Viajeroandaluz

23 octubre 2006

CARLOS, FINALES DE OCTUBRE 2006

Jarandilla Calle Ramón y Cajal
Hemos vuelto a estar juntos. LLovía durante todo el fin de semana, este tercer fin de semana de octubre. Hace un tiempo otoñal, íntimo y lluvioso, como debe ser. El sábado salimos a dar una vuelta. Subí la cuesta contigo, que ya vas andando a tu libertad, hacia donde maduran los madroños y ese membrillo que está a punto de rebosar de tanto amarillo como hay en sus ramas. He cogido algunos frutos. Te los acerco a la nariz para que huelas a la frescura de esta fruta y entonces tu haces un gesto que me gusta. Es maravilloso. Ahora dices algunas palabras conectadas entre sí, con cierto sentido: "abul", es azul. "allillo", es amarillo. Me encanta ver como salen estos fonemas de tu boquita y la dulzura se acentúa en tu rostro.
Hemos ido al parque. Hay agua y humedad por todos lados. Disfrutas metiéndote y saltando sobre los charcos. Te tengo que reñir, porque vuelves mojado a casa, pero verte con ese impermeable que te cubre todo el cuerpo, te hace gracioso, casi cómico.

CARTA A CARLOS. JARANDILLA 16 ABRIL 2006

Juegas con la arena. En un montón te entretienes. Yo te he fotografiado. Subes hasta lo alto: tu primera montaña. Después bajas sobre tus pasos, al revés, como en una escalera de mano. Te has llenado la boca de arena y aunque escupes un poco, he tenido que meter un pañuelo para sacarte el resto y limpiarte. Me he agobiado un poco. Te has puesto todo guarro, pero se que has disfrutado mucho. Volvemos a casa. Mamá te cambió de ropa y te puso otra limpia.

TARDE DE LLUVIA PARA EL RECUERDO

TARDE DE LLUVIA PARA EL RECUERDO.
En la Estación de Belalcázar. Los Pedroches.

Era una tarde de lluvia en un sábado de invierno a principio de los noventa. Juntos salíamos a dar una vuelta en el coche y en esta ocasión llegamos a una estación de tren abandonada. Es un lugar con mucho romanticismo: las vías muertas, los edificios desconchados, los carteles en ruinas, algún vagón de madera inerte sobre la vía. Nos gustaban los sitios como este, abandonados, solitarios, añejos, para así disfrutar de las caricias al aire libre. Aquella tarde llovía y te cogí de la mano al bajar de mi Renault 5 amarillo. Lo dejé aparcado cerca de las vías. No había nadie. LLovía y el cielo estaba gris, plomizo, como una bóveda. Subimos los peldaños metálicos del vagón de madera, olía a humedad en su interior. Tú y tus veinte años subísteis al vagón. Acaricié tu cuello, mientras besaba tus labios rojos y húmedos, húmedos de pasión y del agua de lluvia. Hicimos en amor allí mismo, dentro del vagón de madera húmeda y la lluvia protegiéndonos de la luz del día, en un aroma de infinito romanticismo y de nostalgia, como la que ahora saboreo al recordarte.

Carta a Carlos desde Castril

Castril, Granada, 10 de abril de 2006
Este fin de semana he estado contigo. He podido disfrutar de tenerte cerca. Y esto ha sido tan mágico como habitual debiera ser. En tu carrito has llevado tus principales herramientas de juego: una pelota con pinturas y que mamá ha colocado dentro de una red para transportarla mejor y un cuchillo de plástico amarillo y gris que bien serviría para untar mantequilla en el pan. Con esos artilugios hemos salido al parque y allí yo te he dejado libre y tu te has paseado de aquí para allá cogiendo cosas del suelo. Te encantan las piedras: primero las coges, luego las lanzas a otro sitio y esto te divierte. También, impulsando el balón, no con el pie que parece lo más cómodo, sino agachándote y dándole con la mano. El caso es que tienes que hacer un gran esfuerzo, pero se ve que como ves a la pelota correr más, pues que te compensa. Te he pedido tu manita: "¡ Carlos, dame la mano! o ¡ Carlos, dále la mano a papá!. Al principio, obedeces, pero cuando puedes, sacas tu pequeñita mano de la caverna de la mía y echas a correr. Yo se que eres ya muy independiente y que no te gusta verte atado, pero, créeme, yo lo hice por tenerte más cerca, como si usando ese posesivo: mío, tuyo, fuera a servirme para algo. Pero, en fin.
Luego, te he subido al columpio e impulsado con mi mano. Es una delicia verte volar por el aire a cada impulso. ¡ Una cosilla tan pequeña y tan libre como un pájaro!. Yo he disfrutado así, en el Parque La Aliseda y este momento juntos, lo he vivido con calma y con felicidad, aún sab iendo que pronto se terminaría. También te he subido en otro juego que consiste en suspenderse y luego bajar. Te he colocado en un extremo del brazo de este juego y con mi mano, he impulsado el otro extremo para que te elevaras. Cuando lo hago con un impulso enérgico, esto te produce risa. Y a mí, también.
El viernes, dormimos juntos porque mamá se fué a trabajar al Centro de Salud de Jarandilla. Entonces, sobre las diez de la noche te fuiste quedando sin fuerzas y poco a poco dormido. De madrugada te puse junto a mí y de vez en cuando me tocabas la cara para comprobar que seguía a tu lado. Aunque pasamos una noche regular y como no supe donde estaban las almohadas, la pasamos con la cabeza baja, sobre el colchón.
Cuando Chicho corre, te hace gracia y más aún cuando se pelea o gruñe. Entonces sueltas una carcajada que me despierta la ternura.
Poco a poco llega de nuevo la hora y entonces todo vuelve a ser cotidiano. Esta magia es limitada, pero tu alma continúa bendiciendo mis días.
Te veo muy feliz esta tu segunda primavera y le estoy muy agradecido a tu mamá por todo esto. Es una mujer muy capaz y te está cuidando y educando muy bien.