Viajeroandaluz

11 octubre 2006

CONFESIONES DE UN PADRE ENAMORADO


CONFESIONES DE UN PADRE ENAMORADO




PARA CARLOS, MI HIJO DE MAYO

Carlos de mayo,
eres el hijo que no renuncia,
y en un gesto de decir "adiós"
tras la puerta,
quiere decir "ven".
Ahora me asalta la emoción,
ayer, cabizbajo en el ascensor,
me entregaba de nuevo
a los brazos de esa amante
de uñas largas, que es la carretera.
Dejar tu calor y tomar el frío volante
y la larga espera.
Pero mi recuerdo y el alma entera
hecha jirones, me unen de nuevo a ti.
No es mi cuerpo el que ahora te abraza
y te eleva, pero sí mi infinita voluntad
de quererte aún en el vacío,
aún en esta soledad de calles apretadas,
ciudadana, ¿ciudadana?.
Naufrago en Sevilla un lunes más,
arrastrando mis pies por toda la sala,
mientras te quedaste en ese salón,
metiendo los lápices en el enchufe
o rompiendo las hojas de las margaritas
de un manotazo.
Ese parque que ahora quedó solitario,
guarda para nuestra memoria,
esos momentos juntos:
yo te miraba desde lejos,
te ibas adentrando en los juegos
como un explorador,
en la hierba, las papeleras, las piedras,
la pelota, tus herramientas, el agua.
Porque eres de agua, rey de los nacimientos,
hijo del río, entregado a la corriente,
sueño de mar, fruto de la ribera.
Bendigo el día de tu semilla,
de la germinación milagrosa
entre la humedad de enero
en el cerco del río.
Me entrego ahora a esta amante
peligrosa y taciturna de alquitrán.
Esta amante de largos dedos
que terminan en noche, en suspiros,
en decadencia frente al volante de rutina.
Cierro de nuevo la cremallera
de otro fin de semana y
que sueño con abrir de nuevo.
Esa rueda continua que ahora me pesa
aligero y vuelo cuando te encuentro.
Niño mío, crece, crece y vuela.
Sal de los campos y los ríos,
solo para verter tu vida
a los grandes mares
que nadie los detiene.

Tu padre, Antonio.
para Carlos, mi hijo en Jarandilla, Cáceres.
Mi hijo de miel y agua

QUIEN NO LLORA


“Quien no llora, no escribe.
Quien no siente, no habla,
Solo dice, solo miente”

“Después de salir, corrí y huí”.

“Huí de él.
¿ Como ocultarlo?
Pero él se quedó mirándome
Y esperándome,
Esperándome detrás de la puerta,
Siempre detrás de la puerta,
Delante de la carretera.


PARA CARLOS, PRÍNCIPE DE LA VIDA


Reposo ahora
Tras la saciedad,
Que no hartura,
Sino plenitud de ti.
Criatura que vienes a decirme:
- Aquí está el sol, míralo sobre mí,
Nada más que sobre mí y eso es todo.
Y ese amor que tú me entregas,
Esa risa, esa gracia,
Lleva un compromiso claro, evidente,
De los que amáis con un soplo,
Con un aire,
Con un gesto envuelto
En un caudal de felicidad:
- Somero río de llamas,
Que conoció un alba,
Oculta para mis fugas.
Y naciste,
¡ quién sabe de qué piedra,
sobre qué brizna amarillenta,
bajo qué pétalo!,
para decirme, conducirme, convencerme,
que tendrás siempre un espacio
para tu corazón ,
que ya en tu ternura,
apenas te cabe.
Y solo se desquita
Cuando rompes en griterío,
Por encima de tu pecho.
Y entregas,
Te tiras al suelo,
Coges una piedra, dos,
Una rama, otra,
Un palo, más.
Y encuentras en esta materia,
Juego permanente .
Y amas, amas hijo mío,
Hasta en las aguas profundas,
Que tras la tormenta,
Se esconden bajo la tierra.
Yo te quiero, pero tú amas,
Con esa imagen,
Bajo el cielo que tu mirada domina.
Ya tan sabio, ya tan fuerte,
Que siempre me veo lejos,
Lejos, huyendo,
Huyéndote,
Refugiándome de ese sol,
Tan grande que tú eres.



SIGUE EN PROSA:

Es verlo y ponerme a temblar. Si no fuera porque puedo levantarlo con mis brazos, me sentiría tan impotente que no podría seguir así, ni mantenerme. Es verlo y querer subirlo arriba. Pero él ya sube sin mí. Ahora lo veo fácil, a lo lejos, pero cuando estoy con él, es tan grande que me da miedo, como una criatura que ya tiene en su pequeñez, una gran altura, que se yergue sobre mí y domina. No habría podido decir esto si él no existiera, las palabras quedan siempre por detrás, van de la cola, pero ahora me doy cuenta qué ventaja me lleva, que ventaja me lleva y me trae. Es un niño que no se conforma con niño, ya que le cabe dentro tantas alegrías, como penas me causa no tenerlo. Pero soy ni más ni menos que un discípulo suyo, una criatura de ese tan grande que me ha vencido ya , elevándome.

27 de marzo de 2006. Calle Arroyo. Café de Indias

Tira piedras al agua. Le gusta recoger piedras del suelo y tirarlas al agua, una tras otra. A veces, cuando no encuentra, quisiera arrancar las que están enterradas y tener dos o tres en sus pequeñas manitas. Yo lo dejo, que disfrute, en su quehacer infantil. Algunas veces, me da un poco de miedo, cuando lo veo lanzar las piedrecitas muy cerca del borde de la charca, junto a la garganta.
Cuando encuentra piedras en el camino, se detiene, las recoge y las tira a las fincas colindantes, como si quisiera dejarlo todo limpio, como su alma, como su corazón.
Confesiones de un padre. 29 de agosto de 2006