasa un arroyo enérgico, todo está verde, radiante; en frente, dos grandes árboles, sostienen como pueden los kakis maduros que llaman la atención desde lejos y cuya fruta se pudre sin remedio rodeada de avispas y moscas. En el suelo reposan manzanas, algunas de las cuales, las más aparentes, hemos salvado de la putrefacción y llenado la mochila. Para cruzar el río hay un puentecito de madera con troncos, de orilla a orilla. Hay que cruzarlo con cuidado.
Hemos hecho el amor, desnudos, primarios, con algo de timidez, sobre la hierba, sin toalla, con toda la naturaleza a nuestra disposición, como animales, aspirando el oxígeno a pulmón lleno y ese olor a hierba húmeda bajo el cielo azul. Su piel blanquita bajo mis muslos morenos, sus ojos cerrados de placer, los gemidos..... Tumbados como seres idílicos que viven en el campo, como un cuadro renacentista de Adán y Eva en el paraíso. Pasa un rebaño de cabras por encima de la toalla: ¡ lo han puesto todo perdido, sucio de barro !. A mis voces, he logrado que se marcharan. Continuamos hacia un cruce y luego a la derecha para ir a parar a Fuenteheridos, gente y alguna chacina para comer. Enseguida hemo tenido que emprender el camino para Los Marines, paralelo a la carretera porque la noche se nos echaba encima. Hemos pasado delante de la finca La Deseada y luego por un sendero difícil de ver, hemos continuado por las sombras mágicas de la nocturnidad, de la noche incipiente que espera la luna llena, temerosa, incierta, sobrecogedora con la humedad palpitante de los arroyos que extiende sus halos por los caminos y esto nos llega para adelantar el paso y acelerar el ritmo cardíaco. Nos rodea la sensación encantada del paisaje en siluetas que ya deja la naturaleza bucólica renacentista y ahora se aproxima a los ruidos y ensoñaciones románticos, al poder de la naturaleza de hacer sucumbir al viajero más avezado. Hemos llegado a la carretera, no sin antes pararnos para recoger y llenar aún más la mochila, con peras enormes ya desprendida y que destacaban sobre la hierba, al lado de una cortijada con luz.
Hemos llegado a la carretera, sobre el kmt. 95 y continuado a Los Marines. Una señora se ha acercado a hablar con nosotros. Es una mujer mayor que aconseja dosificar los besos para que el amor dure toda la vida, como una llama pequeña y continua a lo largo de los años. Nuestras camisetas están sudadas, tenemos algo de frío. Es hora de regresar.
El viernes, tras solucionar algunas cosas para Beti, nos hemos ido a Cuesta Maneli, entre Matalascañas y Mazagón, cruzando sobre madera, el kilómetro y pico desde el aparcamiento a la orilla de la playa. El sendero entre listones de madera es para mí, ya familiar y hermoso, entre pinares, y arbustos olorosos que anuncian brisa marina. Poca gente en la orilla. Nos hemos colocado a la izquierda después de descender por la pendiente y hemos continuado varios cientos de metros. Nos hemos metido desnudos en el agua y hemos jugado un rato, tirándonos sobre las olas, para coger su espuma y cogiéndonos en brazos o pasando bajo sus piernas, buceando. De vez en cuando saltan los peces y Beti hace un gesto, señalando el lugar. Es un gesto enérgico, directo, con esa mirada de emoción y curiosidad que tiene ella, tan peculiar, que tanto me gusta. Hemos recogido conchas grandotas como vieiras y otras pequeñitas de colores, rositas, anaranjadas, amarillentas entre un montón de ellas que el mar ha traido a la orilla. Solos, en un nuevo lugar de ensueño, cuando el sol comienza a perder altura y los tonos del horizonte se vuelven rojizos, hemos hecho el amor con el oxígeno del mar y ese rumor de olas quebrándose, detras nuestra. Hemos hecho tambien varias fotos al horizonte.
El sábado estuvimos en casa juntos por la mañana, haciendo limpieza, cada uno en una actividad, después de venir del mercado provisional de la Puerta de la Carne, bajo el techo metálico de la antigua estación de FFCC de Cádiz. Allí compramos pescado, fruta y pan y en casa, Beti hizo un arroz negro con tinta de calamar que resultó estar muy bueno. El que sobró lo guardamos en un recipiente de plástico.
Por la tarde, vino Rafa y fuimos a recogerlo a la estación del Prado. Como habíamos comprado acedías y el pescado no aguanta mucho, cenamos en casa los tres y luego quedamos con Claudia y Jose en su casa de la carretera de Isla Menor. Con el ron de Guatemala, hablé más de la cuenta y ella se enojó bastante, sintiéndose un poco escandalizada ante lo que decía de historias pasadas que en un principio creí que iban a resultar graciosas. Reconozco que dije cosas fuera de lugar y en parte agradezco que ella mostrara sus emociones y sentimientos como lo hizo, aunque me apené un poco al verla así y estuvimos un rato sin decirnos nada, distantes, fríos. Ella me dijo que lo sentía, pero me sentí herido, un poco triste y de camino a casa, en lugar de sentarse detrás de mi asiento, acariciándome mientras conduzco y con su cabeza reclinada en la mía, que veo a través del espejo retrovisor. Hemos llegado a casa y Rafa se ha metido en la cama. En estos momentos creo que es bueno recapacitar y reconocer errores con humildad que nos enseñan a llevarlo mejor, así es que hemos acabado abrazados y queriéndonos con más responsabilidad.
Nuevas reflexiones sobre ella, sobre lo nuestro
Beti se preocupa por mí constantemente y ello me gusta, bien dicho es el refrán: “ Por mucho trigo nunca es mal año ”. El domingo, ambos de guardia, ella en Ciudad Real y yo aquí, estuvo llamándome durante todo el día porque hemos pasado cuatro noches juntos y no nos acostumbramos a no estarlo. Es mujer que está en todo y perfecciona su instinto para estar bien atenta a los cambios que se van produciendo, por si surgen fisuras en la relación. Ayer lunes estuvimos durante una hora comunicándonos por internet y luego hablando por teléfono. Notó en mí, distanciamiento y quizá superficialidad. Yo le dije que todos los días no son iguales y que las personas atravesamos rachas. No dudo que la quiero, quise tranquilizarla, ella está pendiente siempre y no descuida nada, quiere llevarlo todo para arriba, es buen principio y buena base para continuar.
Hoy día 6 de noviembre hace cuatro meses del primer encuentro en Samos. Como lo nuestro se perfila en serio, la relación hay que dirigirla conscientemente y con responsabilidad, sabiendo que a medida que va pasando el tiempo y conociéndonos más y más, la cosa se hace más compleja y hay que afinar más en el trato, en la convivencia, para que la otra persona se sienta bien a nuestro lado. Tambien, creo, hay que guardar siempre la capacidad de comprensión y estar espectantes, sin que eso suponga gravedad o monotonía.
La última semana de este mes, Beti la pasará en Sevilla por lo del máster suyo de Paliativos en el Hospital San Juan de Dios, así es que tendremos oportunidad de convivir en un ambiente de cotidianeidad, del día a día, en laborables. Vamos a ver que pasa. Es sin duda un momento importante para nosotros y nuestro futuro. Ilusión y amor, buenas banderas para esta empresa.
En Pozoblanco, soleado y frío de otoño. Con Papá y Mari.
La mañana del sábado diez de noviembre, fué fría y soleada, como el otoño radical con rasgos de norte. El viento había estado azotando la tarde del viernes y las temperaturas bajaron muchos grados.
Ella llegó desde Ciudad Real, sobre las once, después de salir de la guardia en la clínica. Yo la esperé despierto, sin desayunar, en la calle, frente al hospital de Pozoblanco. Pasé la noche del viernes en casa de María Jesús y de papá, buscando el calor del piso, aunque antes, por la tarde, estuve en Villaralto y me gustó estar en la cafetería de Paco, sentado al calor del café, después de devorar unos trozos de chorizo frito y atento a mis apuntes, leyendo el periódico, sintiéndome a gusto en aquel entorno extrañamente intelectual. El pueblo ofrece, para los proyectos, un buen rincón de tranquilidad. Por la noche me dio pereza ducharme y me fui a la cama con el pijama y dejando el móvil encendido sobre la mesita para esperar la llamada de Beti.
Por la mañana, inquieto, me desperté sobre las diez menos veinte y ella no había llamado aún. Habíamos quedado en que me llamaría cuando llegase a Almadén. Así es que le puse un mensaje y al poco tiempo me dio un telefonazo que me tranquilizó. Ya una vez en en pueblo, estuvo buscando el Hospital y ante la incertidumbre me llamó de nuevo. Ya por fin nos abrazamos, helado de frío en su cara caliente por la calefacción. La temperatura no pasaba de los cuatro o cinco grados y el cielo estaba despejado y azul como un espejo. Beti llevaba tres o cuatro días con el resfriado y la voz la tenía distorsionada, casi afónica. Fuimos a comprar churros y luego a Villaralto, donde tenía cita con la peluquera. Así es que desayunamos de paso y luego nos tomamos una copita de licor para hacer tiempo. Estuvimos hablando con Manolo, el hijo del marmolista, que cojeaba de una pierna por una caída y venía con la cara pelada, castigada por la interperie y con la ropa de trabajo.
En Villaralto, con la gente de siempre, entrañable encuentro.
Luego estuvimos hablando con la Petrita y Bernardín, la del rincón, que está siempre dispuesta a sonreir con esa naturalidad que le caracteriza y Beti a mi lado, abrazándome, inclinando su cabeza sobre mi hombro, en el rincón, donde la fuente, parado el chorro por avería, al sol. Hablamos de lo de siempre, alegrándonos de nuestra suerte, de la vida, de mi padre, del pueblo, de las cosas que van surgiendo, de todo. Luego fuímos a ver a la Florencia y la Margarita, con el pelo aplastado por la cosmética y su afán de camuflar las canas. Nos recibieron como siempre, encantadas, alegres por nuestra unión, proponiendo ya matrimonio. Y al fin con Maria Jesús y papá en el piso, en el salón, comiéndonos un arroz y ensalada, con algo de frío. Por la tarde fuimos a ver a Juanjo y Maribel, que se disponían a salir. Le habíamos regalado algo a la niña, un artilugio práctico para que no se cayera dentro de la bañera. Ellos se marcharon a Añora y volvimos casa para salir a cenar con papá y Maria Jesús, a comer pescado, caminando por las calles, ateridos de frío, agarrados, como si siempre lo hubiéramos estado. Buena cena remojada con Barbadillo, a base de pescado variado y ensalada. Pagamos a medias y luego nos fuimos para Añora donde estuvimos un rato a la luz y calor de la lumbre en un pub con Juanjo y su mujer, que habían dejado la niña y estuvimos bailando. Beti se mueve con una armonía que me maravilla.
Dormimos a gusto hasta las doce de la mañana y al levantarnos hicimos el amor frente al espejo del armario, a los espejos de las puertas, con el sol entrando por la ventana. Desayunamos tarde y nos fuimos a Pedroche, a caminar un rato juntos bajo el precioso día pórtico del invierno, en las callejuelas empedradas haciendo dibujos geométricos, bajo los soportales de la iglesia, alrededor de la torre, antiguo castillo, perfecta mole de granito grisácea y aligerada en su solidez por los arcos del campanario por donde penetra la luz. El cielo azul intenso nos llama la atención. Nos dejamos llevar por la mansedumbre del solecillo, el silencio, el campo verde, la piedra, nuestras caras, plataformas de besos, campo de suspiros, sus ojos verdes, sus labios, que se han quedado perennes en la adolescencia, de frescor y deseo. Bajamos a la plaza, leemos la inscripción que hay bajo el busto del primer arzobispo de la ciudad de Bogotá, ese clérigo hijo de Pedroche. Bajamos las calles hasta la salida a la ermita, los dinteles de granito antiquísimos en casas ya derruidas, desgastados por los años, aún bellos, aún útiles. Al lado de la ermita hay un pozo e hierba, mucha hierba, y sol, mucho sol. Nos hemos apoyado sobre la pared del pozo, ella sobre mí, con su jersey de lana y franjas de colores, de muchos colores, que compró en Navarra. Y he leído algunos poemas de Pablo Neruda, en un librito que se deshace del uso y de los envites del calor en verano. El sol, el cielo, la hierba, la piedra y ese silencio de corral, de gallina escarbando la tierra mojada en busca de bichitos, de abuela de luto pasando la calle. Ese silencio del Valle que hoy nos acompaña. Nos tumbamos en cruz sobre la hierba, nos hacemos fotos desde todas las perspectivas, me sostiene con sus pies, jugamos.... No deseamos irnos, jamás quizá, envueltos en nuestros brazos, acurrucados bajo el sol. Y nos cambiamos los jerseys y ahora yo soy ella y ella es yo. Goce de amar, fábula misteriosa, milagro o magia.
Y subimos de nuevo las empinadas calles hasta el centro del pueblo, los dinteles de granito con figuras o escudos, la historia, los recuerdos del pasado en la piedra y nuestra particular historia que se escribe con figuritas sobre el viento, con miradas, con manos frías. Nuestra historia no se graba en ninguna piedra, pero tiene la fuerza de las generaciones, de los primeros amantes de la tierra, de los primeros brazos, de los primeros besos.
Hemos vuelto a Pozoblanco, papá se fué al fútbol a Torrecampo y María Jesús nos esperaba preparando la comida, chuletas a la brasa con patatas fritas. Hemos comido, el postre, café, helado y copita. Cuando la tarde va bajando, sabemos que nos tenemos que despedir. Recogemos las cosas y al ocaso, justo al ocaso, ella ya se ha ido, dirección al norte y yo al sur, caminos opuestos pero el pensamiento en el mismo lugar, quizá un lugar indeterminado, un lugar que sigue revoloteando como una mariposa sobre nuestras cabezas, quizá sobre aquel pozo o sobre la noche anterior, fría y estrellada, o sobre aquella cama donde nos fundimos en el sueño. Me llamó por teléfono, para que me asomara al ocaso ardiendo en el horizonte. Llama constante de fuego es ella, llama y viento. Verdadera tierra, verdadero sol que cubre mi alma.
Pensando y escribiendo. Fotografía de los sentimientos.
Hoy, día 13 de noviembre, que además es martes, me ha llamado mi cari, que está en casa y no va a Alcázar a Paliativos, porque está resfriada. Me ha dicho que anoche tuvo pesadillas estando de guardia en COREYSA y soño que lavaba al gato con agua, limón y aceite y que se le escurría de las manos y se le iba por el desagüe sin poderlo atrapar. Me ha provocado una risa que casi me hace llorar. El Coronel Médico D. Francisco Fernández Muñoz, cardiólogo y destinado en esta Policlínica, va a insertar una nota en la revista de Quintanar de la Orden, Toledo, en agradecimiento al equipo de cuidados paliativos donde trabaja Beti.
“El mundo a través de sus ojos es siempre azul. Vivo en su recuerdo constante y me mantengo gracias a su influjo; gracias a su influjo en la distancia, consigo permanecer y acrecentar mi ánimo. Su influencia se hace notar, ahora en forma de calor, para estas gélidas noches de otoño-invierno, cuando baja enseguida el sol y me apresuro a llegar a casa para encender el radiador. Es esperanza, esperanza en palabras a través del teléfono, cálido como una llama, cálidas con la certidumbre del beso que se acerca. - ¡ Acude a mí, viviremos juntos más allá de las calles y de las casas, donde sea, bajo cualquier cobijo en la naturaleza, bajo las ramas repletas de musgo, cuando la lluvia amenaza !. Es un decir sí a todo, una apertura sin condiciones: ! Estar, sin límites, sin cortes para la tregua donde sucumben los caminos en zanjas sangrantes; es un estar paralelo al viento, al aire que respiramos sin cesar a cada golpe de pulmón, aspirando una y otra vez hasta el final de los dias !.
Estar con ella es esa continuidad que acaba rompiendo, gota a gota, la piedra milenaria, es un corazón a tiras, deshilachado para llegar lejos, afilado para clavarse dentro. Un corazón que solo permanece cerrado en su palabra misma: CORAZON, en su escritura redondeada donde las vocales retumban como golpeadas en bronce: “corazón”.
Pero ella no es así, no es cerrada en nombre, ni es Beti, anglosajón término, ni Beatriz, ni Beatrice, ni nada. Es ahora esa piscina repleta de agua donde mi sumerjo después de caer desde el cielo, para nadar horas y horas y flotar luego al sol del mediodía, casi en el aire, pero con el frescor debajo, rodeándome, acariciando mi espalda, mis muslos y piernas, bajo mis brazos extendidos como una cruz. Y algo más: es un cuerpo en actividad de besos, que te adorna el pecho con sus flores, multicolores, multiolores de jazmín, lilas, margaritas, lo que quieras, donde tu imaginación te lleve. Un cuerpo que se extiende y de pronto ves que sus ropas son las tuyas, perfectamente encajadas en tí, perfectamente, como una segunda piel o quizá, la tuya misma.
Porque ella penetra por mi, hasta colarse en mí, hasta ser yo, quizá eso ahora no pueda explicarlo. Es ella y tan capaz de serlo que confiando en sí misma, en su integridad, en su identidad, sea capaz de alejarse, caminar durante largos días, meterse en mi cuerpo, bajo mis músculos, por mis orificios para olerme dentro y hasta anidar en mi interior, con la seguridad de que luego, sin importarle el tiempo y sin dejar señales para el camino de vuelta, pueda volver a sí misma, a su ser, donde ella trabaja de nuevo con materiales simples para confeccionar una nueva idea, una nueva gama de colores, un nuevo abanico de sueños, nuevos refugios, nuevas ocasiones, encuentros.... Hormiguita en la fábrica de los recuerdos, antes, ahora, después.
Porque ella conoce el tiempo, el presente, el ahora. Y quiere jugar con el tiempo para dominarlo, masticarlo y dármelo, una vez digerido, sobre un mapa de carreteras, de senderos interesantes por lugares pintorescos, improvisados. Para cuando esté frente a mis ojos, sobre los colores que señalan accidentes geográficos: rios, lagos, embalses, cadenas montañosas, valles, pueblos, monumentos y sobre las palabras que indican lugares.; al mismo tiempo y sobre todo ello, como el más completo terreno, como la mayor de las aventuras, como el más deseado sendero que puedo imaginar, está ella, con sus recónditas cavidades donde la belleza se conserva e ilumina, con sus músculos e ingenio para vencer las arduas y pedregosas laderas montañosas, con sus sentimientos para aliviar los descansos, con su sensibilidad para domar a la roca, para adormecer la arboleda, para sonreir al viento poderoso que amenaza en las cañadas e insulta al esfuerzo, para distraer la condena de los músculos vencidos por la ascensión, para poner agua dulce donde solo hay arena, con sus besos manantiales.
Y mucho más: solo con ella, pisar la tierra, en cualquier lado, en medio de una calle, dentro de un bar, en un sitio indeterminado, sin nombre, sin atmósfera, se rodea de un halo que hace posible la permanencia, la observación sin límites, el deleite con el hecho de existir.
Y yo le digo: - “ Cari, aquí estamos bien, aquí mismo, sobre esta piedra, en este sitio, sin inmutarnos ni girar apenas nuestros cuerpos para mirar alrededor - “. Ella, que hasta ese momento había preparado cientos de escenarios, como un abanico de posibilidades, como una baraja abierta para que yo eligiera la carta que más me gustara, ahora asiente con su mirada, baja sus pupilas, me mira a los labios, me besa, redondea sus facciones para que pueda abrazarla o colocar mi brazo sobre sus hombros y relaja todos sus músculos, hasta sus huesos, pone en blanco su mente y se deja llevar, abriendo la boca, para que por ella entren besos rellenos de amor.”
Ayer, día quince de noviembre, mi cari me contó que estuvo haciendo experimentos culinarios con recetas extraídas de varios libros de cocina. Así es que estuvo preparando platos toda la tarde y me explicó por la noche, por teléfono, todo lo que había hecho, mientras yo pasaba las horas muertas en el interior de la Policlìnica de guardia con Felipe.
Es un solete, organiza y prepara el terreno para mi llegada y la considera siempre como un acontecimiento festivo que hay que celebrar. Al final de mes ella vendrá durante más de una semana a Sevilla para enlazar unos días que le quedan de vacaciones con los tres días que dura esta primera sesión del Máster sobre Cuidados Paliativos en el Hospital San Juan de Dios, en la calle Eduardo Dato. Hemos estado viendo los pros y los contras sobre el hecho de traer o no a su gata a Sevilla y al final, parece ser que no vendrá pues constituiría, según ella me ha podido decir, demasiadas cosas novedosas de una vez.
Yo estaba dispuesto a aceptar en mi domicilio la presencia del animal, con tal que guardara ciertas normas de convivencia.
En Ciudad Real, Embalse de Gasset, Lagunas de Ruidera
Este fin de semana pasado, que comenzó el día 16 de noviembre viernes, me fui en tren a Ciudad Real y en la estación, abajo, nada más salir de las escaleras, como siempre, me estaba esperando mi cari. Iba con zapatos, medias, un abrigo largo y una bufanda; debajo, sólo sujetador negro y las medias sin braguitas debajo. Hacía mucho frío, pero ella se presentó así para llevar a la práctica una insinuación que habíamos puesto en juego días antes, hablando por teléfono, en la distancia. La abracé, recorrí con mis manos su cuerpo calentito bajo el abrigo, toqué sus pechos y sus pezones, bajo la presión del sujetador, deslicé mi mano por su entrepierna, acrecenté, acrecentamos juntamente, nuestro deseo. Nuestro deseo que desembocó envuelto en vaho dentro del coche en La Atalaya, lugar frondoso de húmeda vegetación a la salida de la ciudad.
En la radio habíamos oído que en la función de hoy en el teatro Quijano, que representaba la obra de Arniches : “ Los Caciques”, uno de los intérpretes era José Sazatornil “Saza”. Ello me animó para que fuéramos al teatro y así es que después de dejar el macuto en su casa, nos fuímos directamente y como no había sitio en el patio de butacas, tuvimos que ocupar asiento en el paraíso, en la parte de arriba. El teatro estaba lleno, la obra fué entretenida, divertida. Nos gustó mucho y mereció la pena haber venido. Después fuimos a tomarnos una cerveza y a casa para dormir.
El sábado nos fuimos por la mañana, después de desayunar en casa, al embalse de Gasset y dimos un paseo. Al fondo, junto a un encinar, sobre una piedra con ella entre medio de mis piernas, fuí tomando notas en una libretita pequeña: “A la orilla del pantano en mis ojos, el árbol y la silueta azul y gris de la montaña; entre mis dedos, su mano, la suavidad, el eco de mi pasos, de mis zapatos apartando las piedrecitas; revolotea, de rama en rama un pájaro de colores. Es un pájaro que lleva tras de sí, una estela de emoción. Se asoma el sol y se asoma a la hierba y a un fuego apagado. ¡ Qué está ocurriendo con las últimas moscas! . Están revoltosas ante la amenaza del frío. ¡ Y las mariposas !. El pantano transparente, es un sepulcro de paz, un espejo de sosiego en el centro de los terrenos arados. Con su ropa, como ella, sencilla, escueta, abrigada del frío, perpleja por lo sencillo, camino a su lado, pedaleo por las nubes, el viento, el aire. Bajo, ¡ no mucho ! hasta tocar el suelo, pero ahora estoy volando y volamos y volvemos.
La piel blanca nos promete una página virginal donde no hay huellas, matices, es sí, esperanza... La piel blanca de su cara es como si estuviera diciendo: - ¡ Ven y dibuja en mi rostro, ese campo verde que sueñas, ese camino, la luz, el lago, el grito del pájaro! -. Corre la brisa y ella, pequeñita, está a mi lado. El sol, padre responsable, mira desde lo alto. Vigila mi mano, vigila mi corazón, pone paz para amarnos. No hacemos nada, miramos, permanecemos sentados sobre la piedra dura, sobre el mando verde. El pájaro de pelo rojizo se detiene sobre el encinar.”
Luego nos hemos metido en el bar que asoma sus puertas al embalse, con sala interior, mesas rústicas y chimenea que se alimenta de troncos de eucaliptus. Hemos tomado un vino y como ya era la hora, hemos comido allí, de paso. Se está a gusto y calentito. Nos han traído un conejo, pan y vino. De postre, helado y fruta. Nos hemos besado, escandalizado un poquito. Detrás, unos trabajadores hablan en voz alta y una niña ya adolescente, pasa las páginas de un periódico. En la tele, noticias de bombardeos sobre Afganistán. Y nosotros, enlazados en los besos de hoguera y vino, de paso, escandalizamos. Al salir a la calle, bajo el solecillo, nos da un poco de morriña y volvemos a casa para dormir un poquito.
No solo un poquito, más bien, toda una siesta en toda regla y después, mi cari preparó merluza con almejas, todo en el horno y estuvimos cenando como marqueses. Para despejarnos, salimos a la calle, medio lloviendo y algo tarde, nos metimos en un garito de esos y de vuelta a casa, el paraíso estaba al alcance de la mano. Juntos en el sofá, abrazados, música de Sade, whisky Cardú, penumbra de vela entre la cerámica, sosiego, tranquilidad, calentitos entre el aire acondicionado, soñamos.
El domingo madrugamos un poco para salir pitando sin desayunar hacia las Lagunas de Ruidera, a más de cien kilómetros de Ciudad Real, en la carretera hacia Albacete, pasando al lado de La Solana. Paramos en el bar- restaurante Casa Pepe para empezar el día con dos tostadas con tomate y aceite y luego seguimos hasta las lagunas, a través de una carretera en buen estado y lìnea recta. De vez en cuando, salpicadas por el campo, podemos ver las manchas blancas de una reciente nevada. Es maravilloso ver así moteado el verdor con ese blanco azulado. Los campos arados y las labores agrícolas en toda su extensión, dan a mi cari una sensación de paz, de tranquilidad. Estos campos son amados por ella y aunque al principio cuando llegó a La Mancha, le pareció una tierra hostil y austera, ahora no la cambia por nada y le parece excelente.
Hemos llegado a Las Lagunas de Ruidera y dejado el coche para ver en primer lugar, un enorme y ruidoso salto de agua al que quizá deba el nombre este famoso lugar. Sobre una mancha de nieve, hemos dibujado con las palmas de las manos, un corazón con nuestras iniciales. Nos hemos hecho algunas fotos. Hemos visto los patos hambrientos, al otro lado. Los animales acuden a la orilla, nadando despacito, moviendo sus patas palmeadas hacia atrás. Después hemos cogido el coche y avanzado hacia dentro, bordeando por la parte izquierda, el rosario de lagunas que componen el Parque Natural. Hemos pasado por la carretera de curvas flanqueada por urbanizaciones, construcciones para el ocio y el divertimento en plena naturaleza dentro de este lugar considerado como la “ Playa de La Mancha “. Cada laguna tiene su nombre. Hemos dejado el coche en una explanada situado al lado de la laguna Santos Morcillo. Hay más gente paseando, es domingo. Las lagunas se comunican unas con otras por unos canales naturales hechos sobre la roca y así, de este modo el agua va pasando y erosionando en forma de cavidades, el terreno circundante. Todo esto va constituyendo un paisaje hermoso, encantado.
Hemos cruzado, saltando por las piedras, hacia la otra orilla, desde donde se enlaza con un camino que atraviesa un bosque cuajado de encinar, pinares y arbustos como la jara, el tomillo, el romero. Luce el sol, cuando se escapa de su escondite entre las nubes, nadan, con su estela triangular, los patos que pueblan la laguna, buscamos con la mirada, la presencia de la nieve.
Mi cari ha visto un conejo saltando. Es un conejo, como ella me ha explicado, que tiene un hermoso rabo blanco. Exaltada, ha gritado: - ¡ un conejo !, ¡ un conejo !. Yo estaba orinando y no lo he visto, pero su expresión me ha hecho gracia. Es la primera vez que lo ve al natural, en el campo.
Hemos continuado caminando por el camino sembrado de hojas secas de pino. Huele divino. Como Beti está costipada, no puede apreciarlo. A la izquierda, en el sentido de la marcha, quedan las lagunas, con su color variable, unas veces azul, otras verdoso, otras turquesa. Hemos mirado los patitos con los prismáticos. Forman una bandada de unos treinta individuos o más con el plumaje gris clarito y la cabeza roja. Desde la laguna Santos Morcillo, a la laguna Salvadora. Mi cari me ha hecho una foto con las piernas colgando, sentado bajo un pinar, sobre la roca horadada, carcomida por la presión del agua. De vez en cuando nos encontramos con alguna chopera, las hojas amarillentas, sagitadas, formando un paisaje arbóreo característico de la estación. Hemos recogido una pequeña encina, arrancándola y metiéndola en una bolsa con tierra y todo. Es una tierra con gran nivel de materia orgánica producto de la descomposición de las hojas caídas. Un tierra que al tocarla produce una sensación placentera y primitiva. Una tierra que mancha los dedos y que nos recuerda que sobre ella se sostiene un mundo aún salvaje, aún auténtico. Todo está sembrado de estos arbolitos que nacen espontáneamente por todos lados.
Andando y andando hasta la laguna verde de La Lengua. Hay peces enormes entre las plantas subacuáticas que podemos apreciar gracias a la transparencia del agua. Al fondo hay una casa derruida ya, junto a la orilla. Hemos cruzado y topado con la carretera, para caminar hacia el coche. Espontáneamente, bajo un puente, surge el agua que se filtra por la roca y muere en la laguna. Todo está lleno de hierba. Hay gente paseando y barbacoas encendidas. Admiramos, durante todo el tiempo, las bellezas que nos encontramos al paso.
Al llegar al coche, hemos ido buscando el restaurante Albamanjón, situado frente a la laguna de San Pedro, un lugar donde reina la paz. Hemos tomado un vino tinto con aceitunas junto a las cristaleras desde donde se puede apreciar el espejo de las aguas de la laguna. Es una sala con sillas cubiertas de telas y el techo, de igual modo, acolchado. Hay música de fondo y casi cerramos los ojos cuando el sol nos ha visitado. Ondean, en la fachada, las banderas de la comunidad de Castilla - La Mancha, la española y la de la Comunidad Europea. El vino nos abre el apetito. Hemos ido en coche hacia Ossa de Montiel, y justo al lado de la carretera, a la derecha, en el restaurante Maese Pedro, hemos comido en una sala, alejados de la chimenea, pero bajo el efecto de la hoguera.
Parece un lugar dominado por niños. No hemos visto en ningún momento gente mayor. Nos han servido vino con casera, sopa de cocido, champiñones con huevo, cordero con patatas y migas. Todos estos platos con dos cubiertos cada uno para compartirlos entre mi cari y yo. De postre helado de moras. Nos han servido, por cortesía, un chupito de licor. He tomado orujo de hierbas. Sobre el mantel de papel, he dibujado. Nos arrimamos a la chimenea, de vez en cuando, para calentarnos. A la hora de pagar no aceptan tarjeta y he tenido que coger el coche, Beti se ha quedado allí, para ir a Ossa de Montiel a sacar de un banco.
Luego hemos ido a ver la Cueva de Montesinos, nombrada en el capítulo XXII de El Quijote. Es una caverna como una grieta enorme desde la que se accede a través de escaleritas hechas por el hombre, hasta unas profundidades ignoradas. Hábitat ideal para distintas variedades de murciélagos. Hay unos chicos que traen linternas y con ellos hemos bajado un poquito.
Luego hemos ido, cayendo ya la tarde, al castillo de Rochafrida, bueno, a lo que queda de este lugar, unas paredes de piedra sobre un montículo rodeado de vegetación al lado de un río cuajado de chopos y sembrado de hojas secas. Hemos subido, Beti delante, por una de las paredes, trepando. Ella escala como si estuviera acostumbrada, sin dudar, sin vacilar en las posiciones. Yo lo hago más lento y la voy siguiendo. Una vez arriba, las vistas son impresionantes, En la explanada central, cubierta de hierba, nos hemos tendido para mirar al cielo con nubes, ya medio de noche, sobre las seis y media de la tarde. Hemos hecho el amor casi sin quitarnos la ropa. En este sitio tuvo sus devaneos la princesa Rosaflorida y en un romance recogido en el Romancero del S. XV habla de esta historia. Aparecen como indios, un grupo de personas sobre la muralla. Se oyen voces. Hemos emprendido el regreso a Ciudad Real. Tenemos sueño, el camino es largo. Dejamos atrás los recuerdos del día pasado, con la presencia en todo momento del campo, del agua, del solecillo agradecido.
Al llegar a casa, como me dolía la tripa, no he podido probar las berenjenas rellenas que mi cari preparó. En su lugar he tomado un yogur natural y me ha dado tiempo para ducharme y relajarme un poco.
En la estación, al despedirnos, en la escalera de acceso a las vías, se me empañaban los ojos. Ella me lanza besos al aire, besos que antes eran para mis labios.
A través del móvil, nos mandamos mensajes bañados en amor. Mensajes que luego copio en una agenda. Algunos de los que yo le mando los voy a escribir a continuación:
“ No te preocupes, mi vida, estaré contigo todo el día. Juntos se disuelve la pena, como si fuera azúcar en agua. Te quiero mucho, mi vida”
“ El recuerdo de tu imagen, tu cara, tu gesto, tus ojos, me despiertan rodeándome de luz si caigo en la pena. T.Q. “
“ Sol naranja del ocaso, duérmeme en tu cuna de plata, en el vientre blanco de mi amada “
“ Sólo tú, el sueño de tus besos, piel de tu aliento. Y tierra, agua y cielo para amarte “
“ Cari, soñemos: Tu estás ahora entre mis brazos, adormilada, mientras contemplamos la luna, oímos los grillos “
“ Crezco indefinidamente a tu lado y navego como una barca en tu amor oceánico, viento y ola de besos, fusión de espejos, piel, uno sólo en dos. T.Q. “
“ Nuestro amor es potente y luminoso como este día azul, fresquito, diáfano, milagroso . T.Q. “
“ Mi vida, te llevo dentro y más quisiera llevarte, haciendo de tu boca un nido, de tu cálido cuello, la cuerda alisada que me lleva al cielo, profundo rumor de caminos”
“ Buenas noches, mi niña, que mi palabra, que ahora es lo único que poseo, te ofrezca brasas de fuego suficientes para sonreir “
“ Te quiero, reina de los bosques, espiguita del viento, sueño verde de los ríos, borrachos de agua, protección de la tormenta, prado - tapiz, suavidad - manto “
Beti viene a Sevilla para estar una semana aquí y comenzar el Máster
El sábado veinticuatro de noviembre, mi cari se vino desde Ciudad Real con su coche todo cargado de cosas para estar toda esta semana en Sevilla. Por la mañana fuí al Banco de Santander de Felipe II a ingresar siete mil pesetas que es el 20 % de la cantidad que tenemos que pagar para pasar una semana en Tudanca, en una casa rural. Llegó sobre las cuatro de la tarde con su gata y mientras el animal exploraba los rincones del piso, nosotros comimos algo y echamos la siesta. Luego fuimos a recoger al primo Rafa a la estación de San Bernardo y cenamos en un restaurante chino que hay en la Avda. de Andalucía, frente a la Cruzcampo. En casa, nos tomamos una copa y vimos las diapositivas que trajo Beti de los viajes y otras que saqué yo del Camino de Santiago y de la subida al Mulhacén este verano.
El domingo, después de desayunar, nos fuimos por la autopista de Huelva y la recién estrenada de Ayamonte, que enlaza con el sur de Portugal, hasta Ayamonte, Isla Canela y Punta del Moral. En Isla Canela, justo al pasar el puente, al lado del río, donde esperan silenciosas cientos de barquitas de colores, nos tomamos al solecillo de la tarde calurosa, una botella de vino del condado, un vino joven que sentó de maravilla. Después fuimos a comer a la Punta del Moral, un arroz delicioso con coquinas y gambas y de paso una botella de barbadillo. Tras el postre, fuimos dando un paseo por la aldea, pasando al lado de los pescadores que remiendan las redes y nos hablan de sus pesares en la mar, de lo duro de su trabajo.
En Ayamonte, se encuentra ese ambiente de escaparates y tranquilidad peatonal de esta ciudad fronteriza que mira al Guadiana y que en tiempos, albergaba todo un colapso de gentes y vehículos agolpados junto al malecón para pasar al otro lado del río, a la espera del trasbordador. Eran horas interminables que hace años tuve la ocasión de experimentar. En Ayamonte,como digo, en la Plaza de la Laguna, estuvimos tomando café en una cafetería decorada con azulejos y madera que brilla por todos lados. Tambien hay cuadros que cuelgan sobre las paredes y que están suspendidos de una barra mediante una cadena. Café con dulce y copa. A la vuelta, paramos en Umbrete, cerca ya de Sevilla, con la idea de comprar mosto, pero al final, sólo nos tomamos un poco de chorizo, jamón, varios vasos de este vino y me traje una pieza de morcón con un olor a especias sobre carne, que inunda toda mi cocina.
Ya para entonces me dolía un poco la tripa y el lunes, después de llevar a Rafa a la estación, notaba un malestar generalizado por todo el cuerpo, como una desgana integral. Beti en casa, ordenó todas mis cosas, recogió la ropa que se estaba secando y luego se fué a comprar todo lo que había escrito a lápiz en el papelito del frigorífico. Cuando llegué a casa, a las dos menos cuarto, para comer juntos, ella estaba un poco enfadada porque había tenido que usar el teléfono fijo y lo tenía desviado a la Policlínica. El caso es que su amiga Paloma, cuando llamó, no pudo hablar con ella y todo esto le disgustó. Hubo un rato de silencio, ambos nos quedamos de pie, sin decir nada, me continuaba doliendo el estómago y tuvimos que hacer un esfuerzo frente a la comida para reanudar la conversación. Luego yo me fuí a la cama y ella, que en un principio me acompañó, después se levantó porque no tenía más sueño, pero se aburrió leyendo y volvió a la habitación.
Por la noche salimos al cine a ver la película “Amelie” en el Nervión Plaza y de paso nos vendieron un racimo enorme de plátanos en una frutería, de plátanos que estaban muy maduros. Al volver a casa cenamos una sopa juliana y estuvimos un ratito en el sofá. Ella me acariciaba la barriga, puse mis piernas encima de las suyas y leí algo de Pedro Salinas. El gato ya ha encontrado sus rincones en la vivienda y busca cobijo y calor bajo la enagüillas de la mesa, donde Beti le ha colocado un cojín de color salmón. Nos fuimos a dormir.
Los días están fríos y grises. Esta mañana he vuelto a la Policlínica. Hemos quedado para ir al urólogo a la calle Eduardo Rivas nº 3. Beti me esperó en casa, arregladita con su pichi color marrón y una camisa blanca. En la consulta, en una sala privada, el urólogo, un señor ya mayor, estuvo explorándome un poco y más tarde, en un laboratorio de análisis clínicos en el nº 98 de Luis Montoto, me hicieron un análisis de sangre. Hay pendiente otro de semen y una ecografía. Hemos vuelto a casa para comer y echar una pequeña siesta. Por la tarde, hemos salido por Sevilla, dejado el coche junto al río y nos hemos metido en una cafetería de Reyes Católicos, en el nº 4 , que se llama La Leyenda. Hemos estado leyendo un rato y luego dando un paseo por el centro de Sevilla, en el ambiente prenavideño ya. He comprado una placa para cocinar en Pueyo. Al llegar a casa me dí cuenta que habían roto un cristal del coche y se han llevado el radio caset. Fuimos a llevarlo a Tablada y por la noche cenamos tortilla de patatas y nos fuimos a la cama.
Ayer, miércoles, por la tarde y después de una pequeña siesta, fuimos a dar un paseo, pues la tarde acogedora y soleada, invitaba. Así es que fuimos en dirección a La Rinconada y luego paramos en una venta que hay justo en el cruce de Alcalá del Río, venta El Paraíso. En la puerta, nos sentamos al solecillo de la tarde en unos veladores. Al lado, un grupo de mujeres y una niña, verdulean y hablan en voz alta. La niña juega con la musiquita del móvil. En el puente sobre el río Rivera del Huezna, sale el Camino de Santiago por la Ruta de la Plata y que pasa por Santiponce. Hemos visto la flecha amarilla, esta vertiente de ese gran río que nos unió. Al lado, un auténtico bosque de naranjos. Hemos paseado bajo su follaje, con las naranjas a punto y la humedad presente. Huele a vegetación ; es un olor intenso, a tierra removida. Nos damos la mano, caminamos, cogemos alguna naranja. Beti se lleva a la boca un gajo agrio, pero no le disgusta.
En Santiponce, hemos entrado, curioseando en los alrededores del monasterio San Isidoro del Campo, en el centro de acogida Paz y Bien. Hay un patio central y dependencias como el comedor, los dormitorios, la sala de actividades, el bar.... Un chico que se llama Manuel, nos ha salido al encuentro. Tiene 24 años, es el guía y cobra veinte duros más diez duros por enseñar el recinto, como él dice. Otra mujer, llamada Angustia y que es de Alfacar, en la provincia de Granada, me cuenta que se vino a este centro porque en el que estaba antes, en La Zubia, no la trataban bien. Cuando besa, se aproxima a los labios. Anochece. Los hemos visto salir libremente del centro. Manuel nos ha prometido invitarnos a un café mañana, si volvemos.
Hemos comprado pescado y por la noche lo hemos cenado con la sopa juliana que sobró el otro día. En la cama, a la luz de la lamparita, leo en alto algunos poemas de amor. Nos ha gustado mucho, uno pequeñito de Juan Ramón JIménez.
Por la noche, Beti ha tenido pesadillas y hablado en voz alta. Yo tambien lo he hecho, según me dice ella.
Hoy jueves, mi cari comienza su máster en el Hospital San Juan de Dios. Así es que se ha puesto en pie a la misma vez que yo y se ha preparado para acudir a la presentación. Le deseo lo mejor y el mayor aprovechamiento. Por la noche, cuando ella terminó, salimos a tomar unas tapas y vino a Los Cien Montaditos, allí cerca de la calle José Lagillo. Hablábamos sobre experiencias de la muerte, experiencias que habían hecho mella en nuestras vidas. Estuvimos en el Berdee, donde nos tomamos una copa con bebida de petaca y permanecimos un tiempo sentados, pues había mucha gente que sabían bailar muy bien la salsa y ocuparon toda la pista. Volvimos a casa e hicimos el amor.
El viernes , mientras ella estaba en el Hospital, me fuí a tomar café a Utrera, con su coche, buscando una venta que no encontré y al final me senté para terminar el libro que ella me dejó: “La muerte: un amanecer” de Elizabeth Kluber - Ross en una plaza céntrica, donde no llegan ya los rayos de este sol agradecido, pero sí el reflejo del mismo en el cristal de un balcón, regalo divino. Terminé el café y el libro. Luego fuí dando un paseo hacia arriba, hacia la torre y la belleza de la iglesia de Santiago, resplandeciente. Fuí a casa para ducharme y recogerla. Sin volver a casa fuimos por Plaza de Armas y a cenar a Las Macetas.
El sábado la dejé en San Juan de Dios y me dediqué, mientras ella recibía clases, a dar paseos, un poco sin ton ni son y dejándome llevar por mis pasos, por Triana. Así es que dejé el coche en la cristalería de la Ronda de Triana y después por San Jacinto y hasta el Mercado, inaugurado el 17 de junio de este año. Es un recinto con establecimientos nuevos y todo moderno. Tiene altavoces para anunciar ofertas y parace uno de esos enormes supermercados que rodean la ciudad. Se ven trozos de muralla y hay unas cristaleras desde donde se puede observan las antiguas construcciones árabes de ladrillo. He parado, después de olisquear los puestos de verdura y frutas, de carnes y pescados, de ultramarinos, puesto donde solo hay cajas repletas de caracoles furtivos que me llamaron la atención. He parado, como digo, en la cafetería La Muralla y me he tomado un café con tostada de aceite y tomate para desayunar, echando de menos un libro entre mis brazos y en su ausencia, me he dedicado a observar a la gente. Luego, al cabo del rato, con las manos heladas que rodeaban el vaso para entrar en calor, me fuí yendo hacia la orilla del Guadalquivir por el Callejón de la Inquisición. Allí, sobre la plataforma construida seguramente para reposo de pescadores de caña, estuvo un rato pensando y viendo pasar las decenas de piragüistas que se afanan por recorrer el río de un lado para otro y casi siempre a favor de la corriente. Hace una mediodía espléndida. He recogido ayudándome de una rama seca, un clavel rojo que sacaba su flor flotando sobre el agua. Es un clavel para Beti que he incorporado a la lechuga y los tomates y tambien a los aguacates a bajo precio que compré en San Jacinto, calle en parte cortada por las labores de poda.
Voy alegre por las calles de Triana, intentando vivir en profundidad el momento de placer bajo el sol. He cogido el coche y esperado a Beti a la salida del Hospital. Comimos y después nos marchamos con la bici al centro, pasando por la Puerta de la Carne y parado en la cafetería Carmela. Hemos ido a sacar los billetes del AVE para ella a Santa Justa.
Y por la noche, preparando la maleta y demás cosas y algo cansados, nos quedamos en casa, juntos, en estas cuatro paredes que forman parte de mi vida, de esta manera, a veces solo, otras con la dicha del acompañamiento, que lo siento de veras, cuando una mujer como Beti, cariño en persona, hospitalaria y halagadora como nadie, viene y ocupa los rincones, las habitaciones. Y entonces su presencia se manifiesta por todos lados: ordena mis jerseys y mis toallas de diferentes colores, una encima de otra, dobladitas en el mismo tamaño. La ropa interior bien puesta y doblada y todo lo que forma parte de mi, objetos y prendas, todo sufre o mejor, goza de transformación.
Las delicadas manos se afanan en conseguir la perfección, el orden y buen gusto, pero ante todo, se afanan en representar lo que su interior me quiere decir, lo que sus sentimientos me quieren comunicar, lo que ella, en sí misma posee y genera. Su generosidad, su cariño, su amor con el tiempo en sus manos, es capaz de crear la hermosura sin límites, en mayúsculas.
El domingo, último día que Beti está en Sevilla durante este período, madrugamos para coger las mochilas y las botas de andar y fuimos dirección Morón de la Frontera por la autovía A-92 y luego Villanueva de San Juan y Algámitas. Desayuno con tostada, aceite y tomate en Villanueva de San Juan, justo a la entrada del pueblo y dejamos el coche en el complejo “El Peñón”, bajo el sistema montañoso del mismo nombre: “ El peñón de Algámitas “. Toda una montaña por delante que parece infranqueable, inaccesible. Aquí se alquilan cabañas con chimenea y huele a leña. Tambien hay cámping y se organizan diversas actividades en torno a la montaña y deportes al aire libre. Hay ajetreo de domingueros y niños que se emocionan viendo los pájaros y aves de corral enjaulados en semi libertad.
Hemos subido a través de un camino que rodea la falda de la montaña. Allá arriba, el sueño de la cumbre. Es un bosque de encinares mayoritariamente y otros árboles y arbustos de hoja caduca que contrastan en sus tonos amarillentos y rojizos con el verdioscuro del encinar. Las bellotas pueblan, junto con la hojarasca, el suelo pedregoso. Hemos caminado hasta que parecía que nos íbamos retirando demasiado del propósito de la ascensión y en ese momento hemos pasado una alambrada y buscado los claros del monte para subir. Claros llenos de verdor y humedad. Zona de umbría a este lado de la montaña. En lo alto, el sol descubre la piedra. Hemos intentado la subida escalando un poco y pasando un poco de miedo ante el temor de caerse. Beti me ha echado una mano y creo que si no es por ella no hubiera conseguido pasar. Cuando al fin lo he hecho, hemos descando en un rellano y Beti ha realizado varias incursiones sin mochila para estudiar el terreno, que se adivina impracticable para nuestros medios. A la vuelta, me ha comentado que ha visto una cruz blanca. Nos agarramos a las grietas y a las encinas enanas que crecen entre las rendijas. La piel arañada y el esfuerzo sofocante durante todo el tramo. Tras vacilar durante algunos tramos, hemos encontrado un sendero pequeño que conduce a la roca escarpada. Al lado, la lengua de desprendimientos de piedras, llega hasta la arboleda. Bajo la roca hemos ascendido por un lugar lleno de hierba y olor a tierra mojada, una tierra negra y orgánica que deja las manos manchadas. Desde aquí, hemos podido continuar hacia arriba, en dirección al collado, la “ u “ que describe el perfil montañoso. Trepando sin demasiada inclinación, he subido primero y sentado de horcajadas, Beti, después. En la cara sur, dá el sol y se ven a lo lejos, los restos de los castillos sobre las atalayas, erigiéndose sobre la niebla. Es un espectáculo asombroso, a vista de pájaro, controlando el límite entre el sol y la sombra, entre el esfuerzo realizado y la contemplación de un nuevo paisaje, extenso y bañado en sol. Beti se ha puesto a mi lado, aprovechando el escaso espacio que ofrece la roca, justo en el corte, con una pendiente que dá miedo, amansados por el sol, abrazados, en duelo constante por el equilibrio realizado para no caer. Y justo aquí, hemos querido hacer el amor: primero los besos, luego su pecho incandescente, luego toda ella desnuda, su blancura en la altitud, como los pájaros que se aman en lo más alto. El sol nos ha calentado y con cuidado, ella se ha colocado delante mía e inclinado para que la posea. Equilibrio y pasión. Entonces, el viento aliado se ha metido por los rincones de nuestra piel y me parecía estar volando, como a ella le pareció de igual modo, recibiendo la sensación de ingravidez y después de relajación en este pequeño reducto de paraíso rocoso, en manos del aire y el sol y toda la tierra y los campos, los encinares y la hierba, los pueblos y caminos, debajo de nosotros, como elementos de juguete, miniaturas a nuestro servicio, superado ya el terrible acoso del esfuerzo prolongado y el temor animal a la caída. Hemos hecho fotos, pero la verdadera inmortalidad está ahora en nuestros ojos y en nuestro corazón, que siente la plenitud a bocajarro.
- ¡ Cuidado con la bajada ! - Es lo primero que hemos tenido en cuenta y la primera precaución que hay que tomar. Beti se resiente de su rodilla y de la sobrecarga que ha realizado. Pero afortunadamente la cosa no ha ido a más y hemos conseguido llegar al camino. El rocío permanece aún sobre la hierba en esta zona de umbría. Dá alegría y frescura verlo. Abajo, al pasar por las cabañas, huele a leña de encina quemada, a hoguera.
Pero la libertad está allá arriba, en ese sitio que hemos sellado con nosotros mismos, con nuestros cuerpos, con nuestros flujos, con nuestros besos.
Ahora todo se vé desde lejos, como algo pasado. Pero el tiempo es nuestro, manipulado a nuestro antojo y este imperecedero momento, evocado en esta leyenda, jamás se borrará de nuestra memoria, que constituye el soporte de la historia que juntos hemos decidido escribir.
Por la Vía Verde, desde Coripe al Peñón de Zaframagón. Los Buitres
Ayer fué día festivo, conmemorándose el 23 aniversario de la Constitución. Mi cari, vino el miércoles por la tarde en el AVE y fuí a recogerla a Santa Justa. Como me había echado un poco en el sofá, me quedé dormido con la gata encima y llegué un poquito tarde a la estación. Ella, que ya me estaba esperando, se enfadó un poco y lo cierto es que lleva razón. Mirándolo ahora, como todas las cosas que hay que valorar, siempre desde otro ángulo y no en el momento, el soporte a veces de la emoción, de la llama continua de la relación, se sustenta en estos pequeños detalles. La normalización hace que descuidemos a veces la importancia de la espera, de los silencios, de los abrazos, de los besos que denotan afecto infinito, besos que no son antesala del cuerpo, sino que gozan de vida propia e identidad, como seres vivos que se valen por sí mismos.
Poco a poco, en una labor de hormiguita, fuímos recuperando la confianza a través de las palabras, de la presencia del otro en nuestro momento, de esa presencia física de la personas que queremos, que ahora se sitúa a nuestro lado, en el sillón de al lado de nuestro coche, mientras conducimos y la ciudad se afana en un devenir a veces sin sentido.
Beti llegaba saturada y necesitaba salir y despejarse, librar su cabeza de conflictos y para ello, dimos un paseo por la ciudad. Es tensión que se acumula cada vez que se repite el ciclo de lo mismo, la rueda de los billetes, los horarios y luego ese tren que vuelve a pasar por el mismo sitio para alcanzar un aliento, una mirada que están a más de trescientos kilómetros. El tiempo pasa.
He ido a encuadernar unos apuntos y luego a dar un paseo por la noche del centro de Sevilla, con los arbolitos, navidad tras navidad y alrededores, vestidos de luces, con su traje luminoso que invita a los escaparates. En la Plaza Nueva han vuelto los libros de ocasión con páginas ya amarillentas y que año tras año, sobre las estanterías y las vitrinas, se vuelve a prostituir a los viandantes. Son libros de todas clases, clásicos, de filosofia, manuales prácticos de varios temas, libros apiñados que remueven nuestras órbitas oculares de un lado para otro y que produce mareo. Es una búsqueda en otro lugar, en otro pensamiento, en una verdad que sabemos que anda escondida y que no acertamos a saber donde, trocitos de mundo, de realidad perenne y cuajada que no se acaba de desflorar. Los libros ofrecen tambien un espectáculo multicolor y un señuelo para las miradas atentas al detalle. Al lado, en la Plaza de San Francisco, las figuritas del Belén, de distintos tamaños, figuras congeladas de yeso y pintura, tambien de madera, de color bronce, figuras con personajes con barba y pelo largo, con trajes orientales. Y el olor a incienso, por esas chimeneas de barro a veces desproporcionadas.
Hemos caminado hacia la Plaza de la Magdalena y por la calle Odonell a la Campana y luego por la Encarnación hasta el bar La Giganta, con imágenes enmarcadas del Giraldillo en distintas épocas. Allí hemos tomado unos vinos y pastel de calabacín, buenísimo, tambien morcilla de arroz. Luego en casa, enseguida en la cama, dentro de la hoguera de las sábanas y de los besos.
En este día seis de diciembre, medio cubierto de nubes, hemos ido por la carretera de Utrera hasta Montellano. A la salida del pueblo, dirección Coripe, hemos parado a desayunar en la venta El Potaje. Pan con aceite, o mejor aceite con pan, puesto que hemos saturado el mollete con ese líquido espeso, verdoso y fuerte al paladar, este aceite oloroso, esencia del olivar próximo. Tomate en rodajas , café con leche. Es lugar rústico esta venta y el precio bueno.
En Coripe hasta el aparcamiento al lado de la Via Verde y luego caminando hacia la izquierda, por un camino llano, bajo los túneles de piedra, a veces iluminados. El día se va abriendo poco a poco y la luz del sol penetra amable entre las nubes. A ambos lados del sendero, prenden las hogueras de los rastrojos y el ramaje de la poda. Se suceden manchas de ceniza blanquecina y gris y sobre una de ellas, que aún guarda rescoldo, hemos arrojados unas ramitas y ha prendido. Es hermoso ver como el fuego resucita y las llamas aparecen de nuevo. El paisaje otoñal flanquea con arbustos pardos el rio, allá abajo. A la derecha, se extiende una repoblación de pinares verdes, debajo, la hierba. Hay faena de obreros del campo limpiando el bosque.
Tras algunos kilómetros caminando en solitario, cogidos por la mano o la cintura, hemos ido a buscar agua a la fuente “ La Alberquilla “, tomando un camino que sale a la derecha y en ascenso entre los pinos. Hay que subir bastante y luego nos encontramos con una explanada y la fuente con un chorro generoso. Ha salido el sol. El pilar acumula el agua pura y crecen yerbajo en el fondo, plantas acuáticas que, acostumbradas a este medio, forman una cubierta vegetal, hermosa en su esplendor.
Más allá, después de comer algo, hemos tendido la manta sobre el suelo y mientras he bajado a recoger los anoraks, Beti ha encontrado pasto y ramitas para producir un fuego. Hemos acumulado leña hasta que ha prendido y luego nos hemos tendido sobre la hierba. El sol nos ha acariciado de nuevo y hemos dormido un rato después de hacer el amor como salvajes, con todo el oxígeno para nosotros y el peñón al fondo.
Desde aquí, caminando por un sendero que sigue entre pinares. La hoguera nos ha dejado un olor a humo, a humo y a sexo, a campo. La roca sostiene la vida de centenares de buitres expectantes al alimento. De vez en cuando abandonan su atalaya para sobrevolar el tajo, sobre el río y lanzarse a la explanada. Hemos subido entre las rocas y los arbustos, hasta una atalaya de piedra, como un balcón al borde del precipicio. La mochila se quedó atrás, con los chaquetones y hemos llegado con la cámara de fotos y los prismáticos. Observamos y admiramos el movimiento de aves y su majestuoso vuelo.
El peñón de Zaframagón es una mole rocosa de gran altura y que desde aquí dá pánico asomarse. Al cabo del rato hemos subido más y más, hasta alcanzar una cima que roza el cielo. Cientos de buitres pueblan el techo celeste, de un lado para otro. Algunos se posan cerca. Otros, en parejas y en comunidades, se apiñan en lo más alto de un picacho.
Beti se ha asombrado a cada instante, emocionándose por todo. Es genial. Una niña que habita dentro de ella, dá un grito, señala con el dedo y salta. Esa niña interior para mí es algo maravilloso, increíble. Una mujer y una niña, cada una con lo mejor de sí misma. Yo la miro y sé que ella a mí, tambien me mira, a veces de reojo, otras con los labios. Me fotografía desde la distancia para comprobar la magnitud de la altura. Luego, lo hago yo con ella, que encuentra la posición más adecuada y guarda equilibrio sin asustarse casi de nada.
Le gusta asomarse al precipicio, por donde susurran las aguas y el río se crece en la cascada. Así es que extiende su cuerpo sobre la mole cúbica de la roca y asoma su cabecita con prudencia. Yo la veo a todo lo largo, con sus facciones fuertes y su pelo castaño claro, a veces rubio.
Desde este lugar nos hemos sentido muy bien, plenos, orgullosos, excitados por conseguir poner nuestros pies donde antes pusimos la mirada y el deseo. Y ahora contemplamos, sabiendo que el lugar esconde un secreto, una fórmula de paraíso escondido que ahora desvelamos.
Hemos navegado, mi cari y yo, desde la verdad de esos rincones reconocidos e iluminados por el sol, pasando por la puesta de sol entre los chopos amarillentos, con el fragor de los tonos rojos en el horizonte, entre la “ V “ que forman las montañas y su cuerpo. Su cuerpo reclinado sobre el mío. Su mente perdida, a disposición del viento y los olores, con alguna ramita seca o una flor en los bolsillos, con una pareja o dos o tres o cuatro de bellotas en su capuchón, ese bello detalle natural, ese bello collage de la naturaleza que ahora compone en su sueño para dar cabida dentro de su alma.
Entre las rocas, crece una planta con flor, una planta que nace de un bulbo y que hemos arrancado. La tierra negra es común detrás de la fuente y hemos cogido un poco para cubrir las raices.
Hoy, poco antes de la medianoche, hace cinco meses que nos conocimos.
Hoy, día siete, hemos tenido que madrugar para llegar a buena hora a la estación y ella se ha marchado en el tren de las 7:50 a Córdoba y luego en el AVE a Ciudad Real. Hoy, Beti tiene guardia y yo me voy a la Policlínica que es donde escribo todo esto. La echo de menos nada más montarse en el tren, lanzarme besos que antes me dejó impresos en mis labios y luego agitar su brazo hasta que la parte trasera del tren se ha ido alejando. He vuelto cabizbajo al coche y al llegar a la Policlínica, he aparcado, echado el asiento hacia atrás y tumbado un rato para hacer tiempo y pensar. Hace frío. Madrugar para despedirme de mi cari, me pone nostálgico, triste, con esa pena infinita que tantos siglos se ha extendido junto a los andenes, junto a las puertas de las casas, junto a un río, un puente o una plaza. Una pena sin nombre que no quiere abrir los ojos al día.
Y como digo, cerrando los ojos al principio, para después abrirlos a lo cotidiano, dejándose llevar por la inercia de los días y volviendo a la fé de nuestros adentros, de aquel faro que anuncia el puerto, cuando el mar nos devuelve a la orilla.
Mi cari viene a verme a la guardia por sorpresa, visita relámpago que me llena de emoción
El sábado, día de la Inmaculada Concepción, fiesta nacional, tuve guardia en la Policlínica y después de haber salido el viernes por la noche y acostarme tarde, estuve durante toda la mañana y parte de la tarde, destrozado y tristón. Por la mañana hablamos Beti y yo por teléfono y surgieron dudas y desacuerdos. Esto, unido como digo a mi estado físico y moral, me provocó desaliento y agobio hasta tal punto que arranqué a llorar de coraje.
Todo fué una nebulosa que poco a poco se fué disolviendo después de comer a mediodía y charlar un rato con mi compañero de servicio.
Pero en medio de este proceso mi sorpresa fué mayúscula cuando mi cari se presentó en la puerta exterior, con su chaqueta gris y gafas de sol. Ha venido en AVE y desde la Puerta de Jerez, a pie. Al verla mi compañero, no la reconoció y cuando salí para ver quien era, me alegré mucho y comprendí en ese momento la magnitud de su amor y el alcance de su voluntad.
Cuando ella ve que algo no está claro y necesita hablar, no escatima ni tiempo ni medios para hacerlo. Es superior y actúa dejándose llevar por su corazón a pesar de ser una mujer con alto contenido de racionalidad y capacidad de organización y de agilizar su mente en sentido práctico.
Se dá en ella una mezcla excitante entre sentimientos, impulsos, apasionamiento y por otro lado una mente abierta, perfectamente desarrollada para afrontar los problemas de la vida, la adversidad.
Pasamos dentro, nos abrazamos con fuerza, hablamos en el cuarto de servicio, mientras Jesús, mi compañero, permanecía en su dependencia en la segunda planta. Allí, intentamos esclarecer todas las dudas y sombras que habían surgido por la mañana. Ella, con su piernas entrelazadas en las mías, sentados.
Luego, una vez tranquilizados los ánimos, en la cama, haciendo el amor: no pudimos evitar desnudar nuestros cuerpos para rozar nuestra piel. Y así, tumbado en la cama inferior de la litera, permanecimos un tiempo abrazados. Luego, Jesús fué al comedor, trajo la cena en unas ollas y comimos recalentando la sopa y las patatas fritas. Más tarde, fuí a llevarla a la estación y los besos no cesaron, uno tras otro, hasta que la ví perderse en el control.
Cuando venía de vuelta pensé en todo esto y me di cuenta de lo importante que es a veces, especificar nuestras intenciones y dar a conocer al otro todo lo que pensamos y consideramos, de manera sincera, sin tapujos.
Por otro lado, su visita ha servido para darme cuenta de la profundidad y del sentimiento que esta gran mujer pone en todo lo que hace y en particular esta relación.
Lleva dos fotos mías en su cartera. Se extraña de cómo en un año ha cambiado tanto su vida.
Ayer, once de diciembre, mi cari me llamó por teléfono un poco preocupada porque en COREYSA las cosas se han puesto complicadas y va a pedir la dimisión en su trabajo allí. Esto lo hace porque las guardias se multiplican y no quiere renunciar a su parcela de tiempo libre necesaria para llevar por buen camino la relación. Aunque ella esté un poco agobiada, le he intentado dar ánimos porque a mi me parece bien la opción. Ahora quiere buscar trabajo en otro sitio y está probando opciones. Le agobian la hipoteca y los gastos adicionales y lo entiendo, pero ante todo está su salud, su tiempo y su felicidad, en definitiva. Ya nos apañaremos.
Mi cari me ha dicho que le ha salido un bultito en el pecho, una rojez caliente. Esto me ha preocupado un poco, a ella tambien y ha comenzado a pensar en lo peor. Se ha hecho una ecografía y radiografía allí mismo, en la clínica, afortunadamente no reviste gravedad.
Por otro lado, estamos muy cerca de Navidad y el viaje hacia Tudanca se hace inminente, así es que ya estamos pensando en ello. El fin de semana próximo viene de nuevo a Sevilla en coche para llevarse la gata que hace dos semanas que vive conmigo aquí y de paso recoger algunas cosas necesarias para el viaje. No quiero que decaiga la moral y que estemos siempre juntos para las duras y las maduras.
Dia 13 de diciembre de 2001: Cumplo 32 años.
Hoy cumplo 32 años. Anoche, justo pasadas las doce, cuando me encontraba dentro de la Policlínica, de guardia, mi cari me llamó por teléfono y como no lo cogí yo sino mi compañero, se hizo pasar por Mari Flor. Así es que cuando el chico dijo que me había llamado una chica con este nombre, me extrañé y pensé que no era para mi. Más tarde, pasados unos cinco o diez minutos, me volvió a llamar y hablamos.
Ella está presente siempre y todo esto lo hace de manera espontánea, con sentimientos profundos y no descuida nada. Su empleo de amor la requiere en todo momento. Toda su atención está fijada en los contactos en la relación y es capaz de elevarla a lo más alto.
He invitado a café a la gente de aquí, de la Policlínica. He encontrado tambien, un mensaje de Beti, bien temprano, a las ocho menos cuarto, cuando aún no me había levantado. Echo de menos el tiempo pasado, algunos momentos inolvidables de estos treinta y un años a punto de morirse ( a las doce del mediodía ), pero tambien cargado de optimismo y vitalidad.
Los treinta y uno me dieron la posibilidad de conocerla, ante todo y principalmente. Conocer una mujer que late como late un volcán a punto de entrar en erupción, que siente que su explosión está cerca y se afana por condensar la mayor cantidad de calor muy cerca de la piel, una piel, que extendida es el mapa de todos los continentes, de toda la superficie de la tierra que te cubre y te protege. Una mujer que me hace saltar a lo más alto y ella conmigo.
Los treinta y uno me dieron la seguridad en el trabajo y el cambio de destino a este nuevo lugar. Me dieron emociones, viajes sin salir de mi país y la aventura del amor. Este es un paso más y así lo siento. He logrado centrarme en aquellas cosas que me hacen mucho bien y retirar lo que no me ayuda.
Ahora, treinta y dos, número redondo, cifra par. Ya no estoy solo. Ella me acompaña, lo siento así, me siento así y quiero seguir sintiéndolo.
Beti viene a Sevilla. Comida de Navidad con la gente de la Policlínica
El viernes catorce, hubo celebración con la gente de la Policlínica, una comida en el polígono Pisa, en Taberna Triana. Comimos, bebimos y bailamos. Beti llegó en su coche a Sevilla sobre las cinco y como estuvo un rato esperándome y no llegaba, me llamó malhumorada, enojada, un poco fuera de sí. Sobre las ocho acudí a casa y ella no estaba; la llamé y vino al poco tiempo. Yo no estaba para explicaciones y ella las buscaba. Me acosté y ella tambien. Quizá su mente se pobló de malos pensamientos y confusión, pero hicimos el amor y nos quedamos dormidos. A ella no le apeteció demasiado, pero así fueron las cosas. Yo tenía un regustillo en la boca a cubata y champán y con la música aún en los oídos y el olor a humo en la ropa, no pensaba nada más que en tumbarme y dejarme llevar por el sueño hasta el día siguiente. El día siguiente, en la cama hasta muy tarde. Amaneció lloviendo ligeramente: “ orballa lentamente “ y con mucho frío. Pude ver su regalo de cumpleaños: Una mochila roja, preciosa y de calidad. Esperaba habérmela entregado el viernes, pero bueno, ahora, sobre la cama, los dos aún en pijama. Cuando fui al armario, me encontré una caja con una camisa y corbata dentro. Me llevé una segunda sorporesa. Solo nos levantamos para comer y luego por la tarde ir a comprar. Está todo lleno de gente. Vuelve la rutina navideña. Hicimos el amor numerosas veces. El alcohol acumulado me mantenía a tono. Por la noche, a última hora, estuvimos viendo las diapositivas que nos traen imágenes, desde La Alpujarra, pasando por Cabañeros, Hornachuelos, Algámitas y el Peñón de Zaframagón. Nos bebimos una botella de cava que tenía en el frigorífico desde este verano.
El domingo fuímos a Guillena, a la casa de una compañera de clase, para terminar un trabajo para la asignatura de Educación Familiar, un trabajo que habla del uso de la televisión y sus consecuencias. Llegamos temprano, pero hubo mucho que hacer y nos llegó las seis de la tarde. Beti nos ayudó y entre los tres, repartiéndonos la tarea, hicimos un buen trabajo en equipo. Valoro su esfuerzo y capacidad. Está a la altura siempre. Compartimos la comida y luego nos tomamos un café con pastas. Cambiamos el billete. Ella dejó el coche aquí y se fué en el AVE. El gato continúa conmigo, llenándome una semana más, la casa de pelos, pero creo que ya me he acostumbrado a él y notaría su ausencia. Mi cari se fue a las diez de la noche, fui a llevarla a la estación y nos dimos besos en el andén, en medio de la gente que se agolpaba a la puerta del tren. Antes de irse, pasamos unos momentos sobre el sofá, allí tumbados, divagando nuestra mente de un lado para otro.
Esta última semana en COREYSA, está saturando el tiempo de mi cari, que ayer martes y anteayer lunes estuvo metida en la clínica todo el día, devolviendo horas de guardia y haciendo las que le quedan. Pero eso no es todo, esta mañana ha salido de allí, ha dormido un poco y de nuevo, a las seis de la tarde entra de guardia hasta el viernes por la mañana. Está cansada y muy metida en esta realidad. Ya nos hace falta abstraernos un poco y vivir en ese cielo que inventamos.
El tiempo pasa y ya ha llegado el viernes. Beti ha salido de COREYSA, quizá, definitivamente y yo estoy un poco nervioso por el viaje de esta tarde a Ciudad Real. Tengo que cargar el coche y adormecer al gato con una pastilla que me dejó ella preparada en el mueble-bar. Ayer, ella, en la cafetería de la clínica, tuvo una cena de Navidad con la gente del trabajo, que sirvió, al mismo tiempo, de despedida. La echan de menos sus compañeros y aprecian su trabajo. Ella está contenta por esto.
Llegan las vacaciones de Navidad. Once noches juntos
El viernes 21 de diciembre, comencé las vacaciones de Navidad. Llegué a casa, metí al gato en su jaula, después de haberle dado una pastilla con la finalidad de adormecerlo y tras llenar el coche de Beti, que lo tuve yo durante la semana, pues ella se fue en el tren, cogí carretera de Córdoba por la autovía y con el felino en los pies del acompañante del conductor y en el interior de esa caja de plástico con rendijas me fui hasta Ciudad Real. Íbamos a pasar la noche del 21 allí y el sábado viajar al pueblo para pasar la Nochebuena. El viaje sin incidencias, de vez en cuando algún maullido de agobio natural del animal y una parada a la salida de Fuencaliente para tomar café. Es la primera vez que pasaba por esta carretera recién estrenada y que conecta la Nacional IV con Puertollano a la altura de Montoro, cruzando el Parque Natural de las Sierras de Cardeña y Montoro. El coche iba lleno de maletas, repleto de cosas para el viaje a Santander. Cuando me metí por las calles de Ciudad Real, atestadas de gente, mi cari estaba esperándome en una de ellas, arreglada y perfumada. Dejé el coche y estuve vigilándolo mientras ella iba llevando bultos a su piso.
Toda la ciudad está llena de luces y movida consumista. Los escaparates y las tiendas rebosan de mirada y búsqueda. Hay ajetreo, desasosiego, inquietud y tambien, ¡ cómo no !, desorientación.
Como la gata se ha lastimado algunas uñas en el intento en vano de salir de su cajón, hemos tenido que ir al veterinario, para que le echara un spray de color plata que manchó las manos de Beti y ponerle una inyección de analgésico para el dolor. El pobre animal, con sangre en sus patas delanteras, maulla desesperado, aún bajo los efectos de la medicación. Me he sentido un poco desplazado, me ha faltado paciencia y comprensión. Lo admito.
Por la noche, después de pasado el susto a mi cari, ya con el gato reponiéndose en casa, salimos a dar una vuelta a un bar, donde ella había quedado con compañeros y tomamos vino y comimos algo. Luego fuimos a otro sitio y apareció Luchi. En su coche, ya más animado yo, que en un principio no levanté cabeza y estaba apático y aburrido, puso música elevando el volumen, música de pasodobles tradicionales y fuimos en el maletero de su todoterreno, cantando. Nos metimos en un pub con pista de baile: El Saint Tropez y allí bailamos y bebimos una copa. Llegó mas gente y celebramos la noche.
El sábado nos levantamos, desayunamos y fuimos de compras para llevar algún regalo al pueblo. Ella había comprado un nacimiento de escayola maciza, con la Virgen, San Pedro y el Niño y lo había pintado en bronce, colocando en la base un paño de color rojo. Le había quedado precioso. Era para llevarlo a Pozoblanco al piso de María Jesús. Compré un queso de oveja en Quesos El Valle, una bandeja de caña de color nogal para Sonia, una petaca para echar bebida para Eduardo. Comimos migas con tropezones en la Plaza Mayor, en un acto comunitario con donativo para una causa benéfica. Repetimos. Hay actividades para niños. Nos excusamos de emplear tiempo cocinando y pudimos echar la siesta después de bebernos media botella de cava y quedarnos sin fuerzas en el sofá.
Por la tarde cargamos el coche poco a poco e hicimos el camino hasta Villaralto por Piedrabuena, parando antes en un Centro Comercial para comprar un regalo a mi sobrino. Un balón de colores con música. Hemos llegado al pueblo y pasado varios días allí, hasta la noche de Nochebuena. Hemos podido compartir el tiempo con Sonia,Toni y el niño, que ya va para arriba y tambien con Papá y Maria Jesús, que recibió muy ilusionada el regalo de Beti y tambien con Rafa y Juanjo en Pozoblanco. Hemos salido a comprar por las calles de este pueblo. La Nochebuena en Villaralto, en el salón, tambien con Eduardo y Verónica.
El día de Navidad hicimos el viaje hacia tierras cántabras, hacia Tudanca. Todos los bares estaban cerrados y sólo en Almadén pudimos tomar un café en un triste casino que olía a carne cocida y donde no ponían tostada. Así es que cogimos unos mantecados y con eso nos apañamos.La carretera estaba casi vacía. Pasamos al lado de Agudo, donde Beti estuvo durante algún tiempo viviendo en el Centro de Salud. Le vienen recuerdos. Hemos cruzado la provincia de Ciudad Real por su lado oeste y llegado hasta Talavera de la Reina. Más adelante, ya en la provincia de Ávila, paramos a tomar café y descansar un poco. Antes, paramos a almorzar en el Puerto del Pico ( 1350 m ), en la Sierra de Gredos, justo al lado de la calzada romana, nevada, por cierto. Es un lugar que ofrece unas vistas impresionantes. Hemos troceado chorizo ibérico Desde Ávila hasta Valladolid y luego Palencia. Hemos parado en Piña de Campos y en un bar pedí un calendario de pared para el 2002. Luego ha cogido el coche Beti y más tarde de nuevo yo otra vez. Nos ha llegado la noche y hemos cruzado Cervera de Pisuerga para acceder a Cantabria por el puerto de Piedrasluengas. Comienza la nieve y el frío, la proximidad de la montaña y los pequeños pueblos de la mano de Dios. Hay que atravesar un puente sobre un gran embalse. Hemos encontrado, cruzados en la carretera, una manada de caballos salvajes. Se ve la nieve con la luna casi llena. Todo el día ha estado azul, radiante. Al bajar el puerto hay que circular extremando la precaución. En un cruce hay que tomar a la derecha, pues a la izquierda nos llevaría a Potes. Hay que tomar dirección Puentenansa. Hay peligro, pues la nieve cubre la calzada y no hay nadie por aquí. Tras cruzar varios pueblos de la comarca de Polaciones, hemos llegado al fin a Tudanca, primero a La Lastra y luego al pueblo. Hay hielo y el coche patina en las primeras calles. Un hombre nos ha ayudado a subir, empujando con Beti.
Al fin hemos llegado y ya nos estaban esperando en La Cotera. Marisa es una chica joven, madre de dos niños, y vive con su marido Juan Ramón ( Ramonín como ella le dice ). Nos ha enseñado la habitación prevista para que nos quedáramos allí, pero tiene dos camas y nosotros queremos una solo, así es que nos ha ofrecido otra desde cuya ventana se puede ver toda la montaña y la Peña Sagra nevada. La vista es impresionante. Hemos salido a tomar algo al bar “Peñas Arriba”, como el libro de Pereda. A la derecha reposa, majestuosa, La Casona, monumento nacional que ya tuve oportunidad de visitar en el año 1995 pero que ahora está cerrada al público.
Como no ofrecían nada caliente, hemos comido un bocadillo de queso. Los hombres nos miran afectados por el alcohol, murmurando y cantando como con pena de vez en cuando. Estos bares del norte están inundados de sombras...
Dia 26 de diciembre. Después de desayunar en la casa, junto a la chimienea, hemos seguido un camino que sale arriba, en la parte alta del pueblo: Camino de las Brañas de Carraceo en continua subida y por donde se puede ir al Valle del Saja. En la parte alta es todo nieve y luego ha comenzado a nevar y lo hemos visto todo blanco. Hemos jugado con la fría blancura y nos hemos tirado pelotas de nieve en una batalla en mitad de los prados. Hemos hecho fotos y nos hemos dejado caer en la pendiente girando sobre nuestros cuerpos. Así es que hemos pasado un buen rato y nos hemos reído de lo lindo y mojado por debajo de los guantes empapados y las botas por donde se metió la nieve.
Día 27 de diciembre. Hemos dejado el coche en La Lastra, junto al consultorio y continuado siguiendo la ruta del Camino del Potro por una pista hacia el Collado de Abellán. Hemos visto caballos salvajes sobre la nieve y los prados. Hace un día espléndido. Arriba hemos tomado el camino a la derecha, hacia San Sebastián de Garabandal, pasando sobre la nieve que espesa y oculta el camino. Hay pinares y un aire puro, frío. Al fin hemos llegado a este pueblo y hemos comido bajo el porche de la iglesia. Desde aquí por carretera hasta Cosio, café. Río Vendul. Antes de llegar a Rozadío, haciendo autostop nos han subido en un land-rover con un perro detrás y así hemos llegado por fortuna temprano y nos ha dado tiempo para ir a cenar a Puentenansa al “Gogar”.
Día 28 de diciembre. Hemos ido a Santander, a la ciudad, para hacer una visita a Don José Manuel, el cura amigo de Beti y que hizo tanto por ella. Luego hemos dado un paseo por la playa del Sardinero, por la playa del Camello y por la Magdalena, viendo el recinto de los osos polares y los elefantes marinos. Hemos ido rodeando la ciudad hasta que se nos ha hecho tarde. A la vuelta paramos a cenar algo en Cabezón de la Sal.
Día 29 de diciembre. Hemos tomado la ruta que va desde Sarceda a Selores, en la subida cubierta de brezales y el hayedo de Leroba llegando a Moscaorio con un frío terrible encima de la explanada que apenas nos dejó almorzar. Siesta imposible. Hay invernales de animales. Por el viejo camino de Valsemana entre los ríos Saja- Nansa. A la vuelta, dentro de una casa con pajar, dejamos las mochilas y nos desnudamos sobre la manta para hacer el amor. Cuando cogimos el coche fuimos a tomar café a La Laguna en Polaciones, en Casa Enrique. Y luego compramos queso fresco en Uznayo en casa de la Inés. Es un pueblo donde casi no se puede andar por la calle del hielo que hay.
Día 30 de diciembre. Hemos hecho una ruta que parte de Uznayo y que pasa por Humilladero. Subida hacia las Cumbres Altas y Picos del Cordel. La nieve está espesa. Aquí se encuentra el paso que va desde Polaciones a Cabuérniga por el Collado de Sejos y Selviejo.
Día 31 de diciembre. Nos hemos ido de Tudanca a Polanco, cerca de Torrelavega, donde vamos a celebrar el fin de año con Paloma y su familia en una casona antigua y reformada. Comimos y cantamos villancicos por turno. Uvas y champán. Bingo. Luego fuímos Beti y yo a un centro donde había orquesta pero la gente no se animaba y a Torrelavega dando vueltas sin sentido por los pub’s. Hemos vuelto al hotel Besaya donde nos quedamos a dormir.
Viaje de vuelta. 1 de enero 2002. Primer día del año de viaje desde Torrelavega a Ciudad Real y luego en AVE a Sevilla. Nos hemos levantado muy cansados y el viaje se ha hecho cuesta arriba. A eso hay que sumarle unos momentos de silencio con dolor producidos por malentendidos acerca de las amistades. El caso es que a veces conducir se ha convertido en un suplicio y la rabia contenida por la situación me ha hecho parar el coche en un pueblo que se llama Fuentespino, para llorar en silencio junto a la Ermita Padre Eterno. Beti, a mi lado, se ha abrazado a mí. Luego, más tranquilo, he podido continuar. Como mi tren sale a las ocho de la tarde, no ha habido mucho tiempo para parar ni nada. Desde Toledo ha llevado ella el coche y me he quedado un poco dormido de cansancio. Hemos dejado las cosas en su piso y me he marchado a Sevilla, con el tren saturado de gente y equipajes.
“Amor,
ave que al grácil
vuelo obedece
y posa sus alas
en quien merece”
( 4 de enero de 2002 )
Viaje a Ciudad Real en AVE, el día de Reyes
El día 6 de enero, cuando salí de guardia en la Policlínica, me fui a Santa Justa, dejé el coche cerca y cogí el AVE de las nueve para Ciudad Real. Hoy se cumplen seis meses desde el encuentro en Samos, allá por el verano, cuando los brazos desnudos, buscan otros brazos para bailar. Por el camino fui estudiando. Me tocó uno de esos asientos en que hay una lamparita en medio. Iba solo, sin nadie delante. Fui tranquilo todo el camino y a mis anchas. Al llegar, estaba ella allá abajo y arreglada y pintada. Fuímos a Miguelturra, al consultorio, donde trabaja su amiga Paloma. Beti llevó un Roscón de Reyes, dulce común en esta fecha y lo comimos, junto con otras compañeras. Proyectamos las diapositivas del viaje a Tudanca. En casi todas aparece la nieve. Navidad blanca. Luego, tras el desayuno, fuímos a su piso y estuvimos todo el día allí sin salir. Debajo del árbol de navidad, con luces, estaban depositados tres regalos: Una grabadora de sonidos con cinta pequeña, que estuvimos probando y riéndonos durante un rato, un atril para estudiar que ya habíamos visto en una papelería y nuestras partidas de nacimientos juntas en varios cuadros, ua para ella otra para mí. En su dormitorio, con una máquina de cortar pelo que compró, me cortó el pelo, al principio con dificultad, pero luego fue quedando mejor. Comimos unas doradas a la sal en el horno, primera experiencia culinaria de este tipo. No había manera de quitar luego la sal y el horno parece no funcionar bien, pero aún así, estaba bueno el pescado y había hambre suficiente. Antes, hicimos unos langostinos sobre sal en sartén, muy buenos. Un vino barbadillo. Nos tumbamos en el sofá. Aún perdura el pino de luces en la plaza y llena todo el paisaje que se ve desde el salón. Por la noche, de cena, berenjenas rellenas con bechamel. Tambien muy buenas. En su cama, refugiado contra el frío, al lado de mi cari, todo es un paraíso.
El lunes, festivo porque ayer día de Reyes, cayó en domingo, fuímos a dar una vuelta al campo hasta cerca del pueblo de El Hoyo, pasando Puertollano y Mestanza. Sobre Puertollano hay una niebla que probablemente proceda de la espesa contaminación del complejo industrial que hay en esta ciudad. Dejamos el coche al lado del puente sobre el Río Frío. Hay trabajadores cogiendo aceituna negra escarchada y arrugada. Todo el campo está blanco de la escarcha. Hac mucho frío. Poco a poco nos vamos adentrando entre la garganta, entre las Hoces de Riofrío. Un paisaje que combina la montaña y el tajo de gran profundidad y altura, con el devenir de las aguas del río, enjabonadas por los vertidos. Hemos comenzado a caminar al lado del río, entre las piedras, pero luego hemos tenido que ascender por la ladera. Llevamos mochilas y bocadillos, tambien agua y una manta para tumbarnos. El día está soleado y frío. Hay hierba y huele a humedad. La subida ofrece dificultad y hay que subir y sudar. Pero el sol relaja el ambiente y nos hemos deleitado sobre una piedra enorme haciendo cavidad. Allí, los dos desnudos, haciendo el amor sobre la manta, nuestra cama particular. Luego abrazados, ella sobre mí, medio dormidos. Mi cari se ha manchado la piel con los restos de chocolate con almendras. Su longitud de piel es blanca y se camufla con la piedra. Se ha puesto un pañuelo en el cuello, blanco y negro, con dibujos de vacas lecheras. La hace muy atractiva y deseable. Abrazado a ella y el sol abrazándonos a los dos, se está fenomenal y el silencio nos sonríe, la paz del campo, la magia del lugar, que una vez más hemos sabido recuperar, extraer.
Y luego la gran subida. Al principio intentamos otras opciones como cruzar el río, pero imposible. El agua está helada y hay mucha profundidad. No tenemos medios. Tampoco apenas en la subida pudimos apoyarnos en las piedras que resbalaban y en el musgo mojado. Sobrevuelan los buitres en círculo. Son buitres negruzcos y grises. Su vuelo es majestuoso, expectante, sereno. Son aves de gran envergadura y su presencia en el cielo es un espectáculo emocionante. La vista, a medida que se va haciendo mas interesante, dada la altura considerable alcanzada, exige mayor esfuerzo lógico y mayores dificultades. Nos haría falta una cuerda o algo por el estilo y a veces hay peligro. Allá abajo el río, el susurro de sus aguas. El desfiladero producido entre montañas es maravilloso. Crecen árboles hasta en las zonas más altas y a menudo nos encontramos con filtraciones de agua en la roca que van dejando gota a gota y produciendo pequeños chorritos. Hemos llegado a una altura y a un lugar desde donde sería peligroso continuar y la incertidumbre nos ha hecho volver, parar para almorzar de lo que llevamos y que preparó Beti y luego tumbarnos sobre la manta bajo el solecillo de la tarde medio adormilados. Así es que hemos dado la vuelta y poco a poco reconociendo los pasadizos por donde anduvimos antes y las rocas que ya conocíamos para que el camino resultase más fácil. Aún así, he caído varias veces y me he hecho algo de daño. Por fin abajo. Hemos visto una tortuga que mi cari puso entre matas. Llegamos al coche. Café en el pequeño pueblo de El Hoyo : un café y una manzanilla 1,20 euros. Vuelta a Ciudad Real. Ducha, macarrones de colores para cenar , queso de cabrales. Estudio. Esta noche me quedo en Ciudad Real. Mañana he pedido permiso para llegar más tarde a la oficina.
Beti de nuevo en Sevilla. Segundas Jornadas del Máster
Hoy miércoles viene mi cari en coche desde Ciudad Real, para el máster. Anoche estuvo preparando la maleta y otras múltiples cosas para traer, algunas mías que dejé allí después de las vacaciones. Le gusta organizar y es muy ordenada, ella misma lo reconoce. Es algo que posee desde muy pequeña. Esta es la segunda vez que viene para este asunto. Anoche, estuvimos hablando por teléfono y no nos hace nada de gracia dormir solos ahora que nos habíamos acostumbrado a compartir las horas de sueño y levantarnos uno al lado del otro, acurrucados, abrazados contra el frío.
El miércoles sobre las cinco, se presentó en casa con el coche cargado. Yo estaba repasando para los exámenes del jueves y del viernes. Mientras ella, en el sofá, se entretenía leyendo “El amor en los tiempos del cólera”.
El jueves, tras el examen de Técnicas de Modificación de la Conducta, que comenzó a las 12 de la mañana, fui caminando al hospital San Juan de Dios y la esperé a que saliera de clase. Nos tomamos una cerveza en la cafetería y luego me marché a comer en el Cuartel.
Por la noche la esperé en la puerta de la clínica y fuímos al Centro Urológico San Ignacio. Esto sigue. Aún no me han dicho nada claro sobre mi oligoespermia o como se llame. Y ya estoy un poco harto. El andrólogo me ha mandado nuevas pruebas analíticas y ya buscaré la fecha.
El viernes por la tarde tuve el exámen de Educación Familiar. Al salir fui a buscar a Beti y le mostré mi agobio porque me equivoqué a la hora de estudiar y el tema que me preparé no entró en la prueba. Así es que un poco aturdido, fuímos a cenar a Las Macetas, en Triana y de ahí a casa, muy cansados por cierto. Yo no dejaba de lamentarme y ella me consoló diciéndome que si lo había dado todo y estudiado, no tenía de que preocuparme.
El sábado marchamos juntos a la clase del máster. La encargada de impartirla fue Pilar Arranz, una mujer muy preparada y que sabe mucho acercarse a la gente. Hubo varias representaciones con personal asistente y ejercicios de relajación. Lo pasé bien y me vino fenomenal estar al lado de mi cari en esta mañana. Me apetecía. Fuímos a casa a comer y echamos la siesta. Por la tarde, en el Teatro Central, en la Isla de la Cartuja, viendo la obra de La Lozana Andaluza a cargo del Centro Andaluz de Teatro. Mucha gente.
El domingo nos fuímos a dar una vuelta a la Sierra Norte y caminar un rato por un camino que sale de El Pedroso. El campo está verde, precioso y nos tumbamos para hacer el amor y comer sobre el tapiz de la hierba, bajo los sombríos encinares. El sol apenas se puede abrir camino entre las nubes y corre algo de viento. En una finca, se acerca un potro para que le demos hierba. Cuando nos hemos alejado relincha para llamarnos. Saltan los borregos, salen florecillas amarillas y blancas, corre el agua por el arroyo, engordan los marranos que apenas pueden ponerse en pie cuando nos ven llegar. Sobre la manta nuestros cuerpos, el silencio absoluto, acurrucados....
Los naranjos estallan al lado de la carretera. He sacado los billetes de tren para el viernes hacia Ciudad Real. Como nos ha llegado tarde hablando en el coche, mi cari se ha quedado a dormir y se ha marchado el lunes de madrugada, casi sin hacer ruido, sobre las siete. Me he levantado para despedirla en la calle. Por el camino ha tenido un poco de sueño y ha parado en Bailén para tomarse un café. Ha llegado bien, por fortuna a Valdepeñas, donde la esperan sus compañeras.
Algunos problemas. Tensión por teléfono.
Ayer tuve guardia y por la tarde me llamó Beti, muy disgustada porque estuvo explorando en internet y vió un mensaje mío en “elmundoligamos. com de primeros de octubre. Lo vió en un cuaderno mío y acto seguido, al llegar a su casa se aseguró y llamó fuera de sí, casi con llanto. A mi se me hacía un nudo en la garganta, las palabras salían a tropezones. Estuvimos hablando un buen rato y por la tarde otra vez. No sé, creo que deberíamos hablar en cuerpo presente. He dado mis razones, ella las suyas. Sinceramente, la comprendo. Pretendo darle a entender que la relación sigue teniendo todo el sentido para mí y que la quiero. Se me saltan las lágrimas. He parado. Me mandó un mensaje escrito al móvil. Bueno, tres mensajes unidos:
“ Hablando quizás lo estropearía todo, así que me voy a dormir, con sosiego en el alma, contigo dentro de mi para seguir soñando...Pido disculpas por ser como soy, tan susceptible y llena de fantasmas y me prometo a mí misma y a ti que haré todo para ser más confiada, más respetuosa con tu intimidad y con tu libertad, más humilde en mis pretensiones y más realista en mis fantasías, ir despacio porque quiero que esto funcione. Te quiero mi vida! Buenas noches.-“
Luego se fue a dormir. Estuve leyendo un libro sobre la asertividad de Olga Castanyer y me acosté casi sin tener sueño. Toda la noche estuve dando vueltas en la cama.
Viaje a Ciudad Real. La Cimbarra y sus cascadas
Día 18 de enero. Viaje en AVE de nuevo a Ciudad Real. He llegado con tiempo a la estación de Santa Justa. Al llegar a Ciudad Real hemos dejado las cosas en el piso y dado una vuelta para comprar alguna cosilla. Nos hemos quedado este viernes en su casa y hemos cenado una comida típica de Rumanía a base de coliflor. Hemos hablado de la muerte, de las sensaciones y emociones que nos produce. Muy cansados, nos hemos ido a dormir.
El sábado 19 fuímos en coche hasta Aldeaquemada y La Cimbarra, ya en la provincia de Jaén, dentro del Parque Natural de Despeñaperros. Hemos desayunado en el Café Local de Valdepeñas. Es una de estas cafeterías de primeros de siglo, que me he imaginado que albergaría las conversaciones de los fanfarrones terratenientes con puro en la boca, panza prominente y chaleco con reloj de cadena. Hemos cruzado Aldeaquemada y llegado a un camino donde hemos dejado el coche y caminado por un sendero señalizado hasta el borde del barranco sobre el río Guarrizas, provocado por una enorme falla en el terreno. Desde arriba el espectáculo de las cascadas es formidable, espectacular y mirando con los prismáticos, el curso del agua que cae desde arriba hacia abajo, da vértigo. Mi cari, mi blanquita espiguita y yo hemos descendido por el tajo hasta el borde de la cascada y nos hemos puesto el impermeable para acercarnos más y hacernos fotos. Una detrás de la cortina de agua, otra, pasando esta y desde distintos ángulos. Llega el frescor y el ruido del agua al caer e impresiona. Arriba, asomados al precipicio, hay un grupo de gente que viene de excursión. Es un grupo numeroso, van guiados por monitores. Nos hemos cruzado con ellos en el sendero. Como desde aquí es dificultoso bajar, hemos dado la vuelta, cogido el coche y avanzado un poco más por el camino hasta cruzar el río. Desde aquí, por un sendero al lado del río. Nos hemos encontrado al cabo del tiempo de nuevo con los excursionistas, que vienen de Madrid y forman parte de un grupo senderista que se llama “Dejando Huella”. Ahora, avanzar resulta más complicado y tambien más interesante, pues hemos tenido que escalar un poco varias rocas hasta llegar a unas lagunas donde se remansa el agua en perfecta armonía y belleza. Más arriba hemos parado a comer, tendiendo la manta al lado de una roca. Los bocadillos con hambre sientan fenomenal. Hay algo de solecillo pero la tarde se ha nublado un poco y los dos tumbados, hemos sentido un poco de frío. No nos hemos despegado ni un momento. Al levantarnos hemos continuado temiendo que se nos echara la noche encima. Un paisaje de piedra vertical, se ha presentado delante de nuestros ojos, como un gran bloque impresionante e infranqueable; debajo, transcurre el río infatigable hacia el precipicio y la cascada, hacia el remanso, hacia el futuro mar que le espera hambriento. Es precioso. Hemos caminado pegados a la roca, cruzando el río en su parte más baja, apoyando nuestros pies sobre las raíces de los olmos, entre el fango que expide la laguna. Nos hemos introducido en una cavidad que forma la roca, un lugar parecido a una cueva. Para salir de allí, hemos tenido que escalar apoyándonos en un árbol y unos troncos que estaban puestos allí, subiendo las mochilas con cuerda. Contentos de haber realizado nuestro camino, hemos vuelto para coger el coche y tomarnos un café en Aldeaquemada, un pueblo fundado por Carlos III con el plan urbanístico propio de la Ilustración, calles en línea recta, sobre el plano. Es un pueblo de colonos, solitario.
De nuevo en casa. He revisado y modificado la carta que ha escrito Beti para solicitar la nacionalidad y que va dirigida al Ministro del Interior. Luego hemos cenado, nos hemos duchado y bailado “Cha, cha, cha” en su salón, descalzo y ella con faldita de volantes celeste, preciosa y juvenil, ingrávida y dulce, alegre y efusiva. Pasos hacia delante, hacia atrás, el ritmo marca. Vueltas y giros. Al lado en la mesa, dulce de merengue y whisky. Excitados, hemos terminado la música y el baile y hecho el amor sobre el sofá, con la ropa aún puesta y yo en pijama. Sobre la baranda de su balcón, asomándonos a la plaza por donde apenas transcurren peatones, hemos terminado de colmar nuestra excitación. Hace un frío terrible y la niebla cae sobre la ciudad.
Es una niebla que se ha extendido como una gran mancha blanca y espesa sobre la plaza durante la mañana del domingo. Abrimos la cortina y todo está blanco. Nos hemos levantado para desayunar e ir a dar un paseo a la Ermita de Alarcos que celebra en junio su romería. Es un edificio que tiene una portada gótica con un rosetón enorme y a baja altura. Hay yacimientos íberos y trabajos de excavación. Por un camino que corta los campos roturados, hemos caminado con la compañía de un perro negro pequeño, cojo y sobre estimulado que no deja de olisquearlo todo y andar de acá para allá. Hemos ido a comer al restaurante La Parrilla, en Picón, un pueblo cercano. Un arroz negro en paellera con ajo aceite y verdura a la plancha; vino manchego para mojar. Al lado se han sentado amistades de Beti. Ha estado muy bien la comida, pero había tanta gente y tanto humo que empezaba a incomodar. Mañanita de niebla, tarde de paseo y así ha sido. Hemos ido a la Atalaya, un parque periurbano donde crecen encinares y coníferas. Un paseo y a casa, para disfrutar del solecillo desde su cama, desde su cuerpo blanco y palpitante, todo fértil, desde sus labios rojos excitados, desde el sexo frenético que se apresura a recorrer las formas deseadas antes de que llegue la hora de la partida, de la despedida en el tren a las 20’20 y del vacío en la vía, en el alejamiento.
Volver a casa es de nuevo dejarlo todo en el hilo del teléfono, en las palabras, en la dependencia del aparato. En un intento de atrapar a la otra persona que nos deja cuando colgamos y todo se calla, todo se queda inerte, muerto, paralizado. Solo, al final, como una frágil cuerdecita, volvemos a los recuerdos, a ese rumiar los momentos inolvidables, casi todos.
Ayer lunes, después de hablar por teléfono ( yo me encontraba mal con dolor de garganta y carraspera ),abrí el correo electrónico y mi cari me había escrito una carta:
“Mon, 21 Jan 2002 20:30:55 GMT
Pensamientos invernales
Hola guerrero de mi luz!
Aquí estoy pensando en ti, en realidad no dejo de pensar en ti en ningún momento. Te estoy echando mucho de menos, tanto que a veces respirar se hace difícil, tanto me quema el aire que no trae tu olor y tanto me duele la luz que llega a mis ojos sin tus ojos reflejados. Pero supongo que esto tiene que ser así de duro. Te siento no obstante muy cerquita de mi corazón, lo invades todo, poco a poco te vas adueñando de mí, ya no solo físicamente cuando compartimos nuestros cuerpos a través de la piel y las cavidades exploradas continuamente y el intercambio de líquidos calientes; ya es mucho más, hablar contigo me ha llevado a sentirte muy dentro, ya no eres el objeto de mi pensamiento, te has convertido en pensamiento, lo mas íntimo de mi forma de ser, mis miedos, mi forma de pensar ha llegado a tí y has sabido como hacerte cargo de ello, recogerlo y devolverlo con una buena dosis de paz. Me siento bien, por ello te lo agradezco infinitamente. Solo quería que supieras todo esto. Te quiero mi vida, y haces que el amor sea el motor de mi vida, sacas de mi lo que no sospechaba ser capaz de sentir, pensar o hacer, llenas mi espíritu de alegría y ganas de vivir intensamente aquello que está en mi camino, haces que me sienta mejor persona estando a tu lado, todo se vuelve alegre, simple, bello y sobre todo factible.
Por todo ello, GUERRERO DE MI LUZ, GRACIAS y mil besos cargados de ilusión.
Beatrice Pop ( Oradea@eresmas.com )
Con mi cari en Sierra de Cazorla. Último fin de semana de enero con luna llena
El día 25 de enero quedamos en Córdoba, en la estación de tren. Habíamos planeado pasar el fin de semana en la Sierra de Cazorla y Beti llamó al Albergue Juvenil para reservar habitación. Así es que ella llegó con el coche y yo en el tren a las 16’30 h.
Cogimos la autovía hasta Bailén y luego para Linares, Torreperogil, Peal de Becerro y al fin Cazorla. Aparcamos el coche justo en la puerta del albergue. Cenamos allí mismo y subimos a la habitación ( la 305 ). Hay un grupo de chicos que vienen de Jaén. La habitación está en la última planta, en el ático del edificio y hay una viga de madera que la atraviesa. El techo es tambien de madera y hay dos camas. No hemos salido. Nos hemos quedado preparando las cosas, duchándonos y haciendo el amor. Hemos juntado las camas y por la noche nos cambiamos de una a otra para dormir juntos. Hace calor dentro ya que está puesto el radiador durante todo el día, a veces agobia. Fuera, colgada de la ventana, una bolsa con la comida que trajimos.
El sábado por la mañana desayunamos en el albergue y fuímos en coche, pasando por Burunchel, hasta la Torre del Vinagre y luego por la carretera que pasa por la piscifactoría hasta cruzar el puente, donde dejamos el coche y nos pusimos a andar siguiendo la ruta al lado del río Borosa. Primero una pista, luego sendero precioso, misterioso, a trozos con un pasillo de madera y pasamanos, ajustado a la roca, sobre el río, algo peligroso. A la derecha continúa la ruta que va hasta El Vadillo. Está marcada con franja roja y blanca. Hemos tomado a la izquierda hacia la laguna de Valdeazores por la Cerrada de Elías. Se suceden las cascadas de agua, una maravilla de vitalidad. El paisaje se hace montañoso y al pasar la central eléctrica, hay que andar con cuidado y el ascenso es más difícil. Hay un gran salto de agua y hace un ruido impresionante al caer sobre una poza. El sendero nos lleva hacia una galería en el interior de la montaña, por donde transcurre un canal con agua. Ese mismo agua va a parar a la central por un tubo de hierro de gran longitud. Dentro de la galería está todo oscuro y hay que andar apoyándose en un cable y a veces hay charcos. De vez en cuando hay un agujero en la roca por donde entra luz. Son impresionantes las vistas. Al final del pasadizo hay una puerta y el sendero continúa. Hemos llegado a la laguna de Valdeazores, agua embalsada con rebosadero. Viene un grupo de gente con zapatillas nuevas, son de Denia. Hemos continuado un poco el camino, dando la vuelta cuando nos ha parecido y sentado sobre la manta para comer. Hace solecillo y se está bien, pero luego ha desaparecido entre las copas de los árboles y refresca un poco. Así es que hemos interrumpido la siesta y regresado. A la pasada por el túnel, apoyados en los barrotes de hierro que protegen los ventanucos rústicos sobre la roca, el sexo con urgencia ante la posibilidad de que pudiera pasar alguien y vernos. “Sierra de Cazorla nocturna, la luna ilumina el camino y el bosque se hace mágico. Al lado de su blancura hay un punto blanco, que poco a poco va subiendo en su costado.” Por la noche ya, hemos parado en un supermercado en Arroyo Frío para comprar pan y algo más y nos hemos quedado en el albergue sin salir, cansados. Dos camas en una, dos cuerpos en uno, hay que juntar lo que por naturaleza se halla separado. Me pica la piel en los tobillos y me han salido granitos; mi cari ha ido abajo a buscar una crema para aliviarme y darme masajes. Me he sentido mejor con sus manos y su cariño.
Mi cari ama la noche, sentirme cerca, hablar, no necesitar grandes cosas para estar bien, ni caprichos. Ama el cielo azul y el paisaje grandioso, rico y salvaje, el agua, las cascadas, el susurro continuo, el verde y el olor a pino, los pájaros que no se vieron pero que cantaban, la sensación de primavera con brisa caliente, la pasión al hacer el amor, volcarse hacia el placer, la ternura y la calidez.
El domingo, desayunamos de nuevo en el albergue y cargamos las cosas en el coche después de pagar. Fuímos hasta Puente de las Herrerías, pasando el cámping y dejamos el coche en mitad de la pista que conduce al nacimiento del Guadalquivir. El resto del camino lo hicimos andando. El día es de una primavera adelantada y a ratos hemos caminado en manga corta. Hay gente que pasa en vehículos todo terreno y que van a ver el lugar y vuelven sin estrenarse, sin sudar y sin mancharse. Son domingueros que pueblan todos los rincones para salir huyendo de sus casas.
Hemos caminado entre pinares, algunos de ellos de gran envergadura y altura, rocas y montañas, durante casi dos horas hasta el lugar llamado Cañada de las Fuentes y que según dicen es donde nace el Guadalquivir. En el caminar encontramos semejanza de almas. Hay una catarata y barandillas en el mirador, tambien una placa con inscripción. La Cañada de las Fuentes está situada a 1350 metros sobre el nivel del mar. Subimos entre las rocas; más arriba hay una casona y un riachuelo, al lado una cierva muerta es objeto de miradas curiosas. Hemos bajado la pista que abandonamos durante un tramo para coger un sendero con fango que al final fue difícil seguir. Al lado del camino hay un pino enorme con dos ramas que salen de un tronco principal donde hay grabadas unas letras: “Pino de Pepe. Campotéjar”. Al llegar al coche, sobre las tres de la tarde, hemos ido a comer a un lugar cercano, frente a la Fuente de los Rasos ( 1981 ) donde después llenamos de agua la cantimplora, siguiendo un camino en mal estado entre los árboles, sobre la hierba, tendiendo la manta y los alimentos sobre ella. Después la siesta, entre los sacos de dormir, notando calor al principio y luego necesitando su cobijo, cuando se fue el Sol. Nos abrazamos y mi cari se mete bajo las mantas. Nos hemos levantado, recogido las cosas e iniciado el camino de vuelta, anocheciendo. Sobre Peal de Becerro, unas nubes describen el dibujo de algo que se parece a una letra china. Cerca del Puerto de las Palomas, hay una gran franja de bosque que ha ardido, calcinado y unos troncos cortados y apiñados en un rellano. Hemos parado a la salida de Úbeda para tomar café y continuado por Bailén hasta Córdoba donde nos hemos quedado a dormir en el piso para salir por la mañana temprano, yo en el tren de las 7’20 y ella en su coche hasta Valdepeñas. Me ha acompañado hasta el andén, donde nos hemos dado varios besos que saben a melaza, al dulzor que necesitamos para aguantar la ausencia hasta los nuevos besos.
Anoche, día 29 de enero, justo antes de irse a dormir, mi cari me escribió un mensaje al móvil:
“ Mi corazón, que la luna te proteja con su luz los sueños, acune tu cuerpo en mi lugar, lo envuelva en su manto satenado para que duermas bien sabiendo que te q.”
Habíamos estado hablando de los problemas cotidianos y tambien de esta dolencia que tengo en el estómago. Ella me recomendó que tomara Omeprazol y que lo hiciera todas las noches. Anoche necesité mucho de ella, tambien ella de mí, pues tiene que terminar un trabajo para el congreso que tiene a finales de abril en Granada y está saturada.
Beti en Sevilla. Sábado con el grupo de senderismo en la Sierra de Ubrique
El primer día de febrero, viernes, vino Beti en el AVE a las seis y media de la tarde. Como tenía guardia en la Enfermería, que ahora se llama así, salí a buscarla a la estación y vinimos para quedarnos aquí, comprar algo de comer y preparar los bocadillos para mañana. Por la noche, después de cenar la comida que traje en las fiambreras, subimos a la segunda planta e improvisamos una cama grande, poniendo en el suelo dos colchones pequeños con sábanas y mantas.
El sábado por la mañana, cogimos las mochilas y el resto lo dejamos en la Enfermería y recogimos a Andrés al lado de la feria. En Santa Justa nos reunimos con el resto de la gente de senderismo y fuímos en coche con José Antonio hasta el lugar señalado pasando Ubrique por la carretera de la Venta de la Víbora. La tradicional parada en la Venta de la Vega, donde desayunamos. Beti se comió una tostada entera con dos mitades ya de por sí grandes, con aceite y tomate. En el lugar señalado dejamos los coches, en una explanada. Hay alrededor de treinta personas, toda una multitud y enseguida se dividieron grupos. Hay que pasar una zona de pinares, donde huele perfectamente y el grupo va en principio en fila india, pero al llegar la montaña, el Berrueco, el cansancio de unos y el temor de otros, ha hecho dispersarse a la gente. Unos van delante, bordeando la roca, Andrés, Beti y yo en un grupo. Vamos salvando los obstáculos. El día está fenomenal. Hay un poco de niebla en las zonas bajas. Hemos parado para tomar un tentenpié y luego continuar. Nos hemos quedado solos y ha costado alcanzar al grupo que ya se divisaba allá lejos en lo más alto. Atravesando el lapiaz hay que seguir caminando por una gran extensión de piedra. El esfuerzo es grande. Cuando llegamos el grupo estaba terminando de comer y nos sentamos donde pudimos, sobre la piedra. El punto más alto es un vértice geodésico en la Sierra de los Pinos. Desde aquí se puede ver el Rift en Marruecos, por encima de las nubes. Las vistas son impresionantes y da gusto estar tumbados al sol, después del bocadillo sobre la piedra y la manta. Así es que al cabo del rato, nos hemos ido incorporando y emprendiendo el regreso descendiendo por la otra cara de la montaña. Cuando ya habíamos perdido bastante altura, Beti se ha dado cuenta de que faltaban los prismáticos, así es que y a pesar nuestro, hemos tenido que subir, dejando las mochilas juntas en el suelo y poco a poco, como mucho sacrificio. Cuando he llegado arriba, al lugar donde estaba y localizado el instrumento, me he desnudado para esperarla y desnudos ante el manto de sol y amparados por la naturaleza hemos hecho el amor, el sexo como animales salvajes que se encuentran. La bajado nos ha ocasionado muchos dolores de cabeza, pues los otros se habían marchado y una vez que llegamos a las mochilas y las colocamos a la espalda, cogimos los palos y trazamos una línea imaginaria en dirección al sol que poco a poco se va escondiendo y por allí descendimos con mucha dificultad debido a la pendiente y a los desprendimientos continuos de roca que hacía que el descenso se hiciera a veces muy peligroso. El agua se acaba, el sol desciende y el temor de la noche crea ansiedad por llegar al camino que se vislumbra a lo lejos. Hace calor antes del ocaso y la sed aumenta. Tenemos que agotar las reservas y echar mano del frescor de una naranja. Beti se encuentra nerviosa, casi desesperada, a punto de llorar por impotencia. Yo intento animarla pero la dificultad y la desorientación merman el ánimo, tambien la falta de fuerzas que en ella se hace más acuciante, ya que le duele la rodilla al apoyar el peso del cuerpo por la gravedad. Está fuera de sí y sufre, pero no podemos hacer nada, solo bajar y bajar, errar en nuestras apreciaciones y luego buscar una nueva salida, un sendero o paso por donde podamos meternos y continuar bajando. Las botas me provocan rozaduras y voy mal y con sed, pero no tanto como ella y lo noto. Ya con el sol escondido y solo presente en el fulgor de la montaña, hemos llegado abajo, al encinar que despierta los olores de la noche, a las paredes de piedra de los límites. El espectáculo de sonidos y sensaciones producidas por el olor de las variadas especies vegetales y la neblina de la noche que cae sobre los campos, es sobrecogedor y he parado un rato, llamándola al disfrute, pero ella a penas ha podido recoger dentro de sí todo ello y su agonía por llegar ante el sacrificio demoledor que está llevando a cabo, la ha hecho aligerar el paso, mirar al frente, rabiar, clavar las botas en la tierra y dirigirse como una exhalación hacia el destino seguro de la pista. Ya sobre ella hemos andado deprisa, Es de noche, plena noche y solo queda un pequeño resplandor y todas las estrellas. Hay una humedad impresionante en el ambiente que se respira como agua. Han pasado coches, pero nadie ha parado. Hemos llegado a la carretera tras rebasar una cancela de espino y continuado a la derecha. Cuando llevábamos casi dos kilómetros nos ha subido un coche, que paró voluntariamente y nos dejó en la explanada donde estaban los coches. Había gente caminando por la carretera y al llegar lo primero que pedimos fue agua. Recogimos a José Antonio que venía caminando y fuímos a la Venta de la Víbora, exhaustos y cansados por el esfuerzo, pero libres de la tensión. Bebimos hasta recuperar el nivel de hidratación que nos hacía falta y comimos tambien algo. Allí estaban los demás, gente que conoció la dificultad de la montaña, de conseguir la cima y otros que se quedaron abajo. Volvimos a Sevilla, cansados pero felices y al contraste de los edificios y el tráfico. Cuando llegamos a casa, Beti se dio cuenta que se había dejado la mochila en la Venta y ello la hizo desesperar aún más. La tranquilicé como pude y después intentamos buscarla por teléfono. Llamé a Carmen, la de Polo y ella la recogió. Nos tranquilizamos, duchamos y dormimos a pierna suelta.
El domingo tuve de nuevo guardia y mi cari se vino conmigo a la Enfermería. Por la mañana, cuando vino Felipe, fuímos a desayunar a una cafetería en la calle San Jacinto, justo antes de llegar al cruce con Pagés del Corro El día está frío y comenzó a llover por la tarde. Hemos subido a la planta segunda y en la consulta de cardiología, en el ordenador, entre los dos hemos pasado un trabajo con datos estadísticos sobre su trabajo en Paliativos a lo lardo del año pasado. Es un trabajo extenso de más de doscientos pacientes. Después de comer hemos continuado trabajando. Nos echamos la siesta juntando los sillones de la consulta y colocando mantas. Ella se levantó para continuar el trabajo y yo me quedé durmiendo un poco más; luego la ayudé un poco hasta finalizar una parte. A las ocho salió su tren y la acompañé hasta Santa Justa. La veo muy cansada y abatida, necesita descanso, reposo, relajación.
Beti en Sevilla. Terceras jornadas del Máster
El día 6 de febrero y coincidiendo con los siete meses que han transcurrido desde Samos, Beti vino de nuevo a Sevilla para el Máster y como suele ser habitual en este caso, utilizó el coche, puesto que le es más rentable y merece la pena cuando se trata de más tiempo que el de un fin de semana. Yo estaba en casa cuando llegó, entretenido en limpiar y fregar el piso y con todo por medio. Trajo con las maletas y sus cosas, una estantería para montar de hierro niquelado muy moderna para el rincón del cuarto de baño con bandejas circulares para colocar las cosas y ruedas.
Hemos hecho el amor y mi cuerpo ha vuelto a notar el calor del suyo entre las sábanas. Después hemos ido a casa de Carmen y Polo para recuperar la mochila que dejó olvidada en la Venta de la Víbora y después hemos quedado con Bárbara, que conoció a un chico ruso que se llama Vladimir en una parada de autobús. Lo tiene en su piso de Pino Montano y hemos esperado en el portal en la calle hasta que llegó. Parece noble y sensato y Bárbara está muy inquieta y dispersa con él. Luego hemos vuelto a casa.
El jueves, ella se marchó al Hospital San Juan de Dios y por la tarde me fui a las clases de bailes de salón en Tomares, después paré a comprar y cuando volví a casa ella estaba en pijama, concentrada escribiendo apuntes para terminar su trabajo para el congreso. Yo llegué con algunos problemas en la Enfermería y ella dejó lo que estaba haciendo para digerir lo que yo le decía y tratar de encontrar posibles vías de solución. Así se nos fue parte de la noche y terminamos muy cansados.
El viernes más de lo mismo para ella. La esperé a la salida y por la noche salimos con sus compañeros del curso a tomar una copa al Antique en la Isla de la Cartuja y bailar hasta las dos de la mañana.
El sábado, después de comer, pensábamos ir a Punta Umbría, al albergue juvenil y ya habíamos reservado plaza, pero vino Rafa y María Elena para comer con nosotros y al final lo dejamos. Cuando ellos llegaron, sobre las dos, estábamos los dos en el piso, pues Beti salió antes del máster y ya estábamos listos para salir. Nos saludamos con efusión y como el día está espléndido y soleado, fuimos buscando una terraza para comer al sol. Así es que nos metimos en El Ventorrillo Canario en Santiponce y comimos carne asado y reímos mucho con nuestras historias. Hace tiempo que no veía a Rafa y mucho más a María Elena. Luego fuímos a dar un paseo por las ruinas de Itálica y el café en casa. Ellos se marcharon, pues Rafa entraba de servicio esta noche y nosotros nos fuímos a dar un paseo por el centro, pasando por la calle Tetuán, donde hay un verdadero pasillo de espectáculos y vendedores ambulantes en el suelo. Nos comimos un montadito en el Patio de San Eloy y luego a casa.
Por la mañana, temprano arriba, cogimos las mochilas y nos fuímos a la playa del Parador de Mazagón. Antes, paramos a desayunar en Rociana y nos sentó de maravilla. Bajo los pinos, todo verde y precioso, el camino se hace de una placidez y hermosura singular. En la Laguna de Moguer, vuelan los patos; hemos parado para observarlos con los prismáticos. En la playa, sobre las toallas en un lugar escondido, bajo el sol y su desnudez, hemos hecho el amor a la luz del mediodía, al calorcillo sobre nuestra piel en los primeros rayos cálidos del año, en la primera brisa de mar, después de registrar la orilla en busca de conchas de colores para un mosaico. El Médano del Asperillo es una franja que se extiende por toda esta parte de Huelva. Hemos cogido el coche para ir a comer cerca del Monasterio de la Rábida, en un lugar que se llama Plus Ultra, un poco de pescado y ensalada. Hay alboroto de domingo. Luego hemos vuelto de nuevo al mar, esta vez a Cuesta Maneli, ese pasillo entre pinares y la singularidad de las Camarinas sobre la arena, plantas adaptadas a esta latitud y cuyo fruto es comestible y utilizado para aplacar la sed y la fiebre. Abajo, sobre la arena de nuevo los dos desnudos y dormidos. Ella sentía frío y se puso la ropa; yo, abrazado a ella. El sol nos pone la piel colorada y tonifica el cuerpo. A lo lejos, en el horizonte, se ven los barcos pasar, de vez en cuando, algún velero y el sol que poco a poco se va ocultando hasta quedarse en una bola rojiza que hemos fotografiado. De vuelta a casa, una inmensa cola de coches, nos ha hecho retroceder en la carretera de Almonte, antes de llegar al Rocío y tomar la de Rociana, por donde vinimos esta mañana.
El lunes, muy temprano, se ha levantado mi cari para irse en el coche hasta Valdepeñas, como hizo la otra vez. He sentido un poco de preocupación por el viaje, que además tuvo que hacer con niebla, pero afortunadamente llegó bien, aunque se le derramó la botella del agua sobre el asiento y ahora está algo enfadada.
Beti, por teléfono, me dice que está embarazada
Día 13 de febrero, tarde soleada, incluso calurosa. He salido por la tarde a dar una vuelta con la bici en manga corta cerca de Gelves, para coger unas naranjas en una huerta en la que están quitando los naranjos para construir viviendas: Valparaíso y de paso dar un paseo. A la vuelta y como era temprano y aún hacía calor he buscado la ribera del río , como ya es costumbre en estos días, cerca del puente del Cristo de la Expiración y a un tiro de piedra del de Triana. Todo está lleno de gente y suciedad de bolsas y botellas acumuladas desde el fin de semana. Hay varios compañeros de Tablada. Hay tambien varias llamadas perdidas en el móvil que son de Beti.
Cuando iba a comprar una botella de agua, sobre las seis menos veinte de la tarde en momentos muy aproximados a aquellos en que hace seis años justos vi por última vez la imagen de mamá muerta en el ataúd antes de entrar en el niño, Beti me comunica que está embarazada. Todo se torna confuso, incrédulo voy caminando sin saber hacia donde y me detengo. Ella suelta un llanto y palabras entrecortadas, está desconsolada y sus lágrimas se desbordan ante la nueva situación. Sus lágrimas y mi sed infinita. Le he pedido que se tranquilizara, cuando realmente aún no doy crédito a esto y más aún después de mi aparente incapacidad para fecundar. Vuelvo sobre mis pasos y sigo hablando con ella sentado en la hierba. Luego cojo la mochila repleta de naranjas y me voy para casa sin prestar demasiada atención a la circulación. Se suceden las llamadas en uno y otro sentido, las líneas de telefonía dan problemas y utilizamos el móvil. Ella se ha marchado a dar una vuelta con su amiga Tere, para despejarse y yo, después de ducharme me he puesto el pijama y pensado. He llamado a Sonia, no está; he conseguido hablar con Toni y se lo he contado todo. Luego ha llamado ella. No tengo claro que quiera tener ese hijo y tenemos que hablar. Ella, más tranquila por la noche, parece que va barajando posibilidades.
En Ciudad Real desde el jueves y en la Sierra de Alcaraz.
En jueves 14 de febrero, a las cinco de la tarde, cogí el AVE a Ciudad Real. En la oficina se ha establecido que durante la semana hay turnos para librar un día y mañana viernes no voy. En el tren fui hablando con una mujer empresaria que es de Canarias pero vive en Sevilla. Al bajarme me dejó su teléfono. Cuando llegué ella estaba allí, con los labios pintados y fuímos a COREYSA para ver al dermatólogo, amigo suyo, quien me estuvo explorando el pie derecho, pues en la planta tengo un lunar y es mejor extirparlo. Me dio cita para el día 11 de marzo. Luego estuvimos en el Hospital de Alarcos, con una amiga suya, Tere. En su habitación de guardia, Beti le dejó orina en un bote de plástico para que la analizara y nos fuimos para casa. Al cabo de un rato, cuando ya habíamos comido la dorada a la sal para cenar, con sopa muy buena de calabacín, le llegó el resultado en forma de mensaje al móvil: Test Positivo. No hay duda, el embrión está allí y de vez en cuando le dan dolores en el bajo vientre. En su cuarto de baño, el artilugio utilizado en la prueba de orina marca dos líneas horizontales, señal de positivo en el test de embarazo. Lógicamente, el ambiente es de preocupación y en la cama, en el mismo lugar de tantos días y tantas noches de placer, es ahora marco de lágrimas, de sollozos y desesperación contenida. Nos abrazamos sin saber qué hacer, luego ella se pone en pie y marcha a preparar la cena; me quedo solo, sin consuelo, sin remedio. Esto es muy fuerte para mí, tengo el temor de entrar en un mundo para el que no se me pidió permiso, demasiada gravedad, compromiso, responsabilidad. No sé, ¿cobardía, incapacidad de enfrentarse positiva y constructivamente a una nueva situación, aceptar el paso del tiempo, la “ madurez “?. No puedo resolver este conflicto y opto por la salida del aborto. Me niego a negociar porque es demasiado difícil, demasiado peso y ella vuelve una y otra vez. No sé cómo no hacerle daño. A ella, en su infinito sentido de lo vivo, servidora de la fuente que emana de la tierra, sus convicciones y su manera de ver las cosas, le resulta tremendamente complicado aceptar mi solución, teniendo en cuenta los posibles riesgos físicos y sobre todo las temibles secuelas psíquicas que le dejarían una huella imborrable en su interior. Tener que renunciar a su voluntad, aún consciente de que no es el mejor momento para llevar a cabo esta empresa, pasaría irremediablemente por una crisis en nuestra relación y ella no tiene la completa seguridad de que saldrían bien parada.
La decisión parece abocarse, tras mi inflexibilidad a elegir entre el niño o yo. No quiero que esto sea así, tengo mis razones, pero hay una vida en juego, quiero o no aceptarlo. Son momentos difíciles, ya veremos qué pasa.
Bajo sus mantas, con algo de frío desde que ella se levantó pasadas las seis para irse a trabajar, he amanecido sin ganas de ponerme en pie. Poco a poco voy abriendo los ojos y sobre las diez y media he conseguido convencerme de que hay que seguir hacia delante en un nuevo día. He ido a la calle Toledo para recoger los papeles del seguro en MAPFRE y después comprar algo de fruta y una lechuga para el almuerzo. Al volver a casa he preparado la comida poco antes de que mi cari volviera a casa, metiendo la otra dorada en el microondas cubierta en sal. Me he entretenido en Internet. Fuera hace un frío horrible y el día, aunque soleado, está para pocos paseos. Cuando ha abierto la puerta me ha pedido que viniera a recibirla, yo estaba en la cocina, con la preparación de la comida. Almorzamos y después nos pusimos manos a la obra con la maleta y las mochilas, cargamos el coche y nos fuímos en dirección Almagro, donde paramos a tomar café, Valdepeñas, Villanueva de los Infantes, Villanueva de la Fuente y Alcaraz. Desde aquí, a la izquierda y por la carretera de Albacete, hasta el cruce a la derecha que nos lleva a Peñascosa y al cámping “Sierra de Peñascosa”, donde habíamos alquilado una cabaña – estudio ( la nº 1 pero nos dieron la nº 3 ). En la recepción hay un chico suramericano con un anillo en su ceja izquierda, que nos dio las llaves. Es una pequeña cabaña de madera con un sofá, un armario pequeñito, frigorífico y algunos útiles de cocina, mesa y sillas de plástico y arriba, en un altillo, una colchón grande. Para subir hay que utilizar una escalera de mano y hay cierto peligro. Hace un frío que pela. Hemos ido a Alcaraz para comprar algunas cosas para comer y para desayunar y de paso cenar en el bar de del Hotel Alfonso VIII, cazuela de gambas y oreja, un poco caro. Es este un pueblo desangelado, venido a menos. Un pueblo con una gran plaza mayor porticada y dos torres magníficas. La iglesia de la Santísima Trinidad da pena ver cómo el tiempo pasa por ella y la castiga sin remedio. El abandono que sufre y los destrozos de los que ha sido víctima le dan un aspecto desolador. Alcaraz es un pueblo asentado encima de una colina, todo es silencioso en sus calles. No es una sensación de paz la que nos invade, sino de dejadez, de renuncia y conformismo. Beti, soñando con pesadillas, se ha incorporado en la cama de madrugada, ante el temor que había gente fuera, alrededor del coche. Al levantarse por poco se da con las vigas del tejado, que está muy bajo desde aquí arriba.
El sábado por la mañana ha amanecido el campo lleno de escarcha, blanquecino e invernal con sus cristales de hielo, los árboles pelados, los chopos de la orilla del río Arquillo, desnudos y afilados como estiletes, el común encinar. Hemos pedido información pero no ha sido posible, así es que dejando Alcaraz hemos tomado carretera de La Mesta y dejado el coche en este último núcleo de población de apenas cuatro vecinos y casas abandonadas. Desde aquí, en dirección al área recreativa con barbacoa “ Los fresnos”, hemos caminado y al llegar a este sitio seguido hacia arriba por la Cañada Larga hacia el monte. Hay matorrales, encinar, retamas y un arroyuelo que lo mismo aparece que desaparece. Hay agallas en el suelo y piñas diminutas que Beti se ha llevado como muestra y encontrando un motivo decorativo en ellas. Hemos subido hasta una roca en lo más alto desde donde se ve una gran extensión de La Mancha como un mar. Hace frío y hemos buscado protección al inicio de la cañada, para tirar la manta en el suelo y dormir un sueño profundo entre los pinares. Un sueño profundo que nos hizo además, arroparnos para protegernos contra el frío. Cuando sentimos hambre nos levantamos y nos comimos el bocata y algo de fruta. Hacia abajo por la cañada. Crecen los espinos. Hay ovejas y cabras por la ladera del monte. Por lo visto, en esta zona, alguien liberó un oso y ahora es noticia común de las gentes del lugar. Nadie sabe exactamente dónde está y la última vez que se le vio fue sentado, sacudiéndose la nieve que le había caído encima. Alfonso, un hombre mayor del poblado de La Mesta nos contó que sus perros habían tenido un encontronazo con el animal, saliendo malheridos de la pelea. En la zona viven tambien jabalíes y ciervos, pero nosotros no vimos ninguno. Hemos vuelto a Alcaraz y entrado en una cafetería de la calle principal para tomar un café y dulce de crema que le gusta a mi cari y a mí tambien. Como el cajero de Caja Castilla – La Mancha no permite sacar dinero, hemos tenido que ir hasta Villanueva de los Infantes para sacar dinero en la misma red. Me he enfurecido un poco y he sido cabezón a la hora de tomar esta decisión, lo reconozco. Ya en Villanueva de los Infantes, hemos aprovechado para visitar el Buscón de Quevedo, parador con historia donde pasó sus últimas horas este genial escritor del siglo de oro de las letras españolas. En la habitación donde murió hay trozos de sus últimas cartas y poemas y libros antiguos en una vitrina. Este pueblo me ha llamado la atención por su monumentalidad y merece una visita exclusiva. Vuelta a Peñascosa y antes parada para comprar en Alcaraz carne para asar y luego cenar en un bar – restaurante al lado de la gasolinera, a la entrada del pueblo, mucho más barato que anoche. Sin ducharnos por la pereza del frío y tener que salir fuera, a los servicios comunes.
El domingo por la mañana, pusimos el despertador y después de ducharnos, desayuna y recoger las cosas, pagamos y salimos pitando por Campamentos en dirección a la sierra, porque habíamos quedado en Los Batanes y nos dijeron que había un atajo atravesando los pinares. Preguntamos a una gente que estaban en un área recreativa y más adelante a un monitor de un campamento de chicos, pero aún así nos perdimos por completos y tras una pista ascendente, venía otra y otra y la cosa empezaba a ponerse gris. Bueno, al menos pudimos ver cruzar una ardilla y tambien comprobar la magnitud del paisaje, no sin cierto miedo, pues la pendiente a veces era grande y se veían precipicios enormes. Beti iba un poco asustada y no dejaba de repetirme que fuera despacio, pero yo estaba un poco nervioso por ver que esto no tenía fin y habíamos concertado una cita con Javier, en Los Batanes, para ver el entorno.
Al final , por fin salimos a la carretera que sale de Vianos y cruzamos el pueblo para ir hasta Alcaraz; paramos a un coche que venía de cara para informarnos. Hay muchas áreas de recreo con sus barbacoas y asientos de madera por el camino. En Los Batanes, lugar de parada obligatoria, están de obras por reforma y ampliación. Detrás el desfiladero y el paisaje. Una de las hijas de Javier, que se llama Fátima y tiene 10 años, nos ha acompañado para ver la sierra. Hemos subido con ella por un sendero que abandona la pista para dirigirse hacia una cavidad en la roca donde hay pinturas rupestres de color rojo muy borrosas pero de gran valor, como origen de la cultura del hombre en estas zonas. En el techo de la cavidad se pueden ver conchas en fósiles y otros animales marinos de lo que debió ser una manga de mar en tiempos remotos. Es zona en sombra y hermosa por su frescura. Aún así y por la subida hemos tenido que desprendernos de la ropa y sudar. La niña, conocedora, nos lleva hacia la parte alta, hacia el Mirador de La Luna. Desde allí, entre dos rocas en forma de V, se ven las torres de Alcaraz, la del Reloj y la de la iglesia de la Santísima Trinidad. Arriba, en la explanada, trozos de muralla del antiguo monasterio, con cuyos materiales se fabricó la central hidroeléctrica de estilo árabe que está en la parte baja, junto a la venta. Más adelante, entre piedras areniscas erosionadas, se pueden ver en el suelo sarcófagos en piedra, quizá visigodos y restos de una iglesia gótica con motivos vegetales en sus capiteles, quizá hojas de acanto. Hemos bajado por otro lado y guardado varias piedras erosionadas con formas caprichosas. La roca ofrece, erosionada, un paisaje encantado. Crecen los nogales a la orilla del camino y un canal con agua, que aquí es don divino, baja precipitada para las huertas afortunadas. Le hemos dejado tres euros de propina a la chica y nos hemos ido a comer a la carretera que sale de Vianos, encendiendo fuego con ramas pequeñas que vamos recogiendo, poniendo lomo y bacon sobre los hierros de una barbacoa y preparando tambien ensalada y fiambre. Antes paramos en una huerta donde majestuoso se alza un almendro con flor blanca, todo repleto, con un olor y colorido que da gusto. Mi cari se ha acercado tambien y mientras busco posturas para fotografiarlo, ella coge las flores entre sus manos, las huele y luego las deja en el coche para disfrutar de su vista. Todo mojado con vino. Una mastina se alimenta sin saborear lo que le vamos echando y hace carantoñas para conseguir alimento poniéndose cariñosa. Hemos parado a tomar café a Vianos y directamente para Ciudad Real. Me he marchado en el AVE a las 22:50
Día 19 de febrero
Esta tarde he arrancado de raíz una morera que hace tiempo que estaba entre los naranjos, en mi antigua oficina de Tablada y con mucho esfuerzo y sudor, la he llevado hasta un espacio libre al lado de la Enfermería, donde he abierto otro agujero y la he plantado. Me han ayudado Jesús y Antonio para bajarla del coche. Pesa como una condenada, pero al fin me ha gustado verla allí, en medio de un mar de esperanza.
Día 21 de febrero de 2002
Hay días, momentos, pasajes tristes, tristes y todo se viene encima. Hoy no sé que hacer, estoy tambaleándome por dentro. Casi no logro contener las lágrimas. Un error lo ha dinamitado todo. Le he dejado un mensaje en su móvil, un mensaje de voz: “ Te quiero, no es fácil para mí “. Anoche fue una noche terrible. Estaba muy mal y yo no sabía qué decir. He mostrado mi incapacidad de ponerme a la altura de la circunstancia y esto es determinante. Y ahora la rabia me consume; no puedo hacer otra cosa que esperar acontecimientos. Cargaré con el peso de las consecuencias.
Me ha llamado Yolanda, la compañera de Beti, al móvil y hemos estado hablando un rato. Yo casi no podía hacerlo porque un nudo me tapaba la garganta. Le ha comentado a ella tambien que está embarazada y han ido a hacerle una ecografía. Al parecer es un bebé solo y está bien, pero ella tuvo fiebre ayer y anteayer y esto hay que cuidarlo. Me ha dado Yolanda su apoyo y casi se me saltan las lágrimas. Esto mismo me está pasando aún ahora mientras escribo y me siento abatido. Como abatida y preocupada debe estar ella. Los acontecimientos se van desarrollando y en algún lado tendrán que desembocar.
Día 22 de febrero. Viaje a Villaralto, punto de encuentro.
Este fin de semana, buscando reposo y relajación, hemos quedado en Villaralto, así es que Beti, desde Ciudad Real, a algo más de hora y media del pueblo, ha cogido el coche y sobre las siete estaba ya en allí. Yo paré en la Base de Cerro Muriano, porque ví el coche de Eduardo fuera y pensé que estaría allí. Efectivamente, estaba sancionado y hemos tomado café, charlado un rato. Antes de llegar al pueblo, Beti me llamó diciéndome que ya estaba allí, esperándome y que se iba a dar una vuelta para ver la puesta de sol. Me trajo tres fotografías de la ecografía que le hicieron del vientre, donde está alojado el embrión, que mide 5,8 mm. Hemos caldeado un poco la cocina y luego en casa de la Petrita y Bernardín. Son muy cariñosos y cordiales. Ella habla de todo y mucho, pero da gusto oirla y produce un efecto de tranquilidad, sintiéndose uno cerca de sus raíces. Lo cierto es que el pueblo ofrece un descanso para el alma y es necesario recordarlo y vivirlo, aún que allí nos quedan personas que nos quieren.
Hemos ido a casa de la Luisa a comprar algo para comer y desayunar y hemos encontrado a la tía Fabiana, que nos trajo huevos. Hemos dormido en la gloria en la cama de abajo.
El sábado fuimos después de desayunar a Hinojosa para comprar naranjas y frutos secos a Los Alcudias. A Beti le gustan mucho y el otro día me dijo que había tenido antojos de naranjas y tuvo que comerse tres o cuatro, hasta que se sació. Desde Hinojosa a Belalcázar, dando un paseo por los alrededores del castillo, siempre misterioso e imponente. Todo está cubierto de hierba y no se sabe por donde se pone el pie. Belalcázar y la estación de ferrocarril, ya olvidada. No sé porqué, este sitio tiene para mí un encanto especial. Al lado se juntan el Guadamatilla y el Zújar y hay un revoloteo de cigüeñas impresionante. Cigüeñas y aves describiendo círculos más arriba hasta que se pusieron de acuerdo y tomaron dirección noroeste. Hay casas derruidas cuando en su época debieron constituir centro del movimiento de pasajeros. Desde aquí hermos vuelto para llegar a tiempo a casa y comer. Por la tarde hemos ido hasta el parque junto a la ermita. El pino que hace casi diecisiete años planté, tiene parásitos y está colmado de nido de procesionaria, de orugas que se han establecido y amenazan con hacer enfermar a todo el árbol. Ni cortos ni perezosos, hemos ido a por una escalera de aluminio a casa y tambien sierra. Beti, encaramada entre el árbol y subida allá arriba, ha cortado las ramas afectadas y me las ha dado con cuidado para que las quemara, así es que fuera, en la cerca de al lado hemos hecho una hoguera y quemado los nidos. Ella lo ha pasado bien y se ha sentido feliz. Sacó un estuche de manicura y estuvo liada con mis manos, como una experta. Le gusta cuidarme. Por la noche quedamos con Juanjo y Maribel en Pozoblanco, a las afueras, en el Club de Pesca, pero antes estuvimos en casa de la Florencia, la Margarita y Fernando y nos entretuvimos demasiado, así es que cuando llegamos allí, ellos ya se iban con la niña medio dormida y dando guerra. Pues bien, antes paramos a echar gasolina y meternos a tomarnos una copa en un pub Malecón, lleno de humo y donde apenas pudimos bailar.
Por las mañanas se siente mal y tiene ansias y arcadas como a punto de vomitar, entonces va al servicio y luego se encuentra ya mejor. Le duele la tripa con frecuencia
El domingo nos levantamos muy tarde y como habíamos quedado con Juanjo y Maribel, nos fuimos a Pozoblanco y después de tomarnos unas cervezas, fuimos a comer al Campo de Golf con otros amigos suyos y sus críos. Tardaron mucho en traernos la comida y el trabajo les colapsaba, así es que apenas dio tiempo para nada más. En casa estaban papá y María Jesús que habían llegado desde Valencia y apenas nos vimos, nos tuvimos que despedir para marcharnos cada uno a su casa. Beti, al partir no pudo evitar derramar lágrimas por la pena que le da marcharse. Esto es positivo aunque para ella sea motivo de tristeza, ya que intensifica la relación y nos echamos de menos.
Día 26 de febrero
Esta mañana me ha llamado al teléfono de la oficina gritando como desesperada porque tenía el móvil desconectado. Lo cierto es que había estado llevando el correo y no pude hablar con ella, pero tampoco es para que se pusiera así. Está fuera de sí. Ayer fui a dar una vuelta para enterarme del teléfono de la clínica Heliópolis y hoy pensaba llamar, pero ella, con la ayuda de Natacha, ya estuvo llamando y concertando cita con otra clínica en Madrid que se llama Dator, así es que con muchos nervios y llorando, me ha pedido que la acompañe para abortar. La cita es a las seis y media mañana. Yo había pedido el puente y he reservado billete del AVE para ir a Madrid. Sale a la una de la tarde y nos vemos en Atocha. Ella está muy mal, desconcertada y todo le parece gris, necesita hablar conmigo y cuando lo hace no puede evitar balbucear. Después de comer me fui a la cafetería Mediterráneo, donde dejo la bici fuera y leo un poco. Me llamó allí y estuvimos hablando un poco. Queremos que se pase todo esto pero a ella le da miedo. Lo mejor es que no hubiera pasado pero ya no hay remedio. Esperemos acontecimientos y deseo que no tengamos que arrepentirnos de nada
Puente Día de Andalucía. Madrid – Ciudad Real – Almería
El día 27 de febrero cogí el AVE hasta Madrid y allí me esperaba Beti, arriba al final de las escaleras mecánicas en la estación de Atocha. Ella vino en su coche y buscamos la clínica Dator, en la calle Hermano Gárate, donde llegamos pasadas las cuatro de la tarde. Allí la iban a intervenir para interrumpir el embarazo y mientras, para hacer tiempo fuimos a tomar un café a la cafetería La Fuente, en una calle cercana y a dar después un paseo por los alrededores.
Una vez en la clínica, le tomaron los datos y como tenía cita, nos hicieron esperar en una sala en la primera planta y la fueron llamando varias veces para algunas gestiones, hasta que al fin la intervinieron con anestesia general, así es que no se enteró de nada hasta que finalizó y pudo salir. Yo la esperaba abajo, en un cuarto en la planta baja con otras chicas que esperaban a una de ellas que entró para el mismo motivo.
Cuando todo hubo terminado, salimos, cogimos el coche y conducí hasta Ciudad Real. No quisimos hablar mucho del tema y en casa comimos algo y nos fuimos a la cama.
El jueves por la mañana, día de Andalucía, cargamos maletas al coche y camino hacia Almería por Bailén e Iznalloz hasta Guadix. Nos hemos alojado en el albergue juvenil, en la calle Fuerteventura, habitación 222 y como hemos llegado a la hora de comer pues hemos comido allí tambien. Por la tarde, como hace un tiempo espléndido hemos ido a dar una vuelta por el paseo marítimo y la playa del Zapillo, sentándonos en la terraza de un bar a tomar café y helado y luego a que nos salpicara una ola traidora junto al dique de piedras y luego hasta el faro, después de recorrer la Rambla. He hecho fotos a un barco y a la puesta de sol. Arriba, caminamos sobre el muro que lleva a la punta donde está el faro. Hay gente pescando y nos hemos dado una buena caminata. Hemos cenado también en el albergue.
El sábado día 1 de marzo, aunque el tiempo estaba revuelto, con viento y amenazaba lluvia que por la tarde llegó, cogimos el coche para ir por el Cabo de Gata. Sopla el poniente en el poblado de La Fabriquilla y de nuevo nos ha alcanzado una ola junto a las rocas, por llegar más allá de donde debíamos. En el Mirador de las Sirenas un poco más tarde. No hace tiempo de mar y menos de baño, aunque al principio soñaba con esta opción. Junto al faro de Cabo de Gata. Una foto a las barcas junto a una superficie de hierro que es por donde se deslizan para salir a la mar. Las gaviotas posan sobre el peñón, pasan los barcos surcando el horizonte hacia el estrecho de Gibraltar.
En San José de Cabo de Gata, paramos para comprar y luego tomar un café al solecillo de una terraza. Hay molinos destrozados, molinos sin huso, destrozados por el tiempo y el viento.
He escrito esto en mi cuaderno, acordándome de lo sucedido: “ Quiso nacer, pero ¡ tantas cosas quieren nacer y no las dejamos! . El viento se lo lleva todo, ¿ todo?. Y el mar atrae nuestros cuerpos al sueño de una longitud de piel que no tenga límites. Luchó esa semilla hacia lo improbable para hacerse y el camino del azar le fue negado. Creíamos que el azar desemboca en un hilo continuo de inconvenientes y puertas cerradas. Comulgamos con la certeza de la razón y la premeditación. Cortamos una planta que es capaz de crecer entre las piedras más duras y que es capaz de florecer porque para una planta es lugar la tierra ya abonada, predispuesto el campo para la siembra con la esperanza de que entonces nacerá ese hijo que esperásemos.”.
Hemos ido a la playa del Monsul y después a la de los Genoveses, donde nos llevamos las toallas y la bolsa de la comida. Hemos buscado un lugar para protegernos del viento, y al final entre unas rocas, hemos conseguido estar un poco a salvo de sus azotes. A mi cari le sigue doliendo el vientre y a veces le da muy fuerte. Hemos estado un rato tumbados sobre la arena y nos hemos quedado dormidos un poco. Al lado nuestra hay una madre con su hija que se llama Lucía y que llora como una condenada. Es una pena que no haga calor, aunque Beti tampoco podría sumergirse en el agua, pues no es recomendable después del aborto.
En la Isleta del Moro y Rodalquilar, el Playazo y Castillo de Rodalquilar, del siglo XVI que ahora es una cuadra para el ganado. Junto a la playa, reposan los muros de la Batería de San Ramón del siglo XVIII. El cielo está nublado, hemos caminado por las rocas de formas caprichosas por la acción del viento. Hay restos de conchas en la piedra. Hemos hecho el amor tendidos, desnudos sobre la aspereza de la roca.
En Carboneras, en la playa de Los Cocones, al lado del pueblo. Me he traído agua de mar en una botella pequeña de agua. Castillo de San Andrés. Hemos recogido conchas y piedras pulidas por el mar. Se ha hecho de noche enseguida y han caído algunas gotas de lluvia. Jugamos con una pelota que encontramos en la arena. Volvimos a Almería por la autovía, cenamos en el albergue, plato compartido y luego, después de ducharnos fuimos a dar una vuelta y bailar un poco en un lugar llamado MAY WEST.
El domingo viajamos hasta Sorbas y estuvimos desayunando en una cafetería en la plaza muy a gusto. Después compramos pan y nos dirigimos hasta Los Molinos del Río Aguas para salir desde estas casuchas habitadas por extranjeros anhelantes de vida alternativa en contacto con la naturaleza y desde allí, continuar por un camino que baja hasta el río, donde las cañas tapizan una auténtica selva de vegetación. El río es un oasis y el día está soleado, así es que hemos parado al lado de una piedra grande para tumbarnos al sol y darle gusto a la carne; después hemos continuado hacia un mirador donde explica un poco lo que vemos: “ “. El agua entra y sale entre la roca y forma cavidades y cuevas. Hemos llegado al lugar donde está el eucalipto más grande de la provincia de Almería y hemos hecho fotos. Un rato más caminando hasta la carretera y después hemos continuado hacia la derecha hasta que nos dimos cuenta que nos habíamos equivocado y rectificamos, pero primero paramos en un naranjal espléndido con una fruta que estaba pidiendo que fuese cogida y saboreada y eso hicimos. Beti se cayó por el terraplén que hay entre terrazas de cultivo, al dar un mal paso. Fue gracioso y se llenó de hierbajos.
Con tanta naranja parecía un paraíso y después de comer, estuvimos probando algunas y otras tantas nos llevamos para el camino, que ahora tomamos en dirección correcta, hacia el cruce con Sorbas hasta llegar a la Venta de La Viuda, lugar antiguo de antiguas paradas de gente de paso y del que solo queda el recuerdo de un lugar donde reposaban las caballerías y una mujer aferrada sin duda a los recuerdos, una mujer que tiene en la puerta una mesa con higos secos y chumbos medio podridos y unas cuantas botellas de licor detrás de la mugrienta barra.
Fuimos a tomar un café al bar El Chacho y después continuando la carretera hacia donde se encuentra el coche. Hemos hablado con un chico inglés y antes con una chica harapienta de nacionalidad alemana, que se bajaba de una furgoneta – casa. A la vuelta y a la entrada de Sorbas nos paró la Guardia Civil y al identificarme me sirvió para saber que en el Cuartel de ese pueblo está destinado un antiguo colega de Tablada que es de Alhendín y se llama José Miguel. Al verme nos hemos abrazado y al finalizar el servicio hemos subido a su casa y pasado un rato con él y su mujer. Beti se encuentra mal, le duele el vientre. En una farmacia de Almería hemos comprado unas medicinas para el dolor y antibióticos. En la ciudad, y sin cambiarnos de ropa, estuvimos en el café “La Habana”, romántico lugar de las cafeterías de entonces con música en directo y todo y luego por la playa.
El domingo al levantarnos hicimos la maleta y nos marchamos. A pesar de que desayunamos en el albergue, paramos después en Alhama para tomar un nuevo café, que para ella es el motor del día. El tiempo se engrisece y por las carreteras de Las Alpujarras comienza a llover. Hemos estado en El Nacimiento en Laujar, donde se reúnen en torno a las barbacoas, gentes para almorzar. Hay obras y con la lluvia, hemos parado a la entrada de Cherín para comprar dulces que hemos comido sobre la marcha y luego en una cafetería de Torvizcón. Nos apartamos con el coche a la entrada de Mecina – Alfahar para comer en el asiento de atrás, sin bajarnos a causa de la lluvia y con la bandeja del coche de bandeja para comer y sostener los víveres justo hasta que llegó un coche de cara por el camino y tuvimos que coger de nuevo la carretera. Hay muchas curvas y llueve. Beti está un poco harta y antes de llegar a Torvizcón, por la Contraviesa, he parado el coche porque ella se siente mal y se abraza y llora porque dentro de poco nos separamos y cada uno vuelve a su soledad. En Granada ya no hay trenes para Sevilla, así es que he tenido que ir corriendo hasta Córdoba y desde allí tomar un AVE. El camino ha sido de vértigo pero por fortuna hemos llegado bien. Ella ha continuado hasta Ciudad Real y también llegó sin problemas
Martes 5 de marzo. Beti vuelve sola a Madrid
Mi cari, como se sentía mal del vientre, no quiso dejarlo por más tiempo y llamó de nuevo a la clínica, concertando cita a las cuatro y media de la tarde del martes y yéndose en coche ante la imposibilidad de sacar el billete para el AVE. Cuando llegó estuvo un rato con su amigo Félix y luego entró en la clínica. Cuando estaba esperando me llamó por teléfono al móvil. Yo estaba en casa de Seve y la comunicación se interrumpió porque nos quedamos sin batería, pero pude saber que la iban a meter de nuevo en el quirófano puesto que su útero tenía problemas para contraerse y había acumulado sangre. En el informe de la clínica se hace constar que presenta un sangrado vaginal y dolor abdominal por útero mal involucionado practicándose la intervención por método de legrado aspiración bajo anestesia local. Así es que estaba muy agobiada y encima sola en medio de todo aquello. Lo pasó muy mal y más aún cuando ya una vez finalizada la operación con anestesia local, salió de allí y se metió en el metro para buscar su coche. De pronto notó que se orinaba encima, en el pantalón, pues aún su vejiga estaba insensible por la anestesia. Todo esto debió vivirlo como un auténtico suplicio y más aún cuando tuvo que regresar a la clínica para que le dieran ropa interior seca. Intenté hablar con ella por teléfono llamándola varias veces pero no me fue posible. Al llegar a Ciudad Real me llamó y me quedé más tranquilo, me contó todo lo sucedido y me sentí también un poco mal conmigo mismo.
Beti comienza sus guardias de urgencias en el Hospital Mancha Centro de Alcázar de San Juan
El viernes cogí de nuevo el AVE para Ciudad Real a la una de la tarde y para la hora de comer estábamos los dos juntos en su casa almorzando unas albóndigas que ella había preparado. ¡ Esta mujer es un primor, también en la cocina !. Además me tenía preparada una caja de zapatos forrada con tela como terciopelo de color burdeos para meter sobrecillos de azúcar con los nombres de las cafetería, que ahora se me había antojado y un billete de 1000 Leu que le mandó su padre desde Oradea. Por la tarde echamos la siesta y luego fuimos dando una vuelta para hacer algunas compras para la comida del sábado y de paso pasar por la oficina de Correos, donde había una cola de gente inacabable para recoger una carta ( una multa por exceso de velocidad con el coche de la AECC ). Rellené una hoja de reclamaciones con las típicas malas caras y entramos en la farmacia de su amigo Enrique, buena persona y muy amable y después de comprar otras cosas que necesitamos, nos tomamos una copa con él y quedamos para cenar. Así es que volvimos a casa, me duché y enseguida fuimos para el sitio previsto y quedamos con más gente, conocidos de ella y la mujer de Enrique, Tere, una señora que es de Jaén, que habla mucho y que se sentó a mi lado. Estuvimos en un restaurante que se llama “Cúchares” y cenamos bien. Luego en un pub nos tomamos una copa y bailamos algo; ellos se fueron más tarde y nosotros preferimos su cama a la calle.
El sábado día 9 de marzo nos levantamos sin prisas, entreteniéndonos en la cama, primero las caricias, luego los besos y nuestros cuerpos desnudos uno contra otro, uno sobre otro y al lado del otro. Desayunamos tranquilamente con mermelada de limón y fuimos a dar una vuelta por el centro. Entramos en una tienda y compré unos pantalones que dejé allí para que le cortaran los bajos y luego tambien compré un bolsito para llevar cosas en Coronel Tapiocca. Tomamos una cerveza en la misma Plaza Mayor, disfrutando del día nada frío y soleado y luego subimos a comer lentejas estofadas y tendernos en el sofá. Por la tarde salimos a tomar café y a buscar a su amiga Tere que trabaja de médico en un helicóptero para urgencias, así es que cruzamos la ciudad para llegar allí pero ya era tarde y se había marchado. A la vuelta entramos en la catedral, imponente templo de techos muy altos y bella torre y en el museo con pinturas de autores rusos del siglo XX. Luego estuvimos en su casa y tomamos cervezas en un bar con ella y Luchi tambien. Al cabo del rato volvimos a casa para cenar, ducharnos y a la cama.
El domingo por la mañana tomé el AVE de vuelta que salía a las 8 :20 y ella me dejó en la estación para irse a Alcázar de San Juan a la guardia en urgencias que comienza hoy. Desde hace algunos días está un poco nerviosa ante la novedad del trabajo y por la mañana me mandó un mensaje demostrándolo, cuando aún iba en el tren : “ Cari,estás apagado. He llegado bien, sigo muerta de miedo. Te quiero, es lo único que me consuela “. Lo cierto es que me siento muy dichoso por su amor y por el efecto que me causa quererla. Es una gran mujer por encima de todo y me siento tremendamente bien cuando ella está a mi lado alegre, amplia, infinita. Consigo que se entregue al momento. Ella me lo dice, cuando está conmigo se encuentra bien y cuando no, capea como puede el temporal”
Últimamente la veo alegre, recuperada y bastante mejor de ánimos. No se deja agobiar y eso es estupendo porque me contagia de felicidad. Se siente dichosa por amar y tener a alguien a quien echar de menos.
Miércoles 13 de marzo
Esta noche la espero, pues viene a las jornadas del máster correspondientes al mes de marzo. Me ha dicho que saldrá sobre las cinco, pues como tengo clase hasta las nueve, ella hace el viaje mientras. Anoche cuando llegué sobre las doce y media, la llamé por teléfono y estaba durmiendo. Lo cierto es que tuve que insistir y al fin se levantó; luego me arrepentí un poco, pero quería hablar con ella antes de irme a la cama.
Primer encuentro en la atmósfera mágica del Camino de Santiago.
Era el día 6 de julio de 2001, viernes. Llevábamos varios días caminando sin recreo y concurrimos en las fiestas de San Benito de Samos ( Lugo ). Un montón de peregrinos vivían la verbena sin restricciones, bailando dando saltos después de una buena comida de asados de carne y vino. Dos orquestas amenizaban la velada. En los vasos de barro, recuerdo de Samos, sobraba el vino. No había persona ni boca desconocida. En medio de aquel ambiente nos encontramos, agarrándonos para bailar juntos durante algunos minutos.
Ella apareció con zapatillas de deporte, un pantalón corto azul, una camiseta con pintura de Santiago de Compostela y dos coletitas pequeñas en su pelo rubio que le daban un aspecto juvenil y juguetón a pesar de sus treinta y tres años. Se vió atraída por mi forma resuelta de bailar y enseguida me trajo un trozo de servilleta donde había escrito sus teléfonos y su dirección de correo electrónico. Un trozo de servilleta que guardo con cariño.
1
A los cuatro o cinco días nos volvimos a ver por casualidad en la puerta de un bar a un día y poco de camino de Santiago y caminamos juntos durante algún tiempo. En la catedral de Santiago , en la misa del peregrino del jueves dia 12 , me senté al lado de ella y al salir, fuimos con el grupo de amistades a comer juntos y luego, en un banco de madera, en una avenida de la ciudad, nos dimos el primer beso. Fué delicioso. Ella estaba sentada al lado mía y al lado de otro amigo suyo que se llama César y que la había acompañado desde Sarria. Esperábamos al resto de la gente y me quedé dormido de cansancio, apoyado en su hombro. Cuando me desperté, su amigo se había ido y me quedé solo con ella. Le pedí un beso, directamente, espontáneamente y ella no se negó ; fué solo el comienzo.
Después nos fueron dejando solos o nos fuimos quedando a solas y paseamos por el parque, por la larga avenida ensombrecida de la tarde de Santiago, hasta tumbarnos en la hierba para comer los helados. Antes habíamos estado en un bar para tomar café con orujo. En mi credencial de peregrino escribió su nombre y su ciudad en Rumanía: “Beatrice. Oradea” . Tumbados en la hierba nos hicieron unas fotos, abrazados, comenzando nuestra historia. Después fuimos por las calles de la ciudad, con el resto de la gente, entre bares, copas de ribeiro y celebraciones en las terrazas, donde nos despedimos con un beso en los labios y la promesa de volver a vernos.
Su primera carta por internet
“ De: Betty [BEAPOP@teleline.es]
Enviado: miércoles, 18 de julio de 2001 2:07
Para: ANTONIO FERNANDEZ PLAZA
Asunto: camino
Hola Antonio!
¿Como va tu Camino? un camino diferente, pero ¡camino al fin y al cabo!
He tenido problemas con el correo asi que hasta hoy no he podido recibir ni escribir, menos mal que esta ya todo solucionado. Me he quedado con ganas de leer mas. Me gusta porque escribes tal y como eres, directo y divertido.
Yo estoy un poco rara desde la vuelta. Estoy en pleno proceso de interiorizacion de todo lo vivido en ese fantastico tunel de cristal. Para mi fue como un despertar a la vida, y te juro que, como una esponja me habia empapado de todo, esa sensacion de formar parte de la naturaleza, tantos olores, sabores y sensaciones, algunas nuevas otras dormidas que vuelven a resurgir, y sobre todo la manera de relacionarse de la gente, ese cariño, esa comprension y tanto compañerismo que surge porque sí, que tanto echo de menos en el dia a dia, en fin no consigo encontrar ni las palabras ni la forma de expresar todo lo que siento... Luego tú, con tu alegria de vivir que me ha contagiado de manera sorprendente, asi que aqui me tienes, bastante contentilla y feliz. ¿Te acuerdas que te iba a dejar un libro? Pues como a mi no se me da bien escribir, he pensado mandarte algun pasaje que me gusta a mi, esperando saber mas de ti, tus relatos, vernos quizas, saborearnos otra vez, entremezclados con la hierba mojada y tantas risas! Besitos y ah! me voy a tomar una coca-cola! “
Y esta otra, algunos días después:
De: Betty [BEAPOP@teleline.es]
Enviado: lunes, 23 de julio de 2001 7:15
Para: ANTONIO FERNANDEZ PLAZA
Hola guerero!
No he recibido tu correo, no se si es que pasa algo con mi conexion a internet porque tengo dificultades para conectarme y para recibir correo, pero bueno, a lo que voy es que estoy tan sumamente ilusionada con la escapada que parezco una niña con zapatos nuevos! Tengo que confesar que tengo un poco de miedo, pues no tengo entrenamiento mas que el Camino, y tanta altura impone, a mi al menos, bien es verdad que me llevo todo un guerrero conmigo... Lagunas, verde, montaña, hierba, mmmm, no se yo si aguantaré hasta el viernes. Tu por si acaso ves preparando un saco de paciencia para conmigo. En fin, me enterare de un sitio para bailar en Granada, ya que pasaremos la noche allí. Pense anoche en tí, pues habia salido con unos amigos a tomar una copa y tenia unas ganas locas de bailar, no hacia mas que acordarme de las fiestas de Samos. Voy a tener que cobrar comision con la propaganda que le estoy haciendo al pueblo, en serio! ¿Bailaremos, verdad? Bueno, te llamo el miercoles, intentare organizar bien mi mochila, el espiritu lo tengo abierto y el corazón lleno de alegria, alegria por vivir, y no me refiero a estar viva por fuera sino por dentro, sentir e ilusionarme con todo como lo hago ultimamente es algo fantastico!
"Un guerrero sabe que los fines no justifican los medios.
Porque no existen fines; existen solamente medios. Las vida lo lleva desde lo desconocido hacia lo desconocido. Cada minuto está revestido de este apasionante misterio: el guerrero no sabe de dónde vino ni hacia dónde va.
Pero no está aquí por casualidad. Y se alegra con la sorpresa, se encanta con los paisajes nuevos. Muchas veces siente miedo, pero esto es normal en un guerrero.
Si sólo piensa en la meta, no conseguirá prestar atención a las señales del camino; si se concentra solamente en una pregunta, perderá varias respuestas que están a su lado.
Por eso el guerrero se entrega."
Espero verte pronto y poder darte un besito!
Y en otra de ellas de la misma época, he podido rescatar este trozo de texto:
“ El guerrero de la luz necesita dedicar tiempo para sí mismo. Y usa este tiempo para el descanso, la contemplación, el contacto con el Alma del Mundo. Aun en el medio de un combate, él consigue meditar.
En algunas ocasiones, el guerrero se sienta, se relaja, y deja que todo lo que sucede a su alrededor siga sucediendo. Mira al mundo como si fuera un espectador, no intenta crecer ni disminuir, solo entregarse sin resistencia al movimiento de la vida.
Lentamente, todo lo que parecía complicado empieza a volverse sencillo. Y el guerrero se alegra.
Así es como me he sentido yo en el Camino, y así es como te he visto a ti:
Todos los caminos del mundo llevan hasta el corazón del guerrero; el se zambulle sin vacilar en el río de las pasiones que siempre corre por su vida.
El guerrero sabe que es libre para elegir lo que desee; sus decisiones son tomadas con valor, desprendimiento y -a veces- con una cierta dosis de locura.
Acepta sus pasiones y las disfruta intensamente. Sabe que no es necesario renunciar al entusiasmo de las conquistas; ellas forman parte de la vida y alegran a todos que en ella participan.
Pero jamás pierde de vista las cosas duraderas, y los lazos creados con solidez a través del tiempo.
Un guerrero sabe distinguir lo que es pasajero de lo que es definitivo.
Lo dicho, guerrero! “
Solos en la montaña. Ascensión a la cima del amor
La primera vez que nos encontramos, después del Camino de Santiago, fué frente a la soledad desafiante de Sierra Nevada. Era todo subir en silencio y superar los metros hasta la cima. Ella iba a mi lado, bien atenta. Yo le iba recitando poesía de Rubén Darío, de Miguel Hernández. El día estaba caluroso y en las pozas de agua fría nos bañamos desnudos aunque por poco tiempo. Se veían manchas de nieve perpetua. Los veneros bajaban cargados de agua del deshielo. Yo acercaba mi vaso de aluminio a la corriente y cogía agua purísima pero muy fría, para ofrecérsela y beber. Fué simbólico este gesto, que se repitió durante todo el día. El cansancio era mayúsculo y la sed intensa.
Poco a poco nos fuimos conociendo, en la soledad de la montaña, en la escalada de las moles rocosas y las dificultades de los desprendimientos de las lastras. Hubo peligro en algunos tramos, pero ella no se echó atrás ni demostró desconfianza en ningún momento. . En la subida a lo más alto, tras un valle de nieve, como yo iba delante, de cuando en cuando miraba hacia atrás y ella seguía mis pasos o buscaba rápido, una via alternativa. Me sentí muy feliz cuando llegué arriba y creo que ella tambien. El aire soplaba fuerte, con mucho coraje. Me ayudó, caminando sobre sus pasos, a cruzar un camino cortado por la nieve. Cuando yo iba andando, tomaba precauciones clavando mis botas en la nieve para no caerme, pero entre el frío que congelaba mis manos y el peligro que se asomaba por la pendiente pronunciada, se me secó el aliento, noté angustia y sequedad tambien en la garganta y le pedí agua. Después, ella tendió su mano, me agarró para que pasara sin miedo y envolvió en su pañuelo de colores como la piel de una vaca suiza, mis manos para que se calentaran. Noté en ella una mezcla de valentía y confianza que me entusiamó. Creo que desde entonces comencé a quererla, fruto de esa admiración.
En la estación de Pradollano, nos metimos en el bar del albergue universitario y tomamos un café. Estábamos exhaustos por el esfuerzo y esperamos a que llegara el autobús para dejarnos en el Centro de Interpretación del Parque y desde allí, por un camino, descender la vertiente, hacia el fondo del barranco. Cuando pasábamos al lado de una fuente, me paraba a beber agua; ella hacía lo propio animada por mí.
Al llegar de nuevo al Barranco de San Juan, donde dejamos el coche, paramos en un bar para celebrar nuestra aventura, con dos vinos tintos y nos hicimos unas fotos.
De vuelta de la Sierra, fuímos a dormir al cámping situado al lado del embalse de Los Bermejales, en el camino de Alhama. Yo quería disfrutar juntos del agua caliente en la fuente al lado del río. Cuando pasamos por La Malahá, pregunté a unos chicos desde el coche y estuvo a punto de pasarme algo muy grave, pues uno de ellos, con la mirada descompuesta, después de gritarme: “ Vete de aquí, vete de aquí “, sucesivas veces, intentó utilizar una navaja que llevaba contra mí y menos mal que pude pisar al acelerador y salir echando chispas. El mal trago nos hizo pensar y lo pasamos mal. Junto al embalse de Los Bermejales, hay un cámping y nos hemos quedado allí a dormir, dentro de la tienda. Por la noche fuímos andando hasta la presa y hablamos, hablamos de todo, de nuestra historia personal, de nuestro pasado. Hay música de discoteca de verano junto al agua, música ruidosa, inapropiada.
Quiere a los suyos y para su sobrino, que pasó parte del verano en su casa, nada era bastante: cuidados, consejos, regalos de todo tipo.
Sobre las emociones e impresiones que a ella le produjo este primer viaje juntos, tengo una carta que me mandó el lunes siguiente:
De: Betty [BEAPOP@teleline.es]
Enviado: lunes, 30 de julio de 2001 23:32
Para: ANTONIO FERNANDEZ PLAZA
Asunto: melocoton
Esta mañana desayune (entre otras cosas) melocoton. Abri la nevera, lo cogi con las manos y me quede mirando esa fruta; de pronto vi el sol de Sierra Nevada ponerse, tiñendo de rojo anaranjado las cumbres rocosas que tanto costo escalar, en mis oidos la voz de un guerrero recitando a Ruben Dario, la piel aterciopelada de tan sabroso manjar por un momento hizo estremecer mi alma, tan real fue la sensancion de tener cerca al que trajo la poesia en mi vida, y empece a flotar sobre oceanos de luz, alto, para que ni los aguilas me puedan alcanzar, lejos, para que no pueda destrozar con los parpados abriendose al despertar, mis sueños de de tenerte cerca. Pero la realidad golpea a la puerta de los sentidos, disfrazada del tic tac del reloj, marcando el tiempo que pasa, y pensé, ¡que diablos! no solo es tiempo que paso sin ti sino que tanto menos me queda hasta poder estujarte de nuevo y saborearte como si de un sabroso melocoton se tratara, asi que comenze un dia alegre, llevandote en mi corazon como si de un tesoro se tratara, confiando que Dios no esta para bromas pesadas y dejando la puerta abierta para que sigas haciendo poesia. Un besito, guerrero.
Y varios días después, su emoción se disparó. Nos echamos de menos un montón.
De: Betty [BEAPOP@teleline.es]
Enviado: viernes, 03 de agosto de 2001 4:05
Para: ANTONIO FERNANDEZ PLAZA
Hola guerero!
Ya tengo los billetes de AVE, asi que el sabado a las 10 te dare el besazo mas grande que te han dado nunca. Te echo mucho de menos , tanto que a veces me asusta, me quedo embobada viendo las fotos y los recuerdos parecen realidad, a veces hasta te huelo. Hasta me he comprado Poema del cante jondo, voy leyendo despacito para saborear, parece que te estoy saboreando a ti, pero por dentro.
"Un guerrero de la luz necesita simultaneamente paciencia y rapidez.
Los dos mayores errores de una estrategia son: el actuar antes de hora y el dejar que la oportunidad pase de largo. Para evitar esto, el guerrero trata cada situacion como si fuera unica y no aplica formulas ni recetas ni opiniones ajenas.
El califa Moauiyat pregunto a Omar Ben al-Aas cual era el secreto de su gran habilidad politica:
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Ay, melocoton, no saben lo dificil que es esto, los que dicen que en esto hay que tener paciencia
Primera vez que vino a Sevilla, a mi casa
En el Castillo de las Guardas, en la reserva de animales salvajes, que recorrimos en en todo terreno de otros compañeros, después de la visita, me regaló una tortuga pequeñita de plástico que adornaba una pulsera pequeñita. En el viaje a Murcia, la coloqué en mi sombrero amarrándola con varios nudos. Daba color y me acordé mucho de ella. De hecho, este viaje, más duro de lo que pensaba, me sirvió para acrecentar mi amor hacia ella y noté mucho su ausencia, cuando el fin de semana anterior nos lo pasamos llenándonos de besos en todas partes, ajenos a la mayoría que intentaba revivir los momentos alegres del Camino
De cómo se siente ella a partir de este momento, transmito el fiel reflejo de varias de sus cartas a través del ordenador:
De: Betty [BEAPOP@teleline.es]
Enviado: martes, 07 de agosto de 2001 6:21
Para: ANTONIO FERNANDEZ PLAZA
Hola cosa rica y sabrosa, tan sabrosa que me falta el sabor de tus labios para estar bien. Hace un mes, quizas a estas horas estaba bailabdo contigo en Samos, cuantas cosas desde entonces... Estas en mi vida y no se como agradecerlo, bien es verdad que tengo mucho miedo, no se como explicarte lo que siento. Como me siento, es mas facil, me siento rebosante de alegria y felicidad, inmensa, tengo la sensacion que puedo abarcarlo todo con mi corazon, de repente da mucho de si, parece que el sol sale para alegrar mi dia y me utiliza a mi para alegrar a los demas, la luna ilumina mis sueños las estrellas los dora, todo es posible. Es verdad lo de que todo el Universo conspira cuando se quiere algo de corazon, a la vez me siento como parte activa de mi vida y espectador de esa maravillosa magia que hace que todo salga rodado. Estas en el aire que respiro, en la brisa que acaricia mi cara, en el dulce sabor de un melocoton maduro, en el verde de la vid en toda su esplendor, en el lamento de una guitarra en el parque y en cada pensamiento que cruza mi cabeza. Te echo de menos.
De: Betty [BEAPOP@teleline.es]
Enviado: miércoles, 08 de agosto de 2001 1:02
Para: ANTONIO FERNANDEZ PLAZA
Asunto: pensamientos
“Tiempo, concepto abstracto y relativo que marca nuestras existencias, ya sea por su paso implacable, como por su capacidad de cambiar el valor de las cosas. ¿Cuanto vale una milésima de segundo? Que se lo pregunten al medalla de plata de los mundiales de atletismo... El aquí y ahora; me paso el día filosofando con mis enfermos sobre la necesidad de vivir el presente ya que el futuro no es de nadie, lo único que tenemos es el aquí y ahora y casi siempre lo dejamos pasar esperando y preparándonos para algo mejor; disfrutarlo es ganarle la partida al tiempo como bien dices. Funciona, pues cada vez es mas intensa la manera de vivirte, esa manera de disfrutarte, verte desplegar todo tu arsenal, tus formas sinuosas abarcándome por completo, tu piel morena rodeándome, empapándome con tu sudor, tu voz envolviéndome en poesía; realmente me siento dichosa por poder compartir contigo minutos y horas, oírte hablar, devorando tus palabras como alimento para mi espíritu hambriento y atormentado. Tengo ganas de subirme a lo alto del ayuntamiento y gritar a los cuatro vientos: ¡Dios me adora, señores! por haberte puesto en mi camino. Mi alma es como una tumba en llamas, lanzando fuegos artificiales a través del espíritu, me quema el deseo de tenerte entre mis brazos. Contigo me siento bien, nada existe ni nada tiene importancia mas que el momento y todo lo que ofrece. Esto ya te dije que es nuevo para mi, yo no era así. Supongo que todo lo hasta ahora vivido me ha servido para madurar, soy bastante reflexiva y procuro no dejar pasar las cosas por mi vida así como así, así que en cierta manera inconsciente me estaba preparando para tu llegada, digamos que corrían tiempos de adviento, y El que llego fuiste Tu, peregrino por el Camino, y pusiste a mis pies el mundo en forma de mar de luz, te convertiste en mi guerrero, en mi luz. Yo no tengo ese don de palabra que tu tienes, solo se que el tiempo ha cambiado de significado para mi desde que te conozco, los días no pasan igual entre semana que en fin de semana ni me cunden igual los momentos. Un instante perdida en el océano de tu mirada le da años de vida a mi alma; oírte hablar es como regar un jardín de rosales que van creciendo haciendo una escalera entre la tierra y el cielo, para yo subir y como desde un trampolín zambullirme en el río de la vida, llenando mis pulmones con tu fragancia, haces que mis alas se desplieguen fácilmente para poder planear y contemplar desde lo alto la belleza del Universo, y es que me siento fuerte, llena de vitalidad y capaz de comerme el mundo contigo a mi lado. Seguiré disfrutando del presente y no haré planes, pues me asusta pensar que todo esto tal vez sea un sueño y despertar y tu no estar seria doloroso por no decir insoportable. Mi imaginación mientras tanto va jugando con mi idea sobre ti, leer tus líneas me llena de emoción el corazón y me hace sentir feliz, esperando el momento para abrazarte y colmarte con mis besos y caricias.”
Con el resto de gente del Camino en Fuenteheridos, Huelva , pero con nostros mismos.
En la misma habitación en Fuenteheridos, dormíamos Beti, su sobrino Vlad y yo. El chico reposaba en un colchón en el suelo, con su saco de dormir. Nosotros ocupábamos la cama, privilegiados. No sentíamos remordimiento alguno y en un cuartito anexo, donde estaba la lavadora, hicimos el amor todas las noches. Buscábamos el lugar oculto, la llamada de la noche y la soledad furtiva para besarnos, comernos, acariciarnos y hacer el amor como locos salvajes en cualquier parte y nos excitábamos mutuamente.
Le mandé un mensaje a su móvil:
“ Espiga de Sol, verde es la luz de tus ojos. Te quiero como el sueño al camino, en lo más hondo de mí “ ( 14 de agosto de 2001 )
Mi viaje por Murcia: la ausencia y su significado
( segunda quincena de agosto )
- Todo el camino en tierras de Murcia, fué para ella. Todos los días hablábamos por teléfono y ella me llamaba a cualquier hora. La eché mucho de menos, muchísimo y soñaba con volverla a ver. Yo sé que ella hubiera estado conmigo en cada momento, pero se mostraba muy respetuosa con mi viaje. Cuando finalizaba la jornada de camino, buscaba cualquier sitio rodeado de paz para que pudiéramos hablar por teléfono. Era mi momento feliz, cuando ella me llamaba y yo me recuperaba del cansancio del día. Desde Aledo, al pie de Sierra Espuña he escrito esto en mi cuaderno de notas : “He hablado con Beti. Es sus suspiros silenciosos, en sus sonidos, en sus anhelos, compruebo la dimensión de su amor, que toca las cimas montañosas que se elevan a miles de metros por encima de las nubes que ahora pueblan la sierra.”
En su casa de Ciudad Real, un oasis, vergel de mis sentimientos.
Desde Pitres, buscando el agua de la Alpujarra, viajé a Ciudad Real. Era la primera vez que yo estaba allí y en su casa ví una entrada al paraiso. Ella me recibió serena, con su vestido largo. Todo era hospitalidad, todo. El ambiente que me rodeó en su casa, música clásica, apacible, clima, atmósfera, su cuerpo radiante, cálido, entregado...... Yo venía de la aspereza del sol cayendo a trozos, de la sequedad, de la vida espartana entregado a los avatares del caminante, de las renunciaciones múltiples, de las estrellas que me hicieron soñar, de los caminos soñados que no encontré, de la carretera agria. Ella fué para mí, llegar al oasis, descansar, reposar alegremente mi espíritu, mi felicidad.
Primer contacto con ella en mi familia.
- En el pueblo, en Pozoblanco, con mi familia, se mostraba igual de dispuesta y amable y enseguida cayó muy bien y se tomó con humor la ironía de la gente, que al verla pasar de mi mano le recordó con indirectas que no había sido la única. Es cierto, pero la quiero, no sé que puede pasar, pero la quiero y no es una más. Dábamos paseos por las afueras. Ella, una vez más, iba confiada, contenta, satisfecha. Le regalé una botella de aceite de Los Pedroches, que compré en una almazara en Pozoblanco. Fué simbólico. Ella trajo un queso y una botella de vino de La Mancha. La dejé en la estación de FFCC de Córdoba y volvió en AVE a su casa en Ciudad Real. Debió sentirse muy sola y triste. Se le saltaron las lágrimas porque me buscó en el andén y yo ya no estaba. Por el teléfono, de fondo, se oía la música de ritmos cubanos que yo le regalé; quería reproducirme en todo lo que le rodeaba, recordarme ya que no me tenía a su lado. Esta mujer se mueve con el corazón, viaja con él y le siente palpitar fuerte, muy fuerte.
De nuevo en Ciudad Real y alrededores. Me siento bien aquí
Un fin de semana largo, desde el jueves por la tarde, viajé a Ciudad Real. Era la segunda vez que estaba allí. Desde su balcón se veía todo el movimiento de la plaza. Me trató como a un invitado de honor. Había comprado una botella de whisy del bueno y me tomé una copa con hielo. Se estaba fenomenal. Salimos por la noche, al campo, al airecillo fresco, dentro del coche, al lado de los olivos y la multidud de viñas a punto de la recolección. En el camino, en el interior de su coche, hicimos el amor, los cuerpos desnudos, las estrellas salpicando toda la bóveda celestial. Al fondo, Valdepeñas en fiestas y una noria multicolor de fuegos artificiales.
La primera noche, al lado de un campo quemado de rastrojos, su cuerpo se estremecía sobre el mío y el mío sobre el suyo. Por el sendero caminamos desnudos y para superar los temores nos abrazamos, nos abrazamos completamente, entregados, eternamente, el uno al otro. Ella me miraba a mí, encontrándose, yo a las estrellas, donde la veía a ella inmortal, dentro de mi vida.
El resplandor de las luces, de los estampidos de los cohetes, nos indicaba el camino de vuelta, invadidos por el sueño tras el goce de la carne. Ella, espiga dorada bajo el silencio de la noche. Yo me sentía pleno, distinto, traspasado por el amor. No nos importaba lo demás, vivimos en una burbuja, ya lo habíamos comentado antes.
En una iglesia, donde aparecía la cruz de Santiago, una niña me cogió mi dedo índice, cuando se lo ofrecí. La pobre, se metía los dedos de la otra mano en la boca y se llenaba de saliva la mano. Beti la cogió en brazos, sentándola sobre sus piernas. Yo la veía a ella y a la niña. Me sentí feliz tambien dentro del templo durante la celebración de la misa. Una iglesia pequeña, acogedora. Sin saber muy bien cómo, quise estar allí, por mucho tiempo, no me importaba. Beti, inclina su cabeza sobre la mía, es un gesto inequívoco de confianza, de entrega.
Nos sentamos en un velador en la plaza de Almagro, frente a los soportales y a la grandeza rústica del lugar. Por las calles de Almagro fuimos dando un paseo hasta el Parador Nacional. Estaban celebrando una boda. No nos gustan las parafernalias porque ella entiende el sentido religioso del matrimonio. En las Tablas de Daimiel, en el camino, yo iba hablando de nuestro amor, se me llenaban los ojos de lágrimas empañándome las pupilas.
En Madrid, la ciudad es alegre con ella.
El mismo día de los atentados sobre las Torres Gemelas de Nueva York, el 11 de septiembre, viajé a Madrid en AVE para acreditar el nivel de idioma francés en la Escuela de Idiomas del Ejército del Aire, en el Cuartel General. La primera noche fuí a dormir a casa de Jesús, un compañero del Camino. Al día siguiente, a las tres de la tarde vino Beti con su coche desde Ciudad Real y quedamos en una plaza ( la Plaza de Legazpi), junto a la estación de metro.
Fuimos a alojarnos al piso que nos prestó una amiga suya, en Calle Trafalgar nº 1, cerca de la Glorieta de Bilbao. Hemos deambulado por las calles de Madrid, nos hemos acostado juntos en ese piso a punto de venderse y todo lleno de instrumentos para obras de remodelación, con los techos muy altos y sin habitar. Hemos salido por Madrid, por el atasco de sus calles, hemos ido a ver a una amiga, Merchi, que está hospitalizada cerca del estadio Santiago Bernabeu y después por las calles cercanas a la Plaza del Sol, en el Corte Inglés, donde compramos las entradas para la exposición sobre El Esplendor de los Omeyas, en Córdoba y de paso le compré un libro de García Márquez : “El amor en los tiempos del cólera”, que viene a propósito de lo ocurrido en N. York y Washington.
Hemos ido a cenar y gastarme las dietas del viaje con otra gente del camino que conoce Beti y con Luchi, Jesús y luego en el Café de Oriente con Antonio, el psicólogo, que tambien vino. Nos fuimos a dormir. Ella madrugó para llegar a buena hora al trabajo.
En Córdoba, lugar intermedio.
En Córdoba nos volvimos a ver cuando ella salió de su guardia en el Hospital el sábado por la mañana. Estaba costipada y los ojos rojizos por la enfermedad, pero se mostraba igualmente amable. Fuimos a dar una vuelta por la judería, en los alrededores de la mezquita y sin destino fijo, deambulando por las callejuelas, por cualquier sitio. Todo era soporte de nuestra unión.
Al lado de la estatua para el oftalmólogo árabe Al - gafiq, estuvimos un ratito entregados a los besos, hasta que un grupo de turistas extranjeros nos llamó a la atención, bajándonos de la nube. Nos fuimos sonriendo, con la sabiduría sonriente del que ama.
Fuimos a comer a la sociedad de plateros, platos típicos y vino fino. Por la noche, la cena en la sierra, en un lugar con terraza donde olía a plantas y rodeado de pinos. Recordamos escenas comunes en el Camino. Ella, en un gesto que la dota de una ternura incomparable, se señaló con el dedo índice de su mano izquierda al hombro de la derecha, lugar que según ella se sitúa el demonio. Era el demonio que le decía que en el momento de conocerme no se fiara de mí, que era peligroso. En su hombro izquierdo estaba el ángel. Todo eso me provocó una risa a carcajadas ante la ingenuidad de sus razonamientos de una dulzura increíble, como si estuviera contandole un cuento a un niño.
Fuimos a ver la exposición el esplendor de los Omeyas en Medina Azahara. Hizo un calor tremendo. Antes estuvimos visitando las ermitas, en la antigua vida eremítica de los frailes. Lugar santuario de la tranquilidad, desde donde volvimos a nuestro juego de besos, sentados al lado del pequeño cementerio.
Nos llamamos todos los días por teléfono. Cuando ella nota por mis mensajes que estoy un poco agobiado, enseguida me llama y nos tiramos un buen rato hablando. Su corazón tira hacia mí, incondicionalmente, pero vamos a fuego lento para no cometer errores. Luego, después de hablar, me manda mensajes al móvil y por internet. En Ciudad Real tiene cosas que hacer, pero no le apetece. Ha comprado unas sillas y una mesa para la terraza. Hemos encontrado en la silla, lugar idóneo para hacer el amor, sobre todo, porque estamos al mismo nivel y el contacto cuerpo con cuerpo es mayor. Cuando me levanté esta mañana encontré un mensaje en el móvil en el que me decía que el beso de ayer me lo mandaba por internet. Y ahora, reproduzco esta carta:
De: Betty [BEAPOP@teleline.es]
Enviado: jueves, 20 de septiembre de 2001 5:37
Para: ANTONIO FERNANDEZ PLAZA
Asunto: besos nocturnos
Hola cari!
Solo era para darte un besito, como el mundo de grande, recordando el fin de semana que pasamos en Córdoba. Tú, yo, la noche estrellada, la ciudad iluminada a nuestros pies, fisgando con unos prismáticos el mundo exterior. Ahora, en la soledad utilizo los prismáticos para fisgar en mi mundo interior. Estas, sencillamente lo eres todo, no se como expresar todo lo que siento, y eso que tenemos una relación muy fluida en la que los dos expresamos con bastante claridad, aun así tengo a veces la sensación de quedarme corta, tal es la intensidad de lo que siento, tan grande la dicha que tengo que pienso que es imposible llegar siquiera a rozar la realidad. Te echo de menos, me queda un día y medio para verte, abrazarte y besarte de esa manera tan nuestra que nos pone peligrosamente calientitos en la calle, mientras tanto te mando tantos besitos cuantas luces seas capaz de contar en la foto. Buenas noches!
De nuevo en Ciudad Real: llega la lluvia a su balcón.
Viajé a Ciudad Real la primera vez que llovió. Desde su ventana mirador de la Plaza Mayor, ví caer la lluvia que bailaba taconeando sobre el asfalto, en este teatro donde la vida transcurre con sus diferentes colores. La música de fondo es sobrecogedora. El adagio de Albinoni y otros temas clásicos. Sentí toda la paz en mi alma y absorví todo el olor a humedad y otoño de que fuí capaz. El sábado de madrugada me despertó, cuando lloraba su gata en el salón al haberle cerrado la puerta del dormitorio, porque llovía fuera y quiso que no me perdiera el espectáculo. Había comenzado de nuevo a caer agua fina, otoñal y la lluvia en la calle daba un ambiente cálido y recogedor. Me desperté entre sueños, ella abrió la puerta que da al balcón desde la habitación y noté la lluvia a intervalos, mezclándose con los primeros bostezos del día. Mi cari, mi espiguita, se ha convertido este año en el ángel del otoño, la anunciadora de la estación. La naturaleza comienza de nuevo su ciclo y a mí, que soy amante particularmente del otoño, me hace mucho bien salir al campo con ella e irnos a cualquier sitio.
Así es que fuimos al Castillo de Calatrava, lugar para visitar en medio de esta lluvia envolvente y donde hemos encontrado rincones llenos de encanto, miradores para la extensa campiña, escaleras que conducen a torreones y murallas, a veces sin salida. Por la noche del sábado, salimos a dar una vuelta y tomar una copa con sus amistades, pero enseguida nos liamos con las cintas de los besos y volvimos a nuestra soledad.
- Cuando la llamo por teléfono en el domingo nublado, amenazante de lluvia en Sevilla, apenas puede resistirse a llorar por la ausencia. Comprende la situación, la entiende, pero desde el corazón hay incertidumbre, colapso ante lo que quiere y no puede, ante lo inevitable.
He recibido estas carta por internet:
From: Betty
To: ANTONIO FERNANDEZ PLAZA
Sent: Tuesday, September 25, 2001 10:27 PM
Ojala y fuese como el otoño! Parece una tontería, pero me encantaria. Tienes razón, todo acaba y comienza en otoño. El campo, la montaña, los árboles, acaban su ciclo, tranquilamente infundiendo paz al mundo, dejan que sus colores se conviertan en una explosión de belleza, ¿quien no se queda anonadado contemplando un paisaje otoñal? agradecen un tiempo pasado de esplendor, han sobrevivido al verano con su calor, han albergado diferentes formas de vida y ahora se vuelcan con su interior, preparando el siguiente ciclo; dejan que el viento les arranque una hoja mas, pero no pasa nada, han puesto un anillo mas en la corteza, para ganar en sabiduría, solidez y fuerza interior para encarar el invierno.Pero no pierden las hojas, simplemente las cambian de sitio, así en el suelo les dan calor a sus raíces y relajan a los caminantes con el ruido que hacen al pisarlas e incluso les invitan a tumbarse para ver el cielo entre sus ramas y soñar con el infinito, cerrar los ojos un instante y dar rienda suelta a la imaginacion. El frío invita a acurrucarse a los que se aman, darse cobijo, caricias y besos, uy los besos, esa mezcla de fluidos y calor, esa entrega tan intima y especial que pone los pelos de punta... Y los frutos, también se recogen en otoño, tan maduros y sabrosos que se comen con los ojos, parece la ofrenda que se le da al tierra y naturaleza por haber sido gentil a lo largo de todo un año. Sentimientos, madurando como frutos... en fin, me gustaría ser como el otoño;”
De: Betty [BEAPOP@teleline.es]
Enviado: miércoles, 26 de septiembre de 2001 13:46
Para: ANTONIO FERNANDEZ PLAZA
Asunto: besos y besitos
“ Hola Cari! Mua! Acabo de hablar contigo por teléfono, sigo viéndote en la foto de la nata, como digo yo y mi pensamiento, como siempre esta donde tu estés, me iré a dormir pensando en ti, oliendo las sabanas que guardan tu olor y leyendo el libro que me regalaste; ¿que mejor manera de pasar una noche juntitos? Te quiero mi vida!”
Beti en Sevilla. Ella sola y yo
El fin de semana último de septiembre, vino a Sevilla en el tren y aunque luego tuvo guardia el domingo, se quedó en casa el viernes y el sábado. Pasamos dos noches juntos, acurrucándonos bajo la primera manta. Ella se coloca de lado, desnuda en posición fetal y yo la rodeo con mis brazos por detrás. Así le gusta y se siente protegida.
El viernes estuvo lloviendo y sólo salimos a la calle a comprar algunas cosas para ir a caminar con el grupo el día siguiente.
El coche se averió antes de salir de Sevilla y aunque madrugamos y teníamos ilusión de pasar el día fuera, nos quedamos de nuevo solos en mi casa. El resto se fueron en sus coches. Al principio me desesperancé un poco, pero ella fué sacando lo mejor de la situación y cuando volvimos andando a casa después de dejar el coche en el taller, nos tendímos en el sofá e hicimos el amor con música de fondo y la lluvia fuera y todo fué muy íntimo y otoñal. Nuestros cuerpos se fusionaban y su boca sigue siendo ese pozo de dulzor en el que caigo y caigo una y otra vez.
Es total. Luego subimos unas plantas a la azotea para que se mojaran y aprovecharan el agua. Por la tarde salimos a pasear por Sevilla en autobús hasta el centro y luego caminando hacia la calle San Eloy para tomar unas tapas y vino y desde ahí hasta la feria de San Miguel, instalada por primera vez en las explanadas de albero encharcado de la feria. Lo más emocionante fué cuando subimos a la noria, que giraba muy deprisa y Beti sintió un poco de pánico ante la caída de tal modo que se vino a mi asiento para que la sujetara y se arrodilló en la calesita del miedo, mientras gritaba sin poderlo remediar. Yo le sugería que observara las luces de la ciudad desde allí arriba, pero no pudo a su pesar y solo se le quedó el nombre de un rótulo luminoso. Cuando bajamos se disculpó y me propuso que me montara si quería en otra atracción, pero a mí no me apetecía. Volvimos a casa caminando y rendidos de la paliza. Las penas se disuelven en esta agua tan pura, en esta naturaleza tan exquisita, en esta mujer tan genial. El domingo se fué en el autobús urbano para coger el tren que salía a las nueve. El conductor tuvo que abrir varias veces la puerta porque se nos olvidaban las cosas, con la despedida.
Comunicaciones en la distancia. Acerca de lo nuestro.
Ayer, dia dos de octubre, nos conectamos a internet a la vez y estuvimos escribiéndonos cosas en el chat. Así durante más de una hora y media. Fué alucinante, nos llegaban las palabras y las frases de amor mezcladas con la broma y los chistes. Su interior palpitaba, como palpitaba y se estremecía su cuerpo y sus sentidos cuando le recordaba momentos mágicos. Todos los días hablamos por teléfono dos veces o más y estamos planeando vida en común. Ella hace todo lo que está en sus manos para hacer crecer este amor que nos une y yo así lo recibo.
Me escribe a través del móvil, trozos de poesía de Pedro Salinas, palabras cargadas de sugestión y deseo, de esperanza de encuentro y de amor, profundo amor.
Me deja la ropa doblada y bien puestecita sobre la mesita de noche, después de recogerla del tendedero. Y esto lo hace con un cuidado exquisito como si fuera yo mismo mi ropa. La he visto plancharme el uniforme de trabajo, un pijama color verde que ella misma me trajo de Ciudad Real. Le gusta planchar, dice que así se garantiza que haciéndolo bien, sale bien hecho. En las tareas de la casa actúa con diligencia y sin pereza y combinamos los trabajos durante la mañana en ese Sábado que nos quedamos sin coche, estuvo lloviendo e hizo mal tiempo.
Anoche llamé a Sonia y le subrayé lo bueno de esta relación. Veo en ella la mujer que busqué.
De nuevo, Beti en Sevilla.
Vino el viernes en coche y llegó casi hasta la puerta de casa sola, con la bici detrás. Luego fuimos a dar una vuelta y aunque ella no está acostumbrada a pedalear, inché las ruedas y ajusté el manillar y fuimos por San Jerónimo hasta la Algaba y luego allí tomamos algo y enseguida tuvimos que volver pues se nos hacía de noche. Para salir de Sevilla, con tanto tráfico, ella se desesperaba y a veces se metía por las aceras anchas y pasó un poco de miedo. Antes de llegar a casa nos metimos en el oasis del Parque de Maria Luisa y me dijo que le dolía mucho la rodilla y que posiblemente tenía un poco de tendinitis, entonces a mí me comenzó a remover la conciencia, pero ella, que reduce todo el mal al mínimo y que tiene esa idea tan relativa del dolor, no dejó que la cosa fuera a más.
Por la mañana nos levantamos temprano para ir al senderismo y nada más salir de la cama tiene hambre y necesita comer algo urgentemente, así es que se desespera un poco, se va a la cocina, se come una fruta y luego se sienta en el sofá y ya está más tranquila.
Fuimos en su coche, que habitualmente conduzco yo, hasta el lugar de reunión y luego desde allí a desayunar a Cantillana. La mañana está lluviosa y no hemos traído nada más que una sudadera para cubrirnos. Han venido varios en el coche con nosotros y después de desayunar hemos continuado carretera hasta el poblado del Cerro del Hierro, donde esperamos al resto y la lluvia no dejaba de caer. Cuando llegaron los demás comenzamos a andar un poco y dificultosamente entre el espectáculo montañoso y vegetal de las minas. Ïbamos cruzando en medio de la vegetación espesa y comiendo madroños del suelo. Nos dejaron dos bolsas de basura y sacamos la cabeza y los brazos, como muñecos. Nos vamos quedando atrás para los besos y ella me sigue al lado, sin dejarme. Cuando vimos la cosa difícil, dimos la vuelta y nos fuimos por otro lado los dos solitos, entre las galerías por donde pasaban las antiguas vagonetas, para abrazarnos en un rincón oculto bajo la lluvia leve con su musiquilla de rio lejano en las hojas silvestres y excitarnos con caricias y besos. Luego volvimos al coche para secarnos con la calefacción y quitarnos la ropa, colgándola en cualquier sitio para que se aireara, mientras hacíamos el amor en el asiento de atrás con los cristales empañados, fuera lloviendo, en esta atmósfera aislada que huele a mezcla de alientos y besos, a sexo y piel extendida, al lado de las casas de los jefes mineros donde crece el eucalipto y las ovejas siegan con su dientes la hierbecilla recien estrenada del otoño.
Cuando llegaron los demás, vacíos y empapados, insatisfechos, fuimos hasta Constantina para comer algo junto a la chimenea donde se secaba la ropa sobre el respaldo de una silla.
Por la noche fuimos a bailar, después de preparar algunas cosas en casa y de que Beti se reconciliara con su pelo tras la batalla del secador. En un lugar al lado del Guadalquivir bailamos alguna sevillana tras la copa de ron de petaca que escondimos en el bolso, con refresco y todo lleno de humo y sudor porque se estropeó el aire acondicionado y había que salir a menudo a la puerta para tomar aire. Beti sigue el ritmo aunque le queda por aprender bien los dos últimos tiempos de la sevillana y me hace gracia como inclina la cabeza hacia la derecha en un gesto de gracia antigua, como encontrado en el seno del folclore que mantiene los pueblos.
El domingo tuve que quedarme de guardia en la Policlínica, la primera que tengo en este nuevo destino. Beti se levantó conmigo, cargamos el coche con las cosas para el camping con el proyecto para el puente del Pilar a las sierras de Cáceres y luego ella se vino conmigo para estar hasta las cinco juntos. Fuimos a por churros con chocolate para nosotros y Felipe y estuvimos desayunando mientras hacíamos un recorrido por el mapa y los campings que más nos interesaban. Luego Felipe fué a comer a Tablada y trajo comida para los dos. Mientras, en la habitación hicimos el amor sobre una silla y después de almorzar dormimos un poco la siesta juntitos y vestidos en la cama de arriba en la litera. Ella se fué y sentí tanta pena que nada más salir la llamé por teléfono. Me llamó durante el camino y por fortuna llegó bien a casa.
Reflexiones sobre lo que pasa y sobre ella.
Cuando hablamos por teléfono, nota que estoy un poco bajo de energía o algo apático y no se queda satisfecha y me vuelve a llamar.
En los proyectos de ocio actúa con la precisión de un trabajo que le fuera encomendado, con igual diligencia y dedicación y está alerta de todos los detalles. Le gusta planificarlo todo bien para que salga lo mejor posible y cuando me llama me dá noticias de nuevas opciones, tanto del itinerario a seguir como de otros aspectos. Confío en ella en todo, me lo demuestra una y otra vez.
La poesía ocupa parte importante de su tiempo y la tiene en cuenta desde que la conocí. Estuve leyéndole algunas estrofas de Antonio Gala, después de recibir una carta por correo electrónico donde me escribió una canción de Antonio Vega poniéndo música a los versos de este genial escritor. Aprecia la belleza y la aplica en su vida.
De: Betty [BEAPOP@teleline.es]
Enviado: martes, 02 de octubre de 2001 3:12
Para: ANTONIO FERNANDEZ PLAZA
Asunto: una cancion de amor para mi corazón
Hola cari!
N tengo mas que decir a parte de esta hermosa canción de amor de Antonio Vega. Mil besos sí te añado y todos mis sueños.
A trabajos forzados me condena,
mi corazón del que te di la llave,
no quiero yo tormento que se acabe,
y de acero reclamo mi cadena!
No concibe mi alma mayor pena
que libertad sin beso que la trabe,
ni castigo concibe menos grave
que una celda de amor, contigo llena!
No creo en mas infierno que tu ausencia,
paraíso sin ti, yo lo rechazo,
que ningún juez declare mi inocencia
porque en este proceso, a largo plazo,
buscare solamente la sentencia
a cadena perpetua, de tu abrazo
a cadena perpetua, de tu abrazo!”
Ahora lo más importante es seguir queriéndonos y dedicándonos tiempo y las modificaciones que deban hacerse en el terrero laboral, serán asumidas sin riesgos y confiamos en que todo vaya bien, como una vagoneta sobre raíles.
El fin de semana del Pilar, lluvia por la Vera de Cáceres y alrededores.
El fin de semana pasado se alargó con el viernes festivo del día del Pilar y nos fuimos en su coche, desde Ciudad Real hasta la Vera en Cáceres. El viaje lo hicimos con la idea de quedarnos en un cámping y llenamos el coche con todos los enseres, pero el tiempo empeoró y estuvo lluvioso. Cuando llegamos a Candeleda, estuvimos mirando varios lugares para alojarnos bajo techo, pero o estaban ya ocupados o era muy caro. En el cámping Godoy, entre Villanueva de la Vera y Losar de la Vera, pudimos colocar la tienda con los impermeables puestos y así pasamos la primera noche.
Beti, enseguida se pone manos a la obra y actúa rápido y con la mejor y más directa forma. Miro su carita blanca entre el gorro de su chubasquero azul. Hemos hinchado el colchón de aire con un fuelle que nos dejaron y enseguida tenía la cama hecha con un edredón nórdico encima. Dormimos bien.
El viernes la lluvia nos obligó a resguardarnos dentro de un invernadero donde madura la frambuesa en matas guiadas con alambre, después de caminar desde Garganta la Olla, rastreando en el camino los huertos donde se cultiva el tomate, los perales y otros frutos. Ella se mete, arranca el fruto y lo pone en mi boca. A veces la incito para que coja los frutos del suelo y le gustan las peras no muy maduras, duritas, verdes. Dentro del invernadero, nos abrazamos sentados en una caja de plástico de las bebidas, temerosos de la imponente lluvia, la tormenta eléctrica y los relámpagos. El agua por el camino hacía río y mirábamos con resignación desde el interior del invernadero, cómo después de una descarga venía otra. Por momentos fuimos cogiendo las frambuesas más maduras y echándonoslas a la boca. Comimos de lo que llevábamos hasta que al cabo de un buen rato pudimos salir de allí.
En el pueblo de Jerte, que da nombre al Valle, vimos cómo caía agua de las canales en los tejados antiguos, y la chapa del coche, al pasar , hacía un ruido de tiroteo acuático. Aparcamos, dimos un paseo y nos tomamos un café.
Buscábamos una chimenea, un fuego para unirnos, secarnos y dejarnos hipnotizar por el influjo irresistible de las llamas, pero aún no hacía frío y no había hogueras encendidas.
La chimenea es vida, calor y olor del humo que envuelve toda una imagen de ese mundo interior tan unido a la vida rural, orígenes de pueblo, recogimiento, bienestar.
En una cafetería de la Plaza Mayor de Plasencia, leímos un poco a Gala en sus Poemas de Amor, aún con los impermeables puestos. Antes, habíamos entrado en el Parador Nacional recientemente inaugurado y callejeado por el centro de la ciudad. La última vez y la primera que estuve aquí fué en marzo de 1996 y conocía este lugar con un sol espléndido en medio de una mañana fresquita a comienzos de primavera.
Volvimos al cámping, la tienda por dentro mojada y sábanas y edredón inclusive, así es que tuvimos que improvisar enlazando los sacos de dormir, que por fortuna llevábamos en el coche y una pequeña manta para los pies. Hicimos algo de cenar, nos preparábamos nosotros mismos la comida, comprando en un supermercado de Losar y disfrutábamos del trabajo de preparación que conlleva. Por la mañanita desayuno con café y tostada y luego a caminar.
El sábado tambien llovió pero menos. Fuimos caminando por un lugar próximo al camping: La Garganta de Cuartos y hacia arriba por un pequeño sendero junto al rio, entre la vegetación frondosa y el ruido del agua con fuerza, vigorosa, fuerte. Una gran piedra, con su manta de musgo verde, fué soporte para nuestra desnudez y para el sexo en medio de la naturaleza desbordante, bajo los tenues rayos de sol y donde luego comimos el embutido, el queso y la tortilla que Beti hizo. Descansamos un rato allí subidos, mirando con los prismáticos, tumbados boja abajo para asegurar el equilibrio, las aguas entre la roca con un flujo continuo que daba vértigo. A la vuelta fuimos pasando por los mismos lugares. Intentamos dormir un poquito la siesta sobre la hierba y el impermeable extendido a modo de manta, al lado de una especie de calzada romana hecha con piedras allanadas y dispuestas como un rompecabezas, pero la lluvia de nuevo nos levantó, cuando ya dormitábamos. Bueno, al principio fueron las hormigas, luego la lluvia.
Por la tarde, justo al lado del puente de factura romana, al lado de un antiguo molino de enormes piedras que aprovechaba la energía de la corriente, nos refugiamos en una venta con estufa de leña, café y copita de pacharán, demasiado calor, un trozo de poema escrito en un papel, un trozo de poema que habla de besos, como las olas.
Por la noche fuimos a Losar, a una farmacia para un medicamento para Beti, que tenía dolores por cistitis y por las calles estrechas del pueblo, corría en agua de lluvia en un canal, como un río dentro de la vida cotidiana, un rio por las calles, que dá una sensación de arrastre, de continuidad, de depuración. Fuimos a un discobar para tomarnos algo. Nos besábamos, adivinábamos las canciones, juntos de la mano, sonriéndonos.
La noche la pasamos bien, incluso cómodos, cuando la tienda estaba ya seca por dentro y aunque la lluvia de nuevo nos precipitó la cena a base de carne de cabra, de ternera y huevos.
Esta mujer tiene la capacidad de crear hogar, de personalizar con su toque de ternura y delicadeza lo que le rodea. Su extraordinaria capacidad organizativa es llevada a cabo en cada momento. Nadie como ella sabe escoger el mejor camino.
Hay días en los que hablando por teléfono caemos en lágrimas después de que un mal trago apenas nos deje tragar saliva. Ayer martes fué uno de esos días en que ambos nos echábamos mucho de menos. Fuera, en la ciudad, ya había dejado de llover.
Cuando tiene algún problema o algo le agobia, como por ejemplo, tener guardia el día que no esperaba, el sábado próximo, que voy a Ciudad Real y ella trabaja, se refugia en los versos y en las cosas que le escribo. Versos de Rubén Darío: “ ...pues aunque hay pena y nos agravia el sino adverso, por nosotros corre la savia del universo “. y luego otros versos que yo le escribí en el libro de García Márquez que le regalé en Madrid tras los atentados en N.Y. y Washington el dia 11 de septiembre : “El amor en los tiempos del cólera”. Unos versos que hablan de amor frente a la ruina y al desastre. Y entonces ella me manda un mensaje al móvil y me dice que está triste y que ha leído los versos que le consuelan un poco. Ella sabe que estoy a su lado y que lo pasaremos lo mejor posible.
No quiere seguir tomando esas píldoras anticonceptivas que le ponen de mal humor y le bajan la líbido y me contó que va a visitar al ginecólogo por si pudiera utilizar otro medio. Ayer miércoles tuvo guardia, el lunes tambien y lleva una semana muy cargada.
Vuelvo a Ciudad Real, vida en la ciudad.
El viernes diecinueve de octubre viajé de nuevo a Ciudad Real en ese AVE que ya empieza a hacerse cotidiano. Así es que ella estaba esperándome en la estación pero un poco deprimida y sombría. Se le saltaron las lágrimas e intenté calmarla. El caso es que me ha notado esta semana un poco distante y esto me inquieta un poco. No me gusta verla así y es necesario, según intuyo, intimidad y conversación. Por la noche fuimos al teatro Quijano, “ La tía de Carlos “, pero antes estuvimos juntos en el sofá, cuando el cielo amenazaba de nuevo lluvia fuera y la plaza estaba mojada.
En el sofá, ella arriba, a horcajadas sobre mi, mientras yo hablaba, reflexiones sobre lo nuestro que la tranquilizaban. Ella asentía con las pupilas húmedas por las lágrimas, esta vez de emoción y al mismo tiempo se le iban alejando algunos fantasmas y otros temores que la envolvían. Después del teatro fuimos a tomar vino y tapas y a la vuelta a casa, como novios recién estrenados, nos íbamos tocando por todos los rincones y comenzamos en el portal de su bloque a hacer el amor que terminamos en su cama.
El sábado ella tuvo guardia hasta la diez de la noche, en que una amiga la relevó, haciéndonos el favor de dejarnos la noche para nosotros. Por la mañana fuí al mercado, después de poner ambos brazos para un análisis de sandre, a darme una vuelta por los tenderetes de fruta y telas, de aceitunas listas para comer y berenjenas en grandes horzas de barro, de gitanos ambulantes que prodigan la categoría de sus “mondarinas” gordas y de las abuelas gitanas con delantal echando con sus manos venosas, los ajos a granel en los cestos de las señoras. Compré mandarinas, dos kilos y pico y frutos secos que fuí comiendo por el camino. Cuando volví a la clínica comí en una sala a parte con Beti, que tuvo que interrumpir el almuerzo por las sucesivas llamadas de urgencias. Después, nos echamos juntos en su cama pequeña de la habitación de guardia e incluso hicimos el amor allí tendidos, retrasando un poquito la atención a los pacientes, ya que en este caso la urgencia iba por otro lado. Luego me quedé dormido, ella iba y venía, de su despacho a la habitación y yo la notaba acostarse y levantarse una y otra vez.
Por la noche, después de hacer algunas compras y preparar los bocadillos, fuí a recogerla a la puerta de la clínica y ella estaba radiante, optimista y con ganas de hacer cosas. Fuímos a casa y luego a dar una vuelta por las calles llenas de ruido de la gente más joven que rodean a las botellas de bebida bajo los soportales de los edificios para evitar la lluvia. Pero no quisimos quedarnos demasiado tiempo fuera y de nuevo en su salón, cobijados, mirando desde dentro la noche lluviosa, otoñal en su máxima expresión y en una atmósfera envolvente con tintes de música cubana como el humo bajo y la luz de lámparas, con una copa de buen whisky, descalzos y bailando entrelazados, mezclando la música y la sensualidad de los cuerpos deslizándose atándose y volviéndose a desatar, pasamos las últimas horas de la noche y luego desnudos bajo el edredón grueso, latidos de corazón y lluvia susurrante en la calle.
En Cabañeros, lugar de inevitable naturaleza
Aún era de noche cuando me levanté después de que mi cari llevara ya más de media hora arriba preparando algo para desayunar y ultimando los preparativos para el viaje hasta Navas de Estena, en pleno Parque Nacional de Cabañeros, en la zona noroeste de la provincia y limítrofe con Toledo. Llueve y el viaje por las carreteras solitarias estaba rodeado de nubes gruesas, plomizas a los primeros rayos de la mañana. Hemos llegado al pueblo y nos hemos concentrado con otras personas que viene a la visita guiada y con el guía, Antonio García García, un hombre de 61 años que se conoce el parque de maravilla. El camino ha sido afortunado y sin lluvia apenas. Hemos recorrido el itinerario descrito sobre el pavimento pedregoso de una carretera que nunca funcionó como tal y que nos deja un firme apto para el senderismo. Este hombre nos ha explicado de todo. Hubo que pasar por unas piedras colocadas intencionadamente, el rio Estena. Pasó el guía y luego nosotros, Beti detrás de mí, con su capa impermeable azul, sin miedo, confiada. Hubo gente que quedó esperando y la mitad del grupo seguimos el camino. Hay tejos milenarios, fresnos, alcornoques, robles, quejigos, etc. Un hermoso prado con verde terciopelo, sobre la antigua carretera, fosilizadas las ondas marinas sobre la roca, ya que esta zona estuvo sumergida bajo el mar, hace millones de años , unos cuatrocientos millones. Hemos hecho fotos - diapositivas y nos hicieron a nosotros una, con un fondo muy bucólico.
Al llegar a una alambrada, hemos dado la vuelta. Hemos pasado delante de un corral donde viven en comunidad el siguiente repaso de animales: gallinas de Guinea, gallinas normales, gansos, gallos, pavos reales, pavas, etc. Ello me ha gustado y pienso algún día tener animales de granja con Beti en nuestra casa. No quiero seguir soñando, pero me gusta la idea.
Hemos dejado al grupo y al guia, después de tomarnos unos vinos tintos en un bar y hablar con unos y otros alegremente. En coche por todo el parque hasta Horcajo. Es maravilloso el otoño entre el follaje espléndido de este bosque. Hay rios que lo surcan, rios vivos. Hemos parado en una explanada llena de hierbecilla para abrir la mesa, las dos sillas que traíamos en el coche y almorzar. Como hacía un poco de frío, Beti ha traido una manta de viaje y la ha colocado encima de nuestros muslos, sentados, para abrigarnos un poco. Hemos comido bocadillos y otras cosas y luego, tumbados al lado del coche, sobre su impermeable, abrigados con la manta, juntitos, con los reposacabezas del coche sirviendo de almohada, su peluche, un conejo que tiene en la bandeja de atrás del coche, acompañándonos, situado en medio, hemos dormido la siestecilla otoñal. Beti ha reconocido que se le ha salido la babita, manchando mi manga, por fortuna con el impermeable y yo he dormido abrazado a ella, sin enterarme.
Beti en Sevilla, Sierra de Aracena y playa de Cuesta Maneli
En el puente de los Santos Difuntos, Beti vino en el AVE el miércoles 31 de octubre y fuí a recogerla a la estación. Por la noche estuvimos en el cumple de Carmen, en la C/ Aguamarina y compartimos con ella, su madre, su tía y su hermana y el marido, un rato bueno hasta la una de la noche. El jueves fuímos a la Sierra de Huelva, Sierra Morena en su parte más occidental, llena de verdor y frescura, de placidez bajo los castaños y los alcornoques en este día diáfano y azul que es una maravilla para los sentidos. Fuimos caminando desde Los Marines hasta Cortelazor por camino y carretera, parándonos y admirando cuantas dulzuras y encantos encontrábamos a nuestro paso. Castañas para el bolsillo de Beti, que le gustan asadas. En Cortelazor, en la puerta de una casa, dormita un perro callejero y noble que se llama Leoncio y que enseguida, la criatura, se ha sentido querido por mi cari, que no duda en cogerlo y atenderlo con un gesto de amor hacia los animales que me emociona.
Es un contagio que ella está dispuesta a llevar a cabo y que reconozco que hace en mí el efecto deseado. Se entusiasma con gatos, perros y cualquier otro animal doméstico. Al salir del pueblo, dos hombres y una burra con aguaderas venían del campo. Una foto sobre el animal rodeada de risas y esfuerzos para subirla sobre los lomos de la bestia que aguantaba como podía los envites. Luego me he subido tambien con ella, los dos arriba, como antiguamente. Beti se ha asustado al principio y se negaba a subir, pero nuestro empeño ha sido mayor. Tiene ganas de revelar las fotos, aunque esta vez son diapositivas. El camino ha desaparecido y pegados a la tapia de piedra hemos decidido continuar por un sendero plagado de zarzas que nos han arañado las piernas. Caminando, caminando hasta un río. Crecen y maduran los madroños y las madroñas, anaranjadas, rojas, amarillentas. El río trae agua y libertad bajo la sombras de los chopos otoñales. A partir de aquí, la maleza tapaba los senderos y hemos tenido que caminar, quitándonos las ramas de enmedio. Yo iba delante, ella me seguía detrás. A veces la esperaba porque cogía carrerilla y ella se quedaba detrás. Así es que en medio del sudor pudimos avistar una casa y colocarnos en la pista de tierra, al lado de los castaños centenarios, ya recolectados, sobre el terreno arado. Una perra cariñosa ha venido a saludarnos y acompañarnos un ratito. Hemos continuado el camino hasta llegar a un sitio verdaderamente paradisíaco, casi un edén donde bajo las ramas de un manzano, hemos colocado una toalla de playa y nos hemos tumbado sobre la hierba, verde y olor de vida y vegetal. Alrededor nuestra crecen y maduran los manzanos, fruta verde amarilla y roja, de distinta variedad. Pasa un arroyo enérgico, todo está verde, radiante; en frente, dos grandes árboles, sostienen como pueden los kakis maduros que llaman la atención desde lejos y cuya fruta se pudre sin remedio rodeada de avispas y moscas. En el suelo reposan manzanas, algunas de las cuales, las más aparentes, hemos salvado de la putrefacción y llenado la mochila. Para cruzar el río hay un puentecito de madera con troncos, de orilla a orilla. Hay que cruzarlo con cuidado.
Hemos hecho el amor, desnudos, primarios, con algo de timidez, sobre la hierba, sin toalla, con toda la naturaleza a nuestra disposición, como animales, aspirando el oxígeno a pulmón lleno y ese olor a hierba húmeda bajo el cielo azul. Su piel blanquita bajo mis muslos morenos, sus ojos cerrados de placer, los gemidos..... Tumbados como seres idílicos que viven en el campo, como un cuadro renacentista de Adán y Eva en el paraíso. Pasa un rebaño de cabras por encima de la toalla: ¡ lo han puesto todo perdido, sucio de barro !. A mis voces, he logrado que se marcharan. Continuamos hacia un cruce y luego a la derecha para ir a parar a Fuenteheridos, gente y alguna chacina para comer. Enseguida hemo tenido que emprender el camino para Los Marines, paralelo a la carretera porque la noche se nos echaba encima. Hemos pasado delante de la finca La Deseada y luego por un sendero difícil de ver, hemos continuado por las sombras mágicas de la nocturnidad, de la noche incipiente que espera la luna llena, temerosa, incierta, sobrecogedora con la humedad palpitante de los arroyos que extiende sus halos por los caminos y esto nos llega para adelantar el paso y acelerar el ritmo cardíaco. Nos rodea la sensación encantada del paisaje en siluetas que ya deja la naturaleza bucólica renacentista y ahora se aproxima a los ruidos y ensoñaciones románticos, al poder de la naturaleza de hacer sucumbir al viajero más avezado. Hemos llegado a la carretera, no sin antes pararnos para recoger y llenar aún más la mochila, con peras enormes ya desprendida y que destacaban sobre la hierba, al lado de una cortijada con luz.
Hemos llegado a la carretera, sobre el kmt. 95 y continuado a Los Marines. Una señora se ha acercado a hablar con nosotros. Es una mujer mayor que aconseja dosificar los besos para que el amor dure toda la vida, como una llama pequeña y continua a lo largo de los años. Nuestras camisetas están sudadas, tenemos algo de frío. Es hora de regresar.
El viernes, tras solucionar algunas cosas para Beti, nos hemos ido a Cuesta Maneli, entre Matalascañas y Mazagón, cruzando sobre madera, el kilómetro y pico desde el aparcamiento a la orilla de la playa. El sendero entre listones de madera es para mí, ya familiar y hermoso, entre pinares, y arbustos olorosos que anuncian brisa marina. Poca gente en la orilla. Nos hemos colocado a la izquierda después de descender por la pendiente y hemos continuado varios cientos de metros. Nos hemos metido desnudos en el agua y hemos jugado un rato, tirándonos sobre las olas, para coger su espuma y cogiéndonos en brazos o pasando bajo sus piernas, buceando. De vez en cuando saltan los peces y Beti hace un gesto, señalando el lugar. Es un gesto enérgico, directo, con esa mirada de emoción y curiosidad que tiene ella, tan peculiar, que tanto me gusta. Hemos recogido conchas grandotas como vieiras y otras pequeñitas de colores, rositas, anaranjadas, amarillentas entre un montón de ellas que el mar ha traido a la orilla. Solos, en un nuevo lugar de ensueño, cuando el sol comienza a perder altura y los tonos del horizonte se vuelven rojizos, hemos hecho el amor con el oxígeno del mar y ese rumor de olas quebrándose, detras nuestra. Hemos hecho tambien varias fotos al horizonte.
El sábado estuvimos en casa juntos por la mañana, haciendo limpieza, cada uno en una actividad, después de venir del mercado provisional de la Puerta de la Carne, bajo el techo metálico de la antigua estación de FFCC de Cádiz. Allí compramos pescado, fruta y pan y en casa, Beti hizo un arroz negro con tinta de calamar que resultó estar muy bueno. El que sobró lo guardamos en un recipiente de plástico.
Por la tarde, vino Rafa y fuimos a recogerlo a la estación del Prado. Como habíamos comprado acedías y el pescado no aguanta mucho, cenamos en casa los tres y luego quedamos con Claudia y Jose en su casa de la carretera de Isla Menor. Con el ron de Guatemala, hablé más de la cuenta y ella se enojó bastante, sintiéndose un poco escandalizada ante lo que decía de historias pasadas que en un principio creí que iban a resultar graciosas. Reconozco que dije cosas fuera de lugar y en parte agradezco que ella mostrara sus emociones y sentimientos como lo hizo, aunque me apené un poco al verla así y estuvimos un rato sin decirnos nada, distantes, fríos. Ella me dijo que lo sentía, pero me sentí herido, un poco triste y de camino a casa, en lugar de sentarse detrás de mi asiento, acariciándome mientras conduzco y con su cabeza reclinada en la mía, que veo a través del espejo retrovisor. Hemos llegado a casa y Rafa se ha metido en la cama. En estos momentos creo que es bueno recapacitar y reconocer errores con humildad que nos enseñan a llevarlo mejor, así es que hemos acabado abrazados y queriéndonos con más responsabilidad.
Nuevas reflexiones sobre ella, sobre lo nuestro
Beti se preocupa por mí constantemente y ello me gusta, bien dicho es el refrán: “ Por mucho trigo nunca es mal año ”. El domingo, ambos de guardia, ella en Ciudad Real y yo aquí, estuvo llamándome durante todo el día porque hemos pasado cuatro noches juntos y no nos acostumbramos a no estarlo. Es mujer que está en todo y perfecciona su instinto para estar bien atenta a los cambios que se van produciendo, por si surgen fisuras en la relación. Ayer lunes estuvimos durante una hora comunicándonos por internet y luego hablando por teléfono. Notó en mí, distanciamiento y quizá superficialidad. Yo le dije que todos los días no son iguales y que las personas atravesamos rachas. No dudo que la quiero, quise tranquilizarla, ella está pendiente siempre y no descuida nada, quiere llevarlo todo para arriba, es buen principio y buena base para continuar.
Hoy día 6 de noviembre hace cuatro meses del primer encuentro en Samos. Como lo nuestro se perfila en serio, la relación hay que dirigirla conscientemente y con responsabilidad, sabiendo que a medida que va pasando el tiempo y conociéndonos más y más, la cosa se hace más compleja y hay que afinar más en el trato, en la convivencia, para que la otra persona se sienta bien a nuestro lado. Tambien, creo, hay que guardar siempre la capacidad de comprensión y estar espectantes, sin que eso suponga gravedad o monotonía.
La última semana de este mes, Beti la pasará en Sevilla por lo del máster suyo de Paliativos en el Hospital San Juan de Dios, así es que tendremos oportunidad de convivir en un ambiente de cotidianeidad, del día a día, en laborables. Vamos a ver que pasa. Es sin duda un momento importante para nosotros y nuestro futuro. Ilusión y amor, buenas banderas para esta empresa.
En Pozoblanco, soleado y frío de otoño. Con Papá y Mari.
La mañana del sábado diez de noviembre, fué fría y soleada, como el otoño radical con rasgos de norte. El viento había estado azotando la tarde del viernes y las temperaturas bajaron muchos grados.
Ella llegó desde Ciudad Real, sobre las once, después de salir de la guardia en la clínica. Yo la esperé despierto, sin desayunar, en la calle, frente al hospital de Pozoblanco. Pasé la noche del viernes en casa de María Jesús y de papá, buscando el calor del piso, aunque antes, por la tarde, estuve en Villaralto y me gustó estar en la cafetería de Paco, sentado al calor del café, después de devorar unos trozos de chorizo frito y atento a mis apuntes, leyendo el periódico, sintiéndome a gusto en aquel entorno extrañamente intelectual. El pueblo ofrece, para los proyectos, un buen rincón de tranquilidad. Por la noche me dio pereza ducharme y me fui a la cama con el pijama y dejando el móvil encendido sobre la mesita para esperar la llamada de Beti.
Por la mañana, inquieto, me desperté sobre las diez menos veinte y ella no había llamado aún. Habíamos quedado en que me llamaría cuando llegase a Almadén. Así es que le puse un mensaje y al poco tiempo me dio un telefonazo que me tranquilizó. Ya una vez en en pueblo, estuvo buscando el Hospital y ante la incertidumbre me llamó de nuevo. Ya por fin nos abrazamos, helado de frío en su cara caliente por la calefacción. La temperatura no pasaba de los cuatro o cinco grados y el cielo estaba despejado y azul como un espejo. Beti llevaba tres o cuatro días con el resfriado y la voz la tenía distorsionada, casi afónica. Fuimos a comprar churros y luego a Villaralto, donde tenía cita con la peluquera. Así es que desayunamos de paso y luego nos tomamos una copita de licor para hacer tiempo. Estuvimos hablando con Manolo, el hijo del marmolista, que cojeaba de una pierna por una caída y venía con la cara pelada, castigada por la interperie y con la ropa de trabajo.
En Villaralto, con la gente de siempre, entrañable encuentro.
Luego estuvimos hablando con la Petrita y Bernardín, la del rincón, que está siempre dispuesta a sonreir con esa naturalidad que le caracteriza y Beti a mi lado, abrazándome, inclinando su cabeza sobre mi hombro, en el rincón, donde la fuente, parado el chorro por avería, al sol. Hablamos de lo de siempre, alegrándonos de nuestra suerte, de la vida, de mi padre, del pueblo, de las cosas que van surgiendo, de todo. Luego fuímos a ver a la Florencia y la Margarita, con el pelo aplastado por la cosmética y su afán de camuflar las canas. Nos recibieron como siempre, encantadas, alegres por nuestra unión, proponiendo ya matrimonio. Y al fin con Maria Jesús y papá en el piso, en el salón, comiéndonos un arroz y ensalada, con algo de frío. Por la tarde fuimos a ver a Juanjo y Maribel, que se disponían a salir. Le habíamos regalado algo a la niña, un artilugio práctico para que no se cayera dentro de la bañera. Ellos se marcharon a Añora y volvimos casa para salir a cenar con papá y Maria Jesús, a comer pescado, caminando por las calles, ateridos de frío, agarrados, como si siempre lo hubiéramos estado. Buena cena remojada con Barbadillo, a base de pescado variado y ensalada. Pagamos a medias y luego nos fuimos para Añora donde estuvimos un rato a la luz y calor de la lumbre en un pub con Juanjo y su mujer, que habían dejado la niña y estuvimos bailando. Beti se mueve con una armonía que me maravilla.
Dormimos a gusto hasta las doce de la mañana y al levantarnos hicimos el amor frente al espejo del armario, a los espejos de las puertas, con el sol entrando por la ventana. Desayunamos tarde y nos fuimos a Pedroche, a caminar un rato juntos bajo el precioso día pórtico del invierno, en las callejuelas empedradas haciendo dibujos geométricos, bajo los soportales de la iglesia, alrededor de la torre, antiguo castillo, perfecta mole de granito grisácea y aligerada en su solidez por los arcos del campanario por donde penetra la luz. El cielo azul intenso nos llama la atención. Nos dejamos llevar por la mansedumbre del solecillo, el silencio, el campo verde, la piedra, nuestras caras, plataformas de besos, campo de suspiros, sus ojos verdes, sus labios, que se han quedado perennes en la adolescencia, de frescor y deseo. Bajamos a la plaza, leemos la inscripción que hay bajo el busto del primer arzobispo de la ciudad de Bogotá, ese clérigo hijo de Pedroche. Bajamos las calles hasta la salida a la ermita, los dinteles de granito antiquísimos en casas ya derruidas, desgastados por los años, aún bellos, aún útiles. Al lado de la ermita hay un pozo e hierba, mucha hierba, y sol, mucho sol. Nos hemos apoyado sobre la pared del pozo, ella sobre mí, con su jersey de lana y franjas de colores, de muchos colores, que compró en Navarra. Y he leído algunos poemas de Pablo Neruda, en un librito que se deshace del uso y de los envites del calor en verano. El sol, el cielo, la hierba, la piedra y ese silencio de corral, de gallina escarbando la tierra mojada en busca de bichitos, de abuela de luto pasando la calle. Ese silencio del Valle que hoy nos acompaña. Nos tumbamos en cruz sobre la hierba, nos hacemos fotos desde todas las perspectivas, me sostiene con sus pies, jugamos.... No deseamos irnos, jamás quizá, envueltos en nuestros brazos, acurrucados bajo el sol. Y nos cambiamos los jerseys y ahora yo soy ella y ella es yo. Goce de amar, fábula misteriosa, milagro o magia.
Y subimos de nuevo las empinadas calles hasta el centro del pueblo, los dinteles de granito con figuras o escudos, la historia, los recuerdos del pasado en la piedra y nuestra particular historia que se escribe con figuritas sobre el viento, con miradas, con manos frías. Nuestra historia no se graba en ninguna piedra, pero tiene la fuerza de las generaciones, de los primeros amantes de la tierra, de los primeros brazos, de los primeros besos.
Hemos vuelto a Pozoblanco, papá se fué al fútbol a Torrecampo y María Jesús nos esperaba preparando la comida, chuletas a la brasa con patatas fritas. Hemos comido, el postre, café, helado y copita. Cuando la tarde va bajando, sabemos que nos tenemos que despedir. Recogemos las cosas y al ocaso, justo al ocaso, ella ya se ha ido, dirección al norte y yo al sur, caminos opuestos pero el pensamiento en el mismo lugar, quizá un lugar indeterminado, un lugar que sigue revoloteando como una mariposa sobre nuestras cabezas, quizá sobre aquel pozo o sobre la noche anterior, fría y estrellada, o sobre aquella cama donde nos fundimos en el sueño. Me llamó por teléfono, para que me asomara al ocaso ardiendo en el horizonte. Llama constante de fuego es ella, llama y viento. Verdadera tierra, verdadero sol que cubre mi alma.
Pensando y escribiendo. Fotografía de los sentimientos.
Hoy, día 13 de noviembre, que además es martes, me ha llamado mi cari, que está en casa y no va a Alcázar a Paliativos, porque está resfriada. Me ha dicho que anoche tuvo pesadillas estando de guardia en COREYSA y soño que lavaba al gato con agua, limón y aceite y que se le escurría de las manos y se le iba por el desagüe sin poderlo atrapar. Me ha provocado una risa que casi me hace llorar. El Coronel Médico D. Francisco Fernández Muñoz, cardiólogo y destinado en esta Policlínica, va a insertar una nota en la revista de Quintanar de la Orden, Toledo, en agradecimiento al equipo de cuidados paliativos donde trabaja Beti.
“El mundo a través de sus ojos es siempre azul. Vivo en su recuerdo constante y me mantengo gracias a su influjo; gracias a su influjo en la distancia, consigo permanecer y acrecentar mi ánimo. Su influencia se hace notar, ahora en forma de calor, para estas gélidas noches de otoño-invierno, cuando baja enseguida el sol y me apresuro a llegar a casa para encender el radiador. Es esperanza, esperanza en palabras a través del teléfono, cálido como una llama, cálidas con la certidumbre del beso que se acerca. - ¡ Acude a mí, viviremos juntos más allá de las calles y de las casas, donde sea, bajo cualquier cobijo en la naturaleza, bajo las ramas repletas de musgo, cuando la lluvia amenaza !. Es un decir sí a todo, una apertura sin condiciones: ! Estar, sin límites, sin cortes para la tregua donde sucumben los caminos en zanjas sangrantes; es un estar paralelo al viento, al aire que respiramos sin cesar a cada golpe de pulmón, aspirando una y otra vez hasta el final de los dias !.
Estar con ella es esa continuidad que acaba rompiendo, gota a gota, la piedra milenaria, es un corazón a tiras, deshilachado para llegar lejos, afilado para clavarse dentro. Un corazón que solo permanece cerrado en su palabra misma: CORAZON, en su escritura redondeada donde las vocales retumban como golpeadas en bronce: “corazón”.
Pero ella no es así, no es cerrada en nombre, ni es Beti, anglosajón término, ni Beatriz, ni Beatrice, ni nada. Es ahora esa piscina repleta de agua donde mi sumerjo después de caer desde el cielo, para nadar horas y horas y flotar luego al sol del mediodía, casi en el aire, pero con el frescor debajo, rodeándome, acariciando mi espalda, mis muslos y piernas, bajo mis brazos extendidos como una cruz. Y algo más: es un cuerpo en actividad de besos, que te adorna el pecho con sus flores, multicolores, multiolores de jazmín, lilas, margaritas, lo que quieras, donde tu imaginación te lleve. Un cuerpo que se extiende y de pronto ves que sus ropas son las tuyas, perfectamente encajadas en tí, perfectamente, como una segunda piel o quizá, la tuya misma.
Porque ella penetra por mi, hasta colarse en mí, hasta ser yo, quizá eso ahora no pueda explicarlo. Es ella y tan capaz de serlo que confiando en sí misma, en su integridad, en su identidad, sea capaz de alejarse, caminar durante largos días, meterse en mi cuerpo, bajo mis músculos, por mis orificios para olerme dentro y hasta anidar en mi interior, con la seguridad de que luego, sin importarle el tiempo y sin dejar señales para el camino de vuelta, pueda volver a sí misma, a su ser, donde ella trabaja de nuevo con materiales simples para confeccionar una nueva idea, una nueva gama de colores, un nuevo abanico de sueños, nuevos refugios, nuevas ocasiones, encuentros.... Hormiguita en la fábrica de los recuerdos, antes, ahora, después.
Porque ella conoce el tiempo, el presente, el ahora. Y quiere jugar con el tiempo para dominarlo, masticarlo y dármelo, una vez digerido, sobre un mapa de carreteras, de senderos interesantes por lugares pintorescos, improvisados. Para cuando esté frente a mis ojos, sobre los colores que señalan accidentes geográficos: rios, lagos, embalses, cadenas montañosas, valles, pueblos, monumentos y sobre las palabras que indican lugares.; al mismo tiempo y sobre todo ello, como el más completo terreno, como la mayor de las aventuras, como el más deseado sendero que puedo imaginar, está ella, con sus recónditas cavidades donde la belleza se conserva e ilumina, con sus músculos e ingenio para vencer las arduas y pedregosas laderas montañosas, con sus sentimientos para aliviar los descansos, con su sensibilidad para domar a la roca, para adormecer la arboleda, para sonreir al viento poderoso que amenaza en las cañadas e insulta al esfuerzo, para distraer la condena de los músculos vencidos por la ascensión, para poner agua dulce donde solo hay arena, con sus besos manantiales.
Y mucho más: solo con ella, pisar la tierra, en cualquier lado, en medio de una calle, dentro de un bar, en un sitio indeterminado, sin nombre, sin atmósfera, se rodea de un halo que hace posible la permanencia, la observación sin límites, el deleite con el hecho de existir.
Y yo le digo: - “ Cari, aquí estamos bien, aquí mismo, sobre esta piedra, en este sitio, sin inmutarnos ni girar apenas nuestros cuerpos para mirar alrededor - “. Ella, que hasta ese momento había preparado cientos de escenarios, como un abanico de posibilidades, como una baraja abierta para que yo eligiera la carta que más me gustara, ahora asiente con su mirada, baja sus pupilas, me mira a los labios, me besa, redondea sus facciones para que pueda abrazarla o colocar mi brazo sobre sus hombros y relaja todos sus músculos, hasta sus huesos, pone en blanco su mente y se deja llevar, abriendo la boca, para que por ella entren besos rellenos de amor.”
Ayer, día quince de noviembre, mi cari me contó que estuvo haciendo experimentos culinarios con recetas extraídas de varios libros de cocina. Así es que estuvo preparando platos toda la tarde y me explicó por la noche, por teléfono, todo lo que había hecho, mientras yo pasaba las horas muertas en el interior de la Policlìnica de guardia con Felipe.
Es un solete, organiza y prepara el terreno para mi llegada y la considera siempre como un acontecimiento festivo que hay que celebrar. Al final de mes ella vendrá durante más de una semana a Sevilla para enlazar unos días que le quedan de vacaciones con los tres días que dura esta primera sesión del Máster sobre Cuidados Paliativos en el Hospital San Juan de Dios, en la calle Eduardo Dato. Hemos estado viendo los pros y los contras sobre el hecho de traer o no a su gata a Sevilla y al final, parece ser que no vendrá pues constituiría, según ella me ha podido decir, demasiadas cosas novedosas de una vez.
Yo estaba dispuesto a aceptar en mi domicilio la presencia del animal, con tal que guardara ciertas normas de convivencia.
En Ciudad Real, Embalse de Gasset, Lagunas de Ruidera
Este fin de semana pasado, que comenzó el día 16 de noviembre viernes, me fui en tren a Ciudad Real y en la estación, abajo, nada más salir de las escaleras, como siempre, me estaba esperando mi cari. Iba con zapatos, medias, un abrigo largo y una bufanda; debajo, sólo sujetador negro y las medias sin braguitas debajo. Hacía mucho frío, pero ella se presentó así para llevar a la práctica una insinuación que habíamos puesto en juego días antes, hablando por teléfono, en la distancia. La abracé, recorrí con mis manos su cuerpo calentito bajo el abrigo, toqué sus pechos y sus pezones, bajo la presión del sujetador, deslicé mi mano por su entrepierna, acrecenté, acrecentamos juntamente, nuestro deseo. Nuestro deseo que desembocó envuelto en vaho dentro del coche en La Atalaya, lugar frondoso de húmeda vegetación a la salida de la ciudad.
En la radio habíamos oído que en la función de hoy en el teatro Quijano, que representaba la obra de Arniches : “ Los Caciques”, uno de los intérpretes era José Sazatornil “Saza”. Ello me animó para que fuéramos al teatro y así es que después de dejar el macuto en su casa, nos fuímos directamente y como no había sitio en el patio de butacas, tuvimos que ocupar asiento en el paraíso, en la parte de arriba. El teatro estaba lleno, la obra fué entretenida, divertida. Nos gustó mucho y mereció la pena haber venido. Después fuimos a tomarnos una cerveza y a casa para dormir.
El sábado nos fuimos por la mañana, después de desayunar en casa, al embalse de Gasset y dimos un paseo. Al fondo, junto a un encinar, sobre una piedra con ella entre medio de mis piernas, fuí tomando notas en una libretita pequeña: “A la orilla del pantano en mis ojos, el árbol y la silueta azul y gris de la montaña; entre mis dedos, su mano, la suavidad, el eco de mi pasos, de mis zapatos apartando las piedrecitas; revolotea, de rama en rama un pájaro de colores. Es un pájaro que lleva tras de sí, una estela de emoción. Se asoma el sol y se asoma a la hierba y a un fuego apagado. ¡ Qué está ocurriendo con las últimas moscas! . Están revoltosas ante la amenaza del frío. ¡ Y las mariposas !. El pantano transparente, es un sepulcro de paz, un espejo de sosiego en el centro de los terrenos arados. Con su ropa, como ella, sencilla, escueta, abrigada del frío, perpleja por lo sencillo, camino a su lado, pedaleo por las nubes, el viento, el aire. Bajo, ¡ no mucho ! hasta tocar el suelo, pero ahora estoy volando y volamos y volvemos.
La piel blanca nos promete una página virginal donde no hay huellas, matices, es sí, esperanza... La piel blanca de su cara es como si estuviera diciendo: - ¡ Ven y dibuja en mi rostro, ese campo verde que sueñas, ese camino, la luz, el lago, el grito del pájaro! -. Corre la brisa y ella, pequeñita, está a mi lado. El sol, padre responsable, mira desde lo alto. Vigila mi mano, vigila mi corazón, pone paz para amarnos. No hacemos nada, miramos, permanecemos sentados sobre la piedra dura, sobre el mando verde. El pájaro de pelo rojizo se detiene sobre el encinar.”
Luego nos hemos metido en el bar que asoma sus puertas al embalse, con sala interior, mesas rústicas y chimenea que se alimenta de troncos de eucaliptus. Hemos tomado un vino y como ya era la hora, hemos comido allí, de paso. Se está a gusto y calentito. Nos han traído un conejo, pan y vino. De postre, helado y fruta. Nos hemos besado, escandalizado un poquito. Detrás, unos trabajadores hablan en voz alta y una niña ya adolescente, pasa las páginas de un periódico. En la tele, noticias de bombardeos sobre Afganistán. Y nosotros, enlazados en los besos de hoguera y vino, de paso, escandalizamos. Al salir a la calle, bajo el solecillo, nos da un poco de morriña y volvemos a casa para dormir un poquito.
No solo un poquito, más bien, toda una siesta en toda regla y después, mi cari preparó merluza con almejas, todo en el horno y estuvimos cenando como marqueses. Para despejarnos, salimos a la calle, medio lloviendo y algo tarde, nos metimos en un garito de esos y de vuelta a casa, el paraíso estaba al alcance de la mano. Juntos en el sofá, abrazados, música de Sade, whisky Cardú, penumbra de vela entre la cerámica, sosiego, tranquilidad, calentitos entre el aire acondicionado, soñamos.
El domingo madrugamos un poco para salir pitando sin desayunar hacia las Lagunas de Ruidera, a más de cien kilómetros de Ciudad Real, en la carretera hacia Albacete, pasando al lado de La Solana. Paramos en el bar- restaurante Casa Pepe para empezar el día con dos tostadas con tomate y aceite y luego seguimos hasta las lagunas, a través de una carretera en buen estado y lìnea recta. De vez en cuando, salpicadas por el campo, podemos ver las manchas blancas de una reciente nevada. Es maravilloso ver así moteado el verdor con ese blanco azulado. Los campos arados y las labores agrícolas en toda su extensión, dan a mi cari una sensación de paz, de tranquilidad. Estos campos son amados por ella y aunque al principio cuando llegó a La Mancha, le pareció una tierra hostil y austera, ahora no la cambia por nada y le parece excelente.
Hemos llegado a Las Lagunas de Ruidera y dejado el coche para ver en primer lugar, un enorme y ruidoso salto de agua al que quizá deba el nombre este famoso lugar. Sobre una mancha de nieve, hemos dibujado con las palmas de las manos, un corazón con nuestras iniciales. Nos hemos hecho algunas fotos. Hemos visto los patos hambrientos, al otro lado. Los animales acuden a la orilla, nadando despacito, moviendo sus patas palmeadas hacia atrás. Después hemos cogido el coche y avanzado hacia dentro, bordeando por la parte izquierda, el rosario de lagunas que componen el Parque Natural. Hemos pasado por la carretera de curvas flanqueada por urbanizaciones, construcciones para el ocio y el divertimento en plena naturaleza dentro de este lugar considerado como la “ Playa de La Mancha “. Cada laguna tiene su nombre. Hemos dejado el coche en una explanada situado al lado de la laguna Santos Morcillo. Hay más gente paseando, es domingo. Las lagunas se comunican unas con otras por unos canales naturales hechos sobre la roca y así, de este modo el agua va pasando y erosionando en forma de cavidades, el terreno circundante. Todo esto va constituyendo un paisaje hermoso, encantado.
Hemos cruzado, saltando por las piedras, hacia la otra orilla, desde donde se enlaza con un camino que atraviesa un bosque cuajado de encinar, pinares y arbustos como la jara, el tomillo, el romero. Luce el sol, cuando se escapa de su escondite entre las nubes, nadan, con su estela triangular, los patos que pueblan la laguna, buscamos con la mirada, la presencia de la nieve.
Mi cari ha visto un conejo saltando. Es un conejo, como ella me ha explicado, que tiene un hermoso rabo blanco. Exaltada, ha gritado: - ¡ un conejo !, ¡ un conejo !. Yo estaba orinando y no lo he visto, pero su expresión me ha hecho gracia. Es la primera vez que lo ve al natural, en el campo.
Hemos continuado caminando por el camino sembrado de hojas secas de pino. Huele divino. Como Beti está costipada, no puede apreciarlo. A la izquierda, en el sentido de la marcha, quedan las lagunas, con su color variable, unas veces azul, otras verdoso, otras turquesa. Hemos mirado los patitos con los prismáticos. Forman una bandada de unos treinta individuos o más con el plumaje gris clarito y la cabeza roja. Desde la laguna Santos Morcillo, a la laguna Salvadora. Mi cari me ha hecho una foto con las piernas colgando, sentado bajo un pinar, sobre la roca horadada, carcomida por la presión del agua. De vez en cuando nos encontramos con alguna chopera, las hojas amarillentas, sagitadas, formando un paisaje arbóreo característico de la estación. Hemos recogido una pequeña encina, arrancándola y metiéndola en una bolsa con tierra y todo. Es una tierra con gran nivel de materia orgánica producto de la descomposición de las hojas caídas. Un tierra que al tocarla produce una sensación placentera y primitiva. Una tierra que mancha los dedos y que nos recuerda que sobre ella se sostiene un mundo aún salvaje, aún auténtico. Todo está sembrado de estos arbolitos que nacen espontáneamente por todos lados.
Andando y andando hasta la laguna verde de La Lengua. Hay peces enormes entre las plantas subacuáticas que podemos apreciar gracias a la transparencia del agua. Al fondo hay una casa derruida ya, junto a la orilla. Hemos cruzado y topado con la carretera, para caminar hacia el coche. Espontáneamente, bajo un puente, surge el agua que se filtra por la roca y muere en la laguna. Todo está lleno de hierba. Hay gente paseando y barbacoas encendidas. Admiramos, durante todo el tiempo, las bellezas que nos encontramos al paso.
Al llegar al coche, hemos ido buscando el restaurante Albamanjón, situado frente a la laguna de San Pedro, un lugar donde reina la paz. Hemos tomado un vino tinto con aceitunas junto a las cristaleras desde donde se puede apreciar el espejo de las aguas de la laguna. Es una sala con sillas cubiertas de telas y el techo, de igual modo, acolchado. Hay música de fondo y casi cerramos los ojos cuando el sol nos ha visitado. Ondean, en la fachada, las banderas de la comunidad de Castilla - La Mancha, la española y la de la Comunidad Europea. El vino nos abre el apetito. Hemos ido en coche hacia Ossa de Montiel, y justo al lado de la carretera, a la derecha, en el restaurante Maese Pedro, hemos comido en una sala, alejados de la chimenea, pero bajo el efecto de la hoguera.
Parece un lugar dominado por niños. No hemos visto en ningún momento gente mayor. Nos han servido vino con casera, sopa de cocido, champiñones con huevo, cordero con patatas y migas. Todos estos platos con dos cubiertos cada uno para compartirlos entre mi cari y yo. De postre helado de moras. Nos han servido, por cortesía, un chupito de licor. He tomado orujo de hierbas. Sobre el mantel de papel, he dibujado. Nos arrimamos a la chimenea, de vez en cuando, para calentarnos. A la hora de pagar no aceptan tarjeta y he tenido que coger el coche, Beti se ha quedado allí, para ir a Ossa de Montiel a sacar de un banco.
Luego hemos ido a ver la Cueva de Montesinos, nombrada en el capítulo XXII de El Quijote. Es una caverna como una grieta enorme desde la que se accede a través de escaleritas hechas por el hombre, hasta unas profundidades ignoradas. Hábitat ideal para distintas variedades de murciélagos. Hay unos chicos que traen linternas y con ellos hemos bajado un poquito.
Luego hemos ido, cayendo ya la tarde, al castillo de Rochafrida, bueno, a lo que queda de este lugar, unas paredes de piedra sobre un montículo rodeado de vegetación al lado de un río cuajado de chopos y sembrado de hojas secas. Hemos subido, Beti delante, por una de las paredes, trepando. Ella escala como si estuviera acostumbrada, sin dudar, sin vacilar en las posiciones. Yo lo hago más lento y la voy siguiendo. Una vez arriba, las vistas son impresionantes, En la explanada central, cubierta de hierba, nos hemos tendido para mirar al cielo con nubes, ya medio de noche, sobre las seis y media de la tarde. Hemos hecho el amor casi sin quitarnos la ropa. En este sitio tuvo sus devaneos la princesa Rosaflorida y en un romance recogido en el Romancero del S. XV habla de esta historia. Aparecen como indios, un grupo de personas sobre la muralla. Se oyen voces. Hemos emprendido el regreso a Ciudad Real. Tenemos sueño, el camino es largo. Dejamos atrás los recuerdos del día pasado, con la presencia en todo momento del campo, del agua, del solecillo agradecido.
Al llegar a casa, como me dolía la tripa, no he podido probar las berenjenas rellenas que mi cari preparó. En su lugar he tomado un yogur natural y me ha dado tiempo para ducharme y relajarme un poco.
En la estación, al despedirnos, en la escalera de acceso a las vías, se me empañaban los ojos. Ella me lanza besos al aire, besos que antes eran para mis labios.
A través del móvil, nos mandamos mensajes bañados en amor. Mensajes que luego copio en una agenda. Algunos de los que yo le mando los voy a escribir a continuación:
“ No te preocupes, mi vida, estaré contigo todo el día. Juntos se disuelve la pena, como si fuera azúcar en agua. Te quiero mucho, mi vida”
“ El recuerdo de tu imagen, tu cara, tu gesto, tus ojos, me despiertan rodeándome de luz si caigo en la pena. T.Q. “
“ Sol naranja del ocaso, duérmeme en tu cuna de plata, en el vientre blanco de mi amada “
“ Sólo tú, el sueño de tus besos, piel de tu aliento. Y tierra, agua y cielo para amarte “
“ Cari, soñemos: Tu estás ahora entre mis brazos, adormilada, mientras contemplamos la luna, oímos los grillos “
“ Crezco indefinidamente a tu lado y navego como una barca en tu amor oceánico, viento y ola de besos, fusión de espejos, piel, uno sólo en dos. T.Q. “
“ Nuestro amor es potente y luminoso como este día azul, fresquito, diáfano, milagroso . T.Q. “
“ Mi vida, te llevo dentro y más quisiera llevarte, haciendo de tu boca un nido, de tu cálido cuello, la cuerda alisada que me lleva al cielo, profundo rumor de caminos”
“ Buenas noches, mi niña, que mi palabra, que ahora es lo único que poseo, te ofrezca brasas de fuego suficientes para sonreir “
“ Te quiero, reina de los bosques, espiguita del viento, sueño verde de los ríos, borrachos de agua, protección de la tormenta, prado - tapiz, suavidad - manto “
Beti viene a Sevilla para estar una semana aquí y comenzar el Máster
El sábado veinticuatro de noviembre, mi cari se vino desde Ciudad Real con su coche todo cargado de cosas para estar toda esta semana en Sevilla. Por la mañana fuí al Banco de Santander de Felipe II a ingresar siete mil pesetas que es el 20 % de la cantidad que tenemos que pagar para pasar una semana en Tudanca, en una casa rural. Llegó sobre las cuatro de la tarde con su gata y mientras el animal exploraba los rincones del piso, nosotros comimos algo y echamos la siesta. Luego fuimos a recoger al primo Rafa a la estación de San Bernardo y cenamos en un restaurante chino que hay en la Avda. de Andalucía, frente a la Cruzcampo. En casa, nos tomamos una copa y vimos las diapositivas que trajo Beti de los viajes y otras que saqué yo del Camino de Santiago y de la subida al Mulhacén este verano.
El domingo, después de desayunar, nos fuimos por la autopista de Huelva y la recién estrenada de Ayamonte, que enlaza con el sur de Portugal, hasta Ayamonte, Isla Canela y Punta del Moral. En Isla Canela, justo al pasar el puente, al lado del río, donde esperan silenciosas cientos de barquitas de colores, nos tomamos al solecillo de la tarde calurosa, una botella de vino del condado, un vino joven que sentó de maravilla. Después fuimos a comer a la Punta del Moral, un arroz delicioso con coquinas y gambas y de paso una botella de barbadillo. Tras el postre, fuimos dando un paseo por la aldea, pasando al lado de los pescadores que remiendan las redes y nos hablan de sus pesares en la mar, de lo duro de su trabajo.
En Ayamonte, se encuentra ese ambiente de escaparates y tranquilidad peatonal de esta ciudad fronteriza que mira al Guadiana y que en tiempos, albergaba todo un colapso de gentes y vehículos agolpados junto al malecón para pasar al otro lado del río, a la espera del trasbordador. Eran horas interminables que hace años tuve la ocasión de experimentar. En Ayamonte,como digo, en la Plaza de la Laguna, estuvimos tomando café en una cafetería decorada con azulejos y madera que brilla por todos lados. Tambien hay cuadros que cuelgan sobre las paredes y que están suspendidos de una barra mediante una cadena. Café con dulce y copa. A la vuelta, paramos en Umbrete, cerca ya de Sevilla, con la idea de comprar mosto, pero al final, sólo nos tomamos un poco de chorizo, jamón, varios vasos de este vino y me traje una pieza de morcón con un olor a especias sobre carne, que inunda toda mi cocina.
Ya para entonces me dolía un poco la tripa y el lunes, después de llevar a Rafa a la estación, notaba un malestar generalizado por todo el cuerpo, como una desgana integral. Beti en casa, ordenó todas mis cosas, recogió la ropa que se estaba secando y luego se fué a comprar todo lo que había escrito a lápiz en el papelito del frigorífico. Cuando llegué a casa, a las dos menos cuarto, para comer juntos, ella estaba un poco enfadada porque había tenido que usar el teléfono fijo y lo tenía desviado a la Policlínica. El caso es que su amiga Paloma, cuando llamó, no pudo hablar con ella y todo esto le disgustó. Hubo un rato de silencio, ambos nos quedamos de pie, sin decir nada, me continuaba doliendo el estómago y tuvimos que hacer un esfuerzo frente a la comida para reanudar la conversación. Luego yo me fuí a la cama y ella, que en un principio me acompañó, después se levantó porque no tenía más sueño, pero se aburrió leyendo y volvió a la habitación.
Por la noche salimos al cine a ver la película “Amelie” en el Nervión Plaza y de paso nos vendieron un racimo enorme de plátanos en una frutería, de plátanos que estaban muy maduros. Al volver a casa cenamos una sopa juliana y estuvimos un ratito en el sofá. Ella me acariciaba la barriga, puse mis piernas encima de las suyas y leí algo de Pedro Salinas. El gato ya ha encontrado sus rincones en la vivienda y busca cobijo y calor bajo la enagüillas de la mesa, donde Beti le ha colocado un cojín de color salmón. Nos fuimos a dormir.
Los días están fríos y grises. Esta mañana he vuelto a la Policlínica. Hemos quedado para ir al urólogo a la calle Eduardo Rivas nº 3. Beti me esperó en casa, arregladita con su pichi color marrón y una camisa blanca. En la consulta, en una sala privada, el urólogo, un señor ya mayor, estuvo explorándome un poco y más tarde, en un laboratorio de análisis clínicos en el nº 98 de Luis Montoto, me hicieron un análisis de sangre. Hay pendiente otro de semen y una ecografía. Hemos vuelto a casa para comer y echar una pequeña siesta. Por la tarde, hemos salido por Sevilla, dejado el coche junto al río y nos hemos metido en una cafetería de Reyes Católicos, en el nº 4 , que se llama La Leyenda. Hemos estado leyendo un rato y luego dando un paseo por el centro de Sevilla, en el ambiente prenavideño ya. He comprado una placa para cocinar en Pueyo. Al llegar a casa me dí cuenta que habían roto un cristal del coche y se han llevado el radio caset. Fuimos a llevarlo a Tablada y por la noche cenamos tortilla de patatas y nos fuimos a la cama.
Ayer, miércoles, por la tarde y después de una pequeña siesta, fuimos a dar un paseo, pues la tarde acogedora y soleada, invitaba. Así es que fuimos en dirección a La Rinconada y luego paramos en una venta que hay justo en el cruce de Alcalá del Río, venta El Paraíso. En la puerta, nos sentamos al solecillo de la tarde en unos veladores. Al lado, un grupo de mujeres y una niña, verdulean y hablan en voz alta. La niña juega con la musiquita del móvil. En el puente sobre el río Rivera del Huezna, sale el Camino de Santiago por la Ruta de la Plata y que pasa por Santiponce. Hemos visto la flecha amarilla, esta vertiente de ese gran río que nos unió. Al lado, un auténtico bosque de naranjos. Hemos paseado bajo su follaje, con las naranjas a punto y la humedad presente. Huele a vegetación ; es un olor intenso, a tierra removida. Nos damos la mano, caminamos, cogemos alguna naranja. Beti se lleva a la boca un gajo agrio, pero no le disgusta.
En Santiponce, hemos entrado, curioseando en los alrededores del monasterio San Isidoro del Campo, en el centro de acogida Paz y Bien. Hay un patio central y dependencias como el comedor, los dormitorios, la sala de actividades, el bar.... Un chico que se llama Manuel, nos ha salido al encuentro. Tiene 24 años, es el guía y cobra veinte duros más diez duros por enseñar el recinto, como él dice. Otra mujer, llamada Angustia y que es de Alfacar, en la provincia de Granada, me cuenta que se vino a este centro porque en el que estaba antes, en La Zubia, no la trataban bien. Cuando besa, se aproxima a los labios. Anochece. Los hemos visto salir libremente del centro. Manuel nos ha prometido invitarnos a un café mañana, si volvemos.
Hemos comprado pescado y por la noche lo hemos cenado con la sopa juliana que sobró el otro día. En la cama, a la luz de la lamparita, leo en alto algunos poemas de amor. Nos ha gustado mucho, uno pequeñito de Juan Ramón JIménez.
Por la noche, Beti ha tenido pesadillas y hablado en voz alta. Yo tambien lo he hecho, según me dice ella.
Hoy jueves, mi cari comienza su máster en el Hospital San Juan de Dios. Así es que se ha puesto en pie a la misma vez que yo y se ha preparado para acudir a la presentación. Le deseo lo mejor y el mayor aprovechamiento. Por la noche, cuando ella terminó, salimos a tomar unas tapas y vino a Los Cien Montaditos, allí cerca de la calle José Lagillo. Hablábamos sobre experiencias de la muerte, experiencias que habían hecho mella en nuestras vidas. Estuvimos en el Berdee, donde nos tomamos una copa con bebida de petaca y permanecimos un tiempo sentados, pues había mucha gente que sabían bailar muy bien la salsa y ocuparon toda la pista. Volvimos a casa e hicimos el amor.
El viernes , mientras ella estaba en el Hospital, me fuí a tomar café a Utrera, con su coche, buscando una venta que no encontré y al final me senté para terminar el libro que ella me dejó: “La muerte: un amanecer” de Elizabeth Kluber - Ross en una plaza céntrica, donde no llegan ya los rayos de este sol agradecido, pero sí el reflejo del mismo en el cristal de un balcón, regalo divino. Terminé el café y el libro. Luego fuí dando un paseo hacia arriba, hacia la torre y la belleza de la iglesia de Santiago, resplandeciente. Fuí a casa para ducharme y recogerla. Sin volver a casa fuimos por Plaza de Armas y a cenar a Las Macetas.
El sábado la dejé en San Juan de Dios y me dediqué, mientras ella recibía clases, a dar paseos, un poco sin ton ni son y dejándome llevar por mis pasos, por Triana. Así es que dejé el coche en la cristalería de la Ronda de Triana y después por San Jacinto y hasta el Mercado, inaugurado el 17 de junio de este año. Es un recinto con establecimientos nuevos y todo moderno. Tiene altavoces para anunciar ofertas y parace uno de esos enormes supermercados que rodean la ciudad. Se ven trozos de muralla y hay unas cristaleras desde donde se puede observan las antiguas construcciones árabes de ladrillo. He parado, después de olisquear los puestos de verdura y frutas, de carnes y pescados, de ultramarinos, puesto donde solo hay cajas repletas de caracoles furtivos que me llamaron la atención. He parado, como digo, en la cafetería La Muralla y me he tomado un café con tostada de aceite y tomate para desayunar, echando de menos un libro entre mis brazos y en su ausencia, me he dedicado a observar a la gente. Luego, al cabo del rato, con las manos heladas que rodeaban el vaso para entrar en calor, me fuí yendo hacia la orilla del Guadalquivir por el Callejón de la Inquisición. Allí, sobre la plataforma construida seguramente para reposo de pescadores de caña, estuvo un rato pensando y viendo pasar las decenas de piragüistas que se afanan por recorrer el río de un lado para otro y casi siempre a favor de la corriente. Hace una mediodía espléndida. He recogido ayudándome de una rama seca, un clavel rojo que sacaba su flor flotando sobre el agua. Es un clavel para Beti que he incorporado a la lechuga y los tomates y tambien a los aguacates a bajo precio que compré en San Jacinto, calle en parte cortada por las labores de poda.
Voy alegre por las calles de Triana, intentando vivir en profundidad el momento de placer bajo el sol. He cogido el coche y esperado a Beti a la salida del Hospital. Comimos y después nos marchamos con la bici al centro, pasando por la Puerta de la Carne y parado en la cafetería Carmela. Hemos ido a sacar los billetes del AVE para ella a Santa Justa.
Y por la noche, preparando la maleta y demás cosas y algo cansados, nos quedamos en casa, juntos, en estas cuatro paredes que forman parte de mi vida, de esta manera, a veces solo, otras con la dicha del acompañamiento, que lo siento de veras, cuando una mujer como Beti, cariño en persona, hospitalaria y halagadora como nadie, viene y ocupa los rincones, las habitaciones. Y entonces su presencia se manifiesta por todos lados: ordena mis jerseys y mis toallas de diferentes colores, una encima de otra, dobladitas en el mismo tamaño. La ropa interior bien puesta y doblada y todo lo que forma parte de mi, objetos y prendas, todo sufre o mejor, goza de transformación.
Las delicadas manos se afanan en conseguir la perfección, el orden y buen gusto, pero ante todo, se afanan en representar lo que su interior me quiere decir, lo que sus sentimientos me quieren comunicar, lo que ella, en sí misma posee y genera. Su generosidad, su cariño, su amor con el tiempo en sus manos, es capaz de crear la hermosura sin límites, en mayúsculas.
El domingo, último día que Beti está en Sevilla durante este período, madrugamos para coger las mochilas y las botas de andar y fuimos dirección Morón de la Frontera por la autovía A-92 y luego Villanueva de San Juan y Algámitas. Desayuno con tostada, aceite y tomate en Villanueva de San Juan, justo a la entrada del pueblo y dejamos el coche en el complejo “El Peñón”, bajo el sistema montañoso del mismo nombre: “ El peñón de Algámitas “. Toda una montaña por delante que parece infranqueable, inaccesible. Aquí se alquilan cabañas con chimenea y huele a leña. Tambien hay cámping y se organizan diversas actividades en torno a la montaña y deportes al aire libre. Hay ajetreo de domingueros y niños que se emocionan viendo los pájaros y aves de corral enjaulados en semi libertad.
Hemos subido a través de un camino que rodea la falda de la montaña. Allá arriba, el sueño de la cumbre. Es un bosque de encinares mayoritariamente y otros árboles y arbustos de hoja caduca que contrastan en sus tonos amarillentos y rojizos con el verdioscuro del encinar. Las bellotas pueblan, junto con la hojarasca, el suelo pedregoso. Hemos caminado hasta que parecía que nos íbamos retirando demasiado del propósito de la ascensión y en ese momento hemos pasado una alambrada y buscado los claros del monte para subir. Claros llenos de verdor y humedad. Zona de umbría a este lado de la montaña. En lo alto, el sol descubre la piedra. Hemos intentado la subida escalando un poco y pasando un poco de miedo ante el temor de caerse. Beti me ha echado una mano y creo que si no es por ella no hubiera conseguido pasar. Cuando al fin lo he hecho, hemos descando en un rellano y Beti ha realizado varias incursiones sin mochila para estudiar el terreno, que se adivina impracticable para nuestros medios. A la vuelta, me ha comentado que ha visto una cruz blanca. Nos agarramos a las grietas y a las encinas enanas que crecen entre las rendijas. La piel arañada y el esfuerzo sofocante durante todo el tramo. Tras vacilar durante algunos tramos, hemos encontrado un sendero pequeño que conduce a la roca escarpada. Al lado, la lengua de desprendimientos de piedras, llega hasta la arboleda. Bajo la roca hemos ascendido por un lugar lleno de hierba y olor a tierra mojada, una tierra negra y orgánica que deja las manos manchadas. Desde aquí, hemos podido continuar hacia arriba, en dirección al collado, la “ u “ que describe el perfil montañoso. Trepando sin demasiada inclinación, he subido primero y sentado de horcajadas, Beti, después. En la cara sur, dá el sol y se ven a lo lejos, los restos de los castillos sobre las atalayas, erigiéndose sobre la niebla. Es un espectáculo asombroso, a vista de pájaro, controlando el límite entre el sol y la sombra, entre el esfuerzo realizado y la contemplación de un nuevo paisaje, extenso y bañado en sol. Beti se ha puesto a mi lado, aprovechando el escaso espacio que ofrece la roca, justo en el corte, con una pendiente que dá miedo, amansados por el sol, abrazados, en duelo constante por el equilibrio realizado para no caer. Y justo aquí, hemos querido hacer el amor: primero los besos, luego su pecho incandescente, luego toda ella desnuda, su blancura en la altitud, como los pájaros que se aman en lo más alto. El sol nos ha calentado y con cuidado, ella se ha colocado delante mía e inclinado para que la posea. Equilibrio y pasión. Entonces, el viento aliado se ha metido por los rincones de nuestra piel y me parecía estar volando, como a ella le pareció de igual modo, recibiendo la sensación de ingravidez y después de relajación en este pequeño reducto de paraíso rocoso, en manos del aire y el sol y toda la tierra y los campos, los encinares y la hierba, los pueblos y caminos, debajo de nosotros, como elementos de juguete, miniaturas a nuestro servicio, superado ya el terrible acoso del esfuerzo prolongado y el temor animal a la caída. Hemos hecho fotos, pero la verdadera inmortalidad está ahora en nuestros ojos y en nuestro corazón, que siente la plenitud a bocajarro.
- ¡ Cuidado con la bajada ! - Es lo primero que hemos tenido en cuenta y la primera precaución que hay que tomar. Beti se resiente de su rodilla y de la sobrecarga que ha realizado. Pero afortunadamente la cosa no ha ido a más y hemos conseguido llegar al camino. El rocío permanece aún sobre la hierba en esta zona de umbría. Dá alegría y frescura verlo. Abajo, al pasar por las cabañas, huele a leña de encina quemada, a hoguera.
Pero la libertad está allá arriba, en ese sitio que hemos sellado con nosotros mismos, con nuestros cuerpos, con nuestros flujos, con nuestros besos.
Ahora todo se vé desde lejos, como algo pasado. Pero el tiempo es nuestro, manipulado a nuestro antojo y este imperecedero momento, evocado en esta leyenda, jamás se borrará de nuestra memoria, que constituye el soporte de la historia que juntos hemos decidido escribir.
Por la Vía Verde, desde Coripe al Peñón de Zaframagón. Los Buitres
Ayer fué día festivo, conmemorándose el 23 aniversario de la Constitución. Mi cari, vino el miércoles por la tarde en el AVE y fuí a recogerla a Santa Justa. Como me había echado un poco en el sofá, me quedé dormido con la gata encima y llegué un poquito tarde a la estación. Ella, que ya me estaba esperando, se enfadó un poco y lo cierto es que lleva razón. Mirándolo ahora, como todas las cosas que hay que valorar, siempre desde otro ángulo y no en el momento, el soporte a veces de la emoción, de la llama continua de la relación, se sustenta en estos pequeños detalles. La normalización hace que descuidemos a veces la importancia de la espera, de los silencios, de los abrazos, de los besos que denotan afecto infinito, besos que no son antesala del cuerpo, sino que gozan de vida propia e identidad, como seres vivos que se valen por sí mismos.
Poco a poco, en una labor de hormiguita, fuímos recuperando la confianza a través de las palabras, de la presencia del otro en nuestro momento, de esa presencia física de la personas que queremos, que ahora se sitúa a nuestro lado, en el sillón de al lado de nuestro coche, mientras conducimos y la ciudad se afana en un devenir a veces sin sentido.
Beti llegaba saturada y necesitaba salir y despejarse, librar su cabeza de conflictos y para ello, dimos un paseo por la ciudad. Es tensión que se acumula cada vez que se repite el ciclo de lo mismo, la rueda de los billetes, los horarios y luego ese tren que vuelve a pasar por el mismo sitio para alcanzar un aliento, una mirada que están a más de trescientos kilómetros. El tiempo pasa.
He ido a encuadernar unos apuntos y luego a dar un paseo por la noche del centro de Sevilla, con los arbolitos, navidad tras navidad y alrededores, vestidos de luces, con su traje luminoso que invita a los escaparates. En la Plaza Nueva han vuelto los libros de ocasión con páginas ya amarillentas y que año tras año, sobre las estanterías y las vitrinas, se vuelve a prostituir a los viandantes. Son libros de todas clases, clásicos, de filosofia, manuales prácticos de varios temas, libros apiñados que remueven nuestras órbitas oculares de un lado para otro y que produce mareo. Es una búsqueda en otro lugar, en otro pensamiento, en una verdad que sabemos que anda escondida y que no acertamos a saber donde, trocitos de mundo, de realidad perenne y cuajada que no se acaba de desflorar. Los libros ofrecen tambien un espectáculo multicolor y un señuelo para las miradas atentas al detalle. Al lado, en la Plaza de San Francisco, las figuritas del Belén, de distintos tamaños, figuras congeladas de yeso y pintura, tambien de madera, de color bronce, figuras con personajes con barba y pelo largo, con trajes orientales. Y el olor a incienso, por esas chimeneas de barro a veces desproporcionadas.
Hemos caminado hacia la Plaza de la Magdalena y por la calle Odonell a la Campana y luego por la Encarnación hasta el bar La Giganta, con imágenes enmarcadas del Giraldillo en distintas épocas. Allí hemos tomado unos vinos y pastel de calabacín, buenísimo, tambien morcilla de arroz. Luego en casa, enseguida en la cama, dentro de la hoguera de las sábanas y de los besos.
En este día seis de diciembre, medio cubierto de nubes, hemos ido por la carretera de Utrera hasta Montellano. A la salida del pueblo, dirección Coripe, hemos parado a desayunar en la venta El Potaje. Pan con aceite, o mejor aceite con pan, puesto que hemos saturado el mollete con ese líquido espeso, verdoso y fuerte al paladar, este aceite oloroso, esencia del olivar próximo. Tomate en rodajas , café con leche. Es lugar rústico esta venta y el precio bueno.
En Coripe hasta el aparcamiento al lado de la Via Verde y luego caminando hacia la izquierda, por un camino llano, bajo los túneles de piedra, a veces iluminados. El día se va abriendo poco a poco y la luz del sol penetra amable entre las nubes. A ambos lados del sendero, prenden las hogueras de los rastrojos y el ramaje de la poda. Se suceden manchas de ceniza blanquecina y gris y sobre una de ellas, que aún guarda rescoldo, hemos arrojados unas ramitas y ha prendido. Es hermoso ver como el fuego resucita y las llamas aparecen de nuevo. El paisaje otoñal flanquea con arbustos pardos el rio, allá abajo. A la derecha, se extiende una repoblación de pinares verdes, debajo, la hierba. Hay faena de obreros del campo limpiando el bosque.
Tras algunos kilómetros caminando en solitario, cogidos por la mano o la cintura, hemos ido a buscar agua a la fuente “ La Alberquilla “, tomando un camino que sale a la derecha y en ascenso entre los pinos. Hay que subir bastante y luego nos encontramos con una explanada y la fuente con un chorro generoso. Ha salido el sol. El pilar acumula el agua pura y crecen yerbajo en el fondo, plantas acuáticas que, acostumbradas a este medio, forman una cubierta vegetal, hermosa en su esplendor.
Más allá, después de comer algo, hemos tendido la manta sobre el suelo y mientras he bajado a recoger los anoraks, Beti ha encontrado pasto y ramitas para producir un fuego. Hemos acumulado leña hasta que ha prendido y luego nos hemos tendido sobre la hierba. El sol nos ha acariciado de nuevo y hemos dormido un rato después de hacer el amor como salvajes, con todo el oxígeno para nosotros y el peñón al fondo.
Desde aquí, caminando por un sendero que sigue entre pinares. La hoguera nos ha dejado un olor a humo, a humo y a sexo, a campo. La roca sostiene la vida de centenares de buitres expectantes al alimento. De vez en cuando abandonan su atalaya para sobrevolar el tajo, sobre el río y lanzarse a la explanada. Hemos subido entre las rocas y los arbustos, hasta una atalaya de piedra, como un balcón al borde del precipicio. La mochila se quedó atrás, con los chaquetones y hemos llegado con la cámara de fotos y los prismáticos. Observamos y admiramos el movimiento de aves y su majestuoso vuelo.
El peñón de Zaframagón es una mole rocosa de gran altura y que desde aquí dá pánico asomarse. Al cabo del rato hemos subido más y más, hasta alcanzar una cima que roza el cielo. Cientos de buitres pueblan el techo celeste, de un lado para otro. Algunos se posan cerca. Otros, en parejas y en comunidades, se apiñan en lo más alto de un picacho.
Beti se ha asombrado a cada instante, emocionándose por todo. Es genial. Una niña que habita dentro de ella, dá un grito, señala con el dedo y salta. Esa niña interior para mí es algo maravilloso, increíble. Una mujer y una niña, cada una con lo mejor de sí misma. Yo la miro y sé que ella a mí, tambien me mira, a veces de reojo, otras con los labios. Me fotografía desde la distancia para comprobar la magnitud de la altura. Luego, lo hago yo con ella, que encuentra la posición más adecuada y guarda equilibrio sin asustarse casi de nada.
Le gusta asomarse al precipicio, por donde susurran las aguas y el río se crece en la cascada. Así es que extiende su cuerpo sobre la mole cúbica de la roca y asoma su cabecita con prudencia. Yo la veo a todo lo largo, con sus facciones fuertes y su pelo castaño claro, a veces rubio.
Desde este lugar nos hemos sentido muy bien, plenos, orgullosos, excitados por conseguir poner nuestros pies donde antes pusimos la mirada y el deseo. Y ahora contemplamos, sabiendo que el lugar esconde un secreto, una fórmula de paraíso escondido que ahora desvelamos.
Hemos navegado, mi cari y yo, desde la verdad de esos rincones reconocidos e iluminados por el sol, pasando por la puesta de sol entre los chopos amarillentos, con el fragor de los tonos rojos en el horizonte, entre la “ V “ que forman las montañas y su cuerpo. Su cuerpo reclinado sobre el mío. Su mente perdida, a disposición del viento y los olores, con alguna ramita seca o una flor en los bolsillos, con una pareja o dos o tres o cuatro de bellotas en su capuchón, ese bello detalle natural, ese bello collage de la naturaleza que ahora compone en su sueño para dar cabida dentro de su alma.
Entre las rocas, crece una planta con flor, una planta que nace de un bulbo y que hemos arrancado. La tierra negra es común detrás de la fuente y hemos cogido un poco para cubrir las raices.
Hoy, poco antes de la medianoche, hace cinco meses que nos conocimos.
Hoy, día siete, hemos tenido que madrugar para llegar a buena hora a la estación y ella se ha marchado en el tren de las 7:50 a Córdoba y luego en el AVE a Ciudad Real. Hoy, Beti tiene guardia y yo me voy a la Policlínica que es donde escribo todo esto. La echo de menos nada más montarse en el tren, lanzarme besos que antes me dejó impresos en mis labios y luego agitar su brazo hasta que la parte trasera del tren se ha ido alejando. He vuelto cabizbajo al coche y al llegar a la Policlínica, he aparcado, echado el asiento hacia atrás y tumbado un rato para hacer tiempo y pensar. Hace frío. Madrugar para despedirme de mi cari, me pone nostálgico, triste, con esa pena infinita que tantos siglos se ha extendido junto a los andenes, junto a las puertas de las casas, junto a un río, un puente o una plaza. Una pena sin nombre que no quiere abrir los ojos al día.
Y como digo, cerrando los ojos al principio, para después abrirlos a lo cotidiano, dejándose llevar por la inercia de los días y volviendo a la fé de nuestros adentros, de aquel faro que anuncia el puerto, cuando el mar nos devuelve a la orilla.
Mi cari viene a verme a la guardia por sorpresa, visita relámpago que me llena de emoción
El sábado, día de la Inmaculada Concepción, fiesta nacional, tuve guardia en la Policlínica y después de haber salido el viernes por la noche y acostarme tarde, estuve durante toda la mañana y parte de la tarde, destrozado y tristón. Por la mañana hablamos Beti y yo por teléfono y surgieron dudas y desacuerdos. Esto, unido como digo a mi estado físico y moral, me provocó desaliento y agobio hasta tal punto que arranqué a llorar de coraje.
Todo fué una nebulosa que poco a poco se fué disolviendo después de comer a mediodía y charlar un rato con mi compañero de servicio.
Pero en medio de este proceso mi sorpresa fué mayúscula cuando mi cari se presentó en la puerta exterior, con su chaqueta gris y gafas de sol. Ha venido en AVE y desde la Puerta de Jerez, a pie. Al verla mi compañero, no la reconoció y cuando salí para ver quien era, me alegré mucho y comprendí en ese momento la magnitud de su amor y el alcance de su voluntad.
Cuando ella ve que algo no está claro y necesita hablar, no escatima ni tiempo ni medios para hacerlo. Es superior y actúa dejándose llevar por su corazón a pesar de ser una mujer con alto contenido de racionalidad y capacidad de organización y de agilizar su mente en sentido práctico.
Se dá en ella una mezcla excitante entre sentimientos, impulsos, apasionamiento y por otro lado una mente abierta, perfectamente desarrollada para afrontar los problemas de la vida, la adversidad.
Pasamos dentro, nos abrazamos con fuerza, hablamos en el cuarto de servicio, mientras Jesús, mi compañero, permanecía en su dependencia en la segunda planta. Allí, intentamos esclarecer todas las dudas y sombras que habían surgido por la mañana. Ella, con su piernas entrelazadas en las mías, sentados.
Luego, una vez tranquilizados los ánimos, en la cama, haciendo el amor: no pudimos evitar desnudar nuestros cuerpos para rozar nuestra piel. Y así, tumbado en la cama inferior de la litera, permanecimos un tiempo abrazados. Luego, Jesús fué al comedor, trajo la cena en unas ollas y comimos recalentando la sopa y las patatas fritas. Más tarde, fuí a llevarla a la estación y los besos no cesaron, uno tras otro, hasta que la ví perderse en el control.
Cuando venía de vuelta pensé en todo esto y me di cuenta de lo importante que es a veces, especificar nuestras intenciones y dar a conocer al otro todo lo que pensamos y consideramos, de manera sincera, sin tapujos.
Por otro lado, su visita ha servido para darme cuenta de la profundidad y del sentimiento que esta gran mujer pone en todo lo que hace y en particular esta relación.
Lleva dos fotos mías en su cartera. Se extraña de cómo en un año ha cambiado tanto su vida.
Ayer, once de diciembre, mi cari me llamó por teléfono un poco preocupada porque en COREYSA las cosas se han puesto complicadas y va a pedir la dimisión en su trabajo allí. Esto lo hace porque las guardias se multiplican y no quiere renunciar a su parcela de tiempo libre necesaria para llevar por buen camino la relación. Aunque ella esté un poco agobiada, le he intentado dar ánimos porque a mi me parece bien la opción. Ahora quiere buscar trabajo en otro sitio y está probando opciones. Le agobian la hipoteca y los gastos adicionales y lo entiendo, pero ante todo está su salud, su tiempo y su felicidad, en definitiva. Ya nos apañaremos.
Mi cari me ha dicho que le ha salido un bultito en el pecho, una rojez caliente. Esto me ha preocupado un poco, a ella tambien y ha comenzado a pensar en lo peor. Se ha hecho una ecografía y radiografía allí mismo, en la clínica, afortunadamente no reviste gravedad.
Por otro lado, estamos muy cerca de Navidad y el viaje hacia Tudanca se hace inminente, así es que ya estamos pensando en ello. El fin de semana próximo viene de nuevo a Sevilla en coche para llevarse la gata que hace dos semanas que vive conmigo aquí y de paso recoger algunas cosas necesarias para el viaje. No quiero que decaiga la moral y que estemos siempre juntos para las duras y las maduras.
Dia 13 de diciembre de 2001: Cumplo 32 años.
Hoy cumplo 32 años. Anoche, justo pasadas las doce, cuando me encontraba dentro de la Policlínica, de guardia, mi cari me llamó por teléfono y como no lo cogí yo sino mi compañero, se hizo pasar por Mari Flor. Así es que cuando el chico dijo que me había llamado una chica con este nombre, me extrañé y pensé que no era para mi. Más tarde, pasados unos cinco o diez minutos, me volvió a llamar y hablamos.
Ella está presente siempre y todo esto lo hace de manera espontánea, con sentimientos profundos y no descuida nada. Su empleo de amor la requiere en todo momento. Toda su atención está fijada en los contactos en la relación y es capaz de elevarla a lo más alto.
He invitado a café a la gente de aquí, de la Policlínica. He encontrado tambien, un mensaje de Beti, bien temprano, a las ocho menos cuarto, cuando aún no me había levantado. Echo de menos el tiempo pasado, algunos momentos inolvidables de estos treinta y un años a punto de morirse ( a las doce del mediodía ), pero tambien cargado de optimismo y vitalidad.
Los treinta y uno me dieron la posibilidad de conocerla, ante todo y principalmente. Conocer una mujer que late como late un volcán a punto de entrar en erupción, que siente que su explosión está cerca y se afana por condensar la mayor cantidad de calor muy cerca de la piel, una piel, que extendida es el mapa de todos los continentes, de toda la superficie de la tierra que te cubre y te protege. Una mujer que me hace saltar a lo más alto y ella conmigo.
Los treinta y uno me dieron la seguridad en el trabajo y el cambio de destino a este nuevo lugar. Me dieron emociones, viajes sin salir de mi país y la aventura del amor. Este es un paso más y así lo siento. He logrado centrarme en aquellas cosas que me hacen mucho bien y retirar lo que no me ayuda.
Ahora, treinta y dos, número redondo, cifra par. Ya no estoy solo. Ella me acompaña, lo siento así, me siento así y quiero seguir sintiéndolo.
Beti viene a Sevilla. Comida de Navidad con la gente de la Policlínica
El viernes catorce, hubo celebración con la gente de la Policlínica, una comida en el polígono Pisa, en Taberna Triana. Comimos, bebimos y bailamos. Beti llegó en su coche a Sevilla sobre las cinco y como estuvo un rato esperándome y no llegaba, me llamó malhumorada, enojada, un poco fuera de sí. Sobre las ocho acudí a casa y ella no estaba; la llamé y vino al poco tiempo. Yo no estaba para explicaciones y ella las buscaba. Me acosté y ella tambien. Quizá su mente se pobló de malos pensamientos y confusión, pero hicimos el amor y nos quedamos dormidos. A ella no le apeteció demasiado, pero así fueron las cosas. Yo tenía un regustillo en la boca a cubata y champán y con la música aún en los oídos y el olor a humo en la ropa, no pensaba nada más que en tumbarme y dejarme llevar por el sueño hasta el día siguiente. El día siguiente, en la cama hasta muy tarde. Amaneció lloviendo ligeramente: “ orballa lentamente “ y con mucho frío. Pude ver su regalo de cumpleaños: Una mochila roja, preciosa y de calidad. Esperaba habérmela entregado el viernes, pero bueno, ahora, sobre la cama, los dos aún en pijama. Cuando fui al armario, me encontré una caja con una camisa y corbata dentro. Me llevé una segunda sorporesa. Solo nos levantamos para comer y luego por la tarde ir a comprar. Está todo lleno de gente. Vuelve la rutina navideña. Hicimos el amor numerosas veces. El alcohol acumulado me mantenía a tono. Por la noche, a última hora, estuvimos viendo las diapositivas que nos traen imágenes, desde La Alpujarra, pasando por Cabañeros, Hornachuelos, Algámitas y el Peñón de Zaframagón. Nos bebimos una botella de cava que tenía en el frigorífico desde este verano.
El domingo fuímos a Guillena, a la casa de una compañera de clase, para terminar un trabajo para la asignatura de Educación Familiar, un trabajo que habla del uso de la televisión y sus consecuencias. Llegamos temprano, pero hubo mucho que hacer y nos llegó las seis de la tarde. Beti nos ayudó y entre los tres, repartiéndonos la tarea, hicimos un buen trabajo en equipo. Valoro su esfuerzo y capacidad. Está a la altura siempre. Compartimos la comida y luego nos tomamos un café con pastas. Cambiamos el billete. Ella dejó el coche aquí y se fué en el AVE. El gato continúa conmigo, llenándome una semana más, la casa de pelos, pero creo que ya me he acostumbrado a él y notaría su ausencia. Mi cari se fue a las diez de la noche, fui a llevarla a la estación y nos dimos besos en el andén, en medio de la gente que se agolpaba a la puerta del tren. Antes de irse, pasamos unos momentos sobre el sofá, allí tumbados, divagando nuestra mente de un lado para otro.
Esta última semana en COREYSA, está saturando el tiempo de mi cari, que ayer martes y anteayer lunes estuvo metida en la clínica todo el día, devolviendo horas de guardia y haciendo las que le quedan. Pero eso no es todo, esta mañana ha salido de allí, ha dormido un poco y de nuevo, a las seis de la tarde entra de guardia hasta el viernes por la mañana. Está cansada y muy metida en esta realidad. Ya nos hace falta abstraernos un poco y vivir en ese cielo que inventamos.
El tiempo pasa y ya ha llegado el viernes. Beti ha salido de COREYSA, quizá, definitivamente y yo estoy un poco nervioso por el viaje de esta tarde a Ciudad Real. Tengo que cargar el coche y adormecer al gato con una pastilla que me dejó ella preparada en el mueble-bar. Ayer, ella, en la cafetería de la clínica, tuvo una cena de Navidad con la gente del trabajo, que sirvió, al mismo tiempo, de despedida. La echan de menos sus compañeros y aprecian su trabajo. Ella está contenta por esto.
Llegan las vacaciones de Navidad. Once noches juntos
El viernes 21 de diciembre, comencé las vacaciones de Navidad. Llegué a casa, metí al gato en su jaula, después de haberle dado una pastilla con la finalidad de adormecerlo y tras llenar el coche de Beti, que lo tuve yo durante la semana, pues ella se fue en el tren, cogí carretera de Córdoba por la autovía y con el felino en los pies del acompañante del conductor y en el interior de esa caja de plástico con rendijas me fui hasta Ciudad Real. Íbamos a pasar la noche del 21 allí y el sábado viajar al pueblo para pasar la Nochebuena. El viaje sin incidencias, de vez en cuando algún maullido de agobio natural del animal y una parada a la salida de Fuencaliente para tomar café. Es la primera vez que pasaba por esta carretera recién estrenada y que conecta la Nacional IV con Puertollano a la altura de Montoro, cruzando el Parque Natural de las Sierras de Cardeña y Montoro. El coche iba lleno de maletas, repleto de cosas para el viaje a Santander. Cuando me metí por las calles de Ciudad Real, atestadas de gente, mi cari estaba esperándome en una de ellas, arreglada y perfumada. Dejé el coche y estuve vigilándolo mientras ella iba llevando bultos a su piso.
Toda la ciudad está llena de luces y movida consumista. Los escaparates y las tiendas rebosan de mirada y búsqueda. Hay ajetreo, desasosiego, inquietud y tambien, ¡ cómo no !, desorientación.
Como la gata se ha lastimado algunas uñas en el intento en vano de salir de su cajón, hemos tenido que ir al veterinario, para que le echara un spray de color plata que manchó las manos de Beti y ponerle una inyección de analgésico para el dolor. El pobre animal, con sangre en sus patas delanteras, maulla desesperado, aún bajo los efectos de la medicación. Me he sentido un poco desplazado, me ha faltado paciencia y comprensión. Lo admito.
Por la noche, después de pasado el susto a mi cari, ya con el gato reponiéndose en casa, salimos a dar una vuelta a un bar, donde ella había quedado con compañeros y tomamos vino y comimos algo. Luego fuimos a otro sitio y apareció Luchi. En su coche, ya más animado yo, que en un principio no levanté cabeza y estaba apático y aburrido, puso música elevando el volumen, música de pasodobles tradicionales y fuimos en el maletero de su todoterreno, cantando. Nos metimos en un pub con pista de baile: El Saint Tropez y allí bailamos y bebimos una copa. Llegó mas gente y celebramos la noche.
El sábado nos levantamos, desayunamos y fuimos de compras para llevar algún regalo al pueblo. Ella había comprado un nacimiento de escayola maciza, con la Virgen, San Pedro y el Niño y lo había pintado en bronce, colocando en la base un paño de color rojo. Le había quedado precioso. Era para llevarlo a Pozoblanco al piso de María Jesús. Compré un queso de oveja en Quesos El Valle, una bandeja de caña de color nogal para Sonia, una petaca para echar bebida para Eduardo. Comimos migas con tropezones en la Plaza Mayor, en un acto comunitario con donativo para una causa benéfica. Repetimos. Hay actividades para niños. Nos excusamos de emplear tiempo cocinando y pudimos echar la siesta después de bebernos media botella de cava y quedarnos sin fuerzas en el sofá.
Por la tarde cargamos el coche poco a poco e hicimos el camino hasta Villaralto por Piedrabuena, parando antes en un Centro Comercial para comprar un regalo a mi sobrino. Un balón de colores con música. Hemos llegado al pueblo y pasado varios días allí, hasta la noche de Nochebuena. Hemos podido compartir el tiempo con Sonia,Toni y el niño, que ya va para arriba y tambien con Papá y Maria Jesús, que recibió muy ilusionada el regalo de Beti y tambien con Rafa y Juanjo en Pozoblanco. Hemos salido a comprar por las calles de este pueblo. La Nochebuena en Villaralto, en el salón, tambien con Eduardo y Verónica.
El día de Navidad hicimos el viaje hacia tierras cántabras, hacia Tudanca. Todos los bares estaban cerrados y sólo en Almadén pudimos tomar un café en un triste casino que olía a carne cocida y donde no ponían tostada. Así es que cogimos unos mantecados y con eso nos apañamos.La carretera estaba casi vacía. Pasamos al lado de Agudo, donde Beti estuvo durante algún tiempo viviendo en el Centro de Salud. Le vienen recuerdos. Hemos cruzado la provincia de Ciudad Real por su lado oeste y llegado hasta Talavera de la Reina. Más adelante, ya en la provincia de Ávila, paramos a tomar café y descansar un poco. Antes, paramos a almorzar en el Puerto del Pico ( 1350 m ), en la Sierra de Gredos, justo al lado de la calzada romana, nevada, por cierto. Es un lugar que ofrece unas vistas impresionantes. Hemos troceado chorizo ibérico Desde Ávila hasta Valladolid y luego Palencia. Hemos parado en Piña de Campos y en un bar pedí un calendario de pared para el 2002. Luego ha cogido el coche Beti y más tarde de nuevo yo otra vez. Nos ha llegado la noche y hemos cruzado Cervera de Pisuerga para acceder a Cantabria por el puerto de Piedrasluengas. Comienza la nieve y el frío, la proximidad de la montaña y los pequeños pueblos de la mano de Dios. Hay que atravesar un puente sobre un gran embalse. Hemos encontrado, cruzados en la carretera, una manada de caballos salvajes. Se ve la nieve con la luna casi llena. Todo el día ha estado azul, radiante. Al bajar el puerto hay que circular extremando la precaución. En un cruce hay que tomar a la derecha, pues a la izquierda nos llevaría a Potes. Hay que tomar dirección Puentenansa. Hay peligro, pues la nieve cubre la calzada y no hay nadie por aquí. Tras cruzar varios pueblos de la comarca de Polaciones, hemos llegado al fin a Tudanca, primero a La Lastra y luego al pueblo. Hay hielo y el coche patina en las primeras calles. Un hombre nos ha ayudado a subir, empujando con Beti.
Al fin hemos llegado y ya nos estaban esperando en La Cotera. Marisa es una chica joven, madre de dos niños, y vive con su marido Juan Ramón ( Ramonín como ella le dice ). Nos ha enseñado la habitación prevista para que nos quedáramos allí, pero tiene dos camas y nosotros queremos una solo, así es que nos ha ofrecido otra desde cuya ventana se puede ver toda la montaña y la Peña Sagra nevada. La vista es impresionante. Hemos salido a tomar algo al bar “Peñas Arriba”, como el libro de Pereda. A la derecha reposa, majestuosa, La Casona, monumento nacional que ya tuve oportunidad de visitar en el año 1995 pero que ahora está cerrada al público.
Como no ofrecían nada caliente, hemos comido un bocadillo de queso. Los hombres nos miran afectados por el alcohol, murmurando y cantando como con pena de vez en cuando. Estos bares del norte están inundados de sombras...
Dia 26 de diciembre. Después de desayunar en la casa, junto a la chimienea, hemos seguido un camino que sale arriba, en la parte alta del pueblo: Camino de las Brañas de Carraceo en continua subida y por donde se puede ir al Valle del Saja. En la parte alta es todo nieve y luego ha comenzado a nevar y lo hemos visto todo blanco. Hemos jugado con la fría blancura y nos hemos tirado pelotas de nieve en una batalla en mitad de los prados. Hemos hecho fotos y nos hemos dejado caer en la pendiente girando sobre nuestros cuerpos. Así es que hemos pasado un buen rato y nos hemos reído de lo lindo y mojado por debajo de los guantes empapados y las botas por donde se metió la nieve.
Día 27 de diciembre. Hemos dejado el coche en La Lastra, junto al consultorio y continuado siguiendo la ruta del Camino del Potro por una pista hacia el Collado de Abellán. Hemos visto caballos salvajes sobre la nieve y los prados. Hace un día espléndido. Arriba hemos tomado el camino a la derecha, hacia San Sebastián de Garabandal, pasando sobre la nieve que espesa y oculta el camino. Hay pinares y un aire puro, frío. Al fin hemos llegado a este pueblo y hemos comido bajo el porche de la iglesia. Desde aquí por carretera hasta Cosio, café. Río Vendul. Antes de llegar a Rozadío, haciendo autostop nos han subido en un land-rover con un perro detrás y así hemos llegado por fortuna temprano y nos ha dado tiempo para ir a cenar a Puentenansa al “Gogar”.
Día 28 de diciembre. Hemos ido a Santander, a la ciudad, para hacer una visita a Don José Manuel, el cura amigo de Beti y que hizo tanto por ella. Luego hemos dado un paseo por la playa del Sardinero, por la playa del Camello y por la Magdalena, viendo el recinto de los osos polares y los elefantes marinos. Hemos ido rodeando la ciudad hasta que se nos ha hecho tarde. A la vuelta paramos a cenar algo en Cabezón de la Sal.
Día 29 de diciembre. Hemos tomado la ruta que va desde Sarceda a Selores, en la subida cubierta de brezales y el hayedo de Leroba llegando a Moscaorio con un frío terrible encima de la explanada que apenas nos dejó almorzar. Siesta imposible. Hay invernales de animales. Por el viejo camino de Valsemana entre los ríos Saja- Nansa. A la vuelta, dentro de una casa con pajar, dejamos las mochilas y nos desnudamos sobre la manta para hacer el amor. Cuando cogimos el coche fuimos a tomar café a La Laguna en Polaciones, en Casa Enrique. Y luego compramos queso fresco en Uznayo en casa de la Inés. Es un pueblo donde casi no se puede andar por la calle del hielo que hay.
Día 30 de diciembre. Hemos hecho una ruta que parte de Uznayo y que pasa por Humilladero. Subida hacia las Cumbres Altas y Picos del Cordel. La nieve está espesa. Aquí se encuentra el paso que va desde Polaciones a Cabuérniga por el Collado de Sejos y Selviejo.
Día 31 de diciembre. Nos hemos ido de Tudanca a Polanco, cerca de Torrelavega, donde vamos a celebrar el fin de año con Paloma y su familia en una casona antigua y reformada. Comimos y cantamos villancicos por turno. Uvas y champán. Bingo. Luego fuímos Beti y yo a un centro donde había orquesta pero la gente no se animaba y a Torrelavega dando vueltas sin sentido por los pub’s. Hemos vuelto al hotel Besaya donde nos quedamos a dormir.
Viaje de vuelta. 1 de enero 2002. Primer día del año de viaje desde Torrelavega a Ciudad Real y luego en AVE a Sevilla. Nos hemos levantado muy cansados y el viaje se ha hecho cuesta arriba. A eso hay que sumarle unos momentos de silencio con dolor producidos por malentendidos acerca de las amistades. El caso es que a veces conducir se ha convertido en un suplicio y la rabia contenida por la situación me ha hecho parar el coche en un pueblo que se llama Fuentespino, para llorar en silencio junto a la Ermita Padre Eterno. Beti, a mi lado, se ha abrazado a mí. Luego, más tranquilo, he podido continuar. Como mi tren sale a las ocho de la tarde, no ha habido mucho tiempo para parar ni nada. Desde Toledo ha llevado ella el coche y me he quedado un poco dormido de cansancio. Hemos dejado las cosas en su piso y me he marchado a Sevilla, con el tren saturado de gente y equipajes.
“Amor,
ave que al grácil
vuelo obedece
y posa sus alas
en quien merece”
( 4 de enero de 2002 )
Viaje a Ciudad Real en AVE, el día de Reyes
El día 6 de enero, cuando salí de guardia en la Policlínica, me fui a Santa Justa, dejé el coche cerca y cogí el AVE de las nueve para Ciudad Real. Hoy se cumplen seis meses desde el encuentro en Samos, allá por el verano, cuando los brazos desnudos, buscan otros brazos para bailar. Por el camino fui estudiando. Me tocó uno de esos asientos en que hay una lamparita en medio. Iba solo, sin nadie delante. Fui tranquilo todo el camino y a mis anchas. Al llegar, estaba ella allá abajo y arreglada y pintada. Fuímos a Miguelturra, al consultorio, donde trabaja su amiga Paloma. Beti llevó un Roscón de Reyes, dulce común en esta fecha y lo comimos, junto con otras compañeras. Proyectamos las diapositivas del viaje a Tudanca. En casi todas aparece la nieve. Navidad blanca. Luego, tras el desayuno, fuímos a su piso y estuvimos todo el día allí sin salir. Debajo del árbol de navidad, con luces, estaban depositados tres regalos: Una grabadora de sonidos con cinta pequeña, que estuvimos probando y riéndonos durante un rato, un atril para estudiar que ya habíamos visto en una papelería y nuestras partidas de nacimientos juntas en varios cuadros, ua para ella otra para mí. En su dormitorio, con una máquina de cortar pelo que compró, me cortó el pelo, al principio con dificultad, pero luego fue quedando mejor. Comimos unas doradas a la sal en el horno, primera experiencia culinaria de este tipo. No había manera de quitar luego la sal y el horno parece no funcionar bien, pero aún así, estaba bueno el pescado y había hambre suficiente. Antes, hicimos unos langostinos sobre sal en sartén, muy buenos. Un vino barbadillo. Nos tumbamos en el sofá. Aún perdura el pino de luces en la plaza y llena todo el paisaje que se ve desde el salón. Por la noche, de cena, berenjenas rellenas con bechamel. Tambien muy buenas. En su cama, refugiado contra el frío, al lado de mi cari, todo es un paraíso.
El lunes, festivo porque ayer día de Reyes, cayó en domingo, fuímos a dar una vuelta al campo hasta cerca del pueblo de El Hoyo, pasando Puertollano y Mestanza. Sobre Puertollano hay una niebla que probablemente proceda de la espesa contaminación del complejo industrial que hay en esta ciudad. Dejamos el coche al lado del puente sobre el Río Frío. Hay trabajadores cogiendo aceituna negra escarchada y arrugada. Todo el campo está blanco de la escarcha. Hac mucho frío. Poco a poco nos vamos adentrando entre la garganta, entre las Hoces de Riofrío. Un paisaje que combina la montaña y el tajo de gran profundidad y altura, con el devenir de las aguas del río, enjabonadas por los vertidos. Hemos comenzado a caminar al lado del río, entre las piedras, pero luego hemos tenido que ascender por la ladera. Llevamos mochilas y bocadillos, tambien agua y una manta para tumbarnos. El día está soleado y frío. Hay hierba y huele a humedad. La subida ofrece dificultad y hay que subir y sudar. Pero el sol relaja el ambiente y nos hemos deleitado sobre una piedra enorme haciendo cavidad. Allí, los dos desnudos, haciendo el amor sobre la manta, nuestra cama particular. Luego abrazados, ella sobre mí, medio dormidos. Mi cari se ha manchado la piel con los restos de chocolate con almendras. Su longitud de piel es blanca y se camufla con la piedra. Se ha puesto un pañuelo en el cuello, blanco y negro, con dibujos de vacas lecheras. La hace muy atractiva y deseable. Abrazado a ella y el sol abrazándonos a los dos, se está fenomenal y el silencio nos sonríe, la paz del campo, la magia del lugar, que una vez más hemos sabido recuperar, extraer.
Y luego la gran subida. Al principio intentamos otras opciones como cruzar el río, pero imposible. El agua está helada y hay mucha profundidad. No tenemos medios. Tampoco apenas en la subida pudimos apoyarnos en las piedras que resbalaban y en el musgo mojado. Sobrevuelan los buitres en círculo. Son buitres negruzcos y grises. Su vuelo es majestuoso, expectante, sereno. Son aves de gran envergadura y su presencia en el cielo es un espectáculo emocionante. La vista, a medida que se va haciendo mas interesante, dada la altura considerable alcanzada, exige mayor esfuerzo lógico y mayores dificultades. Nos haría falta una cuerda o algo por el estilo y a veces hay peligro. Allá abajo el río, el susurro de sus aguas. El desfiladero producido entre montañas es maravilloso. Crecen árboles hasta en las zonas más altas y a menudo nos encontramos con filtraciones de agua en la roca que van dejando gota a gota y produciendo pequeños chorritos. Hemos llegado a una altura y a un lugar desde donde sería peligroso continuar y la incertidumbre nos ha hecho volver, parar para almorzar de lo que llevamos y que preparó Beti y luego tumbarnos sobre la manta bajo el solecillo de la tarde medio adormilados. Así es que hemos dado la vuelta y poco a poco reconociendo los pasadizos por donde anduvimos antes y las rocas que ya conocíamos para que el camino resultase más fácil. Aún así, he caído varias veces y me he hecho algo de daño. Por fin abajo. Hemos visto una tortuga que mi cari puso entre matas. Llegamos al coche. Café en el pequeño pueblo de El Hoyo : un café y una manzanilla 1,20 euros. Vuelta a Ciudad Real. Ducha, macarrones de colores para cenar , queso de cabrales. Estudio. Esta noche me quedo en Ciudad Real. Mañana he pedido permiso para llegar más tarde a la oficina.
Beti de nuevo en Sevilla. Segundas Jornadas del Máster
Hoy miércoles viene mi cari en coche desde Ciudad Real, para el máster. Anoche estuvo preparando la maleta y otras múltiples cosas para traer, algunas mías que dejé allí después de las vacaciones. Le gusta organizar y es muy ordenada, ella misma lo reconoce. Es algo que posee desde muy pequeña. Esta es la segunda vez que viene para este asunto. Anoche, estuvimos hablando por teléfono y no nos hace nada de gracia dormir solos ahora que nos habíamos acostumbrado a compartir las horas de sueño y levantarnos uno al lado del otro, acurrucados, abrazados contra el frío.
El miércoles sobre las cinco, se presentó en casa con el coche cargado. Yo estaba repasando para los exámenes del jueves y del viernes. Mientras ella, en el sofá, se entretenía leyendo “El amor en los tiempos del cólera”.
El jueves, tras el examen de Técnicas de Modificación de la Conducta, que comenzó a las 12 de la mañana, fui caminando al hospital San Juan de Dios y la esperé a que saliera de clase. Nos tomamos una cerveza en la cafetería y luego me marché a comer en el Cuartel.
Por la noche la esperé en la puerta de la clínica y fuímos al Centro Urológico San Ignacio. Esto sigue. Aún no me han dicho nada claro sobre mi oligoespermia o como se llame. Y ya estoy un poco harto. El andrólogo me ha mandado nuevas pruebas analíticas y ya buscaré la fecha.
El viernes por la tarde tuve el exámen de Educación Familiar. Al salir fui a buscar a Beti y le mostré mi agobio porque me equivoqué a la hora de estudiar y el tema que me preparé no entró en la prueba. Así es que un poco aturdido, fuímos a cenar a Las Macetas, en Triana y de ahí a casa, muy cansados por cierto. Yo no dejaba de lamentarme y ella me consoló diciéndome que si lo había dado todo y estudiado, no tenía de que preocuparme.
El sábado marchamos juntos a la clase del máster. La encargada de impartirla fue Pilar Arranz, una mujer muy preparada y que sabe mucho acercarse a la gente. Hubo varias representaciones con personal asistente y ejercicios de relajación. Lo pasé bien y me vino fenomenal estar al lado de mi cari en esta mañana. Me apetecía. Fuímos a casa a comer y echamos la siesta. Por la tarde, en el Teatro Central, en la Isla de la Cartuja, viendo la obra de La Lozana Andaluza a cargo del Centro Andaluz de Teatro. Mucha gente.
El domingo nos fuímos a dar una vuelta a la Sierra Norte y caminar un rato por un camino que sale de El Pedroso. El campo está verde, precioso y nos tumbamos para hacer el amor y comer sobre el tapiz de la hierba, bajo los sombríos encinares. El sol apenas se puede abrir camino entre las nubes y corre algo de viento. En una finca, se acerca un potro para que le demos hierba. Cuando nos hemos alejado relincha para llamarnos. Saltan los borregos, salen florecillas amarillas y blancas, corre el agua por el arroyo, engordan los marranos que apenas pueden ponerse en pie cuando nos ven llegar. Sobre la manta nuestros cuerpos, el silencio absoluto, acurrucados....
Los naranjos estallan al lado de la carretera. He sacado los billetes de tren para el viernes hacia Ciudad Real. Como nos ha llegado tarde hablando en el coche, mi cari se ha quedado a dormir y se ha marchado el lunes de madrugada, casi sin hacer ruido, sobre las siete. Me he levantado para despedirla en la calle. Por el camino ha tenido un poco de sueño y ha parado en Bailén para tomarse un café. Ha llegado bien, por fortuna a Valdepeñas, donde la esperan sus compañeras.
Algunos problemas. Tensión por teléfono.
Ayer tuve guardia y por la tarde me llamó Beti, muy disgustada porque estuvo explorando en internet y vió un mensaje mío en “elmundoligamos. com de primeros de octubre. Lo vió en un cuaderno mío y acto seguido, al llegar a su casa se aseguró y llamó fuera de sí, casi con llanto. A mi se me hacía un nudo en la garganta, las palabras salían a tropezones. Estuvimos hablando un buen rato y por la tarde otra vez. No sé, creo que deberíamos hablar en cuerpo presente. He dado mis razones, ella las suyas. Sinceramente, la comprendo. Pretendo darle a entender que la relación sigue teniendo todo el sentido para mí y que la quiero. Se me saltan las lágrimas. He parado. Me mandó un mensaje escrito al móvil. Bueno, tres mensajes unidos:
“ Hablando quizás lo estropearía todo, así que me voy a dormir, con sosiego en el alma, contigo dentro de mi para seguir soñando...Pido disculpas por ser como soy, tan susceptible y llena de fantasmas y me prometo a mí misma y a ti que haré todo para ser más confiada, más respetuosa con tu intimidad y con tu libertad, más humilde en mis pretensiones y más realista en mis fantasías, ir despacio porque quiero que esto funcione. Te quiero mi vida! Buenas noches.-“
Luego se fue a dormir. Estuve leyendo un libro sobre la asertividad de Olga Castanyer y me acosté casi sin tener sueño. Toda la noche estuve dando vueltas en la cama.
Viaje a Ciudad Real. La Cimbarra y sus cascadas
Día 18 de enero. Viaje en AVE de nuevo a Ciudad Real. He llegado con tiempo a la estación de Santa Justa. Al llegar a Ciudad Real hemos dejado las cosas en el piso y dado una vuelta para comprar alguna cosilla. Nos hemos quedado este viernes en su casa y hemos cenado una comida típica de Rumanía a base de coliflor. Hemos hablado de la muerte, de las sensaciones y emociones que nos produce. Muy cansados, nos hemos ido a dormir.
El sábado 19 fuímos en coche hasta Aldeaquemada y La Cimbarra, ya en la provincia de Jaén, dentro del Parque Natural de Despeñaperros. Hemos desayunado en el Café Local de Valdepeñas. Es una de estas cafeterías de primeros de siglo, que me he imaginado que albergaría las conversaciones de los fanfarrones terratenientes con puro en la boca, panza prominente y chaleco con reloj de cadena. Hemos cruzado Aldeaquemada y llegado a un camino donde hemos dejado el coche y caminado por un sendero señalizado hasta el borde del barranco sobre el río Guarrizas, provocado por una enorme falla en el terreno. Desde arriba el espectáculo de las cascadas es formidable, espectacular y mirando con los prismáticos, el curso del agua que cae desde arriba hacia abajo, da vértigo. Mi cari, mi blanquita espiguita y yo hemos descendido por el tajo hasta el borde de la cascada y nos hemos puesto el impermeable para acercarnos más y hacernos fotos. Una detrás de la cortina de agua, otra, pasando esta y desde distintos ángulos. Llega el frescor y el ruido del agua al caer e impresiona. Arriba, asomados al precipicio, hay un grupo de gente que viene de excursión. Es un grupo numeroso, van guiados por monitores. Nos hemos cruzado con ellos en el sendero. Como desde aquí es dificultoso bajar, hemos dado la vuelta, cogido el coche y avanzado un poco más por el camino hasta cruzar el río. Desde aquí, por un sendero al lado del río. Nos hemos encontrado al cabo del tiempo de nuevo con los excursionistas, que vienen de Madrid y forman parte de un grupo senderista que se llama “Dejando Huella”. Ahora, avanzar resulta más complicado y tambien más interesante, pues hemos tenido que escalar un poco varias rocas hasta llegar a unas lagunas donde se remansa el agua en perfecta armonía y belleza. Más arriba hemos parado a comer, tendiendo la manta al lado de una roca. Los bocadillos con hambre sientan fenomenal. Hay algo de solecillo pero la tarde se ha nublado un poco y los dos tumbados, hemos sentido un poco de frío. No nos hemos despegado ni un momento. Al levantarnos hemos continuado temiendo que se nos echara la noche encima. Un paisaje de piedra vertical, se ha presentado delante de nuestros ojos, como un gran bloque impresionante e infranqueable; debajo, transcurre el río infatigable hacia el precipicio y la cascada, hacia el remanso, hacia el futuro mar que le espera hambriento. Es precioso. Hemos caminado pegados a la roca, cruzando el río en su parte más baja, apoyando nuestros pies sobre las raíces de los olmos, entre el fango que expide la laguna. Nos hemos introducido en una cavidad que forma la roca, un lugar parecido a una cueva. Para salir de allí, hemos tenido que escalar apoyándonos en un árbol y unos troncos que estaban puestos allí, subiendo las mochilas con cuerda. Contentos de haber realizado nuestro camino, hemos vuelto para coger el coche y tomarnos un café en Aldeaquemada, un pueblo fundado por Carlos III con el plan urbanístico propio de la Ilustración, calles en línea recta, sobre el plano. Es un pueblo de colonos, solitario.
De nuevo en casa. He revisado y modificado la carta que ha escrito Beti para solicitar la nacionalidad y que va dirigida al Ministro del Interior. Luego hemos cenado, nos hemos duchado y bailado “Cha, cha, cha” en su salón, descalzo y ella con faldita de volantes celeste, preciosa y juvenil, ingrávida y dulce, alegre y efusiva. Pasos hacia delante, hacia atrás, el ritmo marca. Vueltas y giros. Al lado en la mesa, dulce de merengue y whisky. Excitados, hemos terminado la música y el baile y hecho el amor sobre el sofá, con la ropa aún puesta y yo en pijama. Sobre la baranda de su balcón, asomándonos a la plaza por donde apenas transcurren peatones, hemos terminado de colmar nuestra excitación. Hace un frío terrible y la niebla cae sobre la ciudad.
Es una niebla que se ha extendido como una gran mancha blanca y espesa sobre la plaza durante la mañana del domingo. Abrimos la cortina y todo está blanco. Nos hemos levantado para desayunar e ir a dar un paseo a la Ermita de Alarcos que celebra en junio su romería. Es un edificio que tiene una portada gótica con un rosetón enorme y a baja altura. Hay yacimientos íberos y trabajos de excavación. Por un camino que corta los campos roturados, hemos caminado con la compañía de un perro negro pequeño, cojo y sobre estimulado que no deja de olisquearlo todo y andar de acá para allá. Hemos ido a comer al restaurante La Parrilla, en Picón, un pueblo cercano. Un arroz negro en paellera con ajo aceite y verdura a la plancha; vino manchego para mojar. Al lado se han sentado amistades de Beti. Ha estado muy bien la comida, pero había tanta gente y tanto humo que empezaba a incomodar. Mañanita de niebla, tarde de paseo y así ha sido. Hemos ido a la Atalaya, un parque periurbano donde crecen encinares y coníferas. Un paseo y a casa, para disfrutar del solecillo desde su cama, desde su cuerpo blanco y palpitante, todo fértil, desde sus labios rojos excitados, desde el sexo frenético que se apresura a recorrer las formas deseadas antes de que llegue la hora de la partida, de la despedida en el tren a las 20’20 y del vacío en la vía, en el alejamiento.
Volver a casa es de nuevo dejarlo todo en el hilo del teléfono, en las palabras, en la dependencia del aparato. En un intento de atrapar a la otra persona que nos deja cuando colgamos y todo se calla, todo se queda inerte, muerto, paralizado. Solo, al final, como una frágil cuerdecita, volvemos a los recuerdos, a ese rumiar los momentos inolvidables, casi todos.
Ayer lunes, después de hablar por teléfono ( yo me encontraba mal con dolor de garganta y carraspera ),abrí el correo electrónico y mi cari me había escrito una carta:
“Mon, 21 Jan 2002 20:30:55 GMT
Pensamientos invernales
Hola guerrero de mi luz!
Aquí estoy pensando en ti, en realidad no dejo de pensar en ti en ningún momento. Te estoy echando mucho de menos, tanto que a veces respirar se hace difícil, tanto me quema el aire que no trae tu olor y tanto me duele la luz que llega a mis ojos sin tus ojos reflejados. Pero supongo que esto tiene que ser así de duro. Te siento no obstante muy cerquita de mi corazón, lo invades todo, poco a poco te vas adueñando de mí, ya no solo físicamente cuando compartimos nuestros cuerpos a través de la piel y las cavidades exploradas continuamente y el intercambio de líquidos calientes; ya es mucho más, hablar contigo me ha llevado a sentirte muy dentro, ya no eres el objeto de mi pensamiento, te has convertido en pensamiento, lo mas íntimo de mi forma de ser, mis miedos, mi forma de pensar ha llegado a tí y has sabido como hacerte cargo de ello, recogerlo y devolverlo con una buena dosis de paz. Me siento bien, por ello te lo agradezco infinitamente. Solo quería que supieras todo esto. Te quiero mi vida, y haces que el amor sea el motor de mi vida, sacas de mi lo que no sospechaba ser capaz de sentir, pensar o hacer, llenas mi espíritu de alegría y ganas de vivir intensamente aquello que está en mi camino, haces que me sienta mejor persona estando a tu lado, todo se vuelve alegre, simple, bello y sobre todo factible.
Por todo ello, GUERRERO DE MI LUZ, GRACIAS y mil besos cargados de ilusión.
Beatrice Pop (
Con mi cari en Sierra de Cazorla. Último fin de semana de enero con luna llena
El día 25 de enero quedamos en Córdoba, en la estación de tren. Habíamos planeado pasar el fin de semana en la Sierra de Cazorla y Beti llamó al Albergue Juvenil para reservar habitación. Así es que ella llegó con el coche y yo en el tren a las 16’30 h.
Cogimos la autovía hasta Bailén y luego para Linares, Torreperogil, Peal de Becerro y al fin Cazorla. Aparcamos el coche justo en la puerta del albergue. Cenamos allí mismo y subimos a la habitación ( la 305 ). Hay un grupo de chicos que vienen de Jaén. La habitación está en la última planta, en el ático del edificio y hay una viga de madera que la atraviesa. El techo es tambien de madera y hay dos camas. No hemos salido. Nos hemos quedado preparando las cosas, duchándonos y haciendo el amor. Hemos juntado las camas y por la noche nos cambiamos de una a otra para dormir juntos. Hace calor dentro ya que está puesto el radiador durante todo el día, a veces agobia. Fuera, colgada de la ventana, una bolsa con la comida que trajimos.
El sábado por la mañana desayunamos en el albergue y fuímos en coche, pasando por Burunchel, hasta la Torre del Vinagre y luego por la carretera que pasa por la piscifactoría hasta cruzar el puente, donde dejamos el coche y nos pusimos a andar siguiendo la ruta al lado del río Borosa. Primero una pista, luego sendero precioso, misterioso, a trozos con un pasillo de madera y pasamanos, ajustado a la roca, sobre el río, algo peligroso. A la derecha continúa la ruta que va hasta El Vadillo. Está marcada con franja roja y blanca. Hemos tomado a la izquierda hacia la laguna de Valdeazores por la Cerrada de Elías. Se suceden las cascadas de agua, una maravilla de vitalidad. El paisaje se hace montañoso y al pasar la central eléctrica, hay que andar con cuidado y el ascenso es más difícil. Hay un gran salto de agua y hace un ruido impresionante al caer sobre una poza. El sendero nos lleva hacia una galería en el interior de la montaña, por donde transcurre un canal con agua. Ese mismo agua va a parar a la central por un tubo de hierro de gran longitud. Dentro de la galería está todo oscuro y hay que andar apoyándose en un cable y a veces hay charcos. De vez en cuando hay un agujero en la roca por donde entra luz. Son impresionantes las vistas. Al final del pasadizo hay una puerta y el sendero continúa. Hemos llegado a la laguna de Valdeazores, agua embalsada con rebosadero. Viene un grupo de gente con zapatillas nuevas, son de Denia. Hemos continuado un poco el camino, dando la vuelta cuando nos ha parecido y sentado sobre la manta para comer. Hace solecillo y se está bien, pero luego ha desaparecido entre las copas de los árboles y refresca un poco. Así es que hemos interrumpido la siesta y regresado. A la pasada por el túnel, apoyados en los barrotes de hierro que protegen los ventanucos rústicos sobre la roca, el sexo con urgencia ante la posibilidad de que pudiera pasar alguien y vernos. “Sierra de Cazorla nocturna, la luna ilumina el camino y el bosque se hace mágico. Al lado de su blancura hay un punto blanco, que poco a poco va subiendo en su costado.” Por la noche ya, hemos parado en un supermercado en Arroyo Frío para comprar pan y algo más y nos hemos quedado en el albergue sin salir, cansados. Dos camas en una, dos cuerpos en uno, hay que juntar lo que por naturaleza se halla separado. Me pica la piel en los tobillos y me han salido granitos; mi cari ha ido abajo a buscar una crema para aliviarme y darme masajes. Me he sentido mejor con sus manos y su cariño.
Mi cari ama la noche, sentirme cerca, hablar, no necesitar grandes cosas para estar bien, ni caprichos. Ama el cielo azul y el paisaje grandioso, rico y salvaje, el agua, las cascadas, el susurro continuo, el verde y el olor a pino, los pájaros que no se vieron pero que cantaban, la sensación de primavera con brisa caliente, la pasión al hacer el amor, volcarse hacia el placer, la ternura y la calidez.
El domingo, desayunamos de nuevo en el albergue y cargamos las cosas en el coche después de pagar. Fuímos hasta Puente de las Herrerías, pasando el cámping y dejamos el coche en mitad de la pista que conduce al nacimiento del Guadalquivir. El resto del camino lo hicimos andando. El día es de una primavera adelantada y a ratos hemos caminado en manga corta. Hay gente que pasa en vehículos todo terreno y que van a ver el lugar y vuelven sin estrenarse, sin sudar y sin mancharse. Son domingueros que pueblan todos los rincones para salir huyendo de sus casas.
Hemos caminado entre pinares, algunos de ellos de gran envergadura y altura, rocas y montañas, durante casi dos horas hasta el lugar llamado Cañada de las Fuentes y que según dicen es donde nace el Guadalquivir. En el caminar encontramos semejanza de almas. Hay una catarata y barandillas en el mirador, tambien una placa con inscripción. La Cañada de las Fuentes está situada a 1350 metros sobre el nivel del mar. Subimos entre las rocas; más arriba hay una casona y un riachuelo, al lado una cierva muerta es objeto de miradas curiosas. Hemos bajado la pista que abandonamos durante un tramo para coger un sendero con fango que al final fue difícil seguir. Al lado del camino hay un pino enorme con dos ramas que salen de un tronco principal donde hay grabadas unas letras: “Pino de Pepe. Campotéjar”. Al llegar al coche, sobre las tres de la tarde, hemos ido a comer a un lugar cercano, frente a la Fuente de los Rasos ( 1981 ) donde después llenamos de agua la cantimplora, siguiendo un camino en mal estado entre los árboles, sobre la hierba, tendiendo la manta y los alimentos sobre ella. Después la siesta, entre los sacos de dormir, notando calor al principio y luego necesitando su cobijo, cuando se fue el Sol. Nos abrazamos y mi cari se mete bajo las mantas. Nos hemos levantado, recogido las cosas e iniciado el camino de vuelta, anocheciendo. Sobre Peal de Becerro, unas nubes describen el dibujo de algo que se parece a una letra china. Cerca del Puerto de las Palomas, hay una gran franja de bosque que ha ardido, calcinado y unos troncos cortados y apiñados en un rellano. Hemos parado a la salida de Úbeda para tomar café y continuado por Bailén hasta Córdoba donde nos hemos quedado a dormir en el piso para salir por la mañana temprano, yo en el tren de las 7’20 y ella en su coche hasta Valdepeñas. Me ha acompañado hasta el andén, donde nos hemos dado varios besos que saben a melaza, al dulzor que necesitamos para aguantar la ausencia hasta los nuevos besos.
Anoche, día 29 de enero, justo antes de irse a dormir, mi cari me escribió un mensaje al móvil:
“ Mi corazón, que la luna te proteja con su luz los sueños, acune tu cuerpo en mi lugar, lo envuelva en su manto satenado para que duermas bien sabiendo que te q.”
Habíamos estado hablando de los problemas cotidianos y tambien de esta dolencia que tengo en el estómago. Ella me recomendó que tomara Omeprazol y que lo hiciera todas las noches. Anoche necesité mucho de ella, tambien ella de mí, pues tiene que terminar un trabajo para el congreso que tiene a finales de abril en Granada y está saturada.
Beti en Sevilla. Sábado con el grupo de senderismo en la Sierra de Ubrique
El primer día de febrero, viernes, vino Beti en el AVE a las seis y media de la tarde. Como tenía guardia en la Enfermería, que ahora se llama así, salí a buscarla a la estación y vinimos para quedarnos aquí, comprar algo de comer y preparar los bocadillos para mañana. Por la noche, después de cenar la comida que traje en las fiambreras, subimos a la segunda planta e improvisamos una cama grande, poniendo en el suelo dos colchones pequeños con sábanas y mantas.
El sábado por la mañana, cogimos las mochilas y el resto lo dejamos en la Enfermería y recogimos a Andrés al lado de la feria. En Santa Justa nos reunimos con el resto de la gente de senderismo y fuímos en coche con José Antonio hasta el lugar señalado pasando Ubrique por la carretera de la Venta de la Víbora. La tradicional parada en la Venta de la Vega, donde desayunamos. Beti se comió una tostada entera con dos mitades ya de por sí grandes, con aceite y tomate. En el lugar señalado dejamos los coches, en una explanada. Hay alrededor de treinta personas, toda una multitud y enseguida se dividieron grupos. Hay que pasar una zona de pinares, donde huele perfectamente y el grupo va en principio en fila india, pero al llegar la montaña, el Berrueco, el cansancio de unos y el temor de otros, ha hecho dispersarse a la gente. Unos van delante, bordeando la roca, Andrés, Beti y yo en un grupo. Vamos salvando los obstáculos. El día está fenomenal. Hay un poco de niebla en las zonas bajas. Hemos parado para tomar un tentenpié y luego continuar. Nos hemos quedado solos y ha costado alcanzar al grupo que ya se divisaba allá lejos en lo más alto. Atravesando el lapiaz hay que seguir caminando por una gran extensión de piedra. El esfuerzo es grande. Cuando llegamos el grupo estaba terminando de comer y nos sentamos donde pudimos, sobre la piedra. El punto más alto es un vértice geodésico en la Sierra de los Pinos. Desde aquí se puede ver el Rift en Marruecos, por encima de las nubes. Las vistas son impresionantes y da gusto estar tumbados al sol, después del bocadillo sobre la piedra y la manta. Así es que al cabo del rato, nos hemos ido incorporando y emprendiendo el regreso descendiendo por la otra cara de la montaña. Cuando ya habíamos perdido bastante altura, Beti se ha dado cuenta de que faltaban los prismáticos, así es que y a pesar nuestro, hemos tenido que subir, dejando las mochilas juntas en el suelo y poco a poco, como mucho sacrificio. Cuando he llegado arriba, al lugar donde estaba y localizado el instrumento, me he desnudado para esperarla y desnudos ante el manto de sol y amparados por la naturaleza hemos hecho el amor, el sexo como animales salvajes que se encuentran. La bajado nos ha ocasionado muchos dolores de cabeza, pues los otros se habían marchado y una vez que llegamos a las mochilas y las colocamos a la espalda, cogimos los palos y trazamos una línea imaginaria en dirección al sol que poco a poco se va escondiendo y por allí descendimos con mucha dificultad debido a la pendiente y a los desprendimientos continuos de roca que hacía que el descenso se hiciera a veces muy peligroso. El agua se acaba, el sol desciende y el temor de la noche crea ansiedad por llegar al camino que se vislumbra a lo lejos. Hace calor antes del ocaso y la sed aumenta. Tenemos que agotar las reservas y echar mano del frescor de una naranja. Beti se encuentra nerviosa, casi desesperada, a punto de llorar por impotencia. Yo intento animarla pero la dificultad y la desorientación merman el ánimo, tambien la falta de fuerzas que en ella se hace más acuciante, ya que le duele la rodilla al apoyar el peso del cuerpo por la gravedad. Está fuera de sí y sufre, pero no podemos hacer nada, solo bajar y bajar, errar en nuestras apreciaciones y luego buscar una nueva salida, un sendero o paso por donde podamos meternos y continuar bajando. Las botas me provocan rozaduras y voy mal y con sed, pero no tanto como ella y lo noto. Ya con el sol escondido y solo presente en el fulgor de la montaña, hemos llegado abajo, al encinar que despierta los olores de la noche, a las paredes de piedra de los límites. El espectáculo de sonidos y sensaciones producidas por el olor de las variadas especies vegetales y la neblina de la noche que cae sobre los campos, es sobrecogedor y he parado un rato, llamándola al disfrute, pero ella a penas ha podido recoger dentro de sí todo ello y su agonía por llegar ante el sacrificio demoledor que está llevando a cabo, la ha hecho aligerar el paso, mirar al frente, rabiar, clavar las botas en la tierra y dirigirse como una exhalación hacia el destino seguro de la pista. Ya sobre ella hemos andado deprisa, Es de noche, plena noche y solo queda un pequeño resplandor y todas las estrellas. Hay una humedad impresionante en el ambiente que se respira como agua. Han pasado coches, pero nadie ha parado. Hemos llegado a la carretera tras rebasar una cancela de espino y continuado a la derecha. Cuando llevábamos casi dos kilómetros nos ha subido un coche, que paró voluntariamente y nos dejó en la explanada donde estaban los coches. Había gente caminando por la carretera y al llegar lo primero que pedimos fue agua. Recogimos a José Antonio que venía caminando y fuímos a la Venta de la Víbora, exhaustos y cansados por el esfuerzo, pero libres de la tensión. Bebimos hasta recuperar el nivel de hidratación que nos hacía falta y comimos tambien algo. Allí estaban los demás, gente que conoció la dificultad de la montaña, de conseguir la cima y otros que se quedaron abajo. Volvimos a Sevilla, cansados pero felices y al contraste de los edificios y el tráfico. Cuando llegamos a casa, Beti se dio cuenta que se había dejado la mochila en la Venta y ello la hizo desesperar aún más. La tranquilicé como pude y después intentamos buscarla por teléfono. Llamé a Carmen, la de Polo y ella la recogió. Nos tranquilizamos, duchamos y dormimos a pierna suelta.
El domingo tuve de nuevo guardia y mi cari se vino conmigo a la Enfermería. Por la mañana, cuando vino Felipe, fuímos a desayunar a una cafetería en la calle San Jacinto, justo antes de llegar al cruce con Pagés del Corro El día está frío y comenzó a llover por la tarde. Hemos subido a la planta segunda y en la consulta de cardiología, en el ordenador, entre los dos hemos pasado un trabajo con datos estadísticos sobre su trabajo en Paliativos a lo lardo del año pasado. Es un trabajo extenso de más de doscientos pacientes. Después de comer hemos continuado trabajando. Nos echamos la siesta juntando los sillones de la consulta y colocando mantas. Ella se levantó para continuar el trabajo y yo me quedé durmiendo un poco más; luego la ayudé un poco hasta finalizar una parte. A las ocho salió su tren y la acompañé hasta Santa Justa. La veo muy cansada y abatida, necesita descanso, reposo, relajación.
Beti en Sevilla. Terceras jornadas del Máster
El día 6 de febrero y coincidiendo con los siete meses que han transcurrido desde Samos, Beti vino de nuevo a Sevilla para el Máster y como suele ser habitual en este caso, utilizó el coche, puesto que le es más rentable y merece la pena cuando se trata de más tiempo que el de un fin de semana. Yo estaba en casa cuando llegó, entretenido en limpiar y fregar el piso y con todo por medio. Trajo con las maletas y sus cosas, una estantería para montar de hierro niquelado muy moderna para el rincón del cuarto de baño con bandejas circulares para colocar las cosas y ruedas.
Hemos hecho el amor y mi cuerpo ha vuelto a notar el calor del suyo entre las sábanas. Después hemos ido a casa de Carmen y Polo para recuperar la mochila que dejó olvidada en la Venta de la Víbora y después hemos quedado con Bárbara, que conoció a un chico ruso que se llama Vladimir en una parada de autobús. Lo tiene en su piso de Pino Montano y hemos esperado en el portal en la calle hasta que llegó. Parece noble y sensato y Bárbara está muy inquieta y dispersa con él. Luego hemos vuelto a casa.
El jueves, ella se marchó al Hospital San Juan de Dios y por la tarde me fui a las clases de bailes de salón en Tomares, después paré a comprar y cuando volví a casa ella estaba en pijama, concentrada escribiendo apuntes para terminar su trabajo para el congreso. Yo llegué con algunos problemas en la Enfermería y ella dejó lo que estaba haciendo para digerir lo que yo le decía y tratar de encontrar posibles vías de solución. Así se nos fue parte de la noche y terminamos muy cansados.
El viernes más de lo mismo para ella. La esperé a la salida y por la noche salimos con sus compañeros del curso a tomar una copa al Antique en la Isla de la Cartuja y bailar hasta las dos de la mañana.
El sábado, después de comer, pensábamos ir a Punta Umbría, al albergue juvenil y ya habíamos reservado plaza, pero vino Rafa y María Elena para comer con nosotros y al final lo dejamos. Cuando ellos llegaron, sobre las dos, estábamos los dos en el piso, pues Beti salió antes del máster y ya estábamos listos para salir. Nos saludamos con efusión y como el día está espléndido y soleado, fuimos buscando una terraza para comer al sol. Así es que nos metimos en El Ventorrillo Canario en Santiponce y comimos carne asado y reímos mucho con nuestras historias. Hace tiempo que no veía a Rafa y mucho más a María Elena. Luego fuímos a dar un paseo por las ruinas de Itálica y el café en casa. Ellos se marcharon, pues Rafa entraba de servicio esta noche y nosotros nos fuímos a dar un paseo por el centro, pasando por la calle Tetuán, donde hay un verdadero pasillo de espectáculos y vendedores ambulantes en el suelo. Nos comimos un montadito en el Patio de San Eloy y luego a casa.
Por la mañana, temprano arriba, cogimos las mochilas y nos fuímos a la playa del Parador de Mazagón. Antes, paramos a desayunar en Rociana y nos sentó de maravilla. Bajo los pinos, todo verde y precioso, el camino se hace de una placidez y hermosura singular. En la Laguna de Moguer, vuelan los patos; hemos parado para observarlos con los prismáticos. En la playa, sobre las toallas en un lugar escondido, bajo el sol y su desnudez, hemos hecho el amor a la luz del mediodía, al calorcillo sobre nuestra piel en los primeros rayos cálidos del año, en la primera brisa de mar, después de registrar la orilla en busca de conchas de colores para un mosaico. El Médano del Asperillo es una franja que se extiende por toda esta parte de Huelva. Hemos cogido el coche para ir a comer cerca del Monasterio de la Rábida, en un lugar que se llama Plus Ultra, un poco de pescado y ensalada. Hay alboroto de domingo. Luego hemos vuelto de nuevo al mar, esta vez a Cuesta Maneli, ese pasillo entre pinares y la singularidad de las Camarinas sobre la arena, plantas adaptadas a esta latitud y cuyo fruto es comestible y utilizado para aplacar la sed y la fiebre. Abajo, sobre la arena de nuevo los dos desnudos y dormidos. Ella sentía frío y se puso la ropa; yo, abrazado a ella. El sol nos pone la piel colorada y tonifica el cuerpo. A lo lejos, en el horizonte, se ven los barcos pasar, de vez en cuando, algún velero y el sol que poco a poco se va ocultando hasta quedarse en una bola rojiza que hemos fotografiado. De vuelta a casa, una inmensa cola de coches, nos ha hecho retroceder en la carretera de Almonte, antes de llegar al Rocío y tomar la de Rociana, por donde vinimos esta mañana.
El lunes, muy temprano, se ha levantado mi cari para irse en el coche hasta Valdepeñas, como hizo la otra vez. He sentido un poco de preocupación por el viaje, que además tuvo que hacer con niebla, pero afortunadamente llegó bien, aunque se le derramó la botella del agua sobre el asiento y ahora está algo enfadada.
Beti, por teléfono, me dice que está embarazada
Día 13 de febrero, tarde soleada, incluso calurosa. He salido por la tarde a dar una vuelta con la bici en manga corta cerca de Gelves, para coger unas naranjas en una huerta en la que están quitando los naranjos para construir viviendas: Valparaíso y de paso dar un paseo. A la vuelta y como era temprano y aún hacía calor he buscado la ribera del río , como ya es costumbre en estos días, cerca del puente del Cristo de la Expiración y a un tiro de piedra del de Triana. Todo está lleno de gente y suciedad de bolsas y botellas acumuladas desde el fin de semana. Hay varios compañeros de Tablada. Hay tambien varias llamadas perdidas en el móvil que son de Beti.
Cuando iba a comprar una botella de agua, sobre las seis menos veinte de la tarde en momentos muy aproximados a aquellos en que hace seis años justos vi por última vez la imagen de mamá muerta en el ataúd antes de entrar en el niño, Beti me comunica que está embarazada. Todo se torna confuso, incrédulo voy caminando sin saber hacia donde y me detengo. Ella suelta un llanto y palabras entrecortadas, está desconsolada y sus lágrimas se desbordan ante la nueva situación. Sus lágrimas y mi sed infinita. Le he pedido que se tranquilizara, cuando realmente aún no doy crédito a esto y más aún después de mi aparente incapacidad para fecundar. Vuelvo sobre mis pasos y sigo hablando con ella sentado en la hierba. Luego cojo la mochila repleta de naranjas y me voy para casa sin prestar demasiada atención a la circulación. Se suceden las llamadas en uno y otro sentido, las líneas de telefonía dan problemas y utilizamos el móvil. Ella se ha marchado a dar una vuelta con su amiga Tere, para despejarse y yo, después de ducharme me he puesto el pijama y pensado. He llamado a Sonia, no está; he conseguido hablar con Toni y se lo he contado todo. Luego ha llamado ella. No tengo claro que quiera tener ese hijo y tenemos que hablar. Ella, más tranquila por la noche, parece que va barajando posibilidades.
En Ciudad Real desde el jueves y en la Sierra de Alcaraz.
En jueves 14 de febrero, a las cinco de la tarde, cogí el AVE a Ciudad Real. En la oficina se ha establecido que durante la semana hay turnos para librar un día y mañana viernes no voy. En el tren fui hablando con una mujer empresaria que es de Canarias pero vive en Sevilla. Al bajarme me dejó su teléfono. Cuando llegué ella estaba allí, con los labios pintados y fuímos a COREYSA para ver al dermatólogo, amigo suyo, quien me estuvo explorando el pie derecho, pues en la planta tengo un lunar y es mejor extirparlo. Me dio cita para el día 11 de marzo. Luego estuvimos en el Hospital de Alarcos, con una amiga suya, Tere. En su habitación de guardia, Beti le dejó orina en un bote de plástico para que la analizara y nos fuimos para casa. Al cabo de un rato, cuando ya habíamos comido la dorada a la sal para cenar, con sopa muy buena de calabacín, le llegó el resultado en forma de mensaje al móvil: Test Positivo. No hay duda, el embrión está allí y de vez en cuando le dan dolores en el bajo vientre. En su cuarto de baño, el artilugio utilizado en la prueba de orina marca dos líneas horizontales, señal de positivo en el test de embarazo. Lógicamente, el ambiente es de preocupación y en la cama, en el mismo lugar de tantos días y tantas noches de placer, es ahora marco de lágrimas, de sollozos y desesperación contenida. Nos abrazamos sin saber qué hacer, luego ella se pone en pie y marcha a preparar la cena; me quedo solo, sin consuelo, sin remedio. Esto es muy fuerte para mí, tengo el temor de entrar en un mundo para el que no se me pidió permiso, demasiada gravedad, compromiso, responsabilidad. No sé, ¿cobardía, incapacidad de enfrentarse positiva y constructivamente a una nueva situación, aceptar el paso del tiempo, la “ madurez “?. No puedo resolver este conflicto y opto por la salida del aborto. Me niego a negociar porque es demasiado difícil, demasiado peso y ella vuelve una y otra vez. No sé cómo no hacerle daño. A ella, en su infinito sentido de lo vivo, servidora de la fuente que emana de la tierra, sus convicciones y su manera de ver las cosas, le resulta tremendamente complicado aceptar mi solución, teniendo en cuenta los posibles riesgos físicos y sobre todo las temibles secuelas psíquicas que le dejarían una huella imborrable en su interior. Tener que renunciar a su voluntad, aún consciente de que no es el mejor momento para llevar a cabo esta empresa, pasaría irremediablemente por una crisis en nuestra relación y ella no tiene la completa seguridad de que saldrían bien parada.
La decisión parece abocarse, tras mi inflexibilidad a elegir entre el niño o yo. No quiero que esto sea así, tengo mis razones, pero hay una vida en juego, quiero o no aceptarlo. Son momentos difíciles, ya veremos qué pasa.
Bajo sus mantas, con algo de frío desde que ella se levantó pasadas las seis para irse a trabajar, he amanecido sin ganas de ponerme en pie. Poco a poco voy abriendo los ojos y sobre las diez y media he conseguido convencerme de que hay que seguir hacia delante en un nuevo día. He ido a la calle Toledo para recoger los papeles del seguro en MAPFRE y después comprar algo de fruta y una lechuga para el almuerzo. Al volver a casa he preparado la comida poco antes de que mi cari volviera a casa, metiendo la otra dorada en el microondas cubierta en sal. Me he entretenido en Internet. Fuera hace un frío horrible y el día, aunque soleado, está para pocos paseos. Cuando ha abierto la puerta me ha pedido que viniera a recibirla, yo estaba en la cocina, con la preparación de la comida. Almorzamos y después nos pusimos manos a la obra con la maleta y las mochilas, cargamos el coche y nos fuímos en dirección Almagro, donde paramos a tomar café, Valdepeñas, Villanueva de los Infantes, Villanueva de la Fuente y Alcaraz. Desde aquí, a la izquierda y por la carretera de Albacete, hasta el cruce a la derecha que nos lleva a Peñascosa y al cámping “Sierra de Peñascosa”, donde habíamos alquilado una cabaña – estudio ( la nº 1 pero nos dieron la nº 3 ). En la recepción hay un chico suramericano con un anillo en su ceja izquierda, que nos dio las llaves. Es una pequeña cabaña de madera con un sofá, un armario pequeñito, frigorífico y algunos útiles de cocina, mesa y sillas de plástico y arriba, en un altillo, una colchón grande. Para subir hay que utilizar una escalera de mano y hay cierto peligro. Hace un frío que pela. Hemos ido a Alcaraz para comprar algunas cosas para comer y para desayunar y de paso cenar en el bar de del Hotel Alfonso VIII, cazuela de gambas y oreja, un poco caro. Es este un pueblo desangelado, venido a menos. Un pueblo con una gran plaza mayor porticada y dos torres magníficas. La iglesia de la Santísima Trinidad da pena ver cómo el tiempo pasa por ella y la castiga sin remedio. El abandono que sufre y los destrozos de los que ha sido víctima le dan un aspecto desolador. Alcaraz es un pueblo asentado encima de una colina, todo es silencioso en sus calles. No es una sensación de paz la que nos invade, sino de dejadez, de renuncia y conformismo. Beti, soñando con pesadillas, se ha incorporado en la cama de madrugada, ante el temor que había gente fuera, alrededor del coche. Al levantarse por poco se da con las vigas del tejado, que está muy bajo desde aquí arriba.
El sábado por la mañana ha amanecido el campo lleno de escarcha, blanquecino e invernal con sus cristales de hielo, los árboles pelados, los chopos de la orilla del río Arquillo, desnudos y afilados como estiletes, el común encinar. Hemos pedido información pero no ha sido posible, así es que dejando Alcaraz hemos tomado carretera de La Mesta y dejado el coche en este último núcleo de población de apenas cuatro vecinos y casas abandonadas. Desde aquí, en dirección al área recreativa con barbacoa “ Los fresnos”, hemos caminado y al llegar a este sitio seguido hacia arriba por la Cañada Larga hacia el monte. Hay matorrales, encinar, retamas y un arroyuelo que lo mismo aparece que desaparece. Hay agallas en el suelo y piñas diminutas que Beti se ha llevado como muestra y encontrando un motivo decorativo en ellas. Hemos subido hasta una roca en lo más alto desde donde se ve una gran extensión de La Mancha como un mar. Hace frío y hemos buscado protección al inicio de la cañada, para tirar la manta en el suelo y dormir un sueño profundo entre los pinares. Un sueño profundo que nos hizo además, arroparnos para protegernos contra el frío. Cuando sentimos hambre nos levantamos y nos comimos el bocata y algo de fruta. Hacia abajo por la cañada. Crecen los espinos. Hay ovejas y cabras por la ladera del monte. Por lo visto, en esta zona, alguien liberó un oso y ahora es noticia común de las gentes del lugar. Nadie sabe exactamente dónde está y la última vez que se le vio fue sentado, sacudiéndose la nieve que le había caído encima. Alfonso, un hombre mayor del poblado de La Mesta nos contó que sus perros habían tenido un encontronazo con el animal, saliendo malheridos de la pelea. En la zona viven tambien jabalíes y ciervos, pero nosotros no vimos ninguno. Hemos vuelto a Alcaraz y entrado en una cafetería de la calle principal para tomar un café y dulce de crema que le gusta a mi cari y a mí tambien. Como el cajero de Caja Castilla – La Mancha no permite sacar dinero, hemos tenido que ir hasta Villanueva de los Infantes para sacar dinero en la misma red. Me he enfurecido un poco y he sido cabezón a la hora de tomar esta decisión, lo reconozco. Ya en Villanueva de los Infantes, hemos aprovechado para visitar el Buscón de Quevedo, parador con historia donde pasó sus últimas horas este genial escritor del siglo de oro de las letras españolas. En la habitación donde murió hay trozos de sus últimas cartas y poemas y libros antiguos en una vitrina. Este pueblo me ha llamado la atención por su monumentalidad y merece una visita exclusiva. Vuelta a Peñascosa y antes parada para comprar en Alcaraz carne para asar y luego cenar en un bar – restaurante al lado de la gasolinera, a la entrada del pueblo, mucho más barato que anoche. Sin ducharnos por la pereza del frío y tener que salir fuera, a los servicios comunes.
El domingo por la mañana, pusimos el despertador y después de ducharnos, desayuna y recoger las cosas, pagamos y salimos pitando por Campamentos en dirección a la sierra, porque habíamos quedado en Los Batanes y nos dijeron que había un atajo atravesando los pinares. Preguntamos a una gente que estaban en un área recreativa y más adelante a un monitor de un campamento de chicos, pero aún así nos perdimos por completos y tras una pista ascendente, venía otra y otra y la cosa empezaba a ponerse gris. Bueno, al menos pudimos ver cruzar una ardilla y tambien comprobar la magnitud del paisaje, no sin cierto miedo, pues la pendiente a veces era grande y se veían precipicios enormes. Beti iba un poco asustada y no dejaba de repetirme que fuera despacio, pero yo estaba un poco nervioso por ver que esto no tenía fin y habíamos concertado una cita con Javier, en Los Batanes, para ver el entorno.
Al final , por fin salimos a la carretera que sale de Vianos y cruzamos el pueblo para ir hasta Alcaraz; paramos a un coche que venía de cara para informarnos. Hay muchas áreas de recreo con sus barbacoas y asientos de madera por el camino. En Los Batanes, lugar de parada obligatoria, están de obras por reforma y ampliación. Detrás el desfiladero y el paisaje. Una de las hijas de Javier, que se llama Fátima y tiene 10 años, nos ha acompañado para ver la sierra. Hemos subido con ella por un sendero que abandona la pista para dirigirse hacia una cavidad en la roca donde hay pinturas rupestres de color rojo muy borrosas pero de gran valor, como origen de la cultura del hombre en estas zonas. En el techo de la cavidad se pueden ver conchas en fósiles y otros animales marinos de lo que debió ser una manga de mar en tiempos remotos. Es zona en sombra y hermosa por su frescura. Aún así y por la subida hemos tenido que desprendernos de la ropa y sudar. La niña, conocedora, nos lleva hacia la parte alta, hacia el Mirador de La Luna. Desde allí, entre dos rocas en forma de V, se ven las torres de Alcaraz, la del Reloj y la de la iglesia de la Santísima Trinidad. Arriba, en la explanada, trozos de muralla del antiguo monasterio, con cuyos materiales se fabricó la central hidroeléctrica de estilo árabe que está en la parte baja, junto a la venta. Más adelante, entre piedras areniscas erosionadas, se pueden ver en el suelo sarcófagos en piedra, quizá visigodos y restos de una iglesia gótica con motivos vegetales en sus capiteles, quizá hojas de acanto. Hemos bajado por otro lado y guardado varias piedras erosionadas con formas caprichosas. La roca ofrece, erosionada, un paisaje encantado. Crecen los nogales a la orilla del camino y un canal con agua, que aquí es don divino, baja precipitada para las huertas afortunadas. Le hemos dejado tres euros de propina a la chica y nos hemos ido a comer a la carretera que sale de Vianos, encendiendo fuego con ramas pequeñas que vamos recogiendo, poniendo lomo y bacon sobre los hierros de una barbacoa y preparando tambien ensalada y fiambre. Antes paramos en una huerta donde majestuoso se alza un almendro con flor blanca, todo repleto, con un olor y colorido que da gusto. Mi cari se ha acercado tambien y mientras busco posturas para fotografiarlo, ella coge las flores entre sus manos, las huele y luego las deja en el coche para disfrutar de su vista. Todo mojado con vino. Una mastina se alimenta sin saborear lo que le vamos echando y hace carantoñas para conseguir alimento poniéndose cariñosa. Hemos parado a tomar café a Vianos y directamente para Ciudad Real. Me he marchado en el AVE a las 22:50
Día 19 de febrero
Esta tarde he arrancado de raíz una morera que hace tiempo que estaba entre los naranjos, en mi antigua oficina de Tablada y con mucho esfuerzo y sudor, la he llevado hasta un espacio libre al lado de la Enfermería, donde he abierto otro agujero y la he plantado. Me han ayudado Jesús y Antonio para bajarla del coche. Pesa como una condenada, pero al fin me ha gustado verla allí, en medio de un mar de esperanza.
Día 21 de febrero de 2002
Hay días, momentos, pasajes tristes, tristes y todo se viene encima. Hoy no sé que hacer, estoy tambaleándome por dentro. Casi no logro contener las lágrimas. Un error lo ha dinamitado todo. Le he dejado un mensaje en su móvil, un mensaje de voz: “ Te quiero, no es fácil para mí “. Anoche fue una noche terrible. Estaba muy mal y yo no sabía qué decir. He mostrado mi incapacidad de ponerme a la altura de la circunstancia y esto es determinante. Y ahora la rabia me consume; no puedo hacer otra cosa que esperar acontecimientos. Cargaré con el peso de las consecuencias.
Me ha llamado Yolanda, la compañera de Beti, al móvil y hemos estado hablando un rato. Yo casi no podía hacerlo porque un nudo me tapaba la garganta. Le ha comentado a ella tambien que está embarazada y han ido a hacerle una ecografía. Al parecer es un bebé solo y está bien, pero ella tuvo fiebre ayer y anteayer y esto hay que cuidarlo. Me ha dado Yolanda su apoyo y casi se me saltan las lágrimas. Esto mismo me está pasando aún ahora mientras escribo y me siento abatido. Como abatida y preocupada debe estar ella. Los acontecimientos se van desarrollando y en algún lado tendrán que desembocar.
Día 22 de febrero. Viaje a Villaralto, punto de encuentro.
Este fin de semana, buscando reposo y relajación, hemos quedado en Villaralto, así es que Beti, desde Ciudad Real, a algo más de hora y media del pueblo, ha cogido el coche y sobre las siete estaba ya en allí. Yo paré en la Base de Cerro Muriano, porque ví el coche de Eduardo fuera y pensé que estaría allí. Efectivamente, estaba sancionado y hemos tomado café, charlado un rato. Antes de llegar al pueblo, Beti me llamó diciéndome que ya estaba allí, esperándome y que se iba a dar una vuelta para ver la puesta de sol. Me trajo tres fotografías de la ecografía que le hicieron del vientre, donde está alojado el embrión, que mide 5,8 mm. Hemos caldeado un poco la cocina y luego en casa de la Petrita y Bernardín. Son muy cariñosos y cordiales. Ella habla de todo y mucho, pero da gusto oirla y produce un efecto de tranquilidad, sintiéndose uno cerca de sus raíces. Lo cierto es que el pueblo ofrece un descanso para el alma y es necesario recordarlo y vivirlo, aún que allí nos quedan personas que nos quieren.
Hemos ido a casa de la Luisa a comprar algo para comer y desayunar y hemos encontrado a la tía Fabiana, que nos trajo huevos. Hemos dormido en la gloria en la cama de abajo.
El sábado fuimos después de desayunar a Hinojosa para comprar naranjas y frutos secos a Los Alcudias. A Beti le gustan mucho y el otro día me dijo que había tenido antojos de naranjas y tuvo que comerse tres o cuatro, hasta que se sació. Desde Hinojosa a Belalcázar, dando un paseo por los alrededores del castillo, siempre misterioso e imponente. Todo está cubierto de hierba y no se sabe por donde se pone el pie. Belalcázar y la estación de ferrocarril, ya olvidada. No sé porqué, este sitio tiene para mí un encanto especial. Al lado se juntan el Guadamatilla y el Zújar y hay un revoloteo de cigüeñas impresionante. Cigüeñas y aves describiendo círculos más arriba hasta que se pusieron de acuerdo y tomaron dirección noroeste. Hay casas derruidas cuando en su época debieron constituir centro del movimiento de pasajeros. Desde aquí hermos vuelto para llegar a tiempo a casa y comer. Por la tarde hemos ido hasta el parque junto a la ermita. El pino que hace casi diecisiete años planté, tiene parásitos y está colmado de nido de procesionaria, de orugas que se han establecido y amenazan con hacer enfermar a todo el árbol. Ni cortos ni perezosos, hemos ido a por una escalera de aluminio a casa y tambien sierra. Beti, encaramada entre el árbol y subida allá arriba, ha cortado las ramas afectadas y me las ha dado con cuidado para que las quemara, así es que fuera, en la cerca de al lado hemos hecho una hoguera y quemado los nidos. Ella lo ha pasado bien y se ha sentido feliz. Sacó un estuche de manicura y estuvo liada con mis manos, como una experta. Le gusta cuidarme. Por la noche quedamos con Juanjo y Maribel en Pozoblanco, a las afueras, en el Club de Pesca, pero antes estuvimos en casa de la Florencia, la Margarita y Fernando y nos entretuvimos demasiado, así es que cuando llegamos allí, ellos ya se iban con la niña medio dormida y dando guerra. Pues bien, antes paramos a echar gasolina y meternos a tomarnos una copa en un pub Malecón, lleno de humo y donde apenas pudimos bailar.
Por las mañanas se siente mal y tiene ansias y arcadas como a punto de vomitar, entonces va al servicio y luego se encuentra ya mejor. Le duele la tripa con frecuencia
El domingo nos levantamos muy tarde y como habíamos quedado con Juanjo y Maribel, nos fuimos a Pozoblanco y después de tomarnos unas cervezas, fuimos a comer al Campo de Golf con otros amigos suyos y sus críos. Tardaron mucho en traernos la comida y el trabajo les colapsaba, así es que apenas dio tiempo para nada más. En casa estaban papá y María Jesús que habían llegado desde Valencia y apenas nos vimos, nos tuvimos que despedir para marcharnos cada uno a su casa. Beti, al partir no pudo evitar derramar lágrimas por la pena que le da marcharse. Esto es positivo aunque para ella sea motivo de tristeza, ya que intensifica la relación y nos echamos de menos.
Día 26 de febrero
Esta mañana me ha llamado al teléfono de la oficina gritando como desesperada porque tenía el móvil desconectado. Lo cierto es que había estado llevando el correo y no pude hablar con ella, pero tampoco es para que se pusiera así. Está fuera de sí. Ayer fui a dar una vuelta para enterarme del teléfono de la clínica Heliópolis y hoy pensaba llamar, pero ella, con la ayuda de Natacha, ya estuvo llamando y concertando cita con otra clínica en Madrid que se llama Dator, así es que con muchos nervios y llorando, me ha pedido que la acompañe para abortar. La cita es a las seis y media mañana. Yo había pedido el puente y he reservado billete del AVE para ir a Madrid. Sale a la una de la tarde y nos vemos en Atocha. Ella está muy mal, desconcertada y todo le parece gris, necesita hablar conmigo y cuando lo hace no puede evitar balbucear. Después de comer me fui a la cafetería Mediterráneo, donde dejo la bici fuera y leo un poco. Me llamó allí y estuvimos hablando un poco. Queremos que se pase todo esto pero a ella le da miedo. Lo mejor es que no hubiera pasado pero ya no hay remedio. Esperemos acontecimientos y deseo que no tengamos que arrepentirnos de nada
Puente Día de Andalucía. Madrid – Ciudad Real – Almería
El día 27 de febrero cogí el AVE hasta Madrid y allí me esperaba Beti, arriba al final de las escaleras mecánicas en la estación de Atocha. Ella vino en su coche y buscamos la clínica Dator, en la calle Hermano Gárate, donde llegamos pasadas las cuatro de la tarde. Allí la iban a intervenir para interrumpir el embarazo y mientras, para hacer tiempo fuimos a tomar un café a la cafetería La Fuente, en una calle cercana y a dar después un paseo por los alrededores.
Una vez en la clínica, le tomaron los datos y como tenía cita, nos hicieron esperar en una sala en la primera planta y la fueron llamando varias veces para algunas gestiones, hasta que al fin la intervinieron con anestesia general, así es que no se enteró de nada hasta que finalizó y pudo salir. Yo la esperaba abajo, en un cuarto en la planta baja con otras chicas que esperaban a una de ellas que entró para el mismo motivo.
Cuando todo hubo terminado, salimos, cogimos el coche y conducí hasta Ciudad Real. No quisimos hablar mucho del tema y en casa comimos algo y nos fuimos a la cama.
El jueves por la mañana, día de Andalucía, cargamos maletas al coche y camino hacia Almería por Bailén e Iznalloz hasta Guadix. Nos hemos alojado en el albergue juvenil, en la calle Fuerteventura, habitación 222 y como hemos llegado a la hora de comer pues hemos comido allí tambien. Por la tarde, como hace un tiempo espléndido hemos ido a dar una vuelta por el paseo marítimo y la playa del Zapillo, sentándonos en la terraza de un bar a tomar café y helado y luego a que nos salpicara una ola traidora junto al dique de piedras y luego hasta el faro, después de recorrer la Rambla. He hecho fotos a un barco y a la puesta de sol. Arriba, caminamos sobre el muro que lleva a la punta donde está el faro. Hay gente pescando y nos hemos dado una buena caminata. Hemos cenado también en el albergue.
El sábado día 1 de marzo, aunque el tiempo estaba revuelto, con viento y amenazaba lluvia que por la tarde llegó, cogimos el coche para ir por el Cabo de Gata. Sopla el poniente en el poblado de La Fabriquilla y de nuevo nos ha alcanzado una ola junto a las rocas, por llegar más allá de donde debíamos. En el Mirador de las Sirenas un poco más tarde. No hace tiempo de mar y menos de baño, aunque al principio soñaba con esta opción. Junto al faro de Cabo de Gata. Una foto a las barcas junto a una superficie de hierro que es por donde se deslizan para salir a la mar. Las gaviotas posan sobre el peñón, pasan los barcos surcando el horizonte hacia el estrecho de Gibraltar.
En San José de Cabo de Gata, paramos para comprar y luego tomar un café al solecillo de una terraza. Hay molinos destrozados, molinos sin huso, destrozados por el tiempo y el viento.
He escrito esto en mi cuaderno, acordándome de lo sucedido: “ Quiso nacer, pero ¡ tantas cosas quieren nacer y no las dejamos! . El viento se lo lleva todo, ¿ todo?. Y el mar atrae nuestros cuerpos al sueño de una longitud de piel que no tenga límites. Luchó esa semilla hacia lo improbable para hacerse y el camino del azar le fue negado. Creíamos que el azar desemboca en un hilo continuo de inconvenientes y puertas cerradas. Comulgamos con la certeza de la razón y la premeditación. Cortamos una planta que es capaz de crecer entre las piedras más duras y que es capaz de florecer porque para una planta es lugar la tierra ya abonada, predispuesto el campo para la siembra con la esperanza de que entonces nacerá ese hijo que esperásemos.”.
Hemos ido a la playa del Monsul y después a la de los Genoveses, donde nos llevamos las toallas y la bolsa de la comida. Hemos buscado un lugar para protegernos del viento, y al final entre unas rocas, hemos conseguido estar un poco a salvo de sus azotes. A mi cari le sigue doliendo el vientre y a veces le da muy fuerte. Hemos estado un rato tumbados sobre la arena y nos hemos quedado dormidos un poco. Al lado nuestra hay una madre con su hija que se llama Lucía y que llora como una condenada. Es una pena que no haga calor, aunque Beti tampoco podría sumergirse en el agua, pues no es recomendable después del aborto.
En la Isleta del Moro y Rodalquilar, el Playazo y Castillo de Rodalquilar, del siglo XVI que ahora es una cuadra para el ganado. Junto a la playa, reposan los muros de la Batería de San Ramón del siglo XVIII. El cielo está nublado, hemos caminado por las rocas de formas caprichosas por la acción del viento. Hay restos de conchas en la piedra. Hemos hecho el amor tendidos, desnudos sobre la aspereza de la roca.
En Carboneras, en la playa de Los Cocones, al lado del pueblo. Me he traído agua de mar en una botella pequeña de agua. Castillo de San Andrés. Hemos recogido conchas y piedras pulidas por el mar. Se ha hecho de noche enseguida y han caído algunas gotas de lluvia. Jugamos con una pelota que encontramos en la arena. Volvimos a Almería por la autovía, cenamos en el albergue, plato compartido y luego, después de ducharnos fuimos a dar una vuelta y bailar un poco en un lugar llamado MAY WEST.
El domingo viajamos hasta Sorbas y estuvimos desayunando en una cafetería en la plaza muy a gusto. Después compramos pan y nos dirigimos hasta Los Molinos del Río Aguas para salir desde estas casuchas habitadas por extranjeros anhelantes de vida alternativa en contacto con la naturaleza y desde allí, continuar por un camino que baja hasta el río, donde las cañas tapizan una auténtica selva de vegetación. El río es un oasis y el día está soleado, así es que hemos parado al lado de una piedra grande para tumbarnos al sol y darle gusto a la carne; después hemos continuado hacia un mirador donde explica un poco lo que vemos: “ “. El agua entra y sale entre la roca y forma cavidades y cuevas. Hemos llegado al lugar donde está el eucalipto más grande de la provincia de Almería y hemos hecho fotos. Un rato más caminando hasta la carretera y después hemos continuado hacia la derecha hasta que nos dimos cuenta que nos habíamos equivocado y rectificamos, pero primero paramos en un naranjal espléndido con una fruta que estaba pidiendo que fuese cogida y saboreada y eso hicimos. Beti se cayó por el terraplén que hay entre terrazas de cultivo, al dar un mal paso. Fue gracioso y se llenó de hierbajos.
Con tanta naranja parecía un paraíso y después de comer, estuvimos probando algunas y otras tantas nos llevamos para el camino, que ahora tomamos en dirección correcta, hacia el cruce con Sorbas hasta llegar a la Venta de La Viuda, lugar antiguo de antiguas paradas de gente de paso y del que solo queda el recuerdo de un lugar donde reposaban las caballerías y una mujer aferrada sin duda a los recuerdos, una mujer que tiene en la puerta una mesa con higos secos y chumbos medio podridos y unas cuantas botellas de licor detrás de la mugrienta barra.
Fuimos a tomar un café al bar El Chacho y después continuando la carretera hacia donde se encuentra el coche. Hemos hablado con un chico inglés y antes con una chica harapienta de nacionalidad alemana, que se bajaba de una furgoneta – casa. A la vuelta y a la entrada de Sorbas nos paró la Guardia Civil y al identificarme me sirvió para saber que en el Cuartel de ese pueblo está destinado un antiguo colega de Tablada que es de Alhendín y se llama José Miguel. Al verme nos hemos abrazado y al finalizar el servicio hemos subido a su casa y pasado un rato con él y su mujer. Beti se encuentra mal, le duele el vientre. En una farmacia de Almería hemos comprado unas medicinas para el dolor y antibióticos. En la ciudad, y sin cambiarnos de ropa, estuvimos en el café “La Habana”, romántico lugar de las cafeterías de entonces con música en directo y todo y luego por la playa.
El domingo al levantarnos hicimos la maleta y nos marchamos. A pesar de que desayunamos en el albergue, paramos después en Alhama para tomar un nuevo café, que para ella es el motor del día. El tiempo se engrisece y por las carreteras de Las Alpujarras comienza a llover. Hemos estado en El Nacimiento en Laujar, donde se reúnen en torno a las barbacoas, gentes para almorzar. Hay obras y con la lluvia, hemos parado a la entrada de Cherín para comprar dulces que hemos comido sobre la marcha y luego en una cafetería de Torvizcón. Nos apartamos con el coche a la entrada de Mecina – Alfahar para comer en el asiento de atrás, sin bajarnos a causa de la lluvia y con la bandeja del coche de bandeja para comer y sostener los víveres justo hasta que llegó un coche de cara por el camino y tuvimos que coger de nuevo la carretera. Hay muchas curvas y llueve. Beti está un poco harta y antes de llegar a Torvizcón, por la Contraviesa, he parado el coche porque ella se siente mal y se abraza y llora porque dentro de poco nos separamos y cada uno vuelve a su soledad. En Granada ya no hay trenes para Sevilla, así es que he tenido que ir corriendo hasta Córdoba y desde allí tomar un AVE. El camino ha sido de vértigo pero por fortuna hemos llegado bien. Ella ha continuado hasta Ciudad Real y también llegó sin problemas
Martes 5 de marzo. Beti vuelve sola a Madrid
Mi cari, como se sentía mal del vientre, no quiso dejarlo por más tiempo y llamó de nuevo a la clínica, concertando cita a las cuatro y media de la tarde del martes y yéndose en coche ante la imposibilidad de sacar el billete para el AVE. Cuando llegó estuvo un rato con su amigo Félix y luego entró en la clínica. Cuando estaba esperando me llamó por teléfono al móvil. Yo estaba en casa de Seve y la comunicación se interrumpió porque nos quedamos sin batería, pero pude saber que la iban a meter de nuevo en el quirófano puesto que su útero tenía problemas para contraerse y había acumulado sangre. En el informe de la clínica se hace constar que presenta un sangrado vaginal y dolor abdominal por útero mal involucionado practicándose la intervención por método de legrado aspiración bajo anestesia local. Así es que estaba muy agobiada y encima sola en medio de todo aquello. Lo pasó muy mal y más aún cuando ya una vez finalizada la operación con anestesia local, salió de allí y se metió en el metro para buscar su coche. De pronto notó que se orinaba encima, en el pantalón, pues aún su vejiga estaba insensible por la anestesia. Todo esto debió vivirlo como un auténtico suplicio y más aún cuando tuvo que regresar a la clínica para que le dieran ropa interior seca. Intenté hablar con ella por teléfono llamándola varias veces pero no me fue posible. Al llegar a Ciudad Real me llamó y me quedé más tranquilo, me contó todo lo sucedido y me sentí también un poco mal conmigo mismo.
Beti comienza sus guardias de urgencias en el Hospital Mancha Centro de Alcázar de San Juan
El viernes cogí de nuevo el AVE para Ciudad Real a la una de la tarde y para la hora de comer estábamos los dos juntos en su casa almorzando unas albóndigas que ella había preparado. ¡ Esta mujer es un primor, también en la cocina !. Además me tenía preparada una caja de zapatos forrada con tela como terciopelo de color burdeos para meter sobrecillos de azúcar con los nombres de las cafetería, que ahora se me había antojado y un billete de 1000 Leu que le mandó su padre desde Oradea. Por la tarde echamos la siesta y luego fuimos dando una vuelta para hacer algunas compras para la comida del sábado y de paso pasar por la oficina de Correos, donde había una cola de gente inacabable para recoger una carta ( una multa por exceso de velocidad con el coche de la AECC ). Rellené una hoja de reclamaciones con las típicas malas caras y entramos en la farmacia de su amigo Enrique, buena persona y muy amable y después de comprar otras cosas que necesitamos, nos tomamos una copa con él y quedamos para cenar. Así es que volvimos a casa, me duché y enseguida fuimos para el sitio previsto y quedamos con más gente, conocidos de ella y la mujer de Enrique, Tere, una señora que es de Jaén, que habla mucho y que se sentó a mi lado. Estuvimos en un restaurante que se llama “Cúchares” y cenamos bien. Luego en un pub nos tomamos una copa y bailamos algo; ellos se fueron más tarde y nosotros preferimos su cama a la calle.
El sábado día 9 de marzo nos levantamos sin prisas, entreteniéndonos en la cama, primero las caricias, luego los besos y nuestros cuerpos desnudos uno contra otro, uno sobre otro y al lado del otro. Desayunamos tranquilamente con mermelada de limón y fuimos a dar una vuelta por el centro. Entramos en una tienda y compré unos pantalones que dejé allí para que le cortaran los bajos y luego tambien compré un bolsito para llevar cosas en Coronel Tapiocca. Tomamos una cerveza en la misma Plaza Mayor, disfrutando del día nada frío y soleado y luego subimos a comer lentejas estofadas y tendernos en el sofá. Por la tarde salimos a tomar café y a buscar a su amiga Tere que trabaja de médico en un helicóptero para urgencias, así es que cruzamos la ciudad para llegar allí pero ya era tarde y se había marchado. A la vuelta entramos en la catedral, imponente templo de techos muy altos y bella torre y en el museo con pinturas de autores rusos del siglo XX. Luego estuvimos en su casa y tomamos cervezas en un bar con ella y Luchi tambien. Al cabo del rato volvimos a casa para cenar, ducharnos y a la cama.
El domingo por la mañana tomé el AVE de vuelta que salía a las 8 :20 y ella me dejó en la estación para irse a Alcázar de San Juan a la guardia en urgencias que comienza hoy. Desde hace algunos días está un poco nerviosa ante la novedad del trabajo y por la mañana me mandó un mensaje demostrándolo, cuando aún iba en el tren : “ Cari,estás apagado. He llegado bien, sigo muerta de miedo. Te quiero, es lo único que me consuela “. Lo cierto es que me siento muy dichoso por su amor y por el efecto que me causa quererla. Es una gran mujer por encima de todo y me siento tremendamente bien cuando ella está a mi lado alegre, amplia, infinita. Consigo que se entregue al momento. Ella me lo dice, cuando está conmigo se encuentra bien y cuando no, capea como puede el temporal”
Últimamente la veo alegre, recuperada y bastante mejor de ánimos. No se deja agobiar y eso es estupendo porque me contagia de felicidad. Se siente dichosa por amar y tener a alguien a quien echar de menos.
Miércoles 13 de marzo
Esta noche la espero, pues viene a las jornadas del máster correspondientes al mes de marzo. Me ha dicho que saldrá sobre las cinco, pues como tengo clase hasta las nueve, ella hace el viaje mientras. Anoche cuando llegué sobre las doce y media, la llamé por teléfono y estaba durmiendo. Lo cierto es que tuve que insistir y al fin se levantó; luego me arrepentí un poco, pero quería hablar con ella antes de irme a la cama.
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